Partida Rol por web

Frank se sorprende al ver a Seth, y se tranquiliza al mismo tiempo que guarda el arma; los engranajes de su cabeza empiezan a aminorar un poco la marcha mientras abre la puerta para que Seth entre, pero se detiene en la mitad de la accion y lo vuelve a mirar; extrañado.

Como has entrado si no te abrimos la puerta?

Asiento cuando la Niña me da la razon en lo de evitar el hospital y pongo dirección a mi casa.

-En mi casa deberíamos estar seguros, te curaremos esa herida y decidiremos nuestro proximo movimiento.-  miro de reojo el reloj del coche, es tarde... cuando llegue a casa llamare para ver qué tal estan.

El joven, evidentemente malhumorado resopla varias veces tras llamar a la dichosa puerta, espera sin demasiada paciencia a que se dignen a abrirla de una vez. No había conseguido descansar mucho ocupado en su rastreo digital, y eso se notaba, el cuerpo le pasaba factura sin importar que estaba más que acostumbrado. También hay que añadir la tensión, esa sensación extraña que le obliga a mirar a varios lados en ese lapso de tiempo que se hace eterno.

La puerta se abre al fin revelando al policía tenso. Seth afila la mirada y sonríe con ironía ante la escena que tiene delante. Tras unas palabras, también jocosas por su parte le formulan una pregunta y los labios del joven de pelo azul regresan a su posición inicial. Una de sus cejas se enarca. - ¿Acaso no hay vecinos? – Responde con otra pregunta, pero por su parte una cargada de sarcasmo. Bufa cansado. - ¿Puedo pasar? He encontrado cosas que a lo mejor os interesará saber, digo yo. – Añade con mayor hosquedad. – Salvo… que estéis…demasiado ocupados. – No pierde el tiempo de nuevo para hacer uso de su ironía.

Una de sus piernas, la diestra, adquiere una especie de tic nervioso por el exceso lo que ha tomado para mantenerse despierto. – Eso sí, que sepáis que estoy un poco…insoportable, creo que en lugar de sangre tengo café mezclado con la mierda de la taurina, así que sí, solamente un poco insoportable. – Les advierte con jocosidad sujetando fuertemente su invaluable portátil. Sí, lo había traído consigo.

Frank sonrio relajado abriendo la puerta para que Seth entre al departamento.

Perdón Seth, ha sido un día largo tambien para nosotros, y mi cabeza no para de crear teorías extrañas e imaginarse acechadores en los alrededores, pero bueno, la cautela no ha matado a nadie, no?

Dijo levantando las palmas hacia el aire luego de cerrar la puerta. Se dirigió a la mesa para que Seth se siente al lado suyo mirando a Bree, transmitiendo cierta tranquilidad con la situación.

Cuéntanos que has descubierto Seth.

Al ver a Seth solté el aire que había estado acumulando en los pulmones al creer que era el asesino, tirándome de seguido en el sofá.

- Hola Seth, me alegro de verte.- Y era sincera teniendo en cuenta las opciones que había tras la puerta número dos. Sonreí mientras los escuchaba a hablar, incorporándome para dirigirme a la cocina.- Pasa, estás en tu casa. ¿Quieres algo de beber? ¿Agua? ¿Té? – Abrí los armarios de la cocina donde guardaba las bolsas de té para ir preparándome uno, al menos yo lo necesitaba, y pendiente de si alguien más necesitaba algo. Puse una pequeña olla de agua en el fuego y, mientras calentaba, abrí la despensa para sacar una caja de galletas, dejándola en la encimera, y cerrando con la pierna la puerta.- ¿Qué has descubierto? – Esperando a que el agua cogiera temperatura, puse las galletas sobre un plato y lo dejé en la mesa de la salita, frente a ellos, para que pudieran comer algo.

Asiento cuando pregunta si el coyote es un amor, aunque entiendo sus reticencias. Si no me gustasen los animales, no estaría en este trabajo. Estaba claro que él no lo comprendía, pero da igual.

No hay nada demostrado. Sólo es raro... casual. O causal. Como casi todo en esta ciudad.

Escucho sus dudas, pero cuando pregunta sobre en qué nos basamos, suspiro. La verdad es que el argumento no era muy sólido. Ni legal, dicho sea de paso.

Hemos llamado a los sitios donde estuvo... y sus dueños están muertos. En eso nos basamos.

Cuando su cara parece desconcertada, sencillamente río un poco.

Bueno, a veces soy amable ¿sabes?

Tienes que esperar un poco para siquiera asomarte y hacer un poco de criba.

No obstante, lo consigues, pero no puedes salir del baño sin llamar la atención, y probablemente apenas tengas más de un par de minutos antes de que alguien entre y... te note.

El teléfono vibra de nuevo. El policía.

¿Necesitas dónde quedarte unos días?

Finalmente llegáis a la casa del taxista.

El lugar está tal cual él lo había dejado*, nadie había entrado.

Eso sí, al llegar a su portal os llama la atención que unos metros más allá está la policía, con la zona acordonada, cerca de una entrada de metro.

Tienes la sensación de que están pasando cosas que se te escapan. Cosas que, de algún modo, terminarán por afectarte.

Aunque es algo tenue y ligero.

El tipo que te abrió era un hombre rapado, entrado en la treintena. Sus ojos eran llamativos, era guapo. O llamativo al menos.

Se podían ver marcas de tatuaje debajo de su camiseta.

Conseguí al final entre todos los olores distinguir algo bastante claro. El primero era sudor, bastante fuerte, pero no olía mal... era extraño como un olor propio que segregara solo con su sudor - Imagino que eso es el olor corporal propio... ¿Como puede oler así y medio apestar? Parece de chico - El otro olor no era de allí, pero sin embargo venía de esa misma persona. Era barro, humedad, pero no salada como el mar, ni olía mal como en las alcantarillas... era de - ¿Rio? ¿Quién suele ir al rio? Si pudiera sacar muestras de esos olores... Pero tengo que salir de aquí... Mierda, al menos sé como es su olor, si me acerco a él...

Poniendome a dos patas eché el pestillo del baño, no era necesario ser un genio para bloquear la puerta. Agarré mi ropa y volví a mi forma humana vistiendome con rápidez. - ¿Y ahora que hago? - Tras vestirme tiré de la cadena y me aseguré de calmarme antes de salir.
 

Al llegar a la zona, Inoa se queda unos instantes mirando en dirección a la zona acordonada, pero no hace ningún gesto por acercarse.

- Tenemos nuestros propios problemas. Los tropiezos de uno en uno, y ese no es mi asunto, sea el que sea. Al menos por ahora.

Por lo demás, se limita a seguir a su conductor guardándose cualquier clase de comentario mordaz.

No tardamos en llegar a mi casa, aunque tomo algún desvío para asegurarme de que no nos siguen. Casi todo el camino lo hago en silencio, más atento a la calle que a los que estamos dentro del coche.

Ignoro la zona acordonada, la policia pasa bastante tiempo en mi barrio y nunca por cosas buenas. Lo mejor es pasar desapercibido.

Mi apartamento no es muy grande, apenas dos habitaciones y un baño, con la cocina unida a una suerte de salón con apenas dos sofas viejos y una tele. Una pequeña estanteria con libros sobre mecánica y fotos de los últimos años además de alguna herramientas. Las paredes estan adornadas con algunos cuadros que ya estaba cuando alquilé el piso, no los he quitado porque no me molestan demasiado.

Cuando entramos dejo mi chaqueta en uno de los sofas y me dirijo al botiquin.

-Sientate, tengo que tener gasas por aquí-

No tardo en encontrarlas y vuelvo al salon para sentarme en el otro sofa y preparar las cosas que necesito en la mesa.

-Dejame ver esa herida-

No se había sentado de inmediato. Nada más llegar había dejado vagar la mirada por la estancia, para caer inevitablemente en los libros de la estantería - Una familia pequeña. Parece más un piso de soltero que una vivienda familiar. Bien mirado, se parece bastante a algunos de los pisos en los que he vivido - El enigma de esa familia a la que decía tener que proteger demostraba ser menos evidente de lo que se había imaginado inicialmente.

Es cuando él le pide ver su herida que se resigna con un resoplido. No le gustaba en absoluto necesitar ayuda. Hacía que le diesen ganas de patalear o buscar cualquier escusa para atacar al desgraciado que trataba de ser amable. Pero semejantes ideas no eran prácticas. - ¿Por qué necesito autojustificarme constantemente? 

Finalmente, toma asiento al lado de su anfitrión, ofreciéndole el hombro herido para que pueda acceder con facilidad.

- Tu casa es... práctica. - Con la cortesía obligada de aquellas situaciones - Se parece bastante al tipo de pisos que suelo buscar. - Al menos aquello era cierto. A excepción de que le sobraba una habitación

Baja entonces la vista hacia lo que tiene entre manos, sus gasas y otras cosas, torciendo el gesto ligeramente por la anticipación. Notaba la zona caliente y adormecida, e intuía lo que pasaría cuando empezara a trabajar. - ¿Haces esto a menudo?

Al final tardo pero me voy dando cuenta de a lo que se refiere.

-¡Ah! Es decir, que no es que se mueran cuando el coyote está allí necesariamente, si no que hay muertes por donde ha ido pasando ¿no?-

Ese enfoque me resulta mucho más interesante.

-Entonces se me ocurren varios millones de motivos, todos sacados de películas porque en la vida real no suelo estar cerca de eventos de este tipo. Por ejemplo ¿un coyote es capaz de reconocer a alguien por el olor o el aspecto? Porque en ese caso igual le van siguiendo la pista para evitar que cante. También pudiera ser que su objetivo sea el anima, que tenga algo especial tipo un collar de diamantes verdadero o sangre que cura la lepra. Y, por último, pero no por ello menos cinematográficamente posible, ¿y si el coyote es el heredero de una inmensa fortuna y el segundo en la línea de sucesión quiere quitarlo de enmedio?-

No pretendo trivializar su preocupación ni su dolor pero llevamos ya mucho rato hablando de muertos y desgracias y, o aligeramos esto, o me voy a ir de juerga con un forense llevando muertos en mis pensamientos.

Preparo lo necesario para limpiar la herida antes de colocar la gasa, mientras lo hago miro alrededor pensando en su comentario sobre mi casa, me rio por lo bajo mientras pienso en que tiene razón, no hay nada atrayente para la vista aunque no hay nada que falte para poder vivir.

-No necesito más, lo justo para vivir y sobrepasar las pocas horas muertas que paso en este piso. Por lo general solo vivo aquí cuando trabajo, si tengo algún día libre vivo con mi familia. Por eso no me preocupo mucho por el aspecto de este lugar.- mientras le pongo un poco al día aprovecho para limpiar y desinfectar la herida lo mejor que puedo.

-Bien, esto debería aguantar al menos por ahora.- acabo colocandole la gasa y recojo el resto del botiquin antes de devolverlo a su sitio. Mientras estoy en pie contesto a su segunda pregunta.

-No curo heridas de bala a menudo pero la verdad es que sí me toca que atender otro tipo de heridas más de lo que me gustaría, la mía no es una profesión tranquila, sobretodo por los barrios en que me muevo.- vuelvo al salón y observo a mis dos invitadas.- Ahora, ¿qué hacemos? ¿Cual es el siguiente paso?-  le pregunto directamente a la niña.

En ese momento recuerdo lo que llevo en mi chaqueta, mi regalo. Supongo que aquí es un buen sitio para observarlo detenidamente, no creo que Inoa vaya a salir espantada a estas alturas. Me aproximo al sillón donde le he dejado y meto la mano en el bolsillo derecho para sacarlo.

A la luz del salón el negro de la empuñadura parece incluso más intenso, los grabados casi parecen moverse, representaciones de grandes batallas que no reconocía y que no parecían las que dabamos en el instituto. Es bastante ligera, aunque es lógico ya que solo es una empuñadura. Aun no se como funciona pero la sensación de calidez y seguridad que me había transmitido antes seguí ahí, reconfortante la verdad.

El chico no duda en entrar cuando se lo ofrecen con fastidio en su rostro, también en él se revela que su paciencia ha sido mermada.  Resopla por ese motivo, de forma profunda, mientras se adentra en la vivienda con su delicado ordenador bajo el brazo que lo trata como su pequeño, en realidad es así. – Te robo un asiento, y cualquier cosa que me servirá si tienes té tomaré el mismo que al resto. Así dejó el café por un rato. – Responde de forma contundente, pero cansada al mismo tiempo.

Tal como anuncia uno de los sofás se convierte en su objetivo, buscando un enchufe, pero entrecierra los ojos, tiene batería suficiente, lo tuvo cargando más que de sobra. – Mejor os lo muestro. – Añade abriendo la terminal y no tarda en darle al botón para que se inicie el sistema mostrando al poco los datos de arranque. Apenas presta atención al lugar que se encuentra, si es claro u oscuro, antiguo o moderno, con la falta de atención por el exceso de excitantes en su organismo y la falta de sueño le es imposible centrarse en esos detalles.

 Oye Bree. Muy guapo tu vecino. – Empieza a decir divertido con su niño encima de sus piernas aun despertando de su descanso. – Rubio rapado, ojos verdes, treintena, iba con camiseta, tatuajes debajo de ella, alto.  Tiene su punto. – Describe de forma concisa al sujeto con el cuál se ha encontrado por el camino. - ¿Lo conoces? – La pregunta tiene una clara intencionalidad, si la atractiva morena le es familiar y el hombre está de paso o no. La paranoia le hace fijarse en algunos detalles, su libido también, aunque esté a bajo rendimiento en este momento.

Ágilmente los dedos del peli azul danzan para mostrar a ambos su hallazgo. Un vídeo. – No es que sea mucho en realidad, estas cosas llevan tiempo, pero he encontrado esto de los vídeos de seguridad. Es de la zona del crimen.  – Amplía la sucesión de frames, esa cadena de imágenes que cobran vida, y revela nada por unos segundos lo que ocurre en un callejón sin salida, nadie parece entrar. Pero al avanzar es cuando se ve a un sujeto salir de él. El vídeo finaliza, sin embargo el joven regresa a ese punto en el momento en que mejor se puede apreciar a ese individuo.

Los ojos enrojecidos por la cantidad de horas consecutivas pegado al monitor y su estado actual se fijan de soslayo a sus compañeros de investigación, aunque no se detienen en las miradas ajenas. Las evita.

El agua ya estaba a la temperatura perfecta. Apagué el fuego una vez el agua bullía con el agudo disonante de una sirena mientras cogía una taza del mueble, una grande con la forma de la cara de Baymax que usaba especialmente para estos casos, recordándome la frase que repetía una y otra vez en la película.- Todo estará bien, sólo tengo que decir mi escala de dolor.- No pude reprimir una sonrisa  mientras asentía a Seth para que se sentara.

- Ponte cómodo. Ahora te pongo una taza.- Calculó el agua sobrante, por suerte siempre hacía un poco de más por si quería repetir y ahora no era distinto, buscando otra de las tazas en el mueble.

Oye Bree. Muy guapo tu vecino. Rubio rapado, ojos verdes, treintena, iba con camiseta, tatuajes debajo de ella, alto.  Tiene su punto.

Lo reconocí al instante, el mismo segundo que hizo que mi cuerpo se paralizara y la corriente de miedo atenazara mi columna. Mis dedos rozaron la base de la taza sin poder evitar que se cayera entre mis manos y se rompiera en mil pedazos en el suelo, un estallido ruidoso que apenas me hizo inmutarme. En ese momento entendí la nota de sangre y de quién procedía, susurrando un “no” mientras negaba con la cabeza lentamente.

Simplemente corrí. Abrí la puerta de mi casa y me asomé por la barandilla, buscando la melena rubia del desconocido o aquél rastro que emanaba con sólo su presencia.

- ¿¡Dónde está Kendal!? – Grité sin saber si me escuchaba, mirando una vez al ascensor antes de descartarlo por ir demasiado lento, bajando las escaleras o prácticamente saltando. Tenía que encontrarle antes de que se fuera.