Partida Rol por web

¿A nadie le entra curiosidad por ver qué guardaba la mantis está en su guarida? Seguro que sacamos algún tesoro para tu diosa, orejotas...

La magia de Jonova cura las heridas de Diegen. El dolor punzante del pecho desaparece. Diegen vuelve a respirar con normalidad. 

- Gracias --dice quedamente. 

La batalla ha terminado. El cadaver del demonio Xulthos yace en el suelo dividido en varios trozos, el más grande de ellos el que une el "pecho" y la cabeza, donde Dorwas sigue dando golpes como si fuera un pájaro carpintero (toctoctoctoc), mientras repite con la voz de un pitufo: 

- Estaparaelputetxe, estaparaelputetxe, estaparaelputetxe...

Morbo camina hasta el fondo de la mazmorra, mientras comenta algo de buscar tesoros para Sarenrae, pero Diegen no le está escuchando. Está confuso. Han ganado una batalla en la que él apenas ha participado. Se siente un inútil, siente que ha fallado a su diosa y a sus compañeros. No ha podido hacer nada más que quedarse en la retaguardia respirando con dificultades, mientras Dorwas y Morbo luchaban contra el demonio. 

Y sin embargo... no es acaso cierto que fue Sarenrae y su luz la que ha guiado sus armas? No fue acaso gracias a ella que alcanzaron el Séptimo Sentido y se movieron a la velocidad de la luz? Y no fue Diegen el cáliz que transmitió el poder de la Rosa del Amanecer a sus amigos?

Qué es lo que ha querido decirle Sarenrae? Qué espera que aprenda?

que pesadita te pones intentando antagonizarme, druida. Evidentemente, salvo las mujeres, todos hemos tenido un papel importante. Ese patetico intento por dejarme mal es por no haberte liberado del influjo de Xulthos? En una batalla a vida o muerte hay que pensar unicamente en la victoria final. Tu no eras suficientemente importante tacticamente para perder segundos en ti. 

Dorwas se giró, completamente cubierto de sangre y vísceras de demonio. De hecho, había bañado hasta a Morbo de los pies a la cabeza en pulpa de Xulthos.

Da gracias a que sabías ese truco porque a este - señala a Morbo con el pulgar - no creo que le hubiese tocado un pelo, ni siquiera con el memonio follamentes este pero contigo igual no haría falta ni dominación mental...

Sacó entonces la petaca de su bolsillo y le dio un generoso trago, pasándosela a Morbo.

Gracias, Jonova. - agradeció con un asentimiento de cabeza a la druida para dirigirse entonces al semielfo.

Muchacho. - dice a Diegen - Si no es por la mierda esa que tu diosa te permite hacer, no estoy seguro de que hubiésemos salido todos vivos de aquí.

Pateó un poco más los restos de Xulthos, casi como rebuscando si queda algo más que trocear, y comentó.

Supongo que esto habrá que quemarlo y bendecir las cenizas o la mierda esa que hagan los sacerdotes, ¿no? Y asegurarnos de que esta zona queda completamente limpia, sobre todo la estancia donde dormía el culo gordo este...

Da gracias a que sabías ese truco porque a este - señala a Morbo con el pulgar - no creo que le hubiese tocado un pelo, ni siquiera con el memonio follamentes este pero contigo igual no haría falta ni dominación mental...

Ay, Dorwas, Dorwas. Mezquino incluso en el momento de tu triunfo. Supongo que de donde no hay no se puede sacar - menea la cabeza, claramente de buen humor por haber sobrevivido - Terminemos de limpiar esto y salgamos. Tenemos una recompensa que recoger.

Mientras sus compañeros limpian el sótano, buscan tesoros, y se meten los unos con los otros, Diegen acumula los restos de Xulthos en una esquina del pasillo. Se limita a apartarlos con las botas: mejor no tocar esos restos impíos. El semielfo se sienta junto a los restos y los observa con atención mientras medita. No percibe en ellos ningún mal latente, pero Dorwas tiene razón: mejor asegurarse. 

Al cabo de un rato relativamente largo, sus compañeros están listos para volver al mundo exterior. 

- Qué, chico? Nos vamos? Aquí ya no queda nada que hacer...

- Sólo una cosa más...

Diegen levanta sus manos hacia los restos de Xulthos y, con el semblante serio, murmura "llamas a mí!". El fuego purificador de Sarenrae envuelve los restos quitinosos del exoesqueleto de Xulthos. Un hedor difícil de soportar inunda las fosas nasales de los héroes, pero la mayoría están contentos de asegurarse de dejar sólo cenizas detrás (salvo Jaali: "Nos os aguanto. Por fuera oléis mal tan mal como Xulthos, pero por dentro... cof, cof, cof..."). 

Cuando sólo quedan cenizas de lo que una vez fue el señor de Kelmarane, Diegen se pone en pie y guía a sus compañeros a través del pozo y hacia el exterior.