Partida Rol por web

El Capitán les dió información sobre un misterioso marinero que había muerto al bordo del mismo Oddissey. Cuando encontraron el depósito de cadáveres quedó bastante claro que su muerte no fué la misma versión que les comunicó el Capitán W.

Tuvieron que regresar al Hotel y esperar una nueva llamada del Doctor. Lo que nunca se esperaron fué lo que les ocurrió allí.

El frío de la mañana siguiente te despertó, le acompañaba un ligero viento y una aburrida lluvia que no dejaba de golpear los cristales de las ventanas. Cuando abriste los ojos del todo, sentiste un ligero dolor en tu cabeza que te hizo recordar la noche anterior. Suspiraste mientras te reincoporabas sobre el colchón con la ropa sucia y rasgada por algunas partes.

Sobreviviste a una situación complicada. Te costará olvidar el día en el que casi te devoró un gato gigante y casi fuiste asesinada por un par de individuos de los cuáles no conocías nada. Pero lo más importante es que seguías con vida, y por suerte tú compañero de trabajo parecía haber corrido la misma suerte.

Pensaste en darte un baño, seguro que eso te ayudaría a relajarte y a pensar en aquel misterioso cadáver, en la Mansión abandonada que quedaba a una corta distancia del hotel, y en todo lo que pudiera estar relacionado con el barco desaparecido. Aunque antes del merecido descanso, decidiste deshacerte de la ropa y preparar el baño.

La habitación era amplia, con una pequeña balconada que daba a lo que debío de ser un precioso jardín con una fuente y enormes árboles que hacían que no se pudiera ver demasiado bien lo que ocultaba. Todo estaba cubierto de aquella maravillosa nieve.

Apenas te habías quitado nada cuando llamaron a la puerta.

El frío de la mañana siguiente te despertó, le acompañaba un ligero viento y una aburrida lluvia que no dejaba de golpear los cristales de las ventanas. Cuando abriste los ojos del todo, sentiste un ligero dolor en tu cabeza que te hizo recordar la noche anterior. Suspiraste mientras te reincoporabas sobre el colchón con la ropa sucia y rasgada por algunas partes.

Sobreviviste a una situación complicada. Te costará olvidar el día en el que casi fuiste asesinado por un par de individuos de los que no conocías prácticamente nada todavía. Pero lo más importante es que seguías con vida, y por suerte tú compañera de trabajo parecía haber corrido la misma suerte.

Pensaste en darte una ducha, seguro que eso te ayudaría a relajarte y a pensar en aquel misterioso cadáver, en los susurros de aquella niña imaginaria, y en todo lo que pudiera estar relacionado con el barco desaparecido.

La habitación era amplia, con una pequeña balconada que daba a lo que debío de ser un precioso jardín con una fuente y enormes árboles que hacían que no se pudiera ver demasiado bien lo que ocultaba. Todo estaba cubierto de aquella maravillosa nieve.

Apenas te habías preparado para meterte en la bañera cuando llamaron a la puerta.

Cuando llaman a la puerta, observo con un vistazo rápido la ropa que llevo. Ayer me encontraba tan mal que me dormí tal cual. De hecho, me duelen bastante los huesos del frío que debo haber cogido. Suspiro. Obviamente no puedo abrir así, por lo que me apresuro a desvestirme y a coger del armario una bata rosa de terciopelo. La ropa húmeda y sucia va a parar debajo de mi cama, en un intento de que no se vea si alguien entra. Ya es insalvable, tendré que tirarla. Después me arreglo el pelo con las manos, a pesar de que aún así mi aspecto debe de ser terrible, ni siquiera me ha dado tiempo a lavarme la cara.

Me pregunto quién demonios será a estas horas, acercándome a la puerta. No me atrevo a abrirla del todo. Los recuerdos del día de ayer siguen estando demasiado presentes, así que abro ligeramente, dejando solo una rendija para mirar.

- ¿Sí? ¿Quién es? - pregunto con voz áspera.

El guardián del hotel permanecía con una manzana bien verdosa entre sus manos, y con la ayuda de un cuchillo iba cortando grandes trozos sin apartar la piel. Iba comiendo la manzana mientras te miraba de forma un tanto inquietante cuando entreabriste la puerta. Hasta que al final, pareció reaccionar tras haberte estudiado como quince incómodos segundos. -Buenos días señorita Gardner. Con confianza, con una voz afable y un tono de educación muy cortés te comunicó el porqué había despertado a sus únicos huespedes tan " temprano "; Tostadas, bollos y café islandés esperaban en el salón de desayunos y meriendas.

Espero que sea de vuestro agrado. Por cierto, he mandando a Erik a la ciudad para que resuelva el problema con la caldera. Si todo va bien, esta tarde debería de llegar el camión cisterna. Hizo un gesto que no significaba nada mientras señalaba con el pulgar por detrás de su hombro. No pretendo robarle más tiempo, pueden... puede seguir descansando si lo prefiere. El desayuno no se va a mover... al menos que este lugar se encuentre embrujado. Soltó una pequeña carcajada entre dientes, como si fuera el único espectador al que le había hecho gracia el chiste. Cambió la mirada sin disimulo hacia las partes más íntimas de tu cuerpo, que permanecían ocultas bajo una capa seposa y fina, o al menos el conserje así se lo imaginaba.

Seguramente me encontrará en recepción por si tiene cualquier problema.- Con una amplia sonrisa, vuelve a cortar un nuevo trozo de la fruta que sostiene sus manos y se aleja, en dirección a recepción, tarareando una de sus canciones favoritas cómo siempre solía hacer.

Trato de componer una sonrisa forzada cuando veo al conserje en la puerta, abriéndola por completo. Su mirada me incomoda, todo él me resulta inquietante. Su forma de expresarse, su silenciosa forma de moverse por el hotel, incluso el hecho de que viva aquí solo me resulta sospechoso. Aún así, intento ser amable. A fin de cuentas, se ha tomado la molestia de venir a avisarme del desayuno.

- Muchas gracias por venir a despertarme. Ya he descansado, así que en cuanto me arregle bajaré a desayunar - le digo con tono afable. La noticia sobre la caldera me anima. Puede que esta noche durmamos con una temperatura más agradable que esta gelidez.

Su mirada indiscreta no me pasa desapercibida, por lo que me ajusto bien la bata y me cruzo de brazos. La referencia a algo encantado me hace pensar inmediatamente en la noche anterior. La imagen de la niña aparece en mi mente, atormentándome. Vuelve a la realidad. Me digo sacudiendo ligeramente la cabeza, como tratando de apartar pensamientos desagradables.

Tras despedirme del conserje, me apresuro a vestirme notando el vacío en mi estómago. Ayer lo pasé francamente mal y no cené nada, por lo que el hambre hace rugir mi estómago. Me doy una ducha fugaz y me pongo un bonito vestido que compré en New York la última vez que estuve. Seda y flores estampadas.

Apenas pasa una media hora cuando ya estoy en dirección al salón, preguntándome si mi malhumorado compañero habrá decidido bajar. Y también si se encontrará bien tras el susto de ayer.

Pese a que se puso varias mantas el maldito frío de aquel lugar despertó a Maurice. Le calaba los huesos hasta el dolor y eso que el era un tipo caluroso...con reservas grasas para aguantar los fríos inviernos de Boston. No pudo dejar de pensar en cómo se habría levantado la flacucha de Bernie. Después de la noche en la nieve tendría que estar helada.

Ya con la mente clara por el descanso, pensó en el día anterior, en todo lo que había pasado. Los tipos de las ametralladoras eran su centro de atención principal en ese momento. La investigación pasaría ahora a un segundo plano y sonrió cuando recordó la voz de la niña nombrándolo. Estaba seguro de que eso sería una mala pasada de su mente agitada por los acontecimientos. Lo que ahora llamaban estrés los aspirante sa comecocos de todo el mundo.

Se decidió a darse un buen baño caliente. Enchufó la ducha temiendo que no hubiese agua caliente pero al parecer el agua y la calefacción no tenían nada que ver en aquel extraño lugar. Cuando empezó a surgir el vapor del agua sonrió de satisfacción...un baño caliente era la mejor manera de empezar el día. De relajarse. Para su desgracia cuando metió el pie en la bañera rebosante alguien llamó a la puerta. Frustrado por la interrupción, gritó: ¿Quién demonios es?

El conserje te miraba de forma muy sencilla cuando comenzó a guardarse el cuchillo. En seguida, cogió la escoba que estaba apoyada en la pared, y apoyó sus manos sobre la punta del mango mientras escuchaba que en pocos minutos estarías lista.

Aquel hombre era como el típico recepcionista que trataba de mantener felices a sus huéspedes con amplias sonrisas y aperitivos dulces caducados, pero el otro lado de la moneda también indicaba que aquel hombre no tenía ni un pelo de tonto. Resultaba bastante inquietante hacerse la idea de pasar una noche de copas junto a un hombre tan políticamente correcto como aquel, o incluso un simple paseo por las montañas que rodeaban el Royal Weird se hacía como una idea inverosímil para la cabeza de cualquier huésped.

Nada más salíste de la habitación, a tu derecha quedaba el hall de recepción, separado por aquellas dos largas escaleras que daban acceso al pasillo. El suelo y las paredes del pasillo estaban totalmente exentos de la rica ornamentación que habías encontrado en la planta noble y mostraban una superficie lisa y grisácea. El pasillo se extendía hacia el sur pero no tenía más iluminación que la que brindaban aquellas viejas luces, que si te ponías a contarlas, la vista no llegaba ni siquiera alcanzarlas. La oscuridad era casi total unos metros más adelante.

Un conocido olor a bollo horneado te iluminó el camino hacia la planta noble. El conserje con un limpio delantal y unos guantes blancos, se encontraba al lado de la chimena sirviendo café en unas tazas de radiante detalle en porcelana. Un corta mesa hacía el servicio de sostener varios platos de hojaldres y bollos y un jarrón de plata con fruta fresca.

Maurice no se encontraba todavía allí.

Golpeó un par de veces más la puerta y desde el otro lado te respondió una conocida voz;

-Soy Jack, el conserje. Quería avisarle de que ya tiene el desayuno listo señor. Si prefiere que se lo suba sólo tiene que decírmelo...

Ummm, desayunoooo... Desde luego Maurcie tenía hambre. Llevaba sin comer desde hacía ni se sabe. Miró al baño y miró hacia la puerta. Volvió a mirar al baño y hacia la puerta. Tenía una duda tremenda. Al final gritó: - Bajo en diez minutos. Espero que sea abundante. Dicho lo cual se metió en el baño y se regocijo en él, como un marrano en un charco de heces, durante, cinco cortos minutos. Hecho lo cual salió a regañadientes de su particular paraiso, se vistió y bajó a devorar el desayuno.

Suspiro cuando llego por fin a la sala donde el conserje está sirviendo el desayuno. El olor a bollos hace que mi estómago gruña ligeramente de felicidad. Saludando al viejo conserje con una inclinación de cabeza, me dejo caer en una de las sillas. Este salón tiene mucha mejor pinta que ese oscuro pasillo.

- Tomaré un café bien cargado y... un par de bollitos de esos que tienen tan buen aspecto - le sonrío al hombre mientras pienso "Y luego vendrán tres o cuatro más. Me muero de hambre".

Cuando me sirve le doy las gracias y comienzo a comer tratando de disimular mi vacío en el estómago. Trago un bocado con rapidez y observo al conserje, que sigue inmerso en sus tareas.

- ¿Sabe usted si el señor Stolker bajará a desayunar? Ayer no tuve ocasión de hablar con él después del... accidente - digo la última palabra en voz baja y luego cambio de tema - Mejor no hablar de eso. ¡Un nuevo día comienza! Siempre pienso que hay que seguir adelante, porque si no una se estanca y... - el conserje me incomoda, y por un momento pierdo el hilo de la conversación.

El sentarte al lado de la chimenea te resultó muy agradable y reconfortante. No tanto que quedara tan cerca el guardián del hotel, pues deseabas que Jack se marchara a hacer cualquier otra cosa tanto como aquellos y apetecibles bollos.

Con gusto te servía el café mientras te informaba de tu compañero. -Le desperté hace un rato. Dijo que bajaría en diez minutos. Le he notado... bastante hambriento. Se separó de tí para dejarte cierto espacio con tu desayuno y se acercó a una de los principales ventanales mientras seguías hablando... Apartó la cortina hacia un lado y dió un vistazo al exterior. Parece que la polícia ha cumplido con su parte del trato, ahí fuera hay un coche de vigilancia...-

Rió entre dientes y giró sobre sus pasos. En aquel preciso momento el Sr. Stolker hizo su aparición bajando por las grandes escaleras que daban acceso a la planta de habitaciones.

Nada más salíste de la habitación, a tu derecha quedaba el hall de recepción, separado por aquellas dos largas escaleras que daban acceso al pasillo. El suelo y las paredes del pasillo estaban totalmente exentos de la rica ornamentación que habías encontrado en la planta noble y mostraban una superficie lisa y grisácea. El pasillo se extendía hacia el sur pero no tenía más iluminación que la que brindaban aquellas viejas luces, que si te ponías a contarlas, la vista no llegaba ni siquiera alcanzarlas. La oscuridad era casi total unos metros más adelante.

Un conocido olor a bollo horneado te iluminó el camino hacia la planta noble. El conserje con un limpio delantal y unos guantes blancos, se encontraba al lado de la chimena, junto a Bernie sentada, sirviendo café en unas tazas de radiante detalle en porcelana. Un corta mesa hacía el servicio de sostener varios platos de hojaldres y bollos y un jarrón de plata con fruta fresca.

Mientras bajabas por las escaleras, le escuchaste decir esto a tu compañera:

Mejor no hablar de eso. ¡Un nuevo día comienza! Siempre pienso que hay que seguir adelante, porque si no una se estanca y... -

Saber que hay un coche de la policía fuera vigilando me hace sentir un inmenso alivio. Me da algo de miedo solamente pensar que tendremos que salir hoy otra vez, y que cuando volvamos podría estar esperándonos cualquier persona dispuesta a matarnos de nuevo. Me pregunto por qué habrá sido, si nuestra investigación está siendo tan incómoda como para que alguien haya decidido terminar con nosotros.

Suspiro mientras me termino uno de los bollos. Están buenísimos, o será también que estoy muerta de hambre. Justo en ese momento entra mi compañero por la puerta.

- Buenos días, Maurice - le digo algo incómoda recordando todo lo de la noche anterior. Mi aspecto ya está mucho mejor, así como mis nervios - ¿Cómo estás?

A Maurice aquella pequeña mesa llena de bollos y fruta le pareció un banquete digno de reyes. Llevaban desde el almuerzo del día anterior sin probar bocado y el no estaba acostumbrado a irse a la cama sin cenar desde que era niño y su madre lo castigaba. Parecía que Bernie pensaba lo mismo porque la muchacha acababa de devorar una torta y parecía que iba a por otra. Cuando entró en la habitación dijo apresurado: - Bueno días. Oyó como la muchacha le hacía una pregunta pero antes de contestarle cogió una magdalena y se la metió en la boca, tras lo que dijo de manera poco elegante: Grmpfff, eftoy bieng...fengo jhambre. Tras engullirla con un trago de café largo y empezar a abrir el plástico de otro bollo. - ¿Dónde te metiste anoche? Por poco me matan... - Le espetó en tono de claro reproche.

Tras tragar el bollo, respondo muy seria a su reproche.

- Estaba haciendo exactamente lo que tú me dijiste: que corriera - esbozo una leve sonrisa - Así que eso hice, correr. Y perderme en mitad de la nieve, estar a punto de morir congelada, y luego toparme con una casa donde una niña no dejaba de esconderse de mí. Fue todo como una peli de terror.

Permanezco un momento en silencio, bebiendo café. No sé realmente si lo de la casa fue producto de mi imaginación porque comenzaba a delirar a punto del colapso. Sea como sea, en cuanto viese a Erik iba a preguntarle qué demonios era ese sitio y cómo llegó hasta allí.

- ¿Qué pasó cuando salí corriendo? ¿Quiénes eran esos hombres y por qué narices nos atacaron? ¿Se sabe algo ya?

El conserje se quedó en mitad de la conversación. Cuando sintió que quizá molestaba, con disimulo se acercó a la chimenea y tiró un par de troncos.

- Iré a despertar a Erik. Tiene buenas noticias para ustedes.- Sin más, se retiró y subió por las escaleras con su particular paso lento y que podía poner nervioso a cualquiera.

Siempre que el guardián del Hotel se marchaba era como si sintieráis una sensación extraña de que ocultaba algo. Aunque nunca podías llegar a averiguar si eso era cierto, y mucho menos descubrir lo que pasaba por su cabeza en cada momento. Momentos como aquel que desaparecía de vuestra vista a paso lento.

Al menos fué como un pequeño paréntisis el verlo alejarse de vosotros.

Las palabras de mi compañera me llevaron a recordar lo que pasó la noche anterior. No lo de aquellos matones, si no, lo que me ocurrió en el baño cuando fuí a limpiarme la herida.

-Vamos. Srta. Gardner. Es demasiado mayor para pensar en películas de terror. Espeté mientras me llevaba de nuevo un bollo a la boca, observando entre tanto como el conserje se iba alejando. Cosa que me llenó de gratitud.

El conserje y su perro faldero; Erik. nos ayudaron a salir con vida. Reconocí apurando el café. Pero fué un poco extraño, uno de aquellos tipos se quitó la vida mientras el otro se escapó en un coche que le estaba esperando. ¿Por qué haría algo así? Lo que me intriga de todo esto es que ví como el conserje registraba el cuerpo del cadáver y se metía algo en el bolsillo...-

- ¿Que uno de los tipos que nos atacó se suicidó? - no puedo salir de mi estupor. Si, como dice Maurice, un coche estaba esperando a nuestros agresores, ¿para qué demonios iba a pegarse un tiro? - Eso no tiene sentido. Bueno, nada de esta investigación de locos tiene sentido.

Apuro mi café, pensativa. Mi compañero parece haberse tomado a guasa lo de la casa y la niña, pero no puedo quitármela de la mente. Cuando tenga ocasión de hablar con Erik, le preguntaré. Quién sabe, quizás haya tiempo incluso para pasar con el coche por delante del caserón tétrico... Sacudo un poco la cabeza, tratando de centrarme en la conversación.

Lo de que el conserje registrara el cuerpo y le quitara algo antes de que llegara la policía me resulta sumamente sospechoso.

- ¿Le dijiste a los agentes de policía lo que viste? Que el conserje cogió algo del muerto, quiero decir. - hago una breve pausa - Quizás podríamos preguntarle a él. Aunque resulta un poco siniestro - añado bajando la voz - no creo que esté involucrado en el ataque, ¿no? El tío simplemente es un conserje...

La conversación quedo ligeramente menguada al percibir dos figuras que bajaban de la planta de habitaciones a la planta noble. Eran el conserje junto a Erik. El último vestía con un traje sin corbata uniformal y a pesar del frío llevaba los primeros botones de la camisa desabrochados. Su seriedad podía resultar inquietante, pero su indumentaria y el olor a perfume de hombre podía resultar atractivo a cualquier mujer.

Miró a Bernie, y cuando los ojos se cruzaron éste cambió la mirada con timidez. Señaló hacia el conserje. -Jack me ha contado lo que ocurrió anoche. Encontrró esto en uno de los cuerrpos. Parrece que no sois los únicos que querréis encontrar ese barrco.

Sobre la mesita del desayuno lanzó una documentación a nombre de un tal Jans Olsen, pero no hacía falta excesiva perspicacia para darse cuenta de que se trataba de una burda falsificación. Dentro de la cartera también había un colgante de forma oval pendiendo de una cadena simple de plata. Por último un objeto de no menos interés lo dejó ver tras dejaros tiempo para examinar el documento, eran una llaves unidas a un pintoresco llavero, que las identificaban como pertenecientes al Motel Island, número de habitación 17.

Dirría que os están perrsiguiendo.-