Partida Rol por web

21 Diciembre 1994

Recibis una llamada de la Merrick, había un nuevo caso que investigar, en este caso os piden que vayais a ver una casa, al parecer parecía que dicha casa estaba bajo la influencia de una entidad maligna.

Hay un vuelo reservado para ambos con destino a Berna, el billete iba por cuenta de la Merrick. En el aeropuesto os recoge un caballero que afirma ser el dueño de la casa. El hombre que se presenta como Pierre Dubois os lleva en su coche hasta Sissach, que se encuentra a unos 60km. Pierre os paga el alojamiento en un hotel cercano

-Encantado, señor Dubois.

Leo un libro en el trayecto hacia el hotel para dejar nuestras cosas. Tenía la mente embotada y centrada en la librería. Una vieja opción llevaba en mi mente varios días, pero me resistía a aceptarla.

-Jack, ¿puedo hablar contigo un momento?

Iba apoyado con el brazo en la ventanilla y empeizoa a preguntar:

-Pierre, ¿qué sucede exactamente en la casa?

Me giro un momento y le digo a Nath:

-Claro, siempre puedes hablar conmigo, dime lo que sea.

Eché una mirada por la ventanilla. No le gustaba hablar de estos temas delante de desconocidos.

-Te lo diré en el hotel, ¿vale?

Crucé las piernas, acomodándome, y carraspeo. Me coloco el pelo engominado en su lugar mientras termino la última página del libro.

-Sin problemas, vamos a tener tiempo de sobras para hablar. Por cierto, ¿cómo te ha ido la vida estos meses? pareces mas delgado que antes.

Subí el cristal para escuchar mejor.

-El negocio no va demasiado bien. Al parecer la gente ya no lee como antes. Prefieren el cine o ver la televisión.

Solté un suspiro desfogado.

-De hecho, de lo que quería hablarte estaba relacionado en parte con eso.

El estrés me estaba pasando factura. Tener una presión constante en el pecho y el pensamiento de que quizás tuviera que cerrar la librería original de mi madre no era algo que ayudase mucho.

-La culpa es de internet, desde que el acceso es tan fácil, yo no he comprado ni un libro ni un cd ni tampoco una película. Ocupan menos y además, luego no son gran cosa.

Hacía frio incluso en el coche con la calefacción alta y me arropé con la gabardina mientras me hacía una bola.

-Lo sé. Pero no me sigo así, voy a tener que cerrar la librería que mi madre me dejó.

Eso era mucho peor. Él era el custodio de una herencia que su madre quería dejarles a sus nietos (en el caso de que encontrase a alguien que le soportase lo suficiente para tenerlos). No quería romperle el corazón y tener que decírselo.

Lanzo una mirada melancólica hacia el suelo.

-¿Y qué hay de ti? ¿Qué has hecho en este tiempo?

- La verdad no creo en esas cosas de fantasmas ni nada por el estilo, pero desde hace dos noches tengo pesadillas con fuego, el fuego empieza a expandirse rápidamente, pero a mi no me hace nada, hay sirenas, gente corriendo, intento ayudar a una mujer que está encerrada en una habitación, pero no me oye...- Pierre se calla y baja del coche cuando llegais al hotel, vais a recepción y os comunican que vuestras reservas han sido canceladas, os dan también un telegrama que ha llegado a vuestro nombre

Presentense inmediatamente en el hospital general de Edimburgo. Preguntar por Conrad Adams. Urgente.

Le echo otro vistazo. Era extremadamente raro. Justo acabábamos de comenzar una misión en Suiza, y de repente aquel mensaje. Debía algo realmente gordo si nos convocaban a la sede central en Edimburgo. 

-Lo sentimos, señor Dubois, pero tenemos que irnos. Lamentamos mucho el viaje que le hemos hecho darse. -estaba avergonzado por tener que disculparme así ante un hombre que estaba sufriendo.- Espero que pueda perdonarnos.

-Nosotros tampoco Pierre, no se preocupe.

Luego continué con la charla:

-¿Has pensado dar un giro a la librería y vender libros digitales?, podría ser la solución. Yo me he pasado varios meses trabajando cubriendo a un artista de poca monta, y adivina -saqué el pañuelo que me dejó en la granja de las vacas y lo hice una pelota para pasárselo- ya no doblo ropa.

Cuando llegamos y nos pasan el telegrama lo miro y digo:

-Tsk, nunca paramos ne un sitio ni dos horas. Vámonos.

Saco mi tarjeta de visita.

-Volveremos, pero si ve que va a peor, llámenos.

Hacía menos de media hora que habíamos salido de un avión para montarnos en otro... El mundo estaba loco. En el taxi, doblé con cuidado el pañuelo para guardarlo en el bolsillo.

-Me han ofrecido volver a la policía.

-Bueno, según el horario se puede compaginar los dos trabajos, en América es privada si no recuerdo mas, así que si puedes estar en los dos sitios. O eso o contratas al negro de la redecilla para que atienda la tienda todo el día.

Volví a sentarme, yo era muy paciente, era parte de mi trabajo.

-Aunque no se si también odio a la policía -dije sonriendo-

-Verás... ¿Recuerdas que hace años dejé la policía? Te lo dije, lo recuerdo.

Me mordí el labio.

-No sé si podría volver sin recordar cosas... Que sucedieron. 

Me tapé la cara con las manos, masajeándola. Llevaba un par de días sin dormir por ese asunto. Debía ofrecer un aspecto lamentable y derrotado, a pesar de que vestía impecablemente.

-Mi compañero Wulf murió poco antes de que me marchase. 

-Si, recuerdo el lamparazo cuando me lo contaste. -comenté tocándome la frente y palpando una pequeña cicatriz-

Dubois se pone pálido. Su mirada queda clavada en alguna parte, como si fijara los ojos en un objeto muy lejano. Sus manos comienzan a moverse de forma compulsiva y pronuncia unas palabras en voz grave, que desde luego no es la suya

- ...fffffffuegggggo...MMMMMeeerickk...Hastinnggs....MMMMMolayyyy...

Tras esto Dubois vuelve a la normalidsad en su rostro se puede percibir una enorme paz. Acto seguido os sonrie y empieza a desvanecerse hasta desaparecer por completo

Tomo aire profundamente.

-Su cuerpo nunca apareció. Sólo sangre suya por todas partes... Wulf... Wulf estaba de incógnito en una banda de ladrones de arte y contrabandistas, hasta que un día se cambió de bando. Robó todos los informes y documentos sobre la banda, y la lista de agentes infiltrados... Murieron veinte personas...

Bajo la mirada, apretando con fuerza los puños y la mandíbula.

-No sé si podría dejar eso atrás...

Miré el cuerpo como se desvanecía y apreté la mandíbula:

-Nathan, comienza el baile, ¿quieres ser mi pareja en este vals?

Noté el sudor helado deslizándose en la nuca. Comencé a recordar lo sucedido en Noruega, y quise salir corriendo. Pero no lo hice. Apreté la mandíbula.

-¿Qué hacemos? ¿Vamos a Edimburgo o nos quedamos a investigar? -me muerdo el labio.- Lo primero sería averiguar quienes son Molay y Hastings... Pero ha hablado de Merrick... -suelto un gruñido. Podía notar otra vez la sensación aplastante en el ambiente.- Deberíamos volver... Algo me dice que el telegrama tiene que ver.