Partida Rol por web

El sidhe mantuvo el arma en ristre en dirección a la redcap.

-Que suerte para ti. Nuestros amigos están enterrados para siempre, así que si no quieres acabar como ellos vas a decirnos cuántos van en el grupo, qué armas tienen, si nos esperan, y dónde están los Tesoros de nuestro feudo  -ordenó haciendo una pequeña pausa entre cada una de las demandas-. Y si respondes a todo bien y con la información adecuada, me pensaré si hoy vas a dormir en el hospital o bajo tierra.

-Yo... ¡no lo sé! No creo que sepan que estáis aquí o no me habrían dejado sola. ¡Llevaba dos semanas sin venir al feudo! No es fácil mantenerme al día. Sé que están en el Ensueño, eso es todo. Pasad al Rath, y de ahí seguid la senda de espinos. ¡Es todo lo que puedo deciros, joder! Os lo juro.

Van Doren se alegró de que Calandra recibiera, pero tampoco podía alegrarse por algo que Nancy había hecho, así que en su cabeza tenía un gran dilema. Para solventarlo se acercó a la redcap y sin mediar palabra aprovechó que se encontraba débil para morderla e inyectarle el suficiente veneno en su torrente sanguíneo para dejarla paralizada.

El sidhe tensó la mandíbula ante la falta de respuestas. Había esperado al menos obtener el número aproximado de oponentes que se iban a encontrar al otro lado, pero continuaban yendo a ciegas y ni siquiera tenían a Meredith a su lado. En cambio, por alguna razón que no entendía, Craig había ido hasta la boca del lobo con ellos. Parecía un sluagh: siempre en todos lados pero sin hacerse notar.

-Estupendo -masculló de mal humor-. Que alguien llame a Meredith y, Cal, encuentra la forma de mandar a Craig a un sitio seguro. No debería estar aquí.

Calandra seguía quejándose en voz baja mientras se limpiaba la cara con la manga. Asintió y se volvió hacia Damara. Había estado tan ocupado corriendo que no se le había ocurrido dirigir la huida de Craig hacia su casa en lugar de hacia los Oscuros.

-Damara. -Le puso la mano en el hombro a la sluagh-. ¿Te importa ir a por Meredith? Oh, y si me puedes hacer otro favor, ¿podrías enterarte de si Marcus está bien? Que es que con todo el lío no he podido mi fijarme en dónde acababa. Además necesito que me hagas un recado en casa de Van Doren. -Se volvió hacia Craig y trató de sonreír, pero le dolía la cara-. Cielo, mira, Damara va en dirección a tu casa. ¿Por qué no aprovechas el viaje y te vas con ella?

Craig ya estaba más que alterado por el ataque de Nancy a Calandra. Había ido a socorrerlo con un pañuelo para controlar el sangrado, fulminando a la mujer con la mirada incluso cuando Van Doren se encargaba de morderla para neutralizarla. Cuando le dijeron que se fuese con Damara, Craig se desinfló.

-Hmmmfff... -El chico torció el gesto, nada contento con la idea de tener que marcharse. Miró a Shyam y a Van Doren y los encontró a ambos igual de deseosos de que se fuera. Suspirando, asintió-. Pero, por favor, que no te pase nada. A ninguno de vosotros. Llámame cuando vuelvas de donde sea que te vas, ¿sí? -Tomó su mano libre y la besó antes de cogerle de la nuca y besarle profundamente-. Voy a estar preocupadísimo, así que avísame cuando regreses.

-Sí, sí -se quejó, pero era evidente que no se dolía tanto la cara si se dejaba besar así. Dibujó una cruz sobre su corazón con el dedo índice-. Lo juro, ¿ves? Si va a ser un momento de nada. Ten mucho cuidado, ¿eh?

Se le ocurrió que a lo mejor debía advertirle que se quitara el maquillaje antes de que lo viera su madre, pero decidió no hacerlo. Recupero la espada y se esforzó por sonreír, con el pañuelo apretado contra la cara, hasta que Craig y Damara se hubieran marchado. En cuanto les perdió de vista se esfumó su sonrisa y se apoyó en la pared. Tenía unas ganas terribles de beberse la poción, pero le daba mucho miedo lo que pudiera pasar al enfrentarse a redcaps, trolls y nockers con pistolas láser.

Damara se llevó a Craig consigo y Shyam abrió el Rath. Nancy se quejaba de dolor en el suelo, incapaz de moverse, mientras en la pared de la cueva aparecía la imagen de un sendero lleno de espinos retorcidos y oscuros. El olor amargo de las moras pudriéndose les llegó a la nariz. En el cielo del Ensueño hubo un relámpago y empezó a lloviznar. Un hilo plateado brillaba entre las zarzas, latiendo con un pulso mágico y especial.

Van Doren se zambulló en el ensueño y encabezó la marcha para que Calandra tuviera que ver su gordo trasero todo el viaje. La pooka siguió el hilo sin tocarlo por si llevaba alguna vibración a algún ser indeseado.

Tras recorrer un trecho, Shyam avanzó hasta colocarse el primero bajo el pretexto de que si le pasaba algo Eddie le iba a arrancar la cara. Además consideraba que tenía más experiencia que ella en ese terreno, pero procuró omitirlo. El ambiente ya estaba bastante caldeado sin mencionar nada de eso.

Calandra siguió a Van Doren y a Shyam espada en mano. De vez en cuando se elevaba para otear en busca de los Oscuros, pero el agua de lluvia volvía sus alas pesadas y torpes y temía perder de vista el hilo de plata, así que siempre se daba prisa en volver al suelo.

El sendero de espinos se enredó en sí mismo. Como una espiral, siguieron avanzando hacia el interior hasta toparse con un jardín marchito. Una figura alta y desgarbada cuidaba de las flores muertas bajo la lluvia. Tenía una gran tijera de podar en las manos y cortaba los tallos produciendo un sonido chirriante, como si en lugar de plantas fuesen huesos. La quimera tenía una gran boca proyectada hacia delante, llena de dientes de color negro, y cuatro ojos independientes bajo una gruesa mata de pelo enmarañado.

Se volvió para mirarlos, a cada uno con un ojo.

-¿Tenéis permiso para entrar en mi jardín?

-Si -se apresuró a contestar la pooka-. Concedidos por el rey para buscar a un grupo de malhechores que perturban estas tierras.

-¿Qué rey? -preguntó la quimera con un deje humorístico-. Los Kithain creéis que sois los dueños de todo, pero me temo que ni siquiera alcanzáis a gobernar vuestro mundo.

Se apartó de las flores y se colocó frente a ellos, tijera en mano.

-Os dejaré pasar si es lo que queréis, pero habréis de tener mucho cuidado con mis flores. Si alguna se echase a perder, tendríais que darme otra...
 

-Todas las que quiera y de los colores que más le gusten. ¿Le han destrozado alguna flor últimamente?

-No. ¿A quiénes estáis buscando?

-A unos asesinos -replicó Shyam sin humor para aguantar un tercer grado-. ¿Podemos pasar?

-Sí, adelante. Pero cuidado con las flores.

El jardín se volvía aún más surrealista conforme se internaban en él. Era difícil no tocar las flores, que parecían bastante delicadas.

Shyam inclinó la cabeza como despedida y emprendió la marcha por el jardín zigzagueando entre las flores con un cuidado inusitado en él.

Van Doren siguió los pasos de Shyam, pero uno de sus tacones se hundió en la tierra. Para mantener el equilibrio tuvo que moverse rápido y sin pensar, y su otro pie acabó encima de uno de los tallos más cercanos.