Partida Rol por web

Greenwood tiene cerca de unos 5.000 habitantes. Es una comunidad tranquila que vive principalmente de la agricultura, aunque también hay una fábrica de muebles y un aserradero.

(Fábrica de muebles)

El clima es frío, las lluvias comunes, poca claridad, mucha nubosidad y el verde y ocre predomina en los parajes cercanos. El territorio y todas las extensiones son llanuras, exceptuando las colinas próximas.

(Entrada a GreenWood)

Las calles son amplias, tranquilas y polvorientas, no hay pavimentación.

Hay Lugares de interés (os contó el Doctor durante el trayecto) como el Ayuntamiento, que es a su vez la cárcel, formado íntegramente de madera y con diez celdas de ladrillo adosadas. Hay dos almacenes de suministros generales: El de "los inmigrantes" (donde compran los pobres) y "el bueno" (donde compran los de toda la vida). Hay algunas iglesias, incluyendo una presbiteriana de reciente construcción. También hay una escuela.

(Calle principal)

No hay teléfono, pero si telégrafo y la mayoría de habitantes circulas en calesas tiradas por caballos, aunque también hay algún que otro automóvil.

(Típico matrimonio de bien)

Al atardecer arribáis en la estación de Greenwood.

Clive, muy servicial, os abre los accesos y en varias tandas se hace cargo de vuestro equipaje. Se ausenta un momento y comprobáis como del vagón de carga desciende un automóvil que había sido cubierto muy delicada mente con una lona. Se trate de un Packard Presidential con capacidad para cinco ocupantes, y es para vosotros, por lo que os dice el criado. Walshingam a pensado en todo. Las miradas de todos los presentes se dirigen hacía en lujoso vehículo a la par que os miran y rumorean.

Mientras tanto, y más cerca de vosotros, dos hombres sucios y de mal aspecto os supervisan. Uno de ellos se acerca y os dirige la palabra.

Este hombre rezuma mal olor y desconfianza, poco respetable. Aunque tiene cara de buena persona.

-Por favor, Señores, os pido humildemente unos centavos para poder comer esta noche...- Dice cabizbajo, con cierta dificultad en la verba.

Rebusco en mis bolsillos unas monedas para darle al pedigüeño mientras miro de nuevo al jefe McNee. No recuerdo muy bien este aspecto de la ley, quizá el jefe de policía McNee pueda refrescarme la memoria.

Le doy los centavos mientras hablo.

Me suena que la mendicidad está prohibida en este estado pero no siento muy fiable mi memoria hoy. ¿Qué opina jefe McNee, debería denunciar a este hombre si estoy en lo cierto?

Con unas palmadas en el hombro alejo al mendigo antes que el jefe estalle y su ira pueda alcanzarle.

El viaje ha calmado los ánimos del jefe de policía, y ahora ha adoptado la actitud profesional que caracteriza a quien ha sido inspector durante largos años.

Esta no es mi jurisdicción, Bingham, y hacernos enemigos según llegamos no es el mejor modo de investigar nada. Recuerde que he pasado unos cuantos años en esto y ya conozco el procedimiento.

Edward mira alrededor con tranquilidad el pueblo mientras reflexiona. Este es un lugar bastante tranquilo, comprendo que a Whittaker le gustase venir aquí a descansar.

Bueno, caballeros, deberíamos hacer algunas preguntas rápidas a los lugareños por si tienen información, pero no demoraría mucho nuestra excursión al bosque. No dejo de pensar que cada minuto cuenta para la pobre Edith.

Bingham, quizá su amigo sea un buen punto de inicio. ¿Quiere hacer los honores?

Jefe, no crea que dudo de su capacidad profesional. Si usted realmente cree que podemos obtener información de este sujeto no tengo ningún problema en hacerle unas amables preguntas.

Sujetándolo a tiempo antes que se aleje mucho le retengo sin oprimir su brazo, lo justo para que me mire y vea lo que hago. Con cuidado extraigo del bolsillo un dólar y con él a la vista de sus ojos le pregunto.

Verá señor, necesitamos ayuda y me pregunto si podría usted hacer algunas tareas para nosotros. Como ve estoy dispuesto a recompensar su tiempo y dedicación. Esto es solo para que vea que no intento engañarle. Hace unos días vino el señor Whittaker y si usted permanece cerca de la estación habitualmente quizá le vio. Seguro que le conocía, venía a menudo aquí.

Miro al mendigo esperando alguna reacción o respuesta. Antes de profundizar quiero ver si se asusta, quizá la policía local ya haya pasado interrogando a todos y pueden mostrarse reacios a hablar del tema.

Muy al contrario de lo que pensabais, el mendigo no se había marchado, de hecho, no se había movido ni un ápice de su posición.

Vuestra charla os mantuvo tan abstraídos que ignorasteis totalmente la presencia de este pobre hombre. Cuando Bingham intentó agarrarle del brazo, os disteis cuenta de que seguía ahí.

Y seguí con las manos en posición de mendicidad, con los centavos sujetos por sus sucias palmas, con la boca abierta y los ojos abiertos como platos. Había permanecido en silencio, de la impresión, pues no era lo normal que unas personas de vuestras categoría le ofreciesen ni tan siquiera atención.

Como eludiendo tus palabras, casi sin tenerlas en cuenta, se dio una situación un tanto embarazosa.

-Gracias Señor, gracias muchas gracias. Hoy este hombre podrá comer y todo gracias a usted, muchas gracias-

El hombre casi se pone a llorar allí, agradeciendo el gesto de forma desproporcionada y absurda; Llegando incluso a arrodillarse delante de vosotros.

En ese momento, Clive, que estaba preparando el coche, se acerca a la medio carrera.

-Oiga, márchese ya y no nos moleste- Le despacha.

-Haría usted mejor en buscar un empleo en lugar de molestar a aquellos que son mejor que usted-

Escucháis unos ladridos y podéis comprobar como el Jefe de la estación, un tanto fatigado, entra en escena. El cucho que lo acompaña se detiene en los equipajes y comienza a dormitar graciosamente, como si la cosa no fuese con el.

-Disculpen caballeros, este hombre se llama Jack, es inofensivo... El pobre perdió la mayor parte de su capacidad mental combatiendo el la Gran Guerra, pero antes era una persona respetable, un querido profesor de nuestra comunidad...Es una pena-

Dice, incorporándolo delicadamente para alejarlo de allí.

Mientras tanto, el otro hombre con mala pinta, el otro mendigo acompañante de Jack que observaba desde la distancia se acerca airadamente.

Este otro mendigo, con un pintas un tanto amenazante con cara de pocos amigos se dirige a vosotros muy agriamente.

-¿Qué? ¿No hay nada para mí?-

El Jefe de la estación, en una rápida iniciativa, se torna hacia el y comienza a increparle.

-¡Largo Jocko! ¡Escoria! ¡Vago! ¡Mucosidad! ¡No te mereces ni el aire que respiras! ¡Debería darte vergüenza! ¡Mugroso!-

Ante la filípica del Jefe, Jocko se quedó a cuadros.

Lejos de marcharse compungido, arremetió contra el perro que dormitaba graciosamente sobre los equipajes, para saciar su frustración le propinó un puntapié.

El perro moteado y de orejas puntiagudas, el preferido del Jefe, lógicamente arrancó en gruñidos y se precipitó contra Jocko, el mendigo.

Se revuelve este en el suelo mientras observáis como el Gran Danés le inflige mordiscos y arañazos, ante la frialdad de todos los asistentes, que ni se inmutan.

Impresionado por la indiferencia general me dirijo al jefe de estación.

Por favor. Detenga el ataque del perro, va a matar a ese hombre o herirle gravemente y usted podría perder su empleo, no se arriesgue innecesariamente.

Espero que la alusión personal a algo que le importe sea suficiente acicate para que haga algo.

Además ese perro tendrá que ser sacrificado después, con esa suciedad lo más probable es que enferme de hidrofobia.

Y con esta motivación extra si le tiene algún aprecio al perro debería ser suficiente o este hombre no merece otra cosa que verse en el lugar del mendigo.

Dirk se queda mirando como el perro arremete contra el segundo mendigo. Una sonrisa aflora a su rostro, convirtiéndose en seguida en una cristalina carcajada. Cristalina como una docena de copas cayendo al suelo.
Mientras su colega se acerca a auxiliar al oloroso rufián, el capo mediático enciende un habano cubano y se ríe con crapulencia.

Jajajaj...jajajaja....Vamos, déjelo Robert. El perro solo le dará una lección! Jajaja!
Pfffst...como pueden dejar ésta basura deambulando por la estación. Va a llenar todo con su olor asqueroso...

Cuando logran alejar al perro, Dirk se acerca al primer mendigo, guiado por la curiosidad hacia el amable profesor tornado en demente...

Así que usté' fue un profesor antes de marchar a la gran guerra eh? Y que enseñaba antes? Le pregunta son sorna, arrojando una voluta de humo a su rostro.

Pronto el Jefe agarra el collar del perro para hacerle cesar en sus acometidas y retroceder.

Jocko, humillado por los chistes y comentarios, se incorpora como puede y comprueba que todo esté en su sitio, parece ileso.

No os da tiempo ni a pensar, cuando las palabras de Gently dirigidas al otro mendigo con aires de superioridad se ven mitigadas por una escandalosa actuación por parte de Jocko, el más chungo de los sin-techo.

-¡Sabandijas explotadoras! ¡Os maldigo! ¡A vosotros y a todos los que son iguales que vosotros!-

Todos los vecinos prestan atención al escándalo que el sucio pobre está montando.

-¡Asquerosos! ¡La revolución está próxima!-

En este momento la cordura de esta persona queda en entredicho.

-¡Cuando estalle, ÉL recordara quién estuvo a favor de los pobres y quién en contra!-

Se marcha, y Jack con él, pero se voltea para añadir algo más...

¡Los poderes del Pueblo son extensos...MUY EXTENSOS!

Todos parecen no darle importancia, pero sea por vuestro flamante automóvil, o por este incidente, pronto todos sabrán que unos extranjeros han llegado a la ciudad.

Clive se hace notar, situándose elegantemente en medio de todos.

-Curiosos personajes Caballeros...-

-Todo listo. Por portaré su equipaje hasta el coche y seré su chófer. Permitan que les recomiende el que pudiese ser nuestro lugar descaso, la casa de huéspedes "El Reposo de Amanda".-

Me quedo sorprendidísimo por las últimas palabras del tal Jocko.

¿Cómo dijo? ¿Los poderes del pueblo? Parecen las palabras de un sucio comunista. Quizá ese hombre o despojo debería estar en la cárcel.

Me aparto hacia el vehículo con profunda repulsión por mi debilidad momentánea que ha podido exponerme a un peligro mayor que la malaria o la peste. Me pregunto de dónde sacarán personajes tan peculiares en estos pueblos.

Sí Clive, por favor. Creo que necesito un buen baño para librarme de los rigores del viaje.

Me parece una gran idea, Clive. El Reposo de Amanda es una buena elección. Les gustará, señores.