Partida Rol por web

Anna avanza hacia la posición alemana como si no supiera de qué va el asunto, pero preparada para echarse al suelo al primer atisbo de peligro y procurando no salir a campo abierto si no es imprescindible.

Enfundó la pistola para ahora caminar con el rifle en mano. Si quedaba alguien con vida ya le habría escuchado o ido a por él y no escuchaba a nadie por alrededor. Ni siquiera a los que estaban atrincherados, ni los alemanes ni la resistencia. Desvió su mirada para allá y decidió caminar en espiral en dirección al puesto (es decir, en círculos alrededor pero acercándome poco a poco).

Daniel se acercaba hacia aquel arbusto sin perderlo de vista mientras se movía rápidamente de árbol a árbol, y de forma sigilosa agachado entre los arbustos, intentando no mover las hojas de estos.

Reynolds supusó que más o menos estaba en el lugar donde había caido la granada. Miró a un lado tras pasar sobre unos arbustos y cruzar un árbol que le impedía ver lo que entonces descubrió. Se quedó de piedra durante un segundo, pues no lo había visto venir y ahora lo tenía a escasos dos metros.

Tumbado en el suelo, bocaabajo, estaba el alemán que le había apuntado cuando la granada estalló. Sostenía el fúsil en la mano y aparentemente estaba intacto. Desde aquel ángulo no alcanzaba a verle la cara, así que no podía averiguar si estaba vivo o muerto.

James apuntó con el fusil al cadáver o al cuerpo desde unos seis, siete metros, esperando unos segundos a que se moviera, respirara o lo que fuese. Al menor indicio de signo vital (moviera un dedo o el simple hecho de que se cuerpo se moviera al respirar) dispararía sin dudarlo antes de que se levantara con un arma en la mano...

El cuerpo del alemán permanecía totalmente quieto, Reynolds no sabía si estaba muerto, desmayado, o era una treta. Pero durante todo el rato que lo observó no pudo ver que se moviera. Aunque hubo momentos en el que le pareció que sí se había movido un poco, tal vez por los nervios que tenía en ese instante sumado al mareo. Pero lo cierto es que no se movio.

Albert descubrió que era una silueta femenina la que caminaba por aquel lugar, y supuso que se trataba de Ana, rápidamente se lo comunicó al Teniente, para que no abrieran fuego contra ella. Debían alertarla, ya que podría ser alcanzada por el soldado nazi desaparecido. Pero debían tener cuidado si no querían alertar de su posición.

Sin dejar de mirarle y apuntarle con el fusil en el brazo derecho y el dedo preparado. Usé la mano izquierda para palpar el suelo y buscar algún piedra que poderle arrojar a la cabeza o al cuerpo, si éso no lo hacía quejarse o moverse es que estaba muerto o inconsciente...

.- Ana??? .- Albert miró hacía los arbustos al tiempo que se acercaba un poco más .- teniente... es Ana... solo nos falta encontrar a Reynolds... .-

Reynolds lanzó la piedra y acertó en la espalda del nazi. Pero este no dió señal alguna de movimiento.

Algo más aliviado bajo el fusil dejándolo en el suelo y desenfundo la pistola de nuevo. Con ella en la mano, me acerco los dos metros que me quedan poniendo el cañón del arma en la cabeza y deslizando mi mano derecha al cuello para comprobar el pulso. Ya era la última prueba, si no tenía riego ya sí que sí que estaba muerto y tendría que buscar a mis compañeros. Aunque se suponía que eran dos los desaparecidos...

Al poner la mano en el cuello del soldado alemán, Reynolds notó con repugnancia como la piel se derretía blanda y pegajosa, casi liquida. Apartó la mano y sujetó la manga del nazi a la altura del hombro y le dió la vuelta.

Estaba totalmente quemado, su parte frontal totalmente carbonizada era tan solo hueso y carne quemada. La granada le había estallado cerca y le había pillado de frente, aunque Reynolds no pudó verle el daño cuando estaba de espaldas, puesto que por ese lado permanecía intacto. La cruda y desagradable imagén tardaría de borrarse de la cabeza del américano.

Con otra arcada y unos lagrimones en los ojos tras aguantar las ganas de vomitar, aparté la mano rápidamente y empecé a sacudirla en mis pantalones para quitarme ese asqueroso tacto. Le dejé boca abajo y recogí mi fusil. Ya iba siendo hora de regresar con mis compañeros. Lo que no sabía ahora era si ir a aquella loma que nos dijo el capitán o directamente ir al sur de Saint Pellerin. Comencé mi marcha, tardaría unos cuantos minutos llegar a la colina...