Partida Rol por web

Van Doren salió del callejón como un fantasma y entró en la primera cabina telefónica que vio. La pooka marcó el nombre de EDDIE usando los botones alfanuméricos del teléfono público y miró su reflejo en el metal de la carcasa que cubría las entrañas del aparato esperando ver al redcap.

Supo que Eddie estaba en las mazmorras del palacio de Lord Aeon, en Nob Hill. Qué había hecho para acabar allí, lo desconocía.

-Oh, por los dioses, Eddie... -murmuró la poka antes de golpear el auricular contra el botón de colgar. La pooka metió unas monedas y marcó otro número, esta vez uno de verdad-. Hola, si, necesito un taxi.

Van Doren le dio instrucciones al taxista y esperó a que apareciera.

El taxi la dejó fuera del palacio de Lord Aeon. Dentro pudo maravillarse por la arquitectura feérica y los deslumbrantes diseños de cristal, piedra y madera que adornaban por doquier. Al preguntar por Eddie, el mayordomo quimérico se vio en apuros y trató de disuadirla o de restringirle las visitas, pero una sidhe que Van Doren desconocida intercedió por ella.

-Por favor, acompañadme, Madame -dijo la mujer, que parecía conocerla-. Mi nombre es Lady Dahlia, por si no lo sabéis. Fui amiga de Lord Stevron; lamento vuestra pérdida. Os llevaré a las mazmorras. ¿Eddie el Rojo es a quien queréis ver?

Van Doren no lo sabía, así que agradeció la información para no sentirse como una idiota.

-Así es. ¿Puedo saber por qué se le retiene aquí y de que se le acusa?

-De intento de asesinato. -La sidhe la invitó a descender las escaleras que llevaban a las mazmorras subterráneas-. Aunque no fuese una cortesana, el Duque no puede dejar impune la muerte de Pandora ni Liam. Alguien la asesinó con Hierro Frío esta semana. Ed el Rojo fue atrapado en el lugar del crimen por Glenn el troll, a quien intentó matar y dejó mutilado. Lo consiguieron reducir con mucha dificultad. Glenn ha perdido varios dedos y casi un ojo.

Lady Dahlia atravesó el corredor, le pidió las llaves de la celda a un carcelero y la acompañó hasta ella.

-Si entráis aquí es bajo vuestra propia responsabilidad. Pero creo que no os hará daño. -Esbozó una sonrisa-. Volveré dentro de media hora.

-¿De asesinato?! -exclamó Van Doren sin poder creérselo-. ¿Pandora?

Aunque pensándolo mejor todo cuadraba. Pero Eddie había sido un idiota como siempre lo era cuando ella no estaba allí para pararle los pies. En parte no podía evitar sentirse bien sabiendo que el redcap se había vengado en su nombre... Aunque a su manera, una manera un tanto excesiva en su opinión. "Ay Eddie, ¿que voy a hacer contigo?".

-Oh, Glenn, pobre diablo... Gracias por el tour, mi señora.

Van Doren entró en el calabozo respirando hondo sin saber muy bien que decirle y cuando lo vió y se acercó a su encuentro lo único que fue capaz de hacer fue darle un sonoro tortazo.

-¡Capullo estúpido! ¡¿Cómo se te ocurre?!

Eddie estaba sentado en el banco de madera que a la vez era un camastro. En su semblante feérico tenía la cara cubierta de sangre reseca que no había tenido tiempo o ganas de limpiarse. Observó la llegada de Van Doren con media sonrisa, pero su súbito tortazo le dejó alelado y confuso. Se levantó de inmediato y la cogió de los hombros.

-¡Puta asquerosa! ¿A qué viene eso? -gruñó. No era mucho más alto que ella, pero en la penumbra, ensangrentado y más parecido a Ed el Rojo que nunca, daba miedo-. Se suponía que sería yo quien te iba a abofetear la próxima vez. -Le clavó los dedos en la carne para que le prestara atención, pero el tono de voz era más comedido. Casi hasta calmado-. Yo no he matado a Pandora. Iba a matarla, pero ya lo habían hecho cuando llegué.

Van Doren se achantó asustada al verle lleno de sangre y al sentirse amenazada por su agarre.

-¡Basta! -dijo revolviéndose entre sus manos-. ¿Y Rose? ¿Y el Terciopelo? ¿Qué pasa con eso? ¿Y entonces quién ha matado a esa puta? Iba a matarla, iba a matarla... ¡Insensato! ¡Todo el mundo va a pensar que ha sido muy oportuno por tu parte dejarte caer por su casa yendo a comprar leche!

-Pandora se lo contó todo, pero como le salió de los cojones. Le dijo que yo era su padre. La muy zorra vino al Terciopelo a contármelo y me echó un spray de mierda. Casi se me caen los ojos al suelo -ladró el redcap-. A partir de entonces todo se me fue de las manos. Fui a buscar a Rose, no me quiso escuchar. Quise volver al Terciopelo, pero era como si me arrancasen el alma.

Eddie soltó a la pooka y se cruzó de brazos, evitando su mirada.

-Volví a buscar a Rose... Tuve un sueño en el que tú estabas muy triste. No quería defraudarte ni que estuvieras triste. Quería arreglarlo todo, pero esa hija tuya es más terca que una mula. Aceptó el dinero que le di, pero no vino conmigo. Estaba tan cabreado que fui a por Pandora. No iba a matarla con Hierro Frío, lo juro. Sólo quería asustarla un poco. Quizá matarla quimericamente. Si me enfadaba mucho... -Frunció el ceño y la miró avergonzado-. Se lo había ganado. Lo sabes.

El redcap suspiró.

-Cuando llegué, ya lo habían hecho. Un cuchillo de Hierro en el corazón. Me quedé paralizado. Iba a largarme de allí a toda hostia, pero justo en ese momento llegó el troll. Mira, intenté explicarme, pero me tocó los huevos. Me puso una mano en el hombro y... ¿Qué querías que hiciera?

Se frotó la sangre seca del mentón y la deshizo con los dedos.

-Tenía hambre.

Van Doren le dio un rápido manotazo. No quería saber los detalles del enfrentamiento con el troll.

-Rose está a salvo, la he dejado con Lady Magnum -mintió-. ¿Hierro frio? Que barbarie... ¿Quién la podía odiar tanto a parte de nosotros dos?

La pooka miró en su pitillera, pero estaba vacía, así que se mordió la uña del dedo gordo. Suspiró y miró a Eddie entristecida y angustiada.

-Ay Eddie... -murmuró y se abrazó a su costado apoyándo la cabeza en su pecho-. ¿Qué vamos a hacer? Tengo que contarles quién ha sido el verdadero asesino... Pero en cuanto sepan la fiesta que se han montado en mi negocio van a pensar que he sido cómplice, no van a hacer caso de mis elucubraciones.

Eddie le dio un manotazo en la muñeca para que dejase de morderse las uñas. Recibió el abrazo con sorpresa, pero agradado. No tardó en rodearle los hombros con su brazo para estrecharla contra su cuerpo.

-No te preocupes. ¿Qué es lo peor que pueden hacerme? ¿Exiliarme? Como si me importara. -Le acarició la mejilla con una mano de uñas sucias que olía a metal-. Pandora ha estado haciendo oposiciones a cadáver desde que la conozco. Cualquiera puede haberla matado; la misma jugada que me ha hecho a mí se la ha hecho a otros veinte. Lo sé. Hay mucha gente cabreada con ella. Era una drogadicta, traficante, saqueadora y chantajista. Lo que me extraña es que no haya ocurrido antes.

El redcap le besó el pelo antes de separarse para mirarla a los ojos con seriedad.

-¿Qué ha pasado con Rose? No estaba nada contenta la última vez que hablé con ella. Me dio la impresión de que lo que le dijo Pandora la dejó muy tocada. Tendría que haberla matado cuando pude...

-Rose está bien, se está quedando en casa de Lady Magnum, aunque creo que la he perdido... -murmuró-. Es igual, no tenía que haberla abandonada en primer lugar, supongo, y he tenido mucho tiempo para decírselo, pero he preferido estar viajando de país en país. Supongo que tenía miedo de que esto ocurriera y mira, parece que estoy en un musical de Broadway. Me ha dicho que eres un capullo, por cierto, y su padre, pero ya le he dicho que hay una de esas dos cosas que no eres.

Van Doren se separó de él.

-Hueles mal, a podrido. Deberías cambiar tu dieta... Tengo que hacer muchas cosas -apuntó llevándose una mano a la frente.

-Lo siento, no he podido ducharme en cuatro días. Y siento lo de Rose. Si hay algo que pueda hacer, cuando salga de aquí... -Eddie torció el gesto-. Cuando te vayas, ¿puedes hacerme un favor? Necesito que mi secretaria sepa que tiene que ocuparse de mis asuntos. Dile que estoy de viaje o que se ha muerto mi madre o lo que sea.

-No se yo si seré capaz de inventarme algo... Pero vale. Aunque tu secretaria debe de estar hasta las narices de mi. ¿La conoceré en persona algún día? Supongo que lo mejor es que no nos veamos nunca... Creo que no quiero saber quién se esconde detrás de esa voz, me gusta imaginármela gorda y vieja. Van Doren torció la boca y sacó un pañuelo de seda de su bolso con el que empezó a intentar limpiarle la cara al Redcap, pero era imposible. Por alguna razón, mientras pasaba la tela por sus ásperas mejillas, le entraron ganas de besarle. Se sentía otra vez como la adolescente que había sido, cuando Eddie volvía lleno de sangre tras comerse a algún sidhe, aunque normalmente no era ella quien le limpiaba sino la otra zopenca. Temiendo hacer algo que enturbiase más aún sus pensamientos se apartó. -Se me hace tarde, he quedado en cinco minutos. Quédate el pañuelo -dijo atropelladamente y se acercó a la puerta, pero se volvió al apoyar la mano en el tirador-. Sabes... Creo que te has comportado de manera excesivamente violenta. Le voy a pedir a Lady Dalhia que te espose para la próxima vez que te visite. Para que no haya incidentes -le dijo con un guiño.

-En realidad está bastante buena -dijo entre dientes sin apartar la mirada-. No demasiado delgada; ya sabes que me gusta tener dónde morder.

Eddie se quedó sentado en el banco olisqueando el pañuelo. Quizá de ser más joven habría intentado engañar al carcelero para escapar, pero en su etapa de Gruñón, morir no era una opción. Los más viejos no volvían tan fácilmente. Pero, cuando Van Doren soltó aquella insinuación, se levantó de un salto y la tomó de las muñecas cruzándoselas tras la espalda. La apretó contra la puerta, el frío metal helándole la mejilla y su cuerpo envolviéndola. A diferencia del momento en que se habían encontrado, ninguno de los dos estaba enfadado. Un redcap siempre daba miedo, pero esta vez era un juego. Aunque Eddie era más fuerte que ella y lo estaba usando en su contra, no pretendía hacerle daño y la pooka lo sabía.

-Tú sácame de aquí y ya veremos. Aún me debes dos tortazos -murmuró junto a su oído.

Descruzó sus muñecas y, sin soltarla, la abrazó.

-Gracias por venir a verme. -Se alejó y volvió al banco de madera-. No te olvides de mí.

Van Doren le miró sorprendida pero luego divertida y se rió cuando escuchó lo de los tortazos.

-Yo te debo cientos más de los que tu me debes a mi, tranquilo -la pooka se abrazó a él con fuerza. Sabía que no le iba a pasar nada realmente malo, pero no tenía ganas de que le exiliaran- Prefería que el viniera a verla que el tener que ir ella a aquel amasijo de metal en el que vivía. Le daba escalofríos pisar ese piso y sus oficinas-. ¿Cómo me voy a olvidar de ti sin no dejas de dar por culo? ¡Guardia! -gritó a la puerta.

Mientras abrían la puerta, Eddie le soltó una burrada que no logró discernir por culpa del ruido metálico de los cerrojos, pero que sin duda tenía que ver con la sodomía. Lady Dahlia aguardaba al otro lado, sonriente.

-Justo como esperaba, sana y salva -la sidhe la acompañó hacia el exterior-. Me alegra haber podido ayudar a una de las vasallas de Lord Stevron. Ni qué decir tiene que esto me puede dar bastantes problemas y que preferiría que quedase entre nosotras... a cambio de que lo recordarais. Quizá en el futuro necesite ayuda, Madame Van Doren.

Van Doren puso los ojos en blanco al escuchar a Eddie y sonrió al ver a la sidhe.

-Ha hecho más de ha sido consciente así que no dudéis en acudir a mi para saldar la deuda. En el terciopelo damos trato especial a los miembros vip, así que si pasa por ahí la llevarán directa a la mejor mazmorra. Ahora tengo que irme... Como comprenderéis los últimos acontecimientos han revuelto el avispero y ahora tengo que ir a hacer de madre. Solo un último favor. Vigilad por favor que no le den de comer hierro, es un poco alérgico.