Partida Rol por web

-Porque tú estabas mucho más buena que ella. Y porque nos había pillado en la cama; eso también tenía algo que ver -dijo Eddie con una risita.

-Esta vez me voy a vengar, verás. No me va a joder una tercera vez... Ni ella ni sus amigos. Ah, ahora que me acuerdo, ¿cuándo me vas a llevar al partido de béisbol? ¿Cuando es?

-¿Mañana? Aunque menudo aburrimiento, cariño... -gruñó Eddie-. Casi me apetece más lo de las pinzas en las pelotas.

-Es importante. Cuando comprueban tu identidad en los aeropuertos a veces te preguntan cosas como los nombres de los presidentes o movimientos del béisbol. Tengo que estar preparada si eso pasa.

Van Doren no se atrevía a decirle a Eddie de que iba realmente el asunto, porque seguramente querría hacerlo o bien a su manera o no le dejaría hacerlo en absoluto.

-No. Nada -El sidhe se encogió de hombros y le palmeó el hombro a Cal-. Nos vemos luego. Pasadlo bien.

Cogió la botella por el cuello y se despidió con la mano encaminándose hacia la multitud que bailaba -o lo intentaba- frente al escenario.

La voz de Marcus hizo bien su trabajo. El nivel de Banalidad empezó a decrecer y los humanos se volvieron más intensos y deshinibidos. Para la décima canción, las pasiones se habían desatado entre los presentes hasta el punto en que los jerseys y camisetas volaban de un lado a otro y los chicos y chicas bailaban cada vez más cerca, tocándose y frotándose, bebiendo con abandono y dejándose llevar por el ritmo. La actuación de los Sexy Ocelots se volvió más punk que rock y Marcus se abrió los pantalones para mear sobre la primera fila, lo que no hizo sino entusiasmar a todo el mundo. Las filas se cerraron y el ambiente se volvió asfixiante.

Para entonces, Tina ya estaba medio desnuda y preparaba el ritual. Van Doren, protegida de la multitud que quería sobetearla por un Eddie borracho de Glamour, tuvo la oportunidad de acercarse a ella para ayudarla. Notaron todos cómo la energía de la multitud era canalizada por las dos adivinas y el cantrip era lanzado. Una fuerte explosión de Glamour las derribó en el suelo, entre la gente que bailaba como loca. Van Doren supo dónde se encontraban los Oscuros del corby.

Van Doren entró en un trance que le reveló muchas imágenes y sonidos, tantos que no pudo comprenderlos a la primera. Como si alguien hubiese hecho un montaje rapidísimo de televisión, observó paisajes y caras, algunas conocidas y otras nuevas, coches a toda pastilla, sangre, drogas, sexo, lágrimas, un sátiro con una espada en la mano, una nocker que lloraba, una puerta en mitad de un parque, y después...

El Ensueño. Los Oscuros se habían ocultado en el Ensueño, al que habían cruzado a través de un feudo de Oakland.

Cuando recuperó la consciencia solo habían pasado unos segundos, y aún así se sorprendió de encontrarse tirada en el suelo. La pooka se apoyó en los hombros y se levantó poco a poco, dolorida. También le dolía la cabeza y el corazón le palpitaba con fuerza. Van Doren se agarró a Eddie para terminar de levantarse y le miró con urgencia.

-Ya está, ¡ya se dónde me he dejado las llaves del coche!

-Pero... ¡pero esta fiesta es la hostia! -exclamó el redcap con desgana.

Un grito de horror se extendió entre la multitud. Las filas volvieron a cerrarse y notaron y agolpamiento llegando en su dirección. Los rostros encantados con la fiesta se giraron para encontrar algo espantoso que les animaba a correr en la dirección opuesta. Algo estaba pasando.

Van Doren se giró y pegó su espalda a Eddie mientras intentaba atisbar lo que estaba sucediendo. Al darse cuenta de que la gente había empezado a agolparse ayudó a la sátiro a levantarse para que no la pasasen por encima y la atrajo hacia ella y hacia el redcap.

-¿Qué pasa? ¿Eddie, ves algo? -le preguntó agitada. Con su metro cincuenta no veía nada.

Los tres más altos alcanzaron a ver una figura estilizada y oscura envuelta en un sudario, una calavera blanca y resplandeciente que alzaba las manos y absorbía el Glamour de los presentes mientras su comitiva de quimeras infectas, que habían desarrollado tumores y pústulas hinchadas de gas, se abalanzaba sobre los humanos indefensos.

Eddie se puso delante de Van Doren, protector, y desenvainó los machetes.

-¡Me cago en su puta madre! ¿Qué coño son esas cosas?

-¡¿Qué cosas?! -preguntó la pooka intentando estirando el cuello y apoyándose en los hombros de la sátiro para alzarse.

Calandra, que estaba bailando con Craig cuando empezaron los gritos, se encaramó a un taburete para ver qué pasaba. Cuando vio a la criatura soltó un grito de terror y se inclinó sobre la barra para sacar su espada de un gran cubilete de hielo. Agarró a Craig de la mano y tiró de él. Trató de abrirse camino a empellones entre la multitud para reunirse con Eddie y Van Doren. No era tarea fácil, porque a cada momento se volvía para asegurarse de que Craig seguía a su lado y gritarle que no se soltara.

Shyam estaba cerca de Van Doren vigilando el proceso cuando el pánico se desató, y al reconocer la figura que atormentaba a la multitud desenvainó de inmediato situándose junto a Eddie.

-Algo con lo que no quieres enfrentarte -masculló poniéndose en guardia-. No podemos dejar que salgan de aquí.

-¡Bueno, pues vamos a matarlos! -dijo Eddie-. Tú quédate aquí, Annie, y júntate al escenario para que no se te echen encima.

De repente reventaron tres focos de los que iluminaban al grupo de Marcus. La gente empezó a correr despavorida y aterrorizada. La masa era tal que había que hacer graves esfuerzos para evitar que se le llevasen a uno por delante. Eddie trató de proteger a Van Doren con su cuerpo, pero el gentío lo apartó de ella a empujones. Lo escucharon gritar enrabietado varios metros más allá.

Shyam levantó el arma intentando apartarla de los mortales encantados que corrían despavoridos y asentó los pies con fuerza para evitar ser arrastrado por la marea de gente.

Vio un montón de dientes y cuero pasando a su lado y embistió a una chica que gritaba aterrorizada para hacer sitio para Eddie, lo que le puso en la trayectoria de un borracho que se tropezó en su huida y le dio un cabezazo en la nariz al caer. Apretó la mano de Craig con más fuerza para asegurarse de que seguía detrás suyo y empezó a abrir camino para los tres a base de empujones y golpes con la empuñadura, hasta que de pronto la multitud dejó de rodearles y se encontrarón al lado del escenario, junto a Van Doren y Shyam. Se limpió la sangre de la nariz con la muñeca y tiró una vez más de Craig para que se pegara al escenario.

-¡Quédate aquí! -le gritó para hacerse oír por encima de los chillidos-. ¿Me oyes? ¡No te acerques!

Recordaba lo que le había pasado la última vez que se habían enfrentado con la quimera y estaba aterrorizado, pero se volvió para enfrentarse a la calavera y a su séquito de quimeras enfermas. Extendió las alas y voló sobre el escenario para tratar de localizar a Marcus.