Partida Rol por web

Se encogió de hombros, la explicación era adecuada y había entendido todo... ¿Quién sería el tirador? Yo soy bueno a largo alcance con un fusil... pero creo que cualquiera de nosotros podría asestar el golpe a bocajarro.

—Eemh, sí, ¿quién será el tirador?

.- Como usted bien sabe sargento, mi especialidad no es el tiro, aunque si que he sido entrenado para ello y podría llevar a cabo la misión si así fuera necesario, pero creo que mi compañero es la persona idonea para ello .- la especialidad del canadiense eran las transmisiones por radio y no el tiro, pero desde que entro en el ejercito americano había sido entranado para matar, sobretodo con el fusil, podía defenderse con la pistola, pero no era su especialidad.

No se preocupe Albert, no creo que a la distancia a la que estemos importe mucho la puntería que tenga uno. James y usted se encargarán del conductor, yo eliminaré a Scrags, a no ser que quiera encargarse usted James. Anna, cuando vaya a distraerles quedese entre las dos puertas, no quiero tener fuego cruzado entre las dos puertas traseras.

—Descuide, teniente, ha hecho bien en cargarse toda la responsabilidad sus hombros, —mencionó el sureño con una sonrisa—, desmentirá el rumor que tenemos entre los compañeros de: "los soldados reciben las balas mientras que los oficiales las medallas", usted demostrará que es un tío con cojones y que de verdad merecerá una gran medalla. Ojalá todos los oficiales fueran como usted, cambiaría mucho esta guerra...—volvió a sonreír mientras se explicaba—.

El teniente sonrió al comentario del sureño.Ya se como dice. Por mi puede quedarse las medallas, prefiero volver entero y sin agujeros cosa que de momento estoy consiguiendo. Después miró a la mujer Esta todo pues decidido.¿Vamos? Cogió su pistola y comprobó que estaba cargada y lista.

Durante esta noche mis hombres han predispuesto todo tal y como hablamos. Dijo Kummer.

¿De cuanto tiempo disponemos?

Unos tres cuartos de hora, dijo Anna sin mirar al reloj. Tenía la habilidad natural de saber qué hora era sin consultarlo.

Venga, vamos, o el cabrito ese se nos escapará.

Dicho esto, se puso en pie, comprobó que la pistola estaba bien disimulada en su bolsillo, se guardó dos granadas de las que Fritz había traído y se dirigió a la puerta.

Albert agarró una de las pistolas y alguna granada por si era necesario utilizarlas, aunque no fuera muy recomendable, llegaba la hora de la verdad y un cosquilleo le empezaba a subir por el estomago hacía el diafragma, pero simplemente eran la adrenalina de la acción que empezaba a subirle.

.- Estoy listo, podemos salir cuando querais.-

—Por mí no os cortéis —anunció Jim desde su lugar—.

Las damas primero. dijo Daniel mientras se agenciaba una granada y la guardaba de forma que quedara disimulada.

Yo ire al lugar que hemos elegido para colocar la dinamita. La detonare yo mismo para evitar errores, diez minutos después como hemos acordado. Nos veremos en la cafeteria. Suerte.

Salieron del edificio. A aquellas horas de la mañana todavia no había nadie por las calles. Aunque si que los soldados del turno de noche volvían de su puesto al campamento y era fácil encontrarse con alguno. Por ello salieron con cuidado del edificio y de uno en uno. 

Anna mira a uno y otro lado. No es muy conveniente andar en grupo a aquellas horas, pero no hay otro remedio. Seguidme, dice, y se encamina a buen paso al lugar de la emboscada.

Vamos. Daniel se puso a seguir a la muchacha a unos pocos metros de distancia y vigilando para no encontrarse con nadie indeseado.

Albert siguió a la comitiva por la calle, sabía que en cualquier momento podían llevarse una mala sorpresa, por lo que iba con los ojos bien abiertos y los oidos prestos a cualquier ruido extraño, no teniamos tiempo que perder, por lo que cualquier contratiempo inesperado podía ser fatal para la misión.

Pese a ser por la mañana muy temprano y que los cambios de turno eran frecuentes a esa hora y se repetían en todas los puestos de vigilancia. La salidas estaban perfectamente vigiladas con varios guardias y obstaculos para impedir sobretodo la entrada de vehiculos salvo que pasaran el control.

Pudieron ver, ya incluso antes de estar cerca de las puertas, que los alemanes no descuidaban ningún detalle y que, por supuesto, no lograrían salir tan alegremente sin ser preguntados.

Jim miraba con disimulo a todos los alemanes y giraba la vista cada vez que uno de ellos intentaba mantener la mirada. Quería hacerse pasar por un pueblerino. Después miro a Anna esperando sus órdenes para seguir avanzando por las calles: el plan estaba casi listo ahora sólo faltaba cruzarse con el jefe nazi, pegarle unos tiros y salir corriendo.

Llegados al lugar, Anna señaló su posición a cada uno de los soldados, tras comprobar que los barriles estaban bien colocados para que el Kübel tuviera que reducir la velocidad.

Entonces, se embarró un poco la cara, se desbocó la blusa y se torció la falda para aparentar que había sufrido un percance y se ocultó en un zaguán a la espera del coche.

Albert escuchó las órdenes de Kraft y se colocó justo donde le había indicado, se escondió todo lo que pudo, esperando no ser visto por el Kubel al pasar, tenía tiempo para un disparo y no podía fallar.

Albert estaba algo nervioso, sabía que si algo salía mal, eran hombres muertos, no les iban a dar cuartel, miró su arma y luego hacía la calle, todo parecía tranquilo y en orden, por lo que intentó tranquilizarse.