Partida Rol por web

John asintió con un gesto de cabeza y trató de sonreír de nuevo.

En una herida de este tipo lo psicológico también tiene mucha importancia y algunas de las heridas más importantes son las que no se ven. Al menos te pediste retirar más tranquila en ese aspecto.

- Que descanses – Se despidió antes de que te fueras.

..

En la siguiente guarda John dormía, aunque por los movimientos de su cabeza un sueño no muy tranquilo.

..

El día siguiente también hubo trabajo, aunque no tanto. Y poco a poco cada vez menos. A los tres días pudisteis dar el primer alta. Y a la semana, un vehículo paró en la puerta, lo reconociste como vehículo militar. De él se apeó aquel.. teniente o lo que fuera ya que no reconocías los rangos, que había traído a los heridos.

Ahora que John se mostraba aparentemente más resignado y con mejor ánimo de cara a su recuperación, los cuidados se hacían más agradables, y la mejoría mas intensa. Los otros heridos también iban poco a poco hacia adelante, así que en general, estaba muy contenta con el trabajo de Paige y mío.

Cuando el oficial se presentó, me pilló completamente desprevenida. Apenas le recordaba, pues su trato con nosotras duró el tiempo que tardaron en dejar a los heridos.

-Buenos días,eeeehhh... ¿teniente? Lo siento, no soy capaz de reconocer los símbolos militares- me disculpé de antemano por si no había acertado- ¿Qué le trae por aquí?

El hombre asintió con la cabeza – No se preocupe, los civiles no tienen que saber de esas cosas, soy el Teniente Rogers.

- He traído a un médico militar, si no le importa evaluaremos el estado de los hombres para ver su evolución: los que necesitan traslado, los que les podemos dar el alta y esas cosas

Esperó a ver si le invitabas pasar. El otro hombre también de uniforme, solo se podía saber que era médico por una banda blanca con una cruz roja en el brazo – Soy el doctor Brenson – Te tendió la mano.

-Encantada de conocerle -le dije al doctor tras saludar de nuevo al teniente. 

Me sentía más cómoda ahora que había un doctor y los diagnósticos no dependían enteramente de nosotras. 

-Paige y yo hemos hecho lo posible, considero que los heridos evolucionan favorablemente -seguí diciéndole al médico. 

Por un momento pensé en John, en cómo podría afectar la visita del médico a su evolución. ¿Qué pasaría si le daban de alta? ¿O si lo trasladaban?

- Si la voz ha corrido, ya me han informado de que han hecho una buena labor. Muchas gracias por ello - Adelantó el doctor

- Si son tan amables de facilitarme la evolución de cada uno de los pacientes los revisaremos uno a uno – las próximas horas serían bastante ocupadas con todo esto, pero si, hablar con un médico era una charla distinta y más compartiendo opiniones de los heridos.

El doctor os contó que ya había más sitio en el hospital militar, se llevaría a los diez más graves y daría de alta a cinco. Quedarían tan solo cinco a vuestro cuidado. En cuanto a John lo iban a licenciar. Le quedaría una paga de por vida por la herida, pero estando bien no tenía sentido que siguiese permaneciendo al ejército, eso si, podría ir al hospital de veteranos siempre que quisiera.

Había pasado casi todo el día cuando se marcharon los militares y la mayor parte de los heridos. John y los otros cinco aún permanecían aquí.

Tras haber ayudado al doctor y a los pacientes trasladados, una sensación de alivio me invadió. Ya no estábamos tan presionadas, y los pacientes sin duda estarían mejor atendidos.

Licenciaron a John, y también eso me produjo una agridulce sensación. No sabía qué querría hacer, si quedarse aquí o marcharse.. Y creo que, egoísamtamente, yo prefería la primera opción.

Tras echar un vistazo a los heridos que nos habían quedado, me dirigí hacia donde estaba él.

-¿Cómo te encuentras, John? ¿Te apetece charlar?

La sensación de haberse quitado un peso de encima era tremenda, nunca había estado tan atareada la pequeña clínica como estos días. Y parecía ser que volvían los días de normalidad.

A John lo habían licenciado, pero aún no le habíais dado el alta médica. Eso dependía de vosotras. Físicamente estaba bien y se le podía dar ya. Pero te inquietaba e intrigaba el qué pudiese querer hacer él.

Te acercaste a su cama, se encontraba sentado con la espalda en el cabecero, al menos ahora ya si habían camas decentes para todos. John que estaba ojeando un libro de fotografía que no se cansaba de mirar – Hola Beth. Claro, pasa a mi despacho… - Bromeó. Cerró el libro y te dedicó su atención.

Por el momento, me conformaba con su atención y su aparente buen ánimo. Más adelante ya hablaríamos de planes.

-Vaya, gracias, ¡muy amable! Ya veo que es un despacho con buenas vistas- seguí su broma, y señalé la ventana por la que se veía el poblado- jaja.. Venía a darte buenas noticias respecto a tu estado. Como sabes tras las pruebas, ya podemos darte de alta. Como te comenté, podríamos empezar unas sesiones de rehabilitación para fortalecerte tras estes días en cama, y que puedas comenzar a usar muletas. ¿Qué te parece? ¿Tienes.. -titubeé un poco al plantearle la pregunta- .. tienes alguna otra idea?

Me daba miedo que volviese a recaer en la apatía. Usé un tono jovial para comunicarle las noticias, y esperaba haberle dado sensación de normalidad. Una vez que eres consciente de la situación en la que te hallas, lo importante es saber lidiar con ella.

Temías que pudiese caer en la apatía pero te sorprendió que ocurriese justo lo contrario.

- Me parece que estoy deseando empezar cuanto antes, si por mi fuera intentaría conducir mi coche ya – Su mirada era directa y pudiste ver la sinceridad en ella.

También habría que ponerse en marcha con la prótesis, hacer un molde del muñón y comentarle a Abú que podía hacer. Tal vez escribir una carta a algún hospital, en Londres tenías contactos pero las comunicaciones seguían cerradas con la capital.

- Por mi cuando quieras – Te confirmó

Parece que John había pasado de la apatía al buen ánimo, cosa que me impresionó gratamente. Es estupendo que él mismo se haya dado cuenta de su situación, y luche por mejorar sus circunstancias. Por supuesto, contaría con mi ayuda en lo necesario.

En el almacén había varios juegos de muletas. Cogí dos que me parecieron adecuadas, de las que se apoyan bajo los brazos. De momento ésas serían más seguras respecto a la falta de equilibrio de John.

Las llevé junto a su cama, y me las coloqué yo, ajustándolas en los sobacos para enseñarle cómo funcionaban.

-¿Qué te parece? Vamos a tener que empezar con ésto, pero poco a poco iremos aumentando tu independencia.-dí unos pasos con las muletas, levantando mi pierna para que viese cómo había que hacerlo.

Las pausas para fumar en la facultad de medicina nos dieron grandes momentos de prácticas con muletas a todas las enfermeras. Hasta hacíamos carreras, evidentemente prohibidas, así que era bastante experta enseñando a usarlas.

-Poco a poco avanzaremos, John.. sin prisa.

John miró aquellas muletas con cara de duda. Pero era el primer paso al que enfrentarse, nunca mejor dicho.

Lo ayudaste a incorporarse, si algo costó un poco fue el hecho de que llevaba ya tiempo acostado y… las dudas, la indecisión. Poco a poco se afianzo con aquellas herramientas que lo ayudarían a caminar – No sé, parezco un cangrejo, pero bueno… - Dijo resignado.

En la pequeña clínica apenas había espacio, así que salisteis fuera donde podría avanzar poco a poco pero de forma más cómoda. Apenas habíais avanzado unos metros cuando escuchasteis algo.

En estos meses aquí habías aprendido bastante el idioma local como para entenderlo - ¡Hitler ha muerto! ¡Los nazis se rinden! - Un chiquillo corría por la calle con el papelito de un telégrafo en la mano.  

El tiempo acompañaba, y la sorpresa de ver que John se adaptaba rápudamente a las muletas a pesar del tiempo que llevaba postrado en cama me hizo tratar de que saliese al aire libre, dejando atrás la clínica.

A veces la mejor cura es un poco de sol y tranquilidad de espíritu.

El sol no era muy fuerte a aquella hora, y a pesar de que al principio tuve que ayudar a John a conservar la verticalidad, ahora que estaba al aire libre parecía manejarse muchísimo mejor. Lo fui soltando como a un niño que poco a poco aprende a andar en bicicleta: manteniéndome cerca para ayudar, pero sin interferir.

Me emocionaba enormemente ver su progreso. Confieso que me enjugué alguna lágrima cuando él no me miraba. Siempre es una satisfacción que un paciente progrese y vaya adelante, pero John.. ¿qué me pasaba con él? Quizás sí que me importaba más que los demás. Tenía que aclararme.

-¡Muy bien, John!- le animaba-. ¡Lo estás hacien....!

Los gritos del niño me pusieron en alerta. Al momento no entendí nada de lo que decía, pero verlo correr por el camino y gritando afectó a mi ánimo. Intenté entender sus palabras, y las noticias que traía ma dejaron sin palabras. Miré a John:

-¿He entendido bien? ¿Que.. los nazis se rinden? -lo miré con incredulidad-..¿Ha acabado la guerra?

- Si bueno, es como caminar a la pata coja pero ayudándote con las muletas – Respondió John con resignación. Seguramente por dentro sus progresos le hacían sentir mejor, pero la perdida de la pierna era tan grande que nada parecía poder compensarlo. Al menos no estaba hundido en la depresión y tenía voluntad de mejorar, y eso era mucho.

Pero todo eso quedó momentáneamente eclipsado por aquella inesperada noticia. John le pidió el papel al chaval y tras ojearlo se lo devolvió revolviéndole de paso el pelo al crío feliz.

- Sin duda que es una gran noticia… - Pero su rostro era pensativo – La guerra creo que no. Hay otro frente en el pacífico, contra los japoneses. Pero en Europa y África… creo que sí es el fin – Esbozó una ligera sonrisa y te miró – Supongo que volverás… a tu país, me refiero… ¿No? - Pudiste notar como contenía el aliento. Claro, volverían a haber barcos, correo postal, las personas podrían volver a viajar libremente. Tú que venías para unas pocas semanas o meses llevabas ya cuatro años aquí.

Le miré a los ojos. Realmente es algo que no me había planteado. Mi vida ahora era ésto, estar aquí..

-No.. No lo sé. Yo vine para ayudar, y también para ser ayudada. Necesitaba un cambio, y África lo fue en muchos sentidos -miré al horizonte, donde el camino tocaba el cielo-. No sé lo que quiero todavía.. Creo que aún quedan muchas cosas por hacer aquí. Me gustaría ver a mi familia, saber que están todos a salvo, sin duda.. Pero creo que ahora éste es mi hogar -volví a mirar a John-. ¿Te parece una locura?

Mi húmedo Liverpool parecía tan lejano.. Allí no tenía nada, excepto una plaza de enfermera en un hospital aséptico, donde los pacientes iban y venían. Desde que llegué a África me sentí realmente útil, realizada.. ¿Cómo olvidar éso?

John paró de caminar con tus palabras, parecía que habías despertado su interés algo de lo que dijiste. Pero te dejó que terminases de hablar.

- No me parece ninguna locura. Mírame a mí. Yo tampoco nací aquí y esta tierra me ha atrapado. Ahora no sé. Depende de como evolucione la pierna… Si puedo conducir y organizar mis safarís seguiré por aquí, supongo – Suspiró

- ¿Te puedo preguntar por eso que dijiste de “ser ayudada”? - Y para quitar un poco de hierro al asunto siguió con un - No serás una delincuente o algo así… - Te guiñó un ojo.

Al hacer memoria pensando en desde dónde contar la historia, me sorprendió que la antigua punzada en el corazón que antes sentía cada vez que evocaba a Jim ya no me hiciese daño. Quizás sí había pasado página por fin, como me recomendó tantas veces Trish. Tenía que escribirle pars contarle todo ésto.

-Sí, por qué no.. Pocas veces he hablado de ello, y creo que ya es hora de superarlo -miré al horizonte, seco y polvoroso en la lejanía. Quizás alguna manada de animales se estaba desplazando. Me costaba empezar a hablar de Liverpool. Lo veía tan lejano como una vida anterior a la que ya no estaba ligada, y con la que no tenía conexión- Siempre tuve que luchar por lo que quise, ¿sabes? Hasta ser enfermera era algo "inapropiado" a ojos de mi familia.. Pero conseguí sacarlo adelante con esfuerzo, mucho tesón y también buenos amigos. Hace unos años me casé con un médico del hospital en el que trabajaba, allá en la vieja Inglaterra.. Y no terminó nada bien. Un divorcio es algo qur a mis familia tampoco le sentó bien, y entre esa presión y mi corazón herido.. Surgió la oportunidad de venir aquí. Muchos me llamaron loca, pero.. Aquí estoy -me encogí de hombros, quitándole importancia- Vine a ayudar con las vacunas, pero también a liberarme a mí misma, supongo.. ¿te parece una locura?

John te escuchó en silencio. Te estabas abriendo a temas más personales y era consciente de ello. Con la mirada fija y al final esbozó una ligera sonrisa cuando insinuaste si estabas loca.

- Más locura que alistarse en el ejército para acabar perdiendo una pierna no creo que sea – Extraña forma de quitarle hierro al asunto – No. Creo que no. A veces es necesario distanciarse de las cosas para poder verlas con perspectiva, o para tomarse un respiro. Yo creo que eres una mujer valiente.

Aquella polvareda que viste en la distancia se fue acercando, al final resultó ser un vehículo que provenía del camino del este.

El vehículo llegó a la ciudad y comenzó a pitar como si no hubiese mañana.

Alguien comenzó a gritar desde la ventanilla de copiloto - ¡Beth! Se ve esa melena rubia a kilómetros, que fácil es encontrarte en este país… - Rompió a reír a carcajadas. 

Aquella voz… ¿De que te sonaba? Había pasado tiempo, parecía que siglos, aunque en realidad ya eran unos pocos años. Era Samantha, la mujer que conociste en el barco.

Esa voz me retrotrajo al momento de mi llegada. La incertidumbre y el temor al bajarme del barco, dejando todo mi mundo de ese momento atrás y enfrentarme a mi nuevo "yo".. Al final la apuesta salió mejor que bien, y éste era ahora mi sitio.

Saludé a Samantha afectuosamente, con un abrazo sincero:

-¡Qué sorpresa! ¡Samantha! ¿Qué haces tú aquí?.. John, te presento a Samantha, mi amiga. Nos conocimos en el viaje que me trajo aquí. Samantha, él es John. Aventurero, y convaleciente de guerra.

Quizás se me habían olvidado muchos hábitos sociales con la estancia en África, pero me sentía tan contenta de reunirme con Samantha que pensaba enseñarle todo el poblado, si tenía la oportunidad.

Samantha salió del coche para saludarte como es debido y corresponder así tu abrazo.

- Ya ves querida, una que no puede parar quiera. Parece ser que las aguas africanas por fin están en calma. Me refiero a la guerra. Me enteré hoy que ha terminado, pero ya hace semanas que no quedaba rastro de esos alemanes en este continente, todos se replegaron en dirección a su país...

Entonces se dio cuenta de que estabas acompañada. Ella lo miró de abajo a arriba, al menos no hizo ningún gesto extraño por la falta de su pierna.

- Ya veo y un héroe sin duda – La mujer también sabía como insuflar orgullo en el hombre