Partida Rol por web

A mi llamada, cada uno se ha ido despertando según le ha pillado el cuerpo y, sin poder evitarlo, he dedicado una mirada melancólica a Dagar, movido tal vez por el descubrimiento de su convalecencia etílica. A lo largo de aquellas horas silenciosas, en algún momento he llegado a sentirme responsable, más allá de los deberes de un vigía, de estos segundos nacidos. Nunca he confraternizado con tantos hombres de una sentada, y sus respectivas singularidades se han ido atropellando en mis sentidos mientras los he ido contemplado largamente en su entrega al sueño y, delatados por el movimiento de sus globos oculares bajo los párpados, parecían todavía querer escapar de esa muerte impostada, esa puesta en suspenso de la conciencia a la que aspiran en cuanto cae la noche.

Ahora que ellos desayunan, aprovecho para terminar de desprender mi visión del infinito y de descorrer los velos estelares en mi inteligencia de las cosas del mundo, entonando un himno al sol, que todo lo hace aparecer:

-"Ya cantan los gallos, amor mío vete;
ya cantan los gallos, vete, vida mía.
No tardes, no esperes,
no descubra el día los nuestros placeres.
Ya cantan los gallos, amor mío, vete.

¿Piensa o sueña?
El agua ensimismada,
¿piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue aire alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.

¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?".

Acto seguido, me retiro detrás de unas peñas para hacer mis necesidades y enseguida estoy de vuelta, dispuesto para proseguir viaje.

El grupo se pone en camino de nuevo en cuanto todos los presentes han desayunado. El terreno que pisan es el mismo, pero a medida que va avanzando la mañana la vegetación es algo mayor y los matorrales que salpican la tierra son algo más abundantes y altos. De repente, a un lado del camino, absolutamente sólo, un roble crece fuerte y sano. El elfo y el montaraz nórdico protagonizan una casual conversación mientras caminan:

Lolyan comienza a caminar luego de uno de sus reposos extasiados y cuando llega a la altura de Harandir murmura:

-Ah, qué bello roble.

Harandir mira alternativamente al elfo y al roble y piensa: “Nunca he entendido a los elfos... solo es un roble. Se inclina por asentir por conveniencia.

Lolyan repara en la expresión del nórdico e insiste con pedagogía:

-Tendrá al menos trescientos años. Está ahí plantado como pretendiendo sostener él solo la bóveda del cielo.

-¿Cuántos tienes tú, Lolyan?

-Soy muy joven, excedo por poco el centenar y… Lo siento, ¿has visto eso? Qué raro animal.

-Sí, lo he visto. No en vano tengo experiencia en percatarme de ello -responde y concluye con una carcajada.

Lolyan compone una expresión ostensible de extrañeza.

-No te entiendo...

-Sí, verás, es que me he dedicado toda mi vida a la caza al otro lado de las montañas nubladas pero tuve que dejar atrás todo eso.

Harandir baja la mirada, una sombra acaba de volver a su rostro.

Lolyan , aunque había empezado a atenderle con superioridad, muy pronto se queda intrigado.

-Parece, amigo, que te ronda una pena. Si alguna vez quieres hablar de ello, los elfos somos buenos escuchando.

-Gracias, lo tendré en cuenta.

Harandir asiente lentamente con una leve sonrisa.

Lolyan observa aún por unos segundos el rostro de Harandir, escrutador, y finalmente acelera el paso, para plantarse en cabeza.

Las horas vuelven a pasar y la hora de comer se acerca, el camino esta siendo muy tranquilo para lo convulsa que es la región , quiza incluso demasiado tranquilo...

Mientras volveís a comer, Dagar, que no ha pasado un buen día gracias al vino pero que vuelve a hacer uso de él, vuelve a tomar la palabra desde un peñasco en el que se encuentra sentado, masticando y con la navaja en la mano.

-Esta tarde llegaremos al Maig Tuira- os explica con los carrillos llenos como un roedor-es un poblado de dunledinos leales casi sedentarios, se encuentra en un punto inusualmente septentrional para un asentamiento, peligroso pero capaz de atraer los suficientes viajeros cómo para permitir una moderada prosperidad, no hay ningún otro lugar seguro a menos de dos días de viaje, posiblemente podamos cenar algo caliente esta noche-

Nada más acabar de explicar esto todos os poneís de nuevo en marcha para así poder llegar cuanto antes a ese lugar seguro del que os ha hablado el joven.

Tras la caminata de por la mañana, es hora de hacer un descanso. No hemos tenido ningun avistamiento indeseado y por tanto, ha sido una jornada de viaje bastante tranquila. O, al menos, lo suficientemente tranquila como para haber disfrutado de las ocurrencias de mis compañeros. Todavía me sonrio al recordar la reacción de nuestro compañero sinda ante un árbol en particular y ahora, mi sonrisa aumenta al ver y oír a Dagar.

Mientras me aproximo para comer mi ración, le miro de reojo y no puedo evitar decir.

Quizás deberías tener un poco de mesura con ese vino Dagar. Vamos, lo digo para que, en caso de algun imprevisto, puedas actuar con todas tus facultades.

Sin embargo, veo que mis recomendaciones caen en saco roto. Y, tras encogerme de hombros, ataco mi parte del almuerzo con ganas. Tras unos instantes, termino y, acomodan mi equipo una vez mas, espero a que mis compañeros hagan lo propio. Y mientras espero, le doy vueltas a las palabras de Dagar.

Espero que ese asentamiento Dunledino, sea como dices. Admito que la perspectiva de una comida caliente, me resulta muy agradable.

Paseo ahora mi mirada por el rostro de todos los presentes antes de añadir.

No bajemos la guardia. El viaje esta resultado inusitadamente tranquilo. Pero no nos podemos permitir olvidar las circunstancias del territorio por el que viajamos. Tanto el bosque de los Trolls como el monte Garm, son peligros bastante cercanos.

Parece que, tras el almuerzo, llega el momento de reemprender la marcha. Recojo mi arco y consulto a Amlaith en relación con lo que acaba de decir:

-¿Qué ocurre con ese monte Garm?

"El bosque de los trolls", por el contrario, es un nombre lo suficientemente explícito.

Al escuchar la pregunta de Loylan, bebo un trago de agua de mi cantimplora para terminar de tragar la comida y explico.

Una antiguo reducto de orcos aqui en el norte. Aunque si he de ser sincero, no es el único. Todas las montañas nubladas, al norte de Rivendel, están plagadas de madrigueras de orcos. Ocasionalmente se muestran particularmente activos, aunque, de momento, no parece el caso. No obstante, he de admitirte que me alegra que nuestro destino se halle al oeste de la gran cordillera. Pues en invierno, tratar de cruzar los pasos, es exponerse a un ataque seguro.

La noche anterior había pasado sin contratiempos y, a juzgar por la sosegada mañana de la que habíamos disfrutado, el día llevaba visos de volver a transcurrir de nuevo sin ningún indeseado percance. La ausencia de peligros hasta el momento me había hecho despreocuparme un poco de la continua atención en todo el camino, pues hasta el momento me había mostrado más bien en tensión ante la perspectiva de un posible ataque a la caravana. A decir verdad, cuando por la mañana Lolyan nos había ido despertando uno a uno, me encontraba realmente ya con los ojos abiertos, aunque no me había movido de mi posición recostada ni había realizado ningún comentario, sólo observaba por entre la vegetación. No estaba acostumbrado a la escolta de waenosh...

Además, quizá no sólo hubiera influido la tranquilidad con la que estaban transcurriendo las jornadas en mi atención y estado de ánimo... Una casual conversación a mitad de mañana con el elfo había provocado que, desde entonces hasta la hora de almorzar, me mantuviera un poco separado del resto del grupo, taciturno y callado...

En la parada para almorzar, Dagar nos comenta sobre el asentamiento más cercano por el que pasaríamos, el Mag Tuira, aunque nada apunto al respecto. Habiendo disfrutado ya de una frugal comida, y mientras aprovechaba para hurgar entre mis dientes con una pequeña ramita, Amlaith vuelve a hablar desde la experiencia, espoleando de nuevo mis sentidos:
No, no hay que bajar la guardia- pienso, intentando expulsar de mi mente los fantasmas que me habían rondado toda la mañana. Cuando me dispongo a inquirirle al dunadan sobre ese monte del que habla, Lolyan ya se me ha adelantado con la pregunta.

-Orcos... -murmuro para mí, apretando los puños

Durante toda la mañana camino en silencio en la retaguardia del waenosh que escoltamos. Mis compañeros de vez en cuando mantienen alguna conversación casual, pero sus palabras no llegan hasta mi posición.

El descanso de la noche anterior me ha sentado bien y mantengo mis sentidos alerta, escudriñando el paisaje, vigilando que nadie nos siga. A pesar de que el viaje está resultando bastante tranquilo, desconfio de las tierras en las que os encontramos, en cualquier momento alguien puede intentar sorprendernos.

Tras varias horas de caminata, llega la hora de comer y decidimos parar para tomar un bocado.  Dejo en el suelo la ballesta junto con la mochila y me dispongo a tomar mi parte de alimento, mientras Dagar nos informa del poblado al cual vamos a llegar en poco tiempo. Suena bien, un lugar en el que poder reponer fuerzas con una buena cena caliente...

Mis placenteros pensamientos se ven interrumpidos por la conversación entre Amlaith y Lolyan. Contraigo el rostro mientras acaricio mi espada con la punta de los dedos. Orcos y trolls...

El grupo charla mientras avanza y el terreno se va haciendo más sinuoso y cerrado en lo que respecta a la vegetación. Dagar rie cuando Amlaith hace referencia al vino, pidiendole que no se preocupe, está acostumbrado a esto y a más; después, escucha con atención la conversación entre el elfo y el montaraz sobre la zona y asiente con la cabeza.

-Aunque es practicamente imposible que nos crucemos con orcos, hace muchos años que no intentan nada en esta zona, los Trolls si pueden aparecer a medida que nos acerquemos al thirton, que se encuentra a los pies del bosque al que dan nombre,  a mí quién  me preocupa son los Culthirith, a ellos no les interesa que entregemos el cargamento de trigo...-

De repente el viejo Pad atrae la atención de los presentes señalando con el dedo al frente, donde un par de pequeñas columnas de humo negro serpentean hacía el nublado cielo.

-¡¡Mirad!!- se limita a decir -al otro lado de esa pendiente, en la hondonada... está el Maig Tuira, algo ha ocurrido...-

El grupo se da prisa en cubrir la pequeña distancia que los separa de la parte de arriba de la pendiente. Dagar y el viejo Pad dejan los carromatos un poco más atras para no dejarlos a la vista y se acercan con los demás para ver lo que ocurre. De momento sólo se ve una minima parte del campamento, al que protege una pequeña muralla de tierra, el sendero denciende la pendiente suavemente y gira alrededor de otra colina lo suficientemente alta cómo para taparos el resto de la visión del poblado...

Con rapidez y precisión, levantamos el campamento tras recoger nuestras pertenencias. A raíz del aviso de Pad, todos avanzamos en tensión hacia la cima de una loma que nos servira de observatorio. Pad junto con los carros de bueyes, queda en la base de la loma mientras los demás corremos hacia su cima. Y todos sin excepción, avanzamos con las manos cerca de nuestras armas Cuando llegamos hasta arriba, tratamos de camuflarnos entre unos matorrales mecidos por el incesante viento. Pero he aquí que al llegar hasta nuestro observatorio particular, otra loma nos reduce bastante el campo de visión. Chasqueo la lengua algo disgustado y girándome hacia Loylan, digo.

Por todos es conocido que los de tu pueblo gozan de una vista excepcional. ¿Logras ver algun indicio que nos aclare la situación?. Pues si hay algo que no me gusta, es avanzar a ciegas.

Dicho esto, miro al resto de compañeros para añadir.

Me temo que se acabo el viaje de placer. Permaneced alertas.

Y una vez dicho esto, también yo entrecierro los ojos tratando de distinguir cualquier detalle que pueda aclarar la situación.

Pad nos llama la atención sobre nuestras cabezas, algo había pasado en el Mag Tuira. Delante nuestro, dos finas columnas de negruzco humo se levantaban desde el campamento, tiznando las nubes que poblaban el cielo. Me quedo mirando las columnas con el ceño fruncido, al tiempo que agarro con seguridad mi escudo, ese humo tan oscuro no podía ser presagio de nada bueno. Intrigado, asciendo cuanto antes, en silencio y junto con el resto del grupo, para llegar a lo alto del cerro y así intentar distinguir qué había pasado, los carros quedan abajo. Una vez arriba no se ve lamentablemente gran cosa, pues otra loma nos tapa la visión. Sin embargo, el viento nos trae un inconfundible olor a quemado...

Agachado entre unos matojos, intento de todas formas vislumbrar cuál es la situación aunque, como comenta Amlaith, seguramente el elfo sea el que más posibilidades tenga de nosotros para conseguir atisbar mejor cualquier detalle...

Estaba escuchando atenta a la conversa del montaraz, el elfo y el bebedor cuando Pad nos alerta sobre Maig Tuira.

Instintivamente avanzo hasta unos matorrales situados en la cima de la loma, con las manos prestas a sacar las dagas. Pero sólo alcanzamos a avistar dos columnas de humo negro, que no presagian nada bueno, y una colina que nos tapa el resto del poblado. Sólo puedo ver una pequeña muralla de tierra alrededor de una parte del campamento.

No sabría distinguir si hay patrullas de orcos o de los cultirith que decía antes Dagar en los alrededores. O si se ven los aldeanos intentado controlar el fuego...

No sé si Loylan podría hacerlo, aunque sea elfo estamos bastante lejos, pero le miro y espero.

Las palabras del viejo Pad interrumpen la tranquilidad de la mañana, dos columnas de humo negro se alzan en el cielo provinientes del lugar en el que se supone se encuentra Maig Tuira y durante unos segundos no puedo apartar la mirada de ellas. Esto no es un buen presagio...

Al igual que el resto de mis compañeros, la curiosidad y los malos presentimientos me llevan a subir rápidamente hasta la parte más alta de la loma en la que nos encontramos. Una vez allí, me situo junto a los demás a cubierto tras unos matorrales del camino, escondidos de las miradas de cualquiera que puediera encontrarse cerca de nosotros.

Desde nuestra posición no llego a ver con claridad lo que sucede, únicamente una parte de la aldea queda a la vista y no es gran cosa lo que podemos averiguar desde donde estamos. Aún así, entrecierro los ojos en un intento de ver más allá de lo que mi visión alcanza y espero también a que nuestro compañero elfo pueda darnos más datos sobre lo que está sucediendo.

Apenas estoy atendiendo a mis compañeros; avivé mi percepción en cuanto alcanzamos la posición. El alma es de algún modo todas las cosas, dicen los sabios, y las ha sido ya, y las será. Uno ha estado en todos los lugares que visita, por más que le asalte la impresión de que sea la primera vez. Es cuestión tan sólo de recordarlo.

Con una rodilla hincada en el suelo y el rostro alzado contra el viento, sujetándome con una mano el cabello en la nuca para que no me moleste, y apoyándome con la otra en el arco, voy remontando el rumor de los arbustos zarandeados, el olor de la humedad suspendida en el aire, la inquietud de Amlaith y Harandir, a mi diestra, de Edha e Iorwen, a mi siniestra, y de Dagar y Pad detrás de mis hombros, aspirando a que los filamentos de sol, un resplandor difuso atrapado en las masas nubosas, vayan decantando en mis pupilas la imagen de todo lo que han venido iluminando en su descenso.

Al cabo de unos segundos de concentración, meneo la cabeza y comunico:

-Es inútil, estamos aún muy lejos para advertir algo.

El grupo se detiene por un corto espacio de tiempo, semiescondido en unos arbustos en lo alto de la colina, observando el horizonte y, atento a cualquier movimiento que se pueda producir en la lejanía, pero nada ocurre, no hay nada extraño aparte de las columnas de humo que presumiblemente se elevan desde el asentamiento dunledino.

Dagar toma la palabra después del silencio que se produce ante la desazón e inquietud que provoca esa aparente tranquilidad.

-Es extraño, las diferentes facciones siempre han respetado este asentamiento... sus habitantes se han mantenido neutrales a lo largo de los años- su cara y el tono de su voz reflejan preocupación, esta claro que aquello no entraba en sus planes -Bueno, para eso estaís aquí, ¿que vamos a hacer ahora? tenemos que ir por el camino que pasa al lado del poblado, estos carros tan pesados no pueden avanzar campo a traves por estas tierras...-

Mientras tanto, el viejo Pad, siempre presto, ya ha reunido los carros que se encuentran a pocos metros de vosotros escondidos por la pendiente.

No me gusta nada la situación y nada hemos podido sacar en limpio. De momento, tan solo podemos especular y no es algo que me guste. Tras escuchar a mis compañeros, frunzo el ceño pensativo antes de decir.

Se nos presentan varias opciones. Una de ellas es, por supuesto, avanzar directamente hacia nuestro destino y confiar en poder llegar.

Pero mientras digo esto, niego con la cabeza.

No es algo que me guste. A causa de los bueyes, no podríamos acelerar o tratar de esquivar cualquier peligro que se presente. La otra opción, es tratar de dar un rodeo. Y de momento, sin saber mas de la situación actual, tampoco me tienta en exceso. Pues no podemos saber que podríamos acabar encontrándonos si llevamos a cabo ese rodeo.

Ahora callo y vuelvo a mirar el asentamiento que es nuestro destino y, finalmente, añado.

De momento, si queremos evitar riesgos para la carga, solo se me ocurre que algunos de los presentes se adelante para averiguar lo que ocurre. Yo, por supuesto, me presento voluntario si aprobáis esta idea. Pero tampoco me gusta dejar sin protección los carromatos. Con que avancemos un par de nosotros, sera suficiente.

Tras presentar mi sugerencia a mis compañeros, sonrío sin humor y no puedo evitar añadir.

Tan solo espero que podamos llegar a tiempo a Mag Tuira y que quede alguien para aprovechar los suministros.

Me acaricio la barbilla, caviloso. Estoy seguro de que lo peor en Mag Tuira ya ha pasado, pero no es un disparate tomar precauciones. Como el resto se mantiene indeciso ante la sugerencia de Amlaith, me animo a decir:

-Iré contigo. Mis pies son ligeros y, como tú mismo señalaste, los de mi raza disponemos de unos sentidos aguzados.

Y recalco mi ofrecimiento con una sonrisa pudorosa.

Muy bien Loylan. Acepto tu ofrecimiento.

Contesto aprobadoramente. Me doy la vuelta y mientras me aproximo a la pendiente para bajar de la loma, añado.

Dejemos nuestras mochilas en alguno de los carros. No quiero que ningún ruido imprevisto nos delate. Y busquemos algún lugar en donde poder esconder la caravana de miradas curiosas. Alguna zona arbolada o con altos matorrales no lejos del camino. En cuanto hayamos asegurado ese detalle, estaremos listos para partir.

Y desde la ladera de la loma, observo los alrededores buscando un lugar que pueda coincidir con lo que he descrito.