Partida Rol por web

Con la densa niebla que has conjurado no te resulta fácil localizar la mochila en la que guardas tus pertenencias y registrarla en busca de la varita que necesitas. Por fortuna, tampoco le es sencillo a tu rival el ubicar tu posición. Consigues lanzar exitosamente tu conjuro protector pero, en tu errático deambular, te golpeas el pie descalzo con una esquina de la cómoda y no puedes evitar lanzar un quijido de dolor que ayuda a tu enemiga a determinar de forma aproximada tu posición.

Escuchas el disparo de una ballesta y un virote se clava en la pared no muy lejos de donde te encuentras pero sin llegar a alcanzarte.

Elspeth suspiró de alivio cuando, pese a su torpeza, el proyectil silbó a su alrededor. La maga se recuperó de su tropiezo con más rapidez que dignidad y lanzó un hechizo de armadura de mago para hacer aún más difícil acertar a su oponente. Después, volvió a moverse en otra dirección para despistar a su oponente, preguntándose qué haría ahora la humana. Sin su conjuro de Impacto Verdadero le iba a resultar muy difícil acertar.

Al menos había conseguido que cerrara la boca, por el momento.

Escuchas como tu oculta enemiga amartilla nuevamente su ballesta y se mueve por la habitación, aunque la niebla distorsiona los sonidos y no estás segura de hacia dónde se está moviendo. Podrías tenerla a un metro de distancia y no estar viéndola.

Sin embargo, ahora tu enemiga guarda silencio, tal vez esté conjurando sin palabras o tal vez lo que pretenda únicamente es pillarte desprevenida. O quizá solo esté esperando a que la bruma se disipe para poder atacarte.

Habiendo terminado, ahora sí, de levantar sus defensas, Elspeth caminó por la niebla mágica con cuidado, blandiendo el bastón frente a si para guiarse. Buscaría una pared, y de ahí la seguiría hasta encontrar la puerta. Si encontraba antes a su oponente.... bueno, al menos la tocaría con el bastón y sólo tendría una idea aproximada de dónde estaba. Lo último que quería era que su Prueba (si es que realmente lo era) terminara con la pelea de tirones de pelo en el suelo con una humana.

Deambulas por la habitación casi a ciegas, usando el bastón para tantear delante de ti mientras te esfuerzas por tratar de ubicar a tu oponente por medio del sentido del oído.

—Tengo todo el tiempo del mundo, orejas-picudas, puedo esperar. Llevo toda mi vida esperando por mi Prueba y no voy a dejar que la impaciencia me haga fracasar.

Escuchas a tu enemiga junto a la ventana y no parece tener ninguna prisa por ejecutar nuevos conjuros hasta que la niebla se haya disipado. Al fin ha comprendido que las prisas le han hecho malgastar algunos sortilegios que seguramente le hubieran venido bien más adelante.

Con el temor a tropezarte con ella, logras alcanzar finalmente la puerta de la habitación tras un tiempo que se te antoja eterno. Intentas girar el picaporte y descubres con desesperación que no se mueve. Estás atrapada con tu asesina en este lugar y solo una de las dos saldrá de aquí con vida. Está claro que esta vez no podrás evadirte de una situación comprometida.

Elspeth continuó ignorando la humana y sus intentos de provocarla.

Torció el gesto cuando comprobó que la puerta estaba cerrada. Se le habían acabado las opciones y tendría que enfrentarse a ella a las bravas. Se acabaron las sutilezas y los usos inteligentes de los conjuros. Ahora era matar o morir.

Suspiró.

-Perubahan mayat, keajukan bentuk.

La asesina no la veía, pero la elfa enclenque acababa de convertirse en un ser reptiliano... una criatura con la que poder despedazarla entre sus dientes y garras.

Convertida en un monstruo reptiliano de otro mundo, inexistente en Ansalon y salido de las pesadillas de algún hechicero demente, te lanzas en pos de tu enemiga. Tienes una idea razonablemente precisa de dónde se encuentra esperándote y disfrutas de su genuina cara de terror al verte emerger de entre la bruma convertida en este ser horripilante.

Te abalanzas sobre la desconocida, dispuesta a luchar por tu vida con garras y dientes. No cabe duda de que tu aparición ha cogido por sorpresa a tu jovencísima rival, pero la bruma que tú misma has conjurado también te causa dificultades a ti y convierte la batalla en algo delirante y confuso.

Tu rival apenas tiene que intentar apartarse de ti para evitar tu feroz zarpazo y, a su vez, contraataca con sus manos desnudas teñidas de un sobrenatural azul pálido que tú también consigues esquivar con facilidad. Está claro que el combate cuerpo a cuerpo no es el punto fuerte de ninguna de las dos.

La criatura reptiliana en la que se había convertido Elspeth se abalanzó sobre su oponente, rasgando el aire con sus garras y chasqueando sus mandíbulas, pero sin conseguir acertarla.

El duelo mágico había dado paso rápidamente a una batalla mortal entre ambasta contendientes. La sorpresa y el miedo iniciales de la humana pronto dieron paso a una feroz determinación. Aunque no se esperaba que Elspeth se convirtiera en aquella criatura, ella ya había esperado que cualquier mago conjurase hechizos protectores elementales y estaba preparada para evitarlos.

Para lo que no estaba preparada era para su propia falta de destreza en el combate cuerpo a cuerpo, para la agilidad de su oponente y para la complicación adicional de tener que combatir prácticamente a ciegas. Sus brillantes manos azuladas se cerraron una vez más sobre el aire sin que el escamoso ser tuviera que hacer grandes esfuerzos por evitarlas.

Elspeth también había esperado otra cosa, pero los artífices de la prueba habían forzado su mano al atrancar la puerta. Si pudiera haber huido al pasillo, quizá hubiera afrontado la situación de otro mono. Pero allí encerrada con la asesina, no tenía muchas más opciones. Sin ver a su oponente aquella niebla en la que no tenía conjuros para ver, no se atrevía a gastar más hechizos. Reanudó su ataque, con más rapidez que certeza.

Redoblas tus esfuerzos por alcanzar a tu oponente sin verte recompensada por ellos. Bien al contrario, posibilitas que tu enemiga encuentre un hueco en tus defensas y trastabillas hacia atrás para alejarte de ella cuando sus manos heladas comienzan a absorberte la vida a toda velocidad.

El frío entumece tus músculos pero tu nuevo cuerpo reptiliano parece relativamente acostumbrado a ello y no debes lamentar males mayores. Tropiezas con la cama que tienes detrás pero consigues mantener el equilibrio lo suficiente como para no quedar tendida sobre el lecho, expuesta a su siguiente ataque.

A pesar del dolor o tal vez precisamente a causa del mismo, te sobrepones rápidamente para lanzarte de nuevo contra tu tenez adversaria. No importa qué cuerpo ocupes ahora mismo, eres una silvanesti en tanto que ella no es más que una simple humana.

Tu siguiente zarpazo debería haber destrozado el vestido de tu enemiga pero no hace más que resbalar por su superficie sin conseguir atravesarlo. Está claro que a ella también le protege su magia y ciertamente no podrías esperar otra cosa. La humana estaba tan preparada para atacarte en tu improvisado refugio como tú lo estabas para recibir su visita. ¿A cuántas bandas está jugando el Cónclave?

Esquivas el nuevo manotazo de tu enemiga y contraatacas. Tus mandíbulas se cierran en el vacío pero una de tus garras logran esta vez arañar la pecosa piel de tu rival. Apenas es un rasguño pero también un pequeño triunfo, una evidencia de que tu enemiga también puede sangrar.

Esta vez su siguiente guantazo no te pilla desprevenida y te apartas de ella tan deprisa como sientes sus gélidos dedos tocando tu carne escamosa. Tratas de vengante pero lo haces con más desesperación que habilidad. En tu larga vida has conocido muchas cosas pero hasta ahora siempre habías hallado un modo de evitar los peligros físicos y no habías tenido la necesidad de enfrentarte a ellos.

Una y otra intercambiais golpes sin lograr alcanzaros, protegidas como estáis por vuestras respectivas defensas mágicas. Resulta difícil determinar en favor de quién se resolverá el duelo pero las dudas parecen disiparse la siguiente vez que tu enemiga consigue ponerte la mano encima. En ese momento las fuerzas te abandonan y te sientes desfallecer.

Elspeth retrocedió, tomó una poción de su cinto de pociones y la bebió de un trago para recuperar sus fuerzas.

Retrocedes un par de pasos mientras extraes una de las pociones etiquetadas que cuelgan de tu cinturón. Gracias al oportuno aviso de Briliann decidiste acostarte vestida, de otro modo lo más probable es que hubieras terminado rebuscando por ahí para tratar de llegar hasta tus pociones. Siempre has sido meticulosamente previsora y eso te permite actuar mucho más deprisa que la mayoría de la gente.

Mientras apuras el contenido del frasquito te das cuenta de que la niebla se ha desvanecido de la habitación a través de la ventana abierta detrás de tu enemiga. La habitación está casi completamente a oscuras y ella aprovecha el instante de tregua que ambas os tomáis para lanzar un sencillo conjuro de luz que equilibre la situación. La oscuridad para ti no era ningún problema pero sí para sus limitados sentidos humanos. Lo hace a la defensiva, sin apartar su mirada de ti pero aún así tratas de encontrar un resquicio en su concentración abalanzándote sobre ella.

Con una notable muestra de talento arcano y sangre fría, tu enemiga logra terminar de ejecutar su sencillo sortilegio y esquivar uno tras otro todos tus zarpazos. Lo que no se espera es tu feroz dentellada y grita más de sorpresa que de dolor cuando tus afilados dientes logran arañar la blanca piel bajo su interpuesto brazo izquierdo. Apenas un rasguño.

La pelirroja contraataca pero consigues esquivarla, con el sabor de su sangre todavía en tus labios, y asestarle un nuevo zarpazo. Te sientes debilitada por los efectos de su gélido sortilegio pero por fin parece que estás empezando a remontar poco a poco.

Ella te ataca de nuevo, te agachas para esquivar su guantazo y embistes golpeándola contra la pared. Tu hocico reptiliano ataca su costado y la sangre brota de nuevo mientras tu enemiga grita de manera angustiosa. En su desesperación, sus azuladas manos sujetan tu cabeza, obligándote a soltarla y a retroceder dando tumbos para alejarte de ella.

Respiras de forma pesada, sabiéndote al límite de tus fuerzas. Por fortuna parece que la magia que daba esa palidez antinatural a las manos de tu enemiga se ha consumido ya con este último y lesivo ataque.

Todavía te quedan pociones que te ayudarán a mitigar el dolor causado por los ataques de tu rival, pero necesitarás tiempo hasta que hagan efecto.

—Lo sabía, sabía que bajo esa apariencia de elfa el Cónclave había ocultado a un monstruo horroroso para mi encuentro final de la Prueba —asegura la pelirroja con un orgullo indisimulado, mientras su mano izquierda busca la daga que cuelga de su cinturón—. Me sorprende que todavía sigas en pie pero no temas, muy pronto pondré fin a tu agónica existencia.

Elspeth extrajo un pergamino y lo leyó, desapareciendo al instante. Su último recurso. 

-Essscúchame, humana -dijo la elfa, dirigiéndose a su asesina por primera vez, con la voz deformada por unas fauces que no le eran propias-. No sssoy el último reto de tu Prueba, sssino que sssoy otra de lasss candidatasss. 

La elfa que ahora era un ser reptiliano se movió con cautela por la habitación, tratando de evitar un enfrentamiento que era un cara o cruz para cualquiera de ellas.

-¿Quieresss la Túnica Negra? Mátame si puedesss pero... sssi assspirasss a algo mejor... podemosss llegar a un acuerdo...