Partida Rol por web

-Me parece bien.-Respondo sin poder reprimir una sonora carcajada.-Satara y yo te ayudaremos en lo que podamos.

Ardreth miró confuso a unos y a otros mientras le llegaban frases sueltas sobre contratar o no contratar gente para la fragua.

-¡Y una mierda! -exclamó alterado, agitando la espalda delante de él. El semielfo no entendía a que venía tanta palabrería por parte del enano, Fasber estaba debajo de sus pies y parecía el único preocupado por ello-. ¡Esta rata tiene a Fasber convertida en piedra en el sótano! ¡Maldita demente! ¡Si quiere que baje las armas que baje ella primero y la vuelva a convertir en lo que era!

Si nadie le acompañaba atravesaría gustosamente a la bruja el solo.

Kayle arqueó una ceja. ¿Fasber convertida en piedra y guardada como si fuese un mueble más? Aquello no pegaba con Beellana. Con un aprendiz que no sabe distinguir el extremo que dispara con el extremo para sujetar una varita mágica, quizá sí, pero no con aquella condenada arpía. Por más que le fastidiara admitirlo.

—Para empezar eres tú quien ha desenvainado primero. Las cosas no funcionan así en esta ciudad. ¡No puedes amenazar a alguien a la primera conclusión que sacas de algo!—dijo mientras, muy a su pesar, se veía obligada a tener que ponerse entre la otra maga y el semifata. Luego extendió la mirada a Tabin y suspiró—. ¿Podríamos, por favor, calmarnos arreglar esto como personas racionales?

Se cruzó de brazos. Entendía que cada uno abordaba los problemas con los medios de los que disponía, pero amenazar a un hechicero con una espada era tan efectivo como atacar un castillo con merengues. Beellana no podía matar a Ardreth tampoco pero no quería que le hiciera daño o que acabase arrestado.

—"De la Carne a la Piedra" es un conjuro de la sexta esfera, el Archimago de Aguas Profundas no lanza una tormenta de Meteoritos cada vez que se cuela un ratón en su torre—explicó. Luego miró de soslayo a la otra maga, entornando más un ojo que otro antes de añadir señalándola con el pulgar:—. Ni si quiera ella podría ser tan chapuzas como para petrificar a alguien, guardarlo en el sótano, y decir "ya estaba así cuando llegué" si otro lo descubre. ¿Qué sentido tiene?

O se imaginaba cosas o algo no cuadraba... Ardreth había concluido que aquello que había encontrado era Fasber convertida en piedra, sí, y también podría ser una simple estatua de piedra sin más. O un regalo de cumpleaños para Glimgmar ya puestos, ¿qué diablos? Aunque personalmente no tuviese ni idea de qué pintaba allí una estatua de piedra de Fasber, sacando conclusiones no iban a llegar a ningún sitio, necesitaban respuestas, no hipótesis.

—Si no sabes de lo que habla, quizá serías tan amable... si te lo propones, de demostrarle a mi amigo que se equivoca—dijo volviéndose de todo hacia la maga. Tres segundos después esbozó una sonrisa forzada de oreja a oreja—. Es decir, a menos que ahora vayas a decirme que te gusta poner gnomitos de piedra en el jardín...

Teniendo en cuenta la alegre conversación que había tenido con Aramil solo por su aspecto, esperaba que no pudiera resistirse también con el semifata a la hora de limpiar su "honor mancillado" (aunque quien decía "honor" decía "desmesurado sentido de la superioridad" pero aquello eran detalles)

-¿En serio me estás diciendo lo que me estás diciendo, Kayle? Por mi os podéis ir todos al cuerno. ¿Que clase de locura padecéis? -preguntó Ardreth totalmente asombrado-. Glimgmar, por los dioses, un poco de sentido común. No voy a bajar las armas y esperar a que encante o me hechice.

El semifata no tenía intención de bajar las armas. La vocal les había dado autoridad para arreglar el tema de los esclavistas y si aquella mujer tenía algo que ver estaba en su derecho en retenerla como sospechosa y, por supuesto, en estar preparado por si intentaba algo. Cuando vives el el bosque no puedes permitirte bajar la guardia y aquel sitio le parecía aún más peligroso que los lugares a los que estaba acostumbrado. La verdad es que Ardreth estaba asustado, pero eso no le hacía pensar de manera menos racional de como solía hacerlo.

-Si algo se de la gente es que es idiota -le dijo a Kayle en contestación a su opinión a cerca del chapucero trabajo que sería esconder a la gnoma ahí abajo-. ¡Habla! -gruñó a la bruja, aunque dijera lo que dijese no se fiaría de sus palabras a menos que un mago bajase y corroborase que la estatue de Fasber era eso, una simple estatua.

Aunque Tabin había desenvainado por instinto, la revelación de la presencia de una Fasber petrificada en el sótano la dejó perpleja... y decidida a no envainar. Le costaba entender la surrealista escena del enano proponiéndole entrar a trabajar para él cuando el semifata, que había bajado al sótano a buscar pruebas, había subido hecho una furia y con el acero fuera. Los enanos tenían fama de cabezotas, pero le costaba creer que aquello fuese posible. Por un instante imaginó a Morgan en aquel grupo y sintió una ardiente vergüenza. La elfa se lo iba a pasar en grande a su costa.

Kayle soltó un montón de palabras técnicas que Tabin no consiguió hilar. Lo que le quedó claro es que no iba a quedarse sentada mientras alguien podría no haber sido petrificado.

-Primero, que se explique. Seguro que hay un millón de razones por las que Fasber no está ahí abajo hecha piedra, pero a mí se me ocurre una y hasta que ella no me convenza de otra, no voy a bajar las armas.

Y menos mal que Ulfe no estaba allí. A él si que no le habrían bastado las palabras.

-¡Ala, venga, fiesta!.-Digo mientras sonrio y miro a la escena que tiene lugar frente a mi.-Creo que esto no va a tener un final demasiado agradable.

—Eso me temo, y no es que hayas ayudado, precisamente —le señaló Bel a Aramil.

—¡La estatua! Pero... ¡vos la hicisteis traer, esta misma mañana!

—¡Yo no he hecho traer nada, idiota!

Beellana no dio las explicaciones que le había pedido Kayle, no cuando os habíais negado a plegaros a sus exigencias. Y es que no era una mujer que amenazara en vano. Hizo un gesto brusco con la mano, probablemente para empezar a realizar un encantamiento.

Tirad iniciativas e id modificando la lista para poneros en vuestro sitio.

1. Beellana (22).
2. Bel (9).

Al ver como la mujer empieza a lanzar su encantamiento, me aparto ligeramente y preparo mi bastón para lanzare a la carga contra ella.

-Satara, al cuello muchacho.-Digo antes de lanzarme.

Ardreth, distraído por sus compañeros, apartó la vista de la bruja, por lo que no llegó a ver como empezaba a moverse.

-¡Mierda! -exclamó la pícara cuando vio que la mujer empezaba a gesticular.

- ¡Ni se te ocurra brrrruuuuja! - advirtió más que amenazó glimgmar ante la posibilidad de una conjurración mágica. ¡Ah no, eso si que no!

 - Puedes rendirte ahorra y aclarar esto sin pagar con tu vida. Si desenvainas debes estar prreparrado parra quitar una vida.

 Y es que si aquella arpía atacaba, Glimgmar le incrustarría el hacha en la cabeza sin mirramientos, o la derrumbarría a golpes si hacía falta. Tenía una ansias inexplicables de hacerlo...o en realidad, muy fáciles de explicar, la razón erra aquella estatua de piedra.

 No entendía como, como podía la gnoma haber vuelto al supuesto estado primigenio, salvo por las malas artes de aquella hechicerrra de tres al cuarto.

 Glimgmar se preparró para cargar escudo y hacha.

 ¡hasta aquí podíamos llegar! ¡Brrrrruuuujerrrrría en mi propia herrrrrerrrría!

 Era el fin de los deseos de Glimgmar...de la paz y la investigación sin presunción, era el momento de pensar que quien estaba llí hecha piedra erra realmente aquella maldita gnoma entrrrometida. ¡Perro erra su gnoma entrometida! Sólo podía defenderla, vengarla, aunque no la daba por perdida. Erra una cuestión de justicia.

—Eso díselo a tu ayudante de forja, él desenvainó primero —escupió Beellana.

La hechicera se arrancó la cofia de un tirón, y lo que visteis sobrepasó los límites de vuestra imaginación. Beellana se había afeitado la cabeza y, de alguna manera, se había injertado la cabellera de serpientes de una medusa. Instintivamente, desviasteis la mirada... ¡la visión de la medusa petrificaba!

—Kulit laksana batu kerakal... —musitaba la hechicera, mientras esparcía polvo de granito y diamante.

Al principio de cada asalto deberéis tirar un dado de 100. Si el resultado es 51 o más, es posible que hayáis mirado accidentalmente a Beellana a la cara y podáis quedar petrificados. En este caso tirad Fortaleza contra CD 14 o quedaréis petrificados.

Alternativamente, podéis cerrar los ojos, o daros la vuelta y cosas así. En ese caso se os considerará ciegos contra Beellana; eso implica (entre otras cosas que creo que no influirán) que tendréis un penalizador -2 a la CA, perderéis el bono de Des a la CA y tendréis un 50% de fallar un ataque contra Beellana que normalmente hubiera sido exitoso.

Kayle ha identificado el conjuro que acaba de lanzar Beellana como Piel Pétrea: obtiene Resistencia al Daño 10/adamantita hasta un máximo de 10xsu nivel puntos de daño absorbidos.

La semielfa cerró los ojos al instante en que escuchó el siseo de las serpientes. El corazón comenzó a latirle en el pecho como el martillo de un herrero. ¡Aquello era muy serio! ¿Podrían enfrentarse a ella o tendrían que salir en busca de la guardia? ¿Acaso la guardia estaba preparada para hacer frente a una criatura como esa? Si no la derrotaban ahora, podría salir afuera y petrificar a cualquier viandante inocente.

Aquel pensamiento le dio valor para parpadear y localizarla al tiempo que atravesaba el espacio que las separaba. Con un gruñido que buscaba imprimir fuerza a su ataque trató de apuñalar a la maga en el vientre. Pero, por algún motivo, su piel parecía hecha de piedra.

-¡No puedo herirla! -exclamó con tono desesperado.

Ardreth se abalanzó sobre la bruja con ambas espadas pero no acertó con ninguna. La imagen de Beellana sin la capucha y las serpientes no le paralizaron, pero si dejaron perplejo. No era la primera vez que veía un ser horripilante y terrible, pero aquello no se lo esperaba.

Kayle se llevó las dos manos al rostro y hundió la cabeza entre los hombros soltando un largo suspiro.

Primero el dragón, ahora aquello. Ya era la segunda vez que intentaba resolver algo por la vía pacífica pero alguien pegaba dos coces al asunto y perdía la oportunidad de saber lo que trataba de averiguar. ¡La segunda vez!

—Está bien, se acabó. No pienso tomar parte en esto ¿Queréis sacaros las tripas? ¡Adelante, sacaos las tripas! Pero no contéis conmigo para semejante estupidez.

Resopló frustrada y dio media vuelta para largarse de allí.

—Si alguien está dispuesto a resolver las cosas de un modo que no sea aporreando lo primero que no le gusta como un troglodita, soy toda oídos.

En ese momento escuchó el siseo de las serpientes y volvió repentinamente la cara a más velocidad de la que el gesto de espanto se le había dibujado en ella. ¡¿Pero qué demonios había hecho aquella maldita loca?! A Kayle le gustaba explorar los caminos de la magia pero insertarse los cabellos de una medusa no entraba dentro de su concepto de explorar los caminos de la magia. Qué exageración.

Lo más preocupante fue reconocer el conjuro de Piel Pétrea, ¡aquello pertenecía a la cuarta esfera ni más ni menos! Beellana no era una aventurera retirada por nada. No podían hacerle ni cosquillas a algo como eso.

Pese a que Beellana no podía simplemente petrificar a seis personas y hacer como si no hubiese pasado nada (alguien se iba a dar cuenta sí o sí) Kayle no quería que las cosas se pusieran todavía peor para sus compañeros así que, dándole la espalda a aquel esperpento, empujó la puerta de salida con un hombro.

Era evidente que pedir un alto mediante palabras de nuevo no iba a servir de nada así que ni se lo planteó. Si aquello no paraba por las buenas, pararía a la tremenda. Pero tenía que darse prisa.

Caótico bueno también. No piensa atacar a alguien que no había hecho absolutamente nada hasta que la han amenazado a punta de espada. Por mal que le caiga.

La brisa silbó en torno a la genasí cuando echó a correr, como si el propio viento quisiera empujarla. Kayle brincó por los tejados como hacía siempre en su trabajo de mensajera, le encantaba la sensación de libertad de no estar "encajonada" en una calle pero aquella vez no. Aquella vez no estaba disfrutando, estaba preocupada.

¿Por qué nadie escuchaba nunca? ¿Por qué no era capaz de cohesionar a sus nuevos compañeros por más que se esforzaba? Si Ionara estuviera alli... Ella siempre había tenido el carisma de una líder, el porte de un general que era capaz de llevarte a luchar al infierno y traerte de vuelta sin despeinarse. Siempre sabía hacerse escuchar, siempre sabía qué decir.

Pero Ionara no estaba allí. Kayle apretó la runa elemental del aire que le pendía del cuello y se la llevó a los labios haciendo un esfuerzo por no caer en aquel bucle de pensamientos, no era capaz de pensar en su gemela sin que se le agolparan las lágrimas en los ojos y aquel no era el mejor momento para ese tipo de pensamientos.

—Hakkon... —gimió acordándose de la única otra persona en el mundo que había sido capaz alguna vez de darle seguridad en el peor momento de su vida. A buscarlo precisamente se dirigía, la idea de que alguien mal parado en aquella pelea la preocupaba—. ¡HAKKON!

-Corre.-Digo al ver la reacción de Kayle.-Yo me quedaré a ayudar a los demás. A ver si me sale. Satara, ataca. Derribala.