Partida Rol por web

Miranda llevaba un rato esperando sentada en una esquina de aquella recepción, si es que podría llamarse así a aquel recinto que precedía el despacho del señor Butch con quien que estaba citada: las paredes eran de un aspecto tan gris que daban la apariencia de no perder color al fotografiarse. Aquella estampa tan aburrida se rompía con la única nota de color en aquel lugar: la blusa roja que vestía la recepcionista la cual acompasaba su labor con el martilleo de una máquina de escribir. Martilleo que se veía silenciado únicamente cuando la joven interrumpía su labor para coger alguna llamada telefónica.

La monotonía del lugar se vio interrumpida por una puerta al abrirse.

-Señorita Thornton, puede pasar.- La invitó la figura que apareció en el umbral, tras aquella invitación que consideró suficiente dejó la puerta abierta y se volvió a su silla.

Aquel despacho era un despacho anodino, sin nada que le hiciese destacar frente a otros despachos, la mesa que le presidía tras la cual se ocultaba su interlocutor estaba salpicada por algunos legajos dispuestos al azar. Nada en aquel despacho evidenciaba ningún síntoma de las labores que le habían mantenido ocupado unos instantes antes.

-Buenos días Señorita Thornton, ¿cómo se encuentra vuestro padre?-. Preguntó Wayne Butch un viejo amigo de su padre. -La verdad es que el señor Thornton ha sido muy amable al ofrecerme su ayuda-. Apostilló mientras hacía un gesto como señalando a la recién llegada.

El humo flotaba en el ambiente, el origen era el puro del propietario de aquel despacho el Sargento Clayton, el cual se encontraba detrás de una mesa vistiendo su uniforme. Ambos llevaban en un tira y afloja desde hacía algunas semanas a causa de los trabajos "extraoficiales" del Detective Strokes pero su Superior había decidido dar carpetazo al asunto:

-No me gusta estos trabajos y pueden comprometer tus intereses como servidor público. Visitarás al señor Butch y le echarás una mano con su problema.- Parecía que debía un favor a alguien y pensaba compensarlo con otro favor.

Aquella mañana la cafetería Mozart que frecuentaba el señor Monroe estaba bastante llena, sin embargo aquel ajetreo no le resultaba del todo incómodo como pudiera pasarle a cualquier mortal. En sus momentos de tedio e inactividad Alan disfrutaba de un extraño hobbie, algunos lo llamarían una deformación profesional: gustaba de realizar sesudos análisis de la gente que le rodeaba e imaginarse su historia detrás de ellos. Estaba en ese momento dictaminando que un aparente exitoso hombre de negocios iba allí para pasar el rato y jactarse de una vida que no poseía cuando su atención se fue a un anuncio muy concreto del periódico que tenía en sus manos: 

Jeff Smith, periodista. 28 años. Trabaja en el Herald, uno de los muchos periódicos de la ciudad. Y en estos momentos está grabando con su fonógrafo personal, comprado hace poco y del que hace gala grabando notas y pergreñando ideas para artículos que muchas veces no llegan a escribirse. Y dice:

-Ya estoy grabando... Al habla Jeff Smith. 8.46 de la mañana según mi reloj del escritorio. Nota primera:

Hace unas horas recibí una llamada telefónica del actual propietario de una casa a donde me dirigiré en breves momentos. Por lo visto, misteriosos sucesos han ocurrido en ese lugar, algunos escabrosos. Ahora me acercaré al despacho del señor Butch a fin de interrogarle sobre los antiguos sucesos acaecidos en dicha casa, muchos de ellos luctuosos y dar inicio a la investigación ... Mi interlocutor no fue muy claro al respecto, rehuyendo mis preguntas.. Tengo idea de publicar un reportaje sobre el tema. 

Por eso, dejo este mensaje como nota de voz en mi fonógrafo, y parto hacia el punto de reunión sin más dilación. Tomaré notas de todo lo posible. A ver qué historia me depara el destino.-

-CLICK-

Y se pone en marcha hacia el lugar convenido...

El inicio de la investigación si es que se lo podía llamar así distaba de ser apasionante, en aquel momento Jeff Smith, reportero del Herald se encontraba en una recepción de aspecto bastante sucio y aburrido. En la habitación anexa se podía reconocer la voz del señor Butch a quien sólo conocía por teléfono. 

-Disculpe señor... - Tras revisar unas notas alcanzó a recordar el apellido del recién llegado. -Smith. El señor señor Butch le atenderá en breves, por favor espere en una de aquellas sillas. -Le indicó mientras le señalaba el lugar.

La jornada laboral estaba tocando a su fin, señal inequívoca de aquello eran los tonos rojizos que se filtraban a través de los grandes ventanales del Boston Memorial. Aquel turno doble no comenzó con el mejor de los presagios debido a un accidente múltiple que alteró la ya de por sí inexistente tranquilidad del hospital. Sin embargo por alguna misteriosa razón dejaron de llegar pacientes, como si alguna fuerza oculta quisiera respetar la voluntad del personal sanitario y darles un merecido descanso. Disfrutando de dicho descanso se encontraba el Dr. Mathew leyendo el número anterior del Boston Globe hasta que su mirada por alguna misteriosa razón se vio atraída por un anuncio:

Tras leer las palabras “con experiencia en sucesos extraños…” mi mente regresa a la fatídica noche en que la de por si terrorífica guerra se convirtió en una pesadilla, tras revivir de nuevo aquella noche, termino de leer el anuncio y me levanto y me dirijo hacia el teléfono que había en la sala de médicos. Y sin pensar realmente en lo que estoy haciendo y si tendré tiempo en los próximos días descuelgo el teléfono y llamo.

Por mi mente no paran de circular ideas descabelladas, “quizás encuentre a alguien que me explique lo que vi aquella noche”, “quizás sea algo sencillo o una tontería, pero a lo mejor encuentro gente que no me tome por loco si les explico lo que vi aquella noche”….

Hasta que por fin alguien responde al otro lado de la línea.

-Buenos días, llamaba por el anuncio del periódico.-

Mientras daba un sorbo de su café, como cada mañana, Alan hojeaba el periódico, a la vez que pasaba el rato observando a la gente que le rodeaba. En ese momento, le llamó la atención cierto anuncio del periódico. Era especialmente interesante para el que buscasen a alguien con conocimiento en leyendas y rumores. Siempre procuraba acercarse a cualquier lugar donde pudiera encontrar como aplacar las ansias de la parapsicología y el ocultismo, estudios no reconocidos, aunque llevaba algo ocultos gracias a su licenciatura en historia.

Anotó el teléfono del anuncio, dobló el periódico y lo dejó. Lo próximo que haría sería buscar un teléfono público para llamar al numero. Algo dentro de él le decía que podría dar con algo "serio" y no con otra farsa.

Le puedo asegurar, mi Sargento, que mis principales intereses siempre son y serán para con el cuerpo y la ciudadanía - comentó Stokes mientras observaba los densos dibujos que formaba el humo que lo separaba de su superior. Haré tal y como me ordena, pero, si me permite la pregunta señor, ¿en calidad de qué debo prestarle ayuda al señor Butch?- añadió el joven detective tras una breve pausa.

Miranda accedió al despacho con una sonrisa cordial dibujada en el rostro. Se deshizo de su abrigo y se sentó frente al caballero, depositando en su regazo el bolso que siempre la acompañaba. Su silueta quedaba perfectamente enmarcada por el conjunto de dos piezas cuyo color negro, cuando se consideraba junto a la cruz que le colgaba del cuello, daba la apariencia de que la señorita guardaba luto por alguien. Y es que en cierto modo lo hacía. Cuando uno trabajaba en el departamento de Anatomía Patológica del hospital más grande del estado, tratar con los muertos se convertía en una obligación. 

—Mi viejo padre está bien, señor. Mejor que yo, me atrevería a decir —respondió, haciendo referencia a su propio estado, al parecer mucho menos interesante desde el punto de vista del señor Butch—. Y no se preocupe. Es un placer poder ayudarle. 

-Buenos días caballero. -Respondió una voz bastante amable al otro lado de la línea. -Por favor, ¿podría indicarme su nombre así como su dirección?, mandaremos en estos momentos un taxi para que vaya a recogerle. Corre a cuenta del Señor Butch. -Agregó nuevamente como si preveyese algún tipo de réplica de su interlocutor. Estaba claro que buscaban resolver aquello con la mayor celeridad, como si temiesen un instante de cordura en sus potenciales empleados.

-Muchas gracias- respondió el periodista, dirigiéndose hacia las sillas que amablemente le habían indicado. Por deferencia, trató de no ser descarado en su escrutinio del lugar donde se hallaba.

Nunca había podido dejar de hacerlo.. Un nuevo lugar para Jeff significaba tal vez una nueva historia.. Sus ojos barrían paredes y estanterías, en busca de detalles que adelantasen de algún modo lo que su futuro interlocutor podría decirle. En este caso, el anodino lugar era tan impersonal como desapasionante.

El señor Butch le había hablado de una casa cuanto menos, problemática. Las investigaciones de Jeff en el archivo fotográfico y de artículos del periódico donde trabajaba le proporcionaron un buen dossier de truculentos sucesos acaecidos entre las paredes de dicho lugar. 

Abrió el dossier, mirado distraidamente de nuevo las fotos conseguidas. Podría enseñárselas al señor Butch, pero sin duda a cambio de una buena explicación de las circunstancias. Venía con la idea de un posible reportaje al respecto, y no se iría sin ella.

-¿Desea más café? -Preguntó de improviso la camarera que se ocupaba de aquella mesa, tan sumido en sus pensamientos se encontraba Alan que no la sintió llegar.

-Buenos días, Soy el Dr. Mathew Bishop- respondió a la pregunta. - Terminaré con mi jornada laboral en una hora, actualmente me encuentro en el hospital Boston Memorial. Si envía el taxi en una hora estaré encantado de reunirme con el sr. Butch.-

Al terminar de hablar, se quedo esperando para escuchar la respuesta de su interlocutor. Él estaba deseando poder encontrar respuestas.

-Gagh igal. -Contestó su superior sin quitarse el puro de la boca. -Gi vieges de mi pagte. -Terminó sin ninguna intención de hacerse entender. Y sin pretender seguir escuchando al detective empezó a rebuscar entre los archivos amontonados sobre su mesa, como queriendo dar punto y final a la conversación.

-Ya será para menos. Eres toda una señorita, seguro que no le faltarán pretendientes. -En aquel momento empezó a rebuscar en su chaqueta algo desconocido hasta que una pitillera de plata apareció, mientras la abría y seleccionaba uno de los cigarrillos prosiguió la conversación. -Ruego que me disculpe por mi atrevimiento. Mejor cambiemos de tema... Pronto vendrán un par de caballeros a quienes quiero que les eche una mano. Intenté conseguir más ayuda con un par de anuncios en el periódico, pero salvo bromistas no hemos tenido interesados. 

Consideró aquel buen momento para interrumpir su historia y prender el cigarrillo escogido. Tras una bocanada intensa terminó:-Por favor aguarde aquí en lo que llegan, estarán al caer y os explicaré a todos los pormenores del... Asunto.

El silencio fue cortado de improviso por el estridente timbre del teléfono.

-¿Si? -Preguntó la señorita de rojo mientras jugueteaba con el botón superior de su blusa. Tras una breve respuesta de su interlocutor la expresión de su rostro cambió y su voz se dulcificó:

-Buenos días caballero. Por favor, ¿podría indicarme su nombre así como su dirección?, mandaremos en estos momentos un taxi para que vaya a recogerle. Corre a cuenta del Señor Butch. -Nuevamente silencio. -Perfecto Dr. Bishop, en hora y media le conoceré. 

-Perfecto Dr. Bishop -. Respondió sin perder un ápice de educación y encanto la mujer al otro lado de la línea. -En una hora y media le conoceré. -Se despidió la voz.

—Muy bien —y sonrió, aunque en verdad deseaba que la espera no se prolongara demasiado. Si bien el asunto comenzaba a llamar su atención, ni había sido decisión suya acudir, ni contaba con mucho tiempo para regalar.