Partida Rol por web

19 de julio de 1999 - 12:00

Cinco días después de la fiesta del Conde, cuando los rumores hacían hervir el Condado, se convocó una sesión de corte extraordinaria. Ya había habido tiempo para pasar la resaca y de aprovechar los días de verano. El tiempo había mejorado mucho, con días radiantes y calor húmedo, cielos sin una sola nube y mucho Glamour en el ambiente.

El Conde Lothar se hallaba de un humor excelente. Sus criados afirmaban haberlo oído canturrear por los pasillos. Apenas quedaba ya nada de su aire de tristeza. En esos últimos días no había estado demasiado en el feudo, pero tampoco había gran cosa que hacer. Tras la despedida de la Reina, la turbulencia política se había calmado.

A la sala donde tenían lugar las reuniones había acudido el Condado al completo. Lord Quent también estaba allí, al igual que la Condesa. Sólo había ausencia por la parte de los Cedros: Ni Marjolaine ni Aster habían acudido, así como tampoco Heltarion.

Lothar no se había percatado de la ausencia de su Baronesa. No dejaba de charlar animadamente con sus Consejeros y de felicitar a todo el mundo por su nueva espada o traje o peinado. Cuando dieron las doce se decidió a empezar.

-Buenos días. Quiero aprovechar esta hermosa mañana para hacer varios anuncios. En primer lugar, presentar a Don César ap Scathach, recién llegado al Condado. -El Conde abrió la palma de la mano en dirección al espadachín, tan deslucido y poco hermoso como podían ser los de su Casa. Los Scathach no eran muy queridos, pero Lothar no traslució nada de eso-. Dama Aldara también hará de esta su residencia durante algún tiempo.

Lothar se puso en pie y caminó hacia el centro de la sala.

-Tras varios meses de consideración, ya he decidido quién será el nuevo señor del territorio que está atendiendo Sir Bastien. -El caballero Gwydion hizo un mohín disgustado, pero nada más. Se volvió hacia Lady Marion y la tomó de la mano, acercándola a él con suavidad-. Lady Marion ni Eiluned, nueva Baronesa de Hoja de Hiedra.

Cesar miró a su alrededor, haciendo una leve reverencia cuando le presentó el Conde. Sabía que sería el blanco de todas las miradas, casi todas de desprecio, pero le daba igual. Si en la corte de León había sobrevivido, una corte francesa no sería mucho peor. Además, el no estaba para jugar a esos juegos cortesanos que tanto estilaban otros nobles, sino para disfrutar al máximo la vida en todas sus facetas.

Antes de hablar esperó en silencio, su eterna sonrisa en los labios, a que el Conde le emplazase o, por contra, le indicase que ya podía retirase. No tenía sentido empezar insultando sensibilidades el primer día... aunque esperaba que su reputación hubiese llegado a estos lares y no tuviese que batirse en duelo tras duelo.

Lady Marion parecía muy seria ante los primerios anuncios del Conde. Miró a Lady Aldara inexpresivamente, y ni se molestó en prestar atención al Scathach. No conocía la palabra, pero aquello de "don" sonaba a título nobiliario. Ni siquiera quiso pensar en ello.

Sin embargo, cuando Lothar le tendió la mano, la aceptó con una sonrisa y miró a los asistentes.

-Gracias, mi señor. Demostraré ser merecedora de vuestra confianza. Y de la vuestra, si me lo permitís -dijo volviéndose hacia los cortesanos, pero dirigiéndose a Sir Bastien.

Un murmullo molesto se extendió por los presentes. El que más ruido hacía era Sir Marin, que desde su posición no dejó de emitir gruñidos. Jorggen tampoco estaba muy contento y daba cuerda al Gruñón.

Sir Bastien sonrió y negó con la cabeza, como quitándole importancia y aceptando las palabras de Lady Marion.

César observó las reacciones ante las palabras de Lady Marion sin cambiar su expresión en ningún momento, aunque encontrandolas interesante. Era de esperar que cuando se daba tierras a un noble otros no lo encontrasen de su agrado, pero se preguntaba que habría hecho la Eiluned al gruñón. Se acabaría enterando... al fin y al cabo, los rumores viajan más rápido que el viento.

Mientras tanto, siguió esperando las palabras del conde que indicasen que podían retirase de su atención o hacer el juramento de fidelidad.

Extraños estos franceses.

Ariadna parecía contagiada por la calma que se respirada y el calor veraniego. Había llegado con el tiempo un poco justo para la sesión y enseguida se había reunido con el resto del Consejo. Cuando Lothar presentó a los dos nuevos residentes se centró más en el primero, ladeando la cabeza meditativa. Después, al tomar Lady Marion la mano del Conde recibiendo su nuevo puesto, se unió a los murmullos igual que muchos otros cortesanos. Pero, al cesar estos, no pareció que la noticia hubiese perturbado demasiado su ánimo.

Lord Lothar sonrió radiante a la nueva Baronesa.

-Procedamos a realizar el Juramento. -Tomó ambas manos de Marion y la miró a los ojos-. Te tomo como mi vasalla. Eres de mi casa como sus propias piedras. Me comprometo a sostenerte, protegerte y manten...

Las puertas se abrieron de golpe y Lothar interrumpió su Juramento.

Sir Aster caminó desde el umbral. Llevaba su armadura azul y la espada en la cadera. Tenía los ojos desorbitados y el semblante pálido, y le temblaban las manos. Casi corrió hacia el Conde.

-Mi señor... mi señor, ha ocurrido algo horrible -A sus ojos acudieron lágrimas que logró contener-. Es mi hermana. Mi señor...

Se inclinó sobre el oído de Lothar y le susurró algo. El rostro del Conde se congestionó de dolor.

Dio un respingo cuando sir Aster irrumpió en la sala y soltó las manos del Conde. Dio un paso atrás cuando el Liam se acercó, dejándole espacio para hablar con Lord Lothar. Lady Marion parecía horrorizada ante la perspectiva de que algo pudiese haberle sucedido a Marjolaine. Se llevó una mano al pecho, esperando a que Lothar hablara.

Ariadna se sobresaltó ante la irrupción de Sir Aster, como si la sacasen de sus pensamientos. Le costó varios segundos recomponerse y darse cuenta de lo que estaba sucediendo, y aquello la dejó lívida. Avanzó varios pasos hacia Sir Aster y el Conde y esperó la siguiente reacción.

Axelle miró a sus compañeros cortesanos; intentaba ver en sus rostros alguna pista sobre el tipo de noticia que Lothar iba a dar, pero solo vio su propia expresión multiplicada por decenas. Lo único que podía hacer era esperar a que el Conde hablara, así que miró al frente. Desde su cumpleaños habían corrido miles de rumores por el feudo, pero el que más le había impactado había sido el que se refería al repentino cambio de humor de Lothar. Le carcomía la curiosidad.

Cuando el Conde tomó la palabra Axelle le prestó total atención, pero enseguida se distrajo con César, el nuevo miembro de la corte. Le miró intensamente hasta que Lothar anunció el nombre de la nueva baronesa de la Rosa de Hiedra. Entonces la mirada de la Canciller viajó hasta al rostro de Lady Marion y no pudo contener una sonrisa. No se podía decir que fuese un gesto de agrado, más bien parecía que aquello la divertía mucho; sabía por qué el Duque estaba tan contento.

Sin embargo su risa se esfumó y su rostro palideció cuando Sir Aster entró en el salón con tanta agitación. Sus palabras, sobretodo la mención de la baronesa Marjolaine, parecieron afectarla gravemente. La Canciller corrió hasta llegar junto a Sir Aster.

-¿Qué le ha sucedido a la baronesa? -preguntó atropelladamente sin importarle interrumpir su conversación con el Conde.

Mientras esperaba respuesta la Fiona hizo esfuerzos para intentar imaginarse que podía haber pasado. Varios escenarios iban pasando por su mente, a cada cual más terrible. En todos estaba Sir Bastien.

-Lady Marjolaine ha sido atacada. Heltarion está muerto -dijo el Conde-. La sesión de hoy se cancela. Debo partir de inmediato a los Cedros. Vamos, Sir Aster.

Lothar echó a andar, aunque se dio la vuelta y miró a Lady Marion. Pareció pensárselo dos veces, pero dijo:

-Lady Marion, acompañadme.

-Cuando encuentre a ese maldito chupasangre voy a arrancarle su negro corazón -dijo Sir Aster, temblando de rabia-. ¡Voy a arrancarle los colmillos!

Se tapó la boca con la mano y asintió. Le desapareció el color de la cara y siguió al Conde y a Aster sin decir una palabra, con la vista al frente.

A Ariadna le saltó la alarma al escuchar el comentario de Sir Aster y se llevó la mano a la empuñadura de la espada. Avanzó hasta ellos y miró al Conde.

-Deseo acompañaros, como miembro del consejo y porque es un asunto que me atañe -afirmó sin atisbo de duda o miedo. Había estado un mes preparándose para ello.

Marion le lanzó a Lothar una mirada aterrorizada y suplicante. No, quería decir, que no venga.

Lothar no la miró mal ni severamente, pero negó con la cabeza. No impidió que Ariadna llegara, pero sí le dio un apretón afectuoso en la mano.

Cesar observó como un sidhe desconocido interrumpia la ceremonia de manera tan... poco habitual. Al oir sus palabras, tensó la mandíbula. Aunque le tratasen como a un despojo, sabía que podía ser útil, y era su deber como caballero el defender el condado. Aunque no le hubiesen tomado todavía el juramento, para el ese era ya su hogar durante los próximos años.

- Mi señor conde,- dijo con el leve acento castellano al hablar, su voz profunda y potente.- Permitidme que vaya con vos. Sabéis que no son extrañas estas lides para mi, y podré seros de utilidad.

Esperaba que el desprecio que muchos tenían por su casa no nublase el juicio del conde.