Partida Rol por web

 El atardecer avanza ininterrumpidamente, con el astro rey cruzando a su ritmo el firmamente hacia el lejano poniente, tiñendo de tonos anaranjados el cielo, y con una luz dorada todo cuando besa.

 Escondidos entre los matorrales, con las cabras atadas cerca de vosotros, en la parte interior y protegida de la peña daís cuenta de las provisiones que teneís para hoy. Estaís fatigados, más por la monotonía del viaje, paso a paso, que físicamente, pero la verdad es que descansar os hará muy bien.

 Hace escasos minutos que os habéis acomodado para tomar las provisiones cuando Grolm se pone rígido al instante, parece que no estáis del todo solos, unas voces guturales, mantienen una conversación no muy lejos de aquí, pero escondidos en el interior del matorral no lográis ver que sucede fuera del refugio... pero parece que las voces se estén acercando.

... tranquilo, trasgo... - susurra Siomorang a Grolm - ... sólo serán orcos... últimamente se pasean mucho por esta zona...

Normalmente, el viejo Siomorang no sería tan condescendiente con el peligro de unos orcos a las puertas. Para el nuevo Siomorang era distinto. Había relativizado la importancia de unos insignificantes orcos en el conjunto del universo, e incluso se podía decir que no valoraba su propia seguridad en la medida en la que sería juicioso hacer. ¿Lloraría el dios de los trasgos por la muerte de Siomorang? No. Y apostaría a que ninguno de los tres snagas que le acompañaban llorarían tampoco.

Permaneció plácidamente tumbado, mientras las guturales voces seguían acercándose.

Me puse en pie de un salto, increíblemente preparado para la batalla con el hacha en la mano cuando escuché aquellas voces, pero porque me lo había alertado primero Grolm que sino resguramente no me hubiera enterado de nada.

Esuchar las palabras del nuevo me hizo quedarme quieto, sin saber si debería ir a divertirme con los orcos y eso que seguramente me sacaría más de un metro cada uno o esperar por si mis compañeros querían que no supieran que estábamos ahí, aunque si estaban hablando tan cerca, me parecía que no podríamos ocultarnos demasiado tiempo.

Mis piernas comenzaban a tensarse por si me dejaban echar a correr, aunque aún permanecía como paralizado, esperando que el listo me dijera con casi total seguridad que me quedara intentando que no me escucharan o alguna cosa así..

- Lo único que nos faltaba... ni siquiera podemos descansar como corresponde - se queja, en voz baja el enfermero mientras rueda sobre si mismo, buscando un lugar donde permanecer bien escondido si es que las criaturas se acercan a donde están ellos.

 Tu agudo oído te permite determinar que son orcos, sin lugar a dudas, lo aprendiste de los esclavos que teneís en la tribu, el tono y la gravedad de sus gargantas es ese, sin lugar a dudas... dirías que son más de los que puedes contar...

 Tu agudo oído te permite determinar que son orcos, sin lugar a dudas, lo aprendiste de los esclavos que teneís en la tribu, el tono y la gravedad de sus gargantas es ese, sin lugar a dudas... dirías que son más de uno...

Me sirvieron unos instantes para saber que el nuevo tenía razón al fin en algo de toda la mierda que soltaba por su bocaza y asentí con la cabeza antes de susurrar.

- Sí, son orcos y son... - Una de mis manos soltó el hacha y empecé a doblar dedos intentando contarlos, pero a quién quería engañar.. si contaba más de dos tenía serios problemas para saber cuántos había, así que lo siguiente que dije fue más simple. - Hay varios..

Eso me acababa de dejar mejor que si intentaba decir un número al azar y no acertaba. De todas formas, si queríamos llegar a las setas, no era una buena idea cruzarse en el camino de esas criaturas, eran asesinos natos y aunque no me dieran miedo, sabía que podrían hacer que nos doliera todo un poco.

Cuando estaban disfrutando de su merecido descanso, escucha algo que le pone en tensión y le hace llevar lentamente la mano a su arco y preparar una flecha

Mierda... espero que no se acerquen demasiado, al menos es un buen escondite

Mira a los demás y no le sorprende nada ver a Thokk a punto para cargar pero no es el momento... aún no. Tras captar la atención de su compañero, le dice que no con un movimiento de cabeza; no habla y pone mala cara cuando escucha a los demás cotorrear con el enemigo a las puertas. Cuando cree que ha comprendido, vuelve a centrar su atención en sus "visitantes" y a buscar un posible camino por el que acercarse a ellos sigilosamente...

 Parece que no están muy lejos pues cierto hedor les precede, tal es así que las pequeñas cabritas se ponen nerviosas, nada acostumbradas a los depredadores, parece que han notado la tensión en el aire al poneros tensos y preparados para lo que pudiera suceder...
 Diriaís que las voces proceden del norte.

Estaba concentrado en lo que tenía delante y por eso se olvidó del problema que tenía detrás... las cabras.

Mierda y más mierda!... con lo que me costó que vinieran con nosotros... a ver si puedo hacer que se callen, o nos delatarán

Despacio, intentando no hacer ruido, Grolm avanza hasta las cabras. No sabe bien qué hacer con ellas para calmarlas y que no hagan ruido, pero parece ser que su sola presencia (y, quizás aunque improbable, la mirada de "como no te calles te mato") hace que los animales se tranquilicen.

Una vez esa parte ha quedado solucionada, retorna a su posición anterior aún debatiéndose entre ir a averiguar a cuántos enemigos se enfrentan y el mantenerse bien escondido... eligiendo, finalmente, esta última opción.

Siomorang intentó escuchar más allá de los matorrales, pero tenía sus orejas puntiagudas taponadas. Sin embargo, al sacarse la mugre de los oídos con el dedo, descubrió su curioso poder sobre las cabras. El olorcillo a cera llamó la atención de las cabras, que se acercaron hasta el tumbado Siomorang y empezaron a lamerle la roña del dedo.

Ahora, con las cabras más silenciosas, era más fácil escuchar el entorno, pero Siomorang se vió sometido a las cosquillas de los lametazos y no fue capaz de concentrar su atención más allá.

 Entre los dos trasgos las cabritas parece que se olvidan del peligro que hay a pocos metros. Los trasgos, escondidos entre la espesura de los matorrales poco pueden ver, por decir algo.

 Parece que los orcos, por lo que han deducido algunos, se mantienen en silencio y tan solo se escucha alguna juramento o algunas ramas crugir a pocos metros.

 ¿Tal vez el silencio y el permanecer ocultos entre los matorrales les permitirá salir de este comprometida situación?

Miraba a todos lados con el hacha en la mano, ya había cogido eso de que no era una buena idea lo de ir a por esos orcos, y " el otro " tan sólo me lo confirmó al mirarme, pero acabé asintiendo, para que viera que le había entendido.

- Pues aquí parado en mitad de todos.. - Miré de nuevo alrededor, miré mi hacha y suspiré. - Esto es de cobardes, pero si ellos dicen que no se puede ir.. será por algo..

A regañadientes, sobretodo porque un trasgo como yo nunca se ocultaba de nada, me aparté a una esquina tratando de que el hacha y la armadura no se rozaran y no hicieran ruido y luego me agaché, escondiéndome entre la maleza.

- Esto es triste.. muy triste..

El pequeño enfermero buscó una de su balas y cargó su honda, esperando que no fuera necesario usarla. Sabía que los orcos eran varios, sabía que eran peligrososo, pero tenía claro que si evitaban el combate sería más seguro para todos

Casi sin darse cuenta rodo sobre si mismo buscando esconderse bajo uno de lo matorrales y así permanecer oculto si finalmente los detectaban.

¿Qué están haciendo esos snagas? Si el arbusto nos impide verlos también impide que ellos nos vean a nosotros... ¿Para qué se encogen? Bah...

Aunque claro, si no fuera porque ya estaba tumbado, seguramente Siomorang actuaría de la misma forma. Sacó un poco de mugre de la otra oreja y ofreció su dedo a las cabras, que ya empezaban a horadar la piel del otro dedo de tanto lametón.

 Parece que finalmente los orcos, su hedor les delata, llegan en las inmediaciones, pero parece ser que no son especialmente buenos buscando. Parece que hay alguíen ladrando órdenes.

 - ¡Buscad! Escuché gritos no pueden estar muy lejos.

 Sentís sonidos de rebuscar por entre matorrales y demás, pero poco a poco los sonidos de búsqueda, junto a juramentos y maldiciones, se van alejando de la zona.

Esperé hasta que dejé de escucharlos lo suficientemente cerca, aunque su olor aún llenaba el ambiente. No es que me disgustara, ya que yo solía oler bastante peor la mayoría de las veces, pero entonces se me ocurrió algo.

- Si estos huelen mal porque están llenos de mierda y puedo averiguar que están sólo por el olor sin verles.. Si yo huelo mal.. mis enemigos también me olerán a mí ¿ no?

Estaba agazapado mientras no paraba de darle vueltas a la idea, lo que con mi ritmo de pensamiento llevaba un buen rato y seguramente dejaría a mis neuronas con agujetas.

- Menos mal que me he lavado. A partir de ahora lo haré más veces que una cuando no me puedo despegar la ropa del cuerpo..

Una vez vi que ya no había peligro asomé mis ojillos y parte de mi hacha por los matorrales y al no ver ningún orco cerca, ni escucharlo, me puse en pie y volví a mi lugar en mitad del claro, esperando a que los demás aparecieran de nuevo, aunque desde este lado a alguno podía verlo.

- Supongo que ahora si podemos descansar... aunque lo mejor será que quienes hagan guardia estén bien atentos - aseguró Akrate, sin levantar el tono de voz, al notar que el peligro había pasado... o por lo menos se había alejado

- Y parece que elegimos un buen lugar. Aquí es dificil vernos. Solo espero que nadie se dedique a gritar para que nos puedan encontrar - añadió mirando al hechicero, antes de acomodarse en el escondite-dentro-del-escondite que había encontrado - Despiértenme cuando me toque mi turno - terminó su comentario ,esperando poder descansar sin nuevas sorpresas.

Siomorang se encogió de hombros.

Ey, no culpes al meado, culpa al meador. Por lo menos ahora sabemos de su presencia.

Aunque era su turno de guardia, Siomorang se la pasó tumbado. No le tenía mucho sentido vigilar por encima de los matorrales y exponerse a que su cabeza fuera vista en el intento. Además, para lo que era su estatura, sería bastante pedante por su parte pensar que poniéndose de puntillas bastaría para ver los alrededores. De todas formas, Siomorang no escaseaba de pedantería ya de por sí.

 Sin más contratiempos el reducido grupo de trasgos se disponen a recuperar fuerzas para proseguir con la marcha hacia el secreto que esconden las montañas en forma de setas milagrosas.

 El ocaso da paso a una noches estrellada, acompañada por sonidos de animalejos nocturnos que no estáis habituados a escuchar, ya que a parte de Grolm, los demás no os habeís aventurado tan al sur, tan hacia la vegetación boscosa de las montañas.

 El turno de guardias ha empezado con Thok y Siomorang, Akrate y Grolm aprobechan para 'descansar los ojos' durmiéndose profundamente, abandonándose a un sueño reparador una vez han dadocuenta de las provisiones que tenían para cenar.