Partida Rol por web

El Segundo Advenimiento.

4. El Monasterio de Caedus - Weihnacht.

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10/02/2013, 19:52
Aclamado Director

El Solsticio de Invierno acababa de tener lugar. El 21 de Diciembre se celebró en toda Gaïa la llamada festividad del espejo o la oscuridad perpétua. Ese día, la noche era más larga que cualquier otro día del año. Se celebró con respeto, sin festejos, pero con buena cara. Según algunos adultos o alumnos de cursos superiores era el momento ideal de los "Monstruos" para atravesar la entrada a Gaïa, pero según otros eran sólo supercherías. Aenea, sólo por si acaso, durmió con el colchón el suelo, abrazada a Resha. Se decía que el Señor dormía y por eso la oscuridad se cernía sobre el mundo, pero MJ se disfrazó de piel, fingiendo ser un zorro, y se dedicó a asustar a los chiquillos entre carcajadas.

Durante los tres siguientes días hubo tregua. No había entrenamientos. Sólo descansos. O al menos en teoría. Las clases extra seguían vigentes, y aunque Historia y Leyes se quedó casi desierta entrenamiento físico, forja y subterfugio siguieron teniendo sus adeptos, aunque nada comparable a Artes Sociales, que brillaba con nueva luz en aquellos días. 

Bronn al final resultó un ser un fantasma, metafóricamente hablando, pero un hombre paciente y eficiente, con calma y buen hacer cuando no había vidas en juego. Pidió disculpas a las Bourgeois por ser tan duro con ellas en sus circunstancias. El hombre acostumbraba a ejemplificar sus clases con historias disparatadas, cada vez más recargadas de espectacularidad, que muchos no creían pero que él defendía como la verdad. Y ante todo, Bronn demostró, si bien no dominar tantas armas como Maestro, versado de forma suficiente en casi todas ellas, ser un hombre de gran talento, con varios trucos en la manga.

Leonardo siguió en su línea, paciente y humilde. Ciencia era un pestiño, pero el hombre se esforzaba por hacer aquellas cosas complejas algo sencillo. Aún nadie había descubierto el secreto de las tablillas, pero él confiaba en que alguien hallaría la solución. Forja iba a su ritmo, con cada chiquillo forjando o decidiendo qué hacer, aunque cada vez eran menos en la segunda situación.

MJ citaba a los críos en lugares a cada cual más extraño, llegando incluso a dar clases sobre el tejado o sobre el muro, dejando ver la red de abadías, y alguna vez compartió clase con Petros, con el cual se llevaba sospechosamente bien. En efecto, Petros permaneció en el monasterio. Al preguntársele, decía que Maestro le había convencido para ello por asuntos que atañían a su vida privada. El progreso en el control del alma fue, para algunos notorio, y para otros, nulo. Pero desde luego, aprendiesen algo o no, esa clase y Subterfugio eran un juego y un descanso, por lo que todos la amaban en comparación con otras más severas.

Y qué decir de Artes Sociales. Blanchett era una mujer espectacular, que encandiló a todos los chiquillos en aquellas fechas. Avisó, otra vez, de que su examen sería totalmente práctico, e impredecible. Como lo eran sus clases a veces. El 25 de Diciembre, en contra de la rutina de los días anteriores, había una sola clase. Artes Sociales.

Tras una noche en vela, los críos sabían que el Mesías llegó al mundo en aquellas horas, y que a la mañana siguiente verían los regalos de sus compañeros. Algunos durmieron más que otros, la verdad. Pero a la mañana siguiente, tras un desayuno en tensión, expectantes, todos los críos fueron a la sala donde en teoría se debería soler practicar Artes del Suberfugio.

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10/02/2013, 20:06
Leona

Leona vestía las ropas del primer día. A lo largo de los meses había vestido a conjunto todos los vestidos elegantes imaginables, si bien se mostraba mucho más decorosa al respecto que Di Caela, vistiendo faldas largas y volandas por doquier. El verde parecía ser su segundo color favorito, seguido del morado y el verde. Aunque sin duda de rojo era como más deslumbraba, moteada en negro, con aquel traje sólo visto antes en la recepción, teniendo en cuenta que su vestuario era bastante extenso. Demasiado, quizá.

- ¡Pasad, por favor!- señaló con la mano, cambiando de frase a cada vez, conforme veía a un chiquillo asomarse a la puerta. La mujer solía permanecer sentada tras la mesa, aunque de vez en cuando se ponía a revolotear por la sala. Lucía una manzana roja en una mano, y la mordisqueaba de forma nimia de vez en cuando, más por el sabor que por comer de verdad. Sus pequeños colmillos se clavaban en la fruta, afilados, horadándola. Y es que a lo largo de los meses los críos habían notado que, si bien su mandíbula era perfecta, los caninos sobresalían ligeramente hacia abajo, más largos de lo normal aunque no en demasía.

La sala estaba completamente vacía, sobre las paredes reposaban las estanterías, y en una esquina, la mesa con su silla, pero no había más mobiliario. Sólo adornos florales, con una gigantesca cruz hecha de rosas contra una pared, bajo la cual se alzaban un sinfín de cajas pintadas en todos los colores, con un nombre sobre un papel escrito al borde de cada caja. La letra, dorada, era de Leona, sin duda. Ya reconocían su trazo.

Al abrir las cajas, para su sorpresa, los críos descubrirían que en su interior no estaban los regalos que recibirían, sino los que darían, con otra nota señalando el nombre de la persona a la que iban dirigidos, aunque fuese redundante. Ellos habían comprado esos regalos, y ellos tendrían el privilegio de darlos.

Lejos de ser algo capitalista, no era sino una forma de hermanarlos. Ya se podía ver a los guetos abrazándose, mientras los críos iban y venían. Tanto así que, cuando los nueve protagonistas entraron, Nicholas y Shelinne salían, con la segunda besuqueando al primero con premura mientras sostenía un par de guantes flexibles y blancos con su nombre bordado.

Aquello era Weihnacht, el día del Advenimiento.

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11/02/2013, 12:51
Kael

Kael había pasado este tiempo como siempre, pero algo en él había cambiado. 

Seguía teniendo días más irascibles que otros, dependiendo de si había vuelto a pasar la noche en vela o había conseguido dormir algo; pero se le veía con mucha determinación. Había tenido dudas, había tenido algunas crisis en las que no sabía que pintaba allí, había tenido varios momentos de flaqueza; pero todo ello fue antes de la noche de los difuntos. Ese día le demostraron que había gente que quería imponer su voluntad sobre la de los niños, y Kael se aferraba al dicho de "más vale malo conocido que bueno por conocer", además de que quería mucho a sus compañeros.

Se había preocupado por Elohim y había ido un par de veces a ver que tal estaba. Era de los pocos con los que apenas había hablado y tenía muchísimas preguntas que hacerle. Tenía la curiosidad infantil típica hacia aquel que creía que podría tener muchísimas respuestas para sus dudas y sus miedos.

Con Richard seguía con sus "duelos épicos" y hablaba un poco más con él las noches de insomnio, al menos hasta que Richard caía rendido y Kael hacía una de sus "fugas" por llamarlo de alguna forma. Durante estas fugas, Kael tenía mucho más cuidado, no fuera que ahora estuvieran más estrictos con la vigilancia y acabara cayéndole un castigo de esas normas que aún no había conseguido aprenderse.

Kael intentaba sonsacar a sus compañeros información sobre lo que pasó la noche de los difuntos, pero era difícil poder hablar de ello ya que casi siempre había alguien que no era de confianza o un profesor o alumno mayor que podría echarles en cara desobedecer al Rector, y Kael no quería que pasara eso.

El insomne comenzó a prestar muchísima más atención a las clases de Pietros, ya que se dijo que nunca más se sentiría desarmado ante una circustancia como en la que se encontró, asique se centró en esas clases y en las de MJ. No siempre podría enfrentarse a las cosas que le ocurrieran, pero se aseguraría de poder huir y, después, devolvérselas de alguna forma. También hay que decir que estas clases le eran las más divertidas, pues los profesores solían hacer las cosas más entretenidas.

En la clase de Forja intentaba entender todas esas cosas complicadas y, de vez en cuando, se le ocurría alguna teoría sobre el como funcionaban esas malditas tablillas, pero no eran correctas o las descartaba el mismo por ser algo que no tenía ningún sentido. En esta clase decidió que haría un cuchillo para usar el mango de aquel que cogió para defenderse la "noche de autos", se dijo que lo crearía y lo tendría como recordatorio de lo que puede haber fuera.

Tras todo esto llegó el día del Advenimiento y ese día solo tenían clase con Leona. Kael tenía sentimientos contradictorios respecto a esa clase. le encantaba la profesora y se quedaba idiotizado mientras esta hablaba; pero normalmente se abstraía que no se enteraba de que hablaba y, cuando le prestaba atención, se aburría muchísimo. Pero este día era diferente.

Cuando vio los regalos fue buscando el que tenía su nombre, ilusionado y nervioso, lo abrió y se ilusionó mucho al ver que era el regalo que había comprado él. Después de todo lo que pasó aquella noche no sabía que había pasado con ellos. No sabía si los tendrían o ellos no entregarían regalo siendo así la vergüenza del monasterio. pero estaba allí, asique lo cogió y dando pasitos rápidos se acercó a Aenea, a la que dio un par de toquecitos en el hombro.

-Feliz día del Advenimiento, Aenea -dijo sonriendo ampliamente y ofreciéndola su regalo.

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13/02/2013, 18:27
Gilbe Klimb

Gilbe no era un niño especialmente risueño, eso ya era sabido por la mayor parte de los alumnos y los profesores del monasterio. A veces su seriedad era malinterpretada y se confundía con mal carácter, pero no era así. Disfrutaba de la compañía de sus compañeros y agradecía tener con quien hablar durante los duros días en Caedus sin embargo no era alguien que profundizara en sus relaciones ni que se abriera a los demás.

La noche en Albión que tan significativa había sido para la mayoría de los niños no había pasado factura en el alumno ciego. Él había ayudado a atrapar a uno de los agresores, pero para Gilbe no era algo más meritorio que lo que otros habían hecho luchado contra adultos. Algunos le decían "lo tuyo sí que tiene mérito", haciendo alusión a su ceguera, pero Gilbe no les respondía, pues en cierto modo es como si le etiquetaran como a un inferior que se había puesto a su altura.

Durante los días que sucedieron a la excursión Gilbe mantuvo una relación distante con las gemelas Bourgeois. Las había apreciado antes de ese día pero su comportamiento similar al de un bebé había puesto en peligro a todos, especialmente a Kael, y eso le había decepcionado.

Tampoco habló con Elohim. No había hablado con él hasta entonces y no lo hizo después. Ver al niño-santo, al niño-ángel, le producía un dolor difícil de describir... Su feliz inocencia, su bendición divina, hacían un contraste demasiado fuerte con la vida y la ceguera de Gilbe. Sin llegar a odiarle no era una persona que tuviera en gracia y aunque le aceptaba no se moría por estar con él a solas.

Fue con Richard, Resha y Kael con quien más tiempo pasó, ya que en cierto modo era con quien más tiempo había convivido hasta el momento. También coincidio con Ace y con Aenea, pero en menor medida y tal vez de un modo más ligero. 

Grande fue su sorpresa cuando el día del Advenimiento se encontró con que al final, los regalos que compraron justo antes del ataque, sí iban a ser entregados... Él ya se había olvidado y no le hizo mucha gracia que su regalo fuera entregado. Se acercó hacia donde había ido Kael y cogió el suyo, con un cartelito en braille. Al abrirlo descubrió que dentro estaba el regalo de Juliette. Haciendo un esfuerzo por no montar una escena como el primer día se relajó como cuando estaban en clase con el profesor Salieri y esperó a oír la voz de la niña para entregárselo. 

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13/02/2013, 19:18
Juliette Bourgeois

El tiempo había pasado bastante rápido... desde el incidente de la salida no se había vuelto a hablar de aquello, o por lo menos se tapaba todo mucho más que antes.

Juliette había recuperado a su hermana, por lo que era visiblemente feliz, pero por otro lado se había dado cuenta de lo enfermiza de la situación y intentaba poco a poco despegarse de su gemela por mucho miedo que le diese... Por lo menos podían hablarse y saber que estaban bien.

Pocos días después del "incidente" decidió ir por su cuenta a hablar con Bronn, sola, sin Charlotte. Lo pasó mal durante largo rato, pero hizo lo posible para no salir corriendo a buscar a su hermana. Era la hora libre así que supuso que el profesor Valiant se encontraría en el patio de entrenamiento, ordenando las armas y equipamiento que se habían utilizado en las clases, y hacia allí se dirigió. Efectivamente allí se encontraba, haciendo su trabajo...

Hhola profesor.- La niña se dirigió tímidamente al gigante que se encontraba frente a ella -. Solo quería pedirle disculpas por como me porté el día de la salida... Ya una vez me separaron forzosamente de Charlotte y desde entonces ambas tenemos miedo a que nos vuelva a pasar lo mismo.- Dijo con tono claramente compunjido -. Siento haber sido una carga y espero que pueda perdoname... perdonarnos.- Corrijió, movió la cabeza como pidiendo permiso para retirarse, y volvió sobre sus propios pasos.

Los meses siguiente transcurrieron deprisa, como todo en aquel lugar, los días eran cortos e intensos. Siguió intentando depender menos de Charlotte y todos los días intentaba obligarse a pasar un rato sin ella, pasando mucho miedo en el proceso... pero día a día lo conseguía. Empezó a relacionarse más con sus compañeros, aunque no demasiado... les había fallado al ser una carga para ellos el día del asalto y le daba vergüenza que le recriminaran el no haber hecho nada por ayudar... Aunque si no hubiera sido por la conexión mental con su hermana ¿Quién sabe como habrían acabado las cosas?.

En cuanto a las clases, como la mayoría podrían haberse dado cuenta, la niña no era lo más lista del mundo. Se esforzaba todo lo que podía yendo a la biblioteca con aquel grupo de estudio que habían formado las gemelas y algunos compañeros, entre todos se ayudaban y hacían de las materias algo más llevadero. Había pocas clases en las que se la viera a gusto o contenta... La clase de Leona le encantaba, admiraba muchísimo a la profesora y se implicaba en cualquier tarea que les mandara a hacer en clase, aún no se había atrevido a cumplir con su "tarea especial" pero todo se andaría. Las clases con el profesor Valiant se le hacían mucho más fáciles ahora, el verlo como una persona más cercana a ella le ayudaba y mucho. La clase de Forja le resultaba divertida, hacer manualidades era divertido... no así la parte de ciencia, pero era algo necesario. En otra clase en la que se la veía a gusto era en la de subterfugio, quizá porque MJ la hacía divertida y eso le llamaba la atención, a veces era más un juego que una clase de verdad... Y en las clases de Alexander, no se podían comparar con las demás, ahí estaba en su salsa, era algo que se le daba bien y que podía mejorar con la práctica así que cada día se le daría mejor, en esa si que estaba feliz.

Y sin esperarlo siquiera llegó el día del advenimiento, la niña había visto como el profesor Valiant le entregaba los regalos a Richard, y éste se lo entregó a ella uno de los días en que la encontró sin Charlotte... la niña supuso que debía ser un secreto así que con una risita de complicidad lo recogió y lo llevó a su habitación para esconderlo. Días antes lo había envuelto y se lo había entregado a quien se hiciera cargo de los regalos para que los colocara con el resto, así que aquel día solo tuvo que buscarlo y entregarlo... Pasito a pasito con el regalo tras la espalda se dirigió hacia su compañera Resha y con una amplia sonrisa se lo ofreció a la misma vez que la felicitaba.

Feliz día del advenimiento Resha, espero que te guste.- sacó la lengüita en señal de burla y acto seguido le guiño un ojo esperando que recogiera aquel regalo que había conseguido para ella.

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13/02/2013, 20:46
Resha

A Resha se le había pasado ese tiempo volando. Aún la costaba despertarse, pero al menos, Aenea había descubierto como despertarla sin cuasiahogarla con un almohadón.

Las clases y la vida en el monasterio era como siempre. Práctica, estudio, dormir agotada... práctica, estudio y dormir agotada. Parecía que el tiempo se le escapaba de las manos, sobre todo en las clases de la Santa y de Renata. Las de la primera porque había visto a su ayudante en acción y se dio cuenta de lo útiles que podían llegar a ser y las de la segunda porque le gustaba bastante lo que enseñaba en general.

El tiempo fue pasando y llegó el Día del Advenimiento, y en la clase de Leona se entregarían los regalos, esos regalos que había guardado el día de la excursión.

Se dirigió con los demás a por los regalos que deberían entregar cuando Juliette la sorprendió dándola un regalo- ¿Para mí? Vaya muchas gracias -dijo mientras intentaba coger la caja mientras tenía en sus bracitos el regalo que tenía que entregar- ahora mismo vengo y lo abro contigo delante, que antes tengo que entregar el regalo -dijo con una de sus mayores sonrisas mientras hacía lo imposible para coger el segundo paquete- Giiiilbeeee -canturreó mientras se acercaba al niño ciego- este es tu regalo, feliz día del Advenimieto -dijo mientras le ofrecía el paquete.

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14/02/2013, 02:05
Ace Velvet

 

¿Por qué es tan fácil que una sonrisa se desvanezca? Hasta aquel momento, la sempiterna expresión alegre de Ace había sido el trecho más característico del pequeño. Pero durante aquellos meses simplemente fue desapareciendo. Quizá comenzó el día en que los pequeños salieron del monasterio.

Durante la estancia de Elohim en la enfermería, Ace lo visitó siempre que pudo y durante todo el tiempo que le fue posible. Su carácter se agrió un poco, y se fue volviendo reflexivo y ausente. Aquellas noches que pasó solo en su habitación apenas durmió. Sólo podía dar vueltas sobre la cama y pensar.

Aunque su actitud amable se había mantenido, se tornó serio con el tiempo. Comenzó a dedicar más tiempo y esfuerzo a su aprendizaje. Refinó lo que pudo su esgrima, y trató de hacer todo lo posible por mejorar en forja. Su idea no era la más creativa, ni por asomo, pero al menos quería llevarla a cabo bien. Quería forjar una espada más liviana que las que estaba acostumbrado a usar, sin embargo no era para blandirla con las manos.

Sin duda, su mayor frustración había sido la clase de Artes Mentales. Tenía un don, sin duda, pero estaba bastante atrasado en comparación a las gemelas. Podía mover cosas muy livianas por el aire, pero le costaba grandes esfuerzos. En uno de sus entrenamientos con Elohim se le ocurrió la disparatada idea de que podría luchar moviendo su espada por el aire para llegar más lejos, pero aquello le era imposible. No solo pesaba demasiado, sino que le costaba horrores controlar lo que movía.

Ace siguió ensombreciéndose, pero no discutió con nadie acerca de sus inquietudes, ni con Elohim, aunque seguro que él lo intuía todo.

Respecto a sus otros compañeros, se relacionó mayormente con los chicos, aunque durante las clases de Artes Mentales llegó a sentir algo de complicidad con las gemelas, a las que admiraba por su dominio de la mente. Pero el pequeño pensaba tanto en sus cosas que se había vuelto reservado.

Él ya sabía algunas cosas del lugar en el que estaban, sabía en qué se convertirían al final, y meses atrás lo había aceptado con toda la felicidad del que ve cumplido su sueño. Pero con el tiempo se dio cuenta de que no podía ser igual de tonto e inocente.

Finalmente llegó el día del advenimiento, y llegaron días de descanso. Ace los pasó entre nervioso y pensativo, sin saber exactamente qué hacer si no seguía la rutina. Cuando era la hora de dar los regalos, Ace fue a buscar el paquete que llevaba su nombre. Al ver aquel regalo que él mismo había escogido meses atrás el calor volvió a su corazón como pocas veces había sucedido en todo aquel tiempo. Sonrió ampliamente y recordó que aún había lugar para lo bueno en aquel sitio. La Inquisición no iba a devolverle la sonrisa, tenían que ser sus propios actos.

Se encaminó hacia Kael y le tendió su paquete.

- Feliz día del Advenimiento, Kael – dijo. Su tono relajado y divertido contrastó enormemente con aquellas palabras tan serias que solía decir – Ya ni me acordaba de qué te había regalado. Pensé que te iría bien, porque… vaya…  - se rascó la cabeza mientras sonreía – Mejor te lo digo cuando lo abras.

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14/02/2013, 03:23
Aenea Hollen

 

A Aenea no le sentó tan mal el súbito cambio en el monasterio, ni la idea de que tardarían un tiempo en volver a salir como a los otros niños. Siendo quien era ella y su padre, había visto en numerosas ocasiones su libertad reducida porque su padre sospechaba que algo la rondaba y ella había acabado por aceptar que aquellos cambios en su libertad personal eran necesarios.

Pero notaba la ausencia de sus profesores y  la tensión en el ambiente, que se reflejaba en el resto de sus compañeros, que se veían frustrados al saber que no iba a haber más salidas en un tiempo. Y quizá por empatía ella empezó a sentirse igual.

Pasó muchas de sus horas libres en la Enfermería con Elohim, hasta que este se recuperó. Algunos días iba acompañada de Resha, y la mayoría se encontraba allí a Ace, velando por su amigo. Aenea buscó, con ayuda de ellos tres, las posibles Sheeles que Elohim creía que habían en la enfermería, pero no encontró nada. Aun así la búsqueda fue divertida.

Ver que el angelito se recuperaba adecuadamente reconfortó su corazón, puesto que sabía que estaba así por protegerlas a ellas, y Aenea creía que Resha sentía lo mismo. Su relación con su compañera de cuarto, que no era precisamente mala al empezar, mejoró mucho, y Aenea se preocupó de preguntarle todo tipo de cosas sobre las habilidades que mostró aquel día.

En cuanto a las clases... El cambio de Bernadette por Evangeline mejoró mucho su relación con esa amada/odiada asignatura. Al principio le molestó un poco que Bernadette la pusiera como ejemplo delante de toda la clase, porque no quería ser la "favorita" de nadie... Pero sus compañeros la aplaudieron, no abuchearon, y además aquello casaba con su idea de hacerlo lo mejor posible para demostrar que era buena.

La clase de forja iba viento en popa. Ya había decidido qué quería hacer, su proyecto no era especialmente difícil, lo cual le daba margen a preocuparse por los detalles del mismo. Aun no sabía cómo funcionaban las tablillas, pero no dejaba de decirse que tarde o temprano la inspiración vendría sola.

El día de su cumpleaños - el veinte de diciembre - pasó sin pena ni gloria, porque no le quiso decir a nadie que era una fecha especial. Aun así, algún profesor lo sabía y le llegó una tarjeta a su cuarto, junto a otra de su padre.

Entonces llegó el día del Advenimiento y todos encontraron unos preciosos paquetes de regalo sobre sus pupitres. Aenea se acercó al suyo y lo palpó, lo justo para descubrir que no era para ella, sino el regalo que había comprado para otro. Echó una ojeada a su alrededor y vió como todos empezaban a intercambiar regalos, justo a tiempo de ser sorprendida por Kael, que le traía uno.

EL primer instinto de Aenea fue ponerse roja, puesto que el suyo no era para él. Por alguna razón se había imaginado que los emparejamientos en los regalos serían mutuos, así que le supo mal no tener nada para el pelirrojo, pero enseguida se sobrepuso. Todos lo estaban haciendo así que alguien tenía, por lógica, un regalo para Kael. Y cuando ella diera el suyo a quien debía dárselo, no tendría ninguno para ella. Bueno, ya daría su regalo después de abrir el de Kael... ¡Porque no le faltaban ganas de abrirlo!

- ¡Muchas gracias Kael!

Sonrió, ya menos azorada, y luego se afanó a abrir el regalo que le tendía con avidez y curiosidad.

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14/02/2013, 08:41
Kael

En el momento en que Kael estaba espectante de ver la reacción de Aenea, Ace apareció ofreciéndole un regalo- ¡VAYA! ¡MUCHAS GRACIAS ACE! -gritó entusiasmado mientras cogía el paquete- pero primero veamos la reacción de Aenea.

Cuando Aenea abrió el regalo, vio en su interior una pequeña flauta, no estaba muy ricamente decorada, pero tenía algún detallito y al menos era más que un palo hueco con agujeros- espero que te guste -dijo Kael con una sonrisa- ¡Y AHORA A ABRIR EL MÍO! 

Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, mandando un poco lejos los procedimientos y protocolos que les había enseñado Leona, pero era un niño y estaba ilusionado. Con gran entusiasmo abrió la caja mientras pensaba- ¿Qué será? ¿Qué será? -estaba bastante ilusionado y nervioso por ver su regalo cuando abrió la caja...

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14/02/2013, 10:46
Gilbe Klimb

La voz de Julliete sonó a sólo unos pocos pasos de distancia, al parecer estaba dándole su regalo a Resha. Cuando el chico fue a acercarse hasta ella para darle su regalo Resha le interceptó con su voz añiñada y cantarina.

Al parecer habían hecho un triángulo de regalos, él le regalaba a Juliette, ella a Resha y Resha a él.

Resha le puso un regalo en sus manos, estaba dentro de una caja, igual que el suyo. Y algo que Gilbe pensó que sería imposible ocurrió: sentía curiosidad por saber lo que había dentro, y a su vez la curiosidad se convertía en una ligera ilusión... Lo más cercano a un regalo que le habían dado eran limosnas y mendrugos de pan, saber que Resha tenía algo para él le gustaba, por extraño que fuera ese sentimiento en él.

- Ahm... Ehm... Gracias, Resha. - Le dijo algo incómodo. Mientras, aceptaba el regalo con una de sus manos y con la otra le apretó ligeramente la de la niña. 

- Yo... Tengo que darle mi regalo a Juliette, ¿te parece que lo abramos a la vez? - Dijo mientras le indicaba el camino hacia la gemela.

- Toma Juliette, esto es para ti. - El niño le tendió la caja, estaba serio, su ilusión se había esfumado.

Cuando Juliette abriera la caja encontraría dos palitos labrados en madera para hacerse coletas en el pelo, punto, o, y para esto se lo había regalado Gilbe, para que los tomara como patrón para su proyecto de forja. Junto a las varillas también había una cinta blanca que su hermana le había recomendado comprar en la excursión, entre sollozos, por supuesto.

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14/02/2013, 13:43
Charlotte Bourgeois

Tras el incidente del que nadie hablaba las gemelas Bourgeois no volvieron a ser las mismas, algo en ellas había cambiado. Durante los días venideros, Charlotte se mostró más fría y distante de lo que ya de por sí era con el resto de compañeros y profesores, incluso algunos jurarían que con su propia hermana, algo inaudito. Parecía una autómata, andaba por los pasillos de clase en clase, abrazando sus libros y con la mirada al frente, si no estaba en clase estaba en la biblioteca o la enfermería y cuando no, en su habitación. En las horas libres nadie la veía jugar, pasear o cualquier otra clase de actividad típica de esperar. Los más empáticos podían vislumbrar en su mirada una mezcla de miedo y fuerte determinación.

Se concentró especialmente en las clases teóricas, era algo que la mantenían muchas horas entretenida y que realmente le gustaba. Era bien sabido y algo que no había cambiado del todo que no era ninguna atleta, sin embargo trabajó con todo el ahínco que le era posible para superar aquellas materias, pues ahora las miraba desde otro punto de vista.

Parecía asistir a más clases de las que tenían planificadas a lo largo de los diferentes días, frecuentaba el aula de Leonardo. En varias ocasiones, cuando los muchachos visitaban a Elohim en la enfermería se encontraban con ella sumergida en algún libro sentada en un taburete cerca de Renata. También se dirigía alguna que otra vez fuera de horario a la clase de Mary Jane así como pasaba tiempo de más empatando clases de Therestia con su tiempo libre.

Deambulando por los pasillos en sus idas y venidas se topaba de cuando en cuando con Gilbe, reduciendo el ritmo de sus pisadas hasta casi detenerse, compungida,con la intención aparente de querer decirle algo sin embargo, aquellas palabras que, sueltas y desordenadas en su mente, nunca llegaron a producir discurso alguno, ya llegaría el momento.

Se esforzaba en todas las asignaturas, pero en la que más notorio se hacía era la clase de Artes Mentales. Forzaba su potencial por encima de lo que le resultaba posible, llegando al extremo de la fatiga psíquica; acababa las clases extenuada, al borde de la inconsciencia y siempre con algún reproche por imprudente, pero en el fondo Alexander sabía por qué hacía lo que hacía, muchas veces el fin justificaba los medios y ella quería mejorar a cualquier precio.

El tiempo nunca era suficiente para Charlotte, deseaba que los días tuviesen más horas para poderlas aprovechar, sin embargo no era algo posible, por lo que el calendario se esfumó entre sus cuentas: planificaciones de estudio, tareas, trabajos, clases extra y lectura ociosa. Los días festivos le ofrecieron un pequeño respiro del que hizo caso omiso, pues no se apartó de los libros ni dejó de ir a sus clases.

El día del Advenimiento se planteaba de manera diferente al resto, parecía una festividad importante para quebrar el horario de aquella forma. Sólo disponían de una clase en todo el día y a ella se dispuso a ir, diligentemente como cada mañana.

La señorita Blanchett, impecable como siempre, les instaba a entrar en la clase con una efusividad quizás mayor de la habitual, la mosca rondaba tras la oreja de Charlotte. Se hizo evidente en cuanto los niños empezaron a atravesar el portal entre exclamaciones y muecas de alegría, algo habían preparado.

Para sorpresa de Charlotte, la clase había sido vaciada casi por completo, dejando sitio para una hermosa cruz hecha con flores de diferentes tonalidades y variedades que alegraban el aroma a húmedo que rondaba por los pasillos, la mesa de la profesora con su respectiva silla, las estanterías con sus libros de siempre y...¿cajas de regalos?; los había olvidado por completo.

Los críos empezaron el alboroto, tomando cada uno las diferentes cajas y, con gesto sorprendido, le dedicaban su contenido a otros. Parecía que les habían regalado la posibilidad de festejar aquel día, pudiendo dar de primera mano aquel detalle que habían adquirido en la feria del día del silencio; por un momento, la pequeña se quedó petrificada en el umbral de la puerta, ensombrecida por los recuerdos. Tras pasar el pequeño lapsus, dedicó especial atención a las distintas reacciones y expresiones de los niños al dar y recibir los regalos, era algo que le costaba exteriorizar y esperaba no resultar hostil, seca o desagradable con sus compañeros en aquel entorno social obligatorio.

Rezagada, se acercó con cautela hasta la pila de cajitas descubriendo una de ellas con su nombre, ante lo que pudo verse un leve gesto de confusión. Al abrirlo, con mucho cuidado y poco a poco, esperando ver por una rendija lo que pudiera haber en el interior, se dio cuenta; sonrió aliviada, pensaba que sería la única a la que no le iban a dar el regalo en persona.

Se detuvo un momento, rebuscando entre sus bolsillos, para dar con media hoja de papel un poco arrugado y una pequeña pieza alargada y cilíndrica, de color oscuro. A espaldas de los demás y con el disimulo que pudo, escribió algo en el papel y lo preparó para que al presentarlo no pasara desapercibido.

Entre la multitud buscó con disimulo aquella melena oscura, estaba allí, cerca del grupo que habían formado desde que empezó toda aquella historia. Tímida y cabizbaja, se acercó al muchacho y le tendió la caja, de la que pendía una nota enrollada al final de un cordel que salía del interior.

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14/02/2013, 14:04
Elohim

El día del Advenimiento había llegado.

Era una extraña ironía que precisamente Elohim no hubiera pensado en él, más por el significado que para el pequeño ángel tenía. Se sorprendió cuando les dieron tiempo libre los días anteriores, sin siquiera haber reparado en que se acercaba aquella fecha tan señalada. No en vano, el carácter del chiquillo había cambiado ligeramente desde "aquel" día.

Los días en la enfermería no fueron fáciles exactamente. A pesar de la compañía que tenía constantemente, pues tanto Ace, su gran compañero, como Aenea y Resha, con las que había comenzado a formar un fuerte lazo, no dejaban de visitarle haciendo de su convalecencia algo más llevadero; Elohim no podía dejar de pensar en aquel sueño, en ese hombre que le habló aún siendo claro que no estaba presente... físicamente.

Su mente, ya de normal llena de ideas fugaces y preguntas se nubló, concentrada en el significado de las palabras de aquel Rubio. Misteriosas... sin duda.

Sin embargo cuando se recuperó no tardó en recuperar el ritmo de vida. Las clases de Dones Divinos, esta vez con Bernadette, seguían siendo sus preferidas. Ahí es donde el poder de Dios se manifestaba y de las palabras de la profesora podía comprender mucho mejor el porqué de su funcionamiento. Eso sí, siempre tenía que comprender por sí mismo como funcionaba en su caso, pues parecía ser... especial. Pero no había problema, se esforzaba y cada vez sentía que su energía interior crecía, así como su comunión con el altísimo.

Otra clase en la que siguió dando mucho más de lo que tenía fue la de Bromm. De nuevo acabó varias veces en la enfermería gracias a su delicado físico pero se negaba a darse por vencido. Sus habilidades con la lanza fueron mejorando las que, combinadas con su don innato para poder volar hacían de Elohim un caballero celestial, sin montura. También parecía tener bastante buena puntería, usando los arcos de madera era bastante hábil con ellos llegando a acertar en las dianas incluso mientras volaba. Se podría decir que intentaba no depender de aquel poder divino que cuando lo usaba quedaba para el arrastre. Aunque pareciera que le gustara ir a la enfermería, a judgar por la cantidad de horas que el chiquillo pasaba allí, prefería estar sano.

A pesar de que su cabeza era brillante, debido a todas las nubes de tormenta que se habían formado dentro de ella en las clases más teorícas sí que flojeó un poco el pequeño durante el resto del tiempo. A pesar de que Leonardo le parecía un hombre brillante y educado no fue nunca a comprobar el motivo de las tablillas ni parecía tener muy avanzado el proyecto de su flauta. Al igual que en historia y leyes, no era fácil en ese momento para el pequeño memorizar.

Pero lo que sí creció, aparte de cualquier penuria que pasara, fue su relación con Ace. Cada vez sentía que podía confiar más en aquellos ojos azules. Había ocasiones en las que mirarle era como mirarse a si mismo, sólo que en otra persona. Sentía una empatía bárbara con él, y quizá también fuera este el motivo del bajón emocional del pequeño. Veía a Ace... no triste... pero relativamente apagado y eso le afectaba. No fueron pocas las noches que se de despertaba de madrugada y se quedaba mirando a Ace mientras le acariciaba el rostro pensando qué es lo que ocurría entre ellos.

Con Aenea, sin embargo, fue todo lo contrario. Algunos domingos se encontraban al aire libre, observando la forma de las nubes y en esos instantes las conversaciones volaban, guiadas por la imaginación y las bromas relacionadas con lo que en el cielo podía leerse. ¿Aquello era un gato?¿En serio había un...?¿Como decían en la clase de ocultismo? ¿Estaba bajando otro ángel del cielo?

El tiempo había pasado, y el día del Advenimiento había llegado.

Y sin embargo, cuando Elohim despertó aquella mañana del 25 de diciembre no recordaba que esa fecha era muy especial para él. Miró a Ace y sonrió con inocencia, con ilusión, con la única expresión que puede tener un niño en un día como ese. Aquel era su cumpleaños. ¿No es coincidencia que tuviera que cumplir años precisamente ese día?

Entró en la clase de Leona ilusionado pensando en qué podía haber y se encontró, para su sorpresa que los regalos serían la tónica de ese día. Realmente ilusionado, recordó lo sucedido en el día del incidente y que él no había podido traer aquel regalo que había escogido. Esperaba que o bien Bernadette o alguna de las chicas hubiera recordado lo que había escogido.

Llegó a su caja, y para su sorpresa se encontró que dentro de ella no había un regalo para él, sino que estaba el presente que él iba a entregar al chico que le había tocado. Sacó una caja alargada, mucho más larga que alta y ancha y acarició su cubierta con suavidad. Se dio la vuelta, buscando a su objetivo para encontrarle no muy lejos de él. 

La sonrisa del ángel creció sin quererlo y las alas se estiraron un poco, también involuntariamente cuando Elohim se acercó a Ace.

-Feliz día del advenimiento,-dijo mientras le acariciaba el pelo con su mano enguantada.-Espero que te guste, ¡casi me muero por conseguirlo!

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14/02/2013, 21:28
Resha

Resha miró con completa admiración el regalo para Juliette de Gilbe.

-Huaaaaala, es precioso-se emocionó la niña abriendo mucho los ojos, después, dirigió la mirada hacia su cajita y la alzó para mirarla desde varios ángulos.-a veer....-canturreó abriéndola, pero antes de asomarse a su interior escuchó a Elohim y volvió la cabeza con brusquedad-¡ELOHIM!-le reprendió con dureza. Después de volver de la desastrosa excursión, Resha no aceptaba bien algunas cosas que, hasta entonces, habría encajado con una sonrisa inocente no exenta de cierta condescendencia.-Perdona Jul, a ver...-repitió de nuevo sacudiendo la cabeza haciendo bailar las largas coletas, que rozaron a Gilbe y a la muchachita pelirrosa- Gilbe, tienes que abrirlo y a la de tres yo diré cual es el regalo que me ha hecho Juliette y tú...-hizo una pausa, por inercia iba a decir "mirarás el tuyo" pero claro, Gilbe no podría hacer eso- tú tienes que decirme si te gusta el tuyo.

Resha esperaba de todo corazón que su cajita de música le gustara a Gilbe, y que, por encima de todo, éste pareciera sentirse menos solo de lo que parecía sentirse en ocasiones.

-¡Tres!-dijo haciendo trampa asomándose para mirar su regalo.

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14/02/2013, 21:47
Aclamado Director

Leona permanecía algo distante, pero vigilante, ante la actitud de los chiquillos. Les dejaba hacer una mirada afilada de reojo y las manos cruzadas entre sí, con la manzana entre los dientes. O eso hacía de vez en cuando, pues una vez acabó de comérsela la guardó en el interior de un paño, probablemente para tirarla en las cocinas más adelante, como correspondía.

- Conforme vayáis acabando, sin prisa, pasaros por el Jardín de las Rosas, en el exterior- dijo en general, mirando a los chiquillos como si la cosa no fuera con ella-. Pero eh, no se os ocurra moveros hasta haber acabado de disfrutar los regalos y agradecérselos a quien os lo ha elegido.

Resopló, pesada, dejándose caer sobre el asiento. Esperaba que aquello fuese un mensaje velado. No tenía ningunas ganas de que los chiquillos estuviesen pendiente de lo que se les venía luego, ni por asomo. Pero tenía que decirlo por órdenes de arriba, a quienes no importaba el descanso.

Aquello sería duro, y no en poca medida, pero era cosa del futuro. Más valía alimentarlos con el verdadero espíritu de Weihnacht antes de que lo hiciesen con el de la Inquisición, fría y eficiente. Una prueba de fuego para comprobar el estado de su entrenamiento, no físico, sino mental. Su lobotomía, por así llamarla de forma cruel.

Pero, ajeno a ello, Petros entró en la sala, vestido en tono verde y blanco cual abeto en pleno invierto, con una ropa larga que caía por el suelo arrastrando cual capa de príncipe. Portaba una pequeña caja de igual modo en las manos. Por suerte, llevaba una capucha pese a estar en un sitio cerrado, a través de la cual podía dejarse ver que el cabello, a diferencia de lo normal, lo llevaba suelto y no en una coleta.

Dejó la caja sobre la mesa de Leona, esperando a que la abriese. Aquello significaba que, al final, los adultos, o por menos algunos de ellos, también emulaban la costumbre inculcada a los chiquillos. Y la capa no era sino una forma de no llamar tanto la atención teniendo en cuenta su presencia ultraterrena de estilo y perfección. Porque no quería arruinarle el momento a los críos y quitarles protagonismo, básicamente.

El rubio venía a darle su regalo a su rubia, y eso haría. En público, pero sin florituras. Que fuesen abrieron los alumnos sus regalos. Los necesitarían en mente un rato más tarde.

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15/02/2013, 00:14
Juliette Bourgeois

Gilbe le había tendido su regalo sin muchas ganas...

¿Qué le pasa a gilbe conmigo?.- Se preguntaba la niña al ver lo seco que había estado Gilbe con ellas los meses después del incidente -. ¿Que he podido hacer mal? .- De repente la niña cayó en algo -. Claro, Gilbe es un chico solitario y fuerte, a lo mejor le sentó mal nuestra debilidad al estar separadas... Tendré que hablar con él... sí .-Se dijo la niña para sí misma.

La jovencita emocionada aunque, algo perturbada por la actitud de Gilbe, se dió prisa en abrir su regalo.

¡¡Oh que bonito Gilbe!!.- Exclamó con sorpresa -. ¡¡Me encantan!! .- Se apresuró y se los colocó en el pelo sin mucha maña esperando que se sostuvieran y que le sentaran bien-. Me serán de mucha utilidad, muchísimas gracias. Oh ¡¡que cinta tan bonita!!, ví una igual en la tienda y me encantó, ¿como lo supiste?

La pequeña sintió el impuso de acercarse y darle un beso en la mejilla al chico ciego... pero conociendo lo reacio que se mostraba ante las demostraciones de afecto se limitó sencillamente a agradecerselo, ya tendría tiempo para ganarse su confianza de nuevo y conseguir forjar una amistad con él.

Resha miraba con ojos curiosos la cajita que sostenía en las manos esperando a que Gilbe abriera el suyo a la misma vez... pero la niña de las enormes coletas no se pudo aguantar más y lo abrió al grito de "¡Tres!"

Al abrir la caja vió un cepillo de madera, bastante liviano, con las puntas de metal para evitar el desgaste de las púas... en el dorso se podían observar dos enganches para sujetarlo al pelo a modo de pinza.

Juliette estaba mordiendose los labios esperando a ver la reacción de la niña...

¿Le gustará?.- Se preguntaba... Al segundo se dirigió a la pequeña -. Espero que te guste... hasta te lo puedes poner como una pinza y ¡¡así no se te perderá!!.

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16/02/2013, 01:39
Aenea Hollen

 

Aenea abrió el paquete con prisa, pero con cuidado de preservar el papel sin romperlo. ¿Que cómo se hace eso? Con mucho cuidado y nervios de acero. El caso es que el proceso debió poner nerviosos a sus amigos... A ella le habría puesto nerviosa que otro abriera su regalo con tanta calma.

Lo que encontró no se lo esperaba, así que su primera expresión debió de ser algo extraña, pero en absoluto le desagradó el regalo, ¡sino todo lo contrario! La cogió con fuerza y se lanzó al cuello de Kael, mientras le daba un sonoro beso en la mejilla.

- ¡Gracias! - le sonrió - ¡Es muy bonita! Tendré que esforzarme en aprender - sentenció - Se me da mejor cantar que tocar, pero enseguida intentaré aprender a tocar algo y te lo dejaré oír.

Aenea esperó entonces a que Kael abriera su regalo. Después se dirigió a Charlotte, con su regalo aun envuelto en papel de regalo, y le dió un par de toquecitos en el hombro.

- ¡Este es para ti Charlotte! - le dijo, sonriente, cuando la otra se giró y se encontró con un regalo ante los ojos - Estoy segura de que te gustará.

Cuando la niña lo abriera, se encontraría una diadema sencilla, de color blanco, con un pájaro de cristal azul adornando uno de los lados. Algo sencillo, pero bonito, algo que realzara su belleza sin exagerar. Perfecto para Charlotte. O eso pensaba Aenea.

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16/02/2013, 11:14
Richard Wivernfall

Los días pasaron y los sucesos del festival. Poco se hablaba al respecto, bien por miedo a reprimendas, bien por ganas a olvidar y por ende, el comportamiento de todos en el monasterio había cambiado desde aquel fatídico día.  Fatídico para la mayoría, pero emocionante para Richard. La inyección de adrenalina que había sufrido entonces y toda la tensión que vivió quedaron muy marcadas en el, haciendo que se pasara muchos días lamentando el decreto que les prohibía volver a traspasar los muros hasta nuevo aviso. Algo que tardaría una eternidad en llegar, por ello muchas veces se quedaba abstraído en su mundo, observando a través de las ventanas el jardín interior, lo más parecido a un espacio libre en el monasterio, llegando incluso a recibir alguna reprimenda leve por distraerse de este modo durante las clases.

Los profesores se iban ganando sus adeptos con fuerza. Nuevas caras como la de Bronn sustituyendo a Maestro, con un carácter mucho más abierto que el anterior consiguió atraer la atención de muchos más chiquillos. Gracias a él y a su no tan rígido método Richard fue avanzando notablemente y sus duelos con Kael cada vez eran más duros. Aunque practicaba con los demás cuando hacía falta, sus confrontaciones con su pequeña “némesis” le llenaban de vida y de hecho atraían la atención de más de un curioso. Se rumoreaba que incluso a veces se hacían pequeñas apuestas con los postres sobre ello. Su complicidad les llevó algunas noches a visitar juntos de nuevo a su instructor particular, haciendo ardid de todo lo que habían aprendido de MJ, trepando, saltando y tomando atajos para no ser descubiertos. Una de esas noches fue en la festividad de la oscuridad perpetua. ¿Qué mejor momento para practicar con él? Esa vez, sin motivo aparente, fue mucho más inquietante que el resto, e incluso a Richard le pareció ver a un zorro siguiéndoles por los pasillos. Cosas de niños.

En el otro extremo sin embargo estaba la señorita Di Caela. Por más que lo intentaba, no podía con esa asignatura. Estaba cargada de mañanas somnolientas, bostezos encubiertos y ojos llorosos que se pasaba más tiempo peleando por mantenerse despierto  que aprendiendo. Le daba vergüenza ver como el resto de sus compañeros le superaban con creces en esa materia y se sentía como un tonto. Más aquellos 2 días en los que acabó siendo castigado por quedarse dormido, y tuvo que echar tiempo extra para recuperar las clases. Con el consiguiente enfado del profesor. No era igual que artes sociales donde la voz angelical que los instruía impedía que se evadiesen, o ciencia donde al menos podían interactuar y moverse, compartir ideas y contrastar su evolución en forja, donde también dedicaba esfuerzo, ya que tenía el doble de trabajo que el resto.

Pero sin duda donde más comenzó a destacar fue con el maestro Salieri. Los ejercicios del alma que realizaban a diario fueron dando orden a todos los sentimientos alborotados que albergaba su espíritu desde el festival, otorgándole paz y consiguiendo controlar y dar forma a ese fuego intenso de su interior. Pasaba largas horas con él. Muchas más que con cualquier otro y su nexo tutor-alumno se arraigaban gracias a ello. Cuando pasaba mucho tiempo meditando y concentrado, Petros y cualquier experto en el dominio del Ki podía percibir como un aura de luz comenzaba a tomar forma a su alrededor, fuerte, aunque inestable. El joven prometía. Practicaba siempre que le era posible ya fuera en compañía o a solas por las noches y la meditación le ayudaba a contener ese espíritu desbocado suyo, haciéndole ligeramente más reflexivo. Solo ligeramente.

Por fin llegó el día. 25 de Diciembre, día sagrado y de gozo. Elohim, a quien había ido a visitar bastante a menudo a la enfermería había hablado mucho sobre él. Más bien Richard, con su incesante curiosidad lo había avasallado a preguntas, pues su pequeño ángel sabía más sobre estas cosas. Aunque en el fondo era una excusa para verle y comprobar cómo se iba recuperando. Se contenía las ganas de preguntarle los detalles porque no quería que reviviese aquel día de sufrimiento y se limitaba a darle ánimos y alegría. E incluso alguna pieza de fruta que se llevaba del comedor como obsequio para Elohim.

Tras tres días sin clases y mucho tiempo libre, en el cual Richard no descuidó sus meditaciones, llegó el día esperado. La noche anterior se pasó hablando con Kael de la emoción. “Estoy tan nervioso que no voy a ser capaz de dormirme” decía, solo para caer rendido por el manto de los sueños minutos después. Ahora ya estaban en la habitación, decorada como nunca y con un olor a fresco y flores embriagador. Cuando vio los regalos al pie de la cruz floral, se le apretó el pecho y partió corriendo a por el suyo como hicieron tantos otros. Lo alzó entre sus manos, delicadamente envuelto y con su nombre escrito en una tipografía muy grácil. En cuestión de segundos destrozó el envoltorio. Visto y no visto. Se quedó con una mueca de confusión en la cara al ver su propio regalo dentro, hasta que entendió en qué consistiría el juego.

-¡Genial!- Pensó al darse cuenta de que tendría la oportunidad de entregar en persona el obsequio. Era su regalo y lo había escogido con mucho entusiasmo. Los grupos se fueron formando sin darse a penas cuenta y ya estaba entre Kael y Gilbe, enseñándose sus regalos y comentándolos cuando sus cavilaciones se contuvieron en el momento en que la señorita Bourgeois le presentó un obsequio. Cabizbaja y aparentemente con miedo a molestar, introvertida como siempre se lo ofreció en las manos al chico. Los ojos se le abrieron de par en par relucientes al cogerlo. -¡Por fin! ¡Por fin!- y mientras destrozaba ese nuevo paquete con la misma rapidez que el primero  le daba las gracias a la chica. Lo primero que vio fue una pequeña nota escrita en papel, que leyó para luego posar sus ojos en el objeto. Redondo y de madera, con una punta metálica. Se trataba de un juguete infantil, una peonza que aunque sencilla era bastante bonita. La miró y remiró dándole miles de vueltas hasta que sonó un pequeño “click” mostrando algo que solo ellos dos vieron. No cabía en sí de su gozo. La verdad es que era un chico bastante impresionable, pero la verdad es que le hacía más feliz la emoción del regalo y la sensación de sorpresa que lo que hubiera dentro.

-¡Guau! ¡Gracias, gracias gracias!- Gritaba saltando de alegría. – ¡Me encanta!- Entonces se lanzó sobre ella y la abrazó con ganas, posándole además un beso en la frente. –Será nuestro secreto, ¿vale?-  Le susurró al oído señalando a la peonza. Entonces Aenea se les acercó y le entregó su regalo a Charlotte con lo cual Richard las dejó hacer su intercambio.- Quiero que luego me lo enseñes Charlotte.- Se despidió con media vuelta. Alzó ahora su paquete envuelto y buscando los brillos rubios de una cabeza llamó- ¡Elohim! ¿Dónde estás? ¡Aquí hay un regalo esperándote!- Cuando lo vio se acercó y le dio su paquete con un tradicional “Feliz día del advenimiento”.

A medida que lo iba desenvolviendo, el ángel pudo ver los reflejos de unos hilos dorados. Un par de guantes para cubrir sus manos y una bufanda para protegerle del invierno tan frío que les azotaba. Estampados en una tela con motivos de alas angelicales y cruces santas de la iglesia bordadas en distintos tamaños. Estupefacto, Richard se quedó contemplando la cara de Elohim esperando reacción.

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16/02/2013, 13:06
Gilbe Klimb

Una habitación llena de niños que abrían y entregaban regalos sin parar generaba un ambiente bastante caótico... Gritos, chillidos de alegría, voces de agradecimiento... Entre ellas, la de Juliette, que aceptó muy entusiasmada su regalo.

No hay de qué Juliette, el dinero lo puso el monasterio... Así que no es nada.-  dijo con voz algo seria, tal vez un poco forzada, pues en cierto modo le alegraba que le gustara el regalo. Añadió con un tono un poco más amistoso: - Pensé que los palos te vendrían bien, la cinta la eligió tu hermana.

Cada vez había más bullicio, algunos niños empezaron a salir y todos hablaban a voces entusiasmados... Si a todo esto se le suma la energética Resha todo era un poco más confuso, por eso Gilbe, cuandó escuchó "¡Tres!" abrió su caja y fue a sacar lo que había dentro, pero el regalo se le resistía, no podía sacarlo, no sabía qué pasaba.

Tardó unos segundos en enteder que lo que había dentro no se podía sacar. Y tardó otro poco más en reparar que ahora se escuchaba una melodía en el ambiente, y la fuente de dicho sonido procedía de... ¿Sus manos? Se llevó la caja a la oreja y entonces comprendió que la caja, con su música, era el regalo. ¿Cómo podría ser? La canción que sonaba en su interior era preciosa, Gilbe estaba muy confundido...

- Pe... pero... ¿Qué es esto Resha? ¿Cómo puede estar sonando esta caja? - el niño no había oído más música que las canciones de su padre o alguna tonada que sonaba a lo lejos proveniente de alguna taberna (por eso Aenea le había sorprendido tanto aquel día)... Ni por asomo conocía la existencia de las cajas de música.

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16/02/2013, 19:43
Resha

Resha abrazó a Juliette frotando mejilla  con mejilla.

-¡Un supercepillo!-se emocionó- aaah ya no podréis escaquearos para desenredarme el pelo-se jactó bromeando la niña, que se puso a trastear ilusionada con las pinzas del cepillo cuando Gilbe reaccionó... bueno, como reaccionó. Resha había previsto decepción, indiferencia...pero no confusión y perplejidad en el niño.

-¿No te gusta?-dijo la niña enganchándose sobre el coletero el cepillo.-verás- tomó la mano del niño y, como si fuera la suya propia la llevó hasta la llave de cuerda girándola con un sonido similar al de una carraca-tienen un montón de tornillos y tuercas y cosas raras dentro que hace que suene cuando le das cuerda, ¿verdad Juliette?-miró a su amiga radiante de felicidad y soltó la mano de Gilbe que, al desprenderse de la llave de la cajita de música volvió a sonar.

-No es mucho, pero lo busqué pensando en ti-se soltó el cepillo de la coleta y se puso a probarlo con el extremo de una de ellas, como si hubiera descubierto una porción de mundo sin explorar.

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16/02/2013, 20:59
Juliette Bourgeois

Sí, ¡¡que bien suena!! .- Dijo la niña emocionada viendo el regalo que le había hecho Resha a Gilbe -. Nosotras teníamos una en el orfanato en que estuvimos...- Miró a su hermana, agachó la cabeza y su voz se notó bastante apenada -. No nos dejaban tocarla, no podíamos siquiera acercarnos a ella, solo la oíamos en la cena en vísperas del advenimiento...- Súbitamente y como si nada hubiera pasado volvió a levantar la cabeza y a sonreir como antes lo había hecho.

Le alegró muchísimo que a Resha le gustara su cepillo nuevo incluso le ayudó a trastear con él ayudándola a colocarselo en el pelo. Ahora ambas tenían nuevas decoraciones para sus preciosas melenas y ambas estaban contentas por ello.