Partida Rol por web

El Segundo Advenimiento.

5. El Monasterio de Caedus - Eclipse.

Cargando editor
20/03/2013, 05:20
Maestro

¡HE DICHO QUE CORRAIS!
¡QUE CORRAIS COMO SI DESALMADA OS PERSIGUIESE!

Maestro esgrimía su arma. Su torre corporal de casi dos metros se alzaba enfundada en una armadura de batalla, una de láminas, bella como el sol y reluciente como el reflejo de la luna en el océano. Era extremadamente cara, y habrían hecho falta muchos meses para forjarla, usando manos de calidad inigualable. A su altura, los proyectos que en breve los niños sacarían del horno parecían baratijas, aunque habían puesto su alma en ellos y estaban hechos con su amor y sus propias manos.

El cabello, blanco y más largo de lo normal, caía por la espalda, libre. Similar al de un Daevar muerto a manos de Aenea.  En general, Maestro parecía haberse afeitado y recortado más bien poco, por lo que lucía una melena similar a la de Petros, inusualmente larga para ser un hombre, larga hasta la cintura, pero él no la recogía en una coleta de caballo ni vaciaba el cabello. Era una auténtica cascada bárbara, con una barba salvaje a juego, que recortaba lo justo para ser alguien presentable. Podría haber pasado por un bárbaro, que corría sin control al lado de los niños, dándoles caza.

De largas piernas y mejor correr, su armadura le dificultaba la carrera, y más aún los obstáculos a saltar, trepar o reptar por debajo. Su Legislador, Desalmada, era negra como el carbón, adornada con cruces y grabados de color dorado. La lucía en la mano diestra, sujetándola con una sola mano, pero golpeaba con las dos y con la parte plana, no con el filo.

Corría por el exterior. Los novicios, por el interior. Una carrera de obstáculos que sólo se detenía para quien Maestro decía y cuando lo decía. Sus más de noventa kilos de peso, ciento diez con armadura y bastarda, resonaban con el chocar del metal a cada paso, advirtiendo de su llegada. Cada niño, armado con algo a su elección, de verdadero acero, se ponía en guardia al oírlo acercarse por la espalda, dispuesto a defender su flanco derecho, pues corrían en sentido contrario a las agujas del reloj.

No permitía trucos sobrenaturales. Ni Mentalismo, ni Ki, ni Hechicería. Su Desalmada no hacía trucos, él tampoco, y nadie en su clase los haría durante ese examen. Elohim no podía extender sus alas, recluidas bajo la espalda. Conforme conseguía golpear de forma inofensiva a un alumno, lo hacía parar. Y así lentamente, con todos.

Los primeros fueron los más vulnerables. Juliette, Charlotte, Resha, Aenea. Luego, Ace, Elohim, Gilbe. Finalmente, Kael y Richard. Todos, antes o después, sintieron el acero, sin filo, en algún lado del cuerpo, y un bramido instándoles a abandonar el circuito. Todos cayeron. Uno tras otro. Era una competición de aguante. Se medía cuanto tardaba uno en ser impactado o en equivocarse en el circuito.

Si tropezabas, fuera. Si parabas, fuera. Pero lo que verdaderamente acababa sucediendo, pasase eso o no, era que se probaba a Desalmada, sin verdadero daño. A alguno le saldría un verdugón, pero no cortó carne ni partió hueso. Fue todo psicológico.

Los niños se levantaron, desayunaron, y fueron a la plaza. Allí estaba Maestro, solo, vestido con la armadura. No dijo nada sobre su ausencia durante cuatro quintos de el periodo de entrenamiento. No se presentó. Sólo dijo que el resto de los maestros en misión volverían a lo largo del día, que ya estaban en Albídion. Hizo coger a cada uno un arma de verdad y explicó la prueba. Un examen simple que probaría todo, salvo el combate con muchas armas o contra varias personas. Eso quedaba para cursos superiores.

El primer año tocaba algo sencillo. Resistencia para los años futuros, empleando los recursos más apropiados para cada uno. Podría considerarse un mensaje, en cierto modo. Pero eso sería ser demasiado sagaz.

Cargando editor
20/03/2013, 05:44
Shelinne

Sólo hubo una estrella que siguió corriendo. Shelinne. Era simplemente inalcanzable. Su arma, ninguna. Aquellos sin habilidad marcial o centrados en las Artes Marciales de Petros no estaban obligados a escoger metal. Ella sólo corría y corría. Trepaba por la cuerda, saltaba y caía rodando, y seguía corriendo. Agachaba la cabeza sin mirar cuando oía bramar a Maestro, movida por el reflejo de los años en las islas orientales.

Su rostro reflejaba una concentración ultraterrena, muda, y ni siquiera pestañeó cuando a Nicholas, su mejor amigo, lo sacaron del escenario con un sendo golpe en el muslo que le tiró por tierra, llenándole de hierba fauces y cabello. Ella, en aquel momento, vivía para la prueba.

No respondió a Maestro con ningún golpe, cosa que muchos otros sí hicieron, de ahí la armadura, aunque la misma tenía también por función el volverle lento, algo que con Shelinne no hizo ninguna falta. Era más rápida que nadie, y al final, el propio Maestro dejó de correr, superado. Podía esperar en el sitio a que ella diese una vuelta, y frenarla en la frente entonces, pero no consistía en eso. Simplemente corría más que él con armadura, pese a medir casi la mitad.

Cada futuro Inquisidor destacaba por algo, y estaba claro a esas alturas quien brillaba por qué. Sino... algo se estaba haciendo mal, y habría que ponerle solución pronto, muy pronto. Uno había de decidir su papel y centrarse en él si quería acabar siendo alguien de renombre.

Seis meses de duro entrenamiento. Recrudecido. Aenea, cuatro semanas en el calabozo. Condenada por herejía, pero sin condena mayor por su temprana edad. Gilbe tuvo que pedir disculpas públicas a Mai Lin, que se convirtió en poco más que un ogro hosco y militarista. Literalmente, se tomó la filosofía de que los niños estaban y vivían ahí por y para su entrenamiento. A Kael se le acabaron las escapadas nocturnas que nada tenían que ver con León. Bastó que le pillasen una vez para amanecer castigado.

Lo mismo que a Shelinne. Le bastó dormirse una mañana, muerta de cansancio, en clase de Theresia para acabar como los demás. El castigo pasó a ser uno. El viejo castigo. A Shelinne, a Kael, a Gilbe, a Aenea, y a cualquiera. Latigazos. Uno, dos, cinco, diez, los que fuesen. Tras ellos, ungüento para no dejar marca y para prevenir que las heridas se infectasen. Sólo finas líneas acababan cubriendo las dorsales.

Ante algo así, todos se pusieron firmes, y Shelinne, claramente, corrió como si Desalmada fuese el látigo, aunque era aún peor. Era una auténtica tortura psicológica, que sólo paró cuando se vio superado por la niña. Ante ello, la joven fue a reunirse con los demás, que descansaban tomando aliento sobre el césped, mirando las nubes o rebuznando cada a la hierba.

- ¿Qué va ahora?- resolló con un hilo de voz, exhausta, cerca de los críos, sin saber ni a quien hablaba.

Cargando editor
20/03/2013, 05:57
Nicholas

- Forja- respondió Nicholas, que se pasaba una mano por el pelo, ya sereno, mientras miraba el cielo-. Retoques finales y evaluación de los proyectos. La verdad... lo agradezco. Si tuviese que volver a correr...

No encontró las palabras adecuadas. Nicholas, como tantos otros, dejó de lado un tanto las palabras y las relaciones sociales. Artes Sociales seguía siendo una asignatura dinámica y diferente, centrada en algo que no cansaba, pero había dejado en cierto modo de brillar con tanta luz. Según decían, tras lo de Gilbe y Aenea consideraron que las clases eran demasiado laxas, así que Leona tuvo que centrarse más en las clases de Etiqueta, aunque se preocupó de no dejar de lado el resto de su asignatura, que si bien ya no era la misma, seguía teniendo su encanto. Uno que ya no lucían la mayoría de los críos, agriados bajo presión.

Con los latigazos en público tras la oreja y la falta de libertades en la mano, habían pasado una etapa francamente desagradable. Decían que era temporal, que cuando todos los de la vieja escuela volviesen, discutirían largo y tendido durante el verano, buscando un punto medio entre el entrenamiento frío e inhumano de la vieja inquisición y el nuevo y excesivamente laxo. Querían uno que uniese estilos, tomando lo mejor de cada uno, pero la Inquisición estaba dividida, y llegar a un consenso ecuánime era demasiado utópico.

- ... bueno, mejor no me quejo- acabó diciendo Nicholas-. Yo no he tenido que pisar nunca la enfermería, ni las mazmorras. Casi agradezco que este año no tengamos examen de Dones Divinos o Artes Mentales. Otro espectáculo como el de fin de año sería fatal.

Fin de año pasó sin pena ni gloria. Se iba a celebrar en condiciones, pero tras lo acontecido, dejó de ser así, y se suspendieron los planes. Se celebró, sí, pero con austeridad. Con una pequeña cena al aire libre mientras se veían los fuegos artificiales de la ciudad, más allá de los muros. Sólo los tutores, los guardias más jóvenes y algunos profesores participaron. Los de la nueva escuela. Owen, Kamus, Dóminar, Bronn, Judith, Petros, Mary Jane, Leona, Leonardo y pocos más.

Pero Nicholas se refería a Weihnacht y lo acontecido con Aenea. Habían suspendido, para evitar más sustos, exámenes de esas dos materias. Se siguió instruyendo en el aprendizaje del poder, pero se comenzó hacer exagerado hincapié en cuando hacerlo, con quien, y en qué medida. La moderación en su uso pasó a ser mucho más vital que aprender a usar los poderes. En cierto modo, se rompió la esencia de las asignaturas, poniéndoles cadenas a la magia y la mente, pero a grandes males, tomaron grandes remedios. Exagerados, pero eficaces, sin duda.

Ni un ápice de magia corrió por los pasillos. Entre el miedo al látigo y lo dicho en las clases, no hacía falta que nadie lo prohibiese. Todos los Hechiceros tenían exageradas ganas de hacer magia, pero nadie daba el primer paso. Sólo algún escarceo ocasional, como una bola de luz o un poco de música, inundaban algún lugar y momento fuera de las aulas.

- Por cierto... bien hecho- añadió finalmente el novicio, girando el rostro hacia Kael y Richard. Habían caído después que él, que lo había hecho con Ace, y quería premiarlo. Alguien tenía que hacerlo, pues Maestro no tenía pinta de querer. El hombre, sin más, había enfundado a Desalmada y se había marchado, dejando solos a los novicios mientras cogían aliento.

Lo había hecho todo a propósito. Había dedicado tres miradas a los críos, evaluando que ninguno tuviese que ir a la enfermería, pero había cumplido su papel de ogro a la perfección. Tras seis meses fuera, había vuelto el día de su examen, y dada la fecha quería exprimir la faceta más dura de los niños. Ya tendría tiempo después para explicarse y decir que no era ese el modelo que quería llevar en sus clases por norma. Él, pese a llamarse Maestro, no era su Maestro.

- Cuando quieras vamos, Shelinne- fue lo último que dijo el novicio, dando tiempo y poco apremio a la joven, que aún jadeaba en lo que reducía pulsaciones y respiraciones por minuto. La felicitó por su proeza, olvidadizo, pero volvió a centrarse después-. Si fuese otro examen, huiría, pero siendo Forja... tengo ganas de sentirme realizado por algo.

"Tengo ganas de sentirme realizado por algo."

Esa última frase resumía perfectamente el espíritu del monasterio entre Enero y Junio.

Cargando editor
22/03/2013, 13:00
Kael

Kael lo había pasado mal estos seis meses.

En cuanto hizo la primera escapada por no poder dormir y que no había sido programada para con León, se dio cuenta de que si había podido deambular por los diferentes lugares del monasterio por la noche era porque lo dejaban. No tardaron más de unos minutos en percatarse de su presencia y fue llevado ante Mei Lin, la cual le impuso un castigo de varios latigazos. El chico lloró, gritó, sollozó y no aguantó más de dos de ellos consciente. Era un niño y, además, no estaba acostumbrado a sentir un dolor tan atroz como el provocado por la mordedura del cuero.

Un par de días después salió de la enfermería. No tenía grandes cicatrices o marcas, solo tres líneas blancas que le surcaban la espalda y parte del hombro derecho. Escocían cuando hacía frío y tendía a rascárselas, lo que se convirtió en una nueva manía.

Pero lo peor era el miedo a salir de nuevo cuando no podía. Se quedaba noches enteras encerrado en su cuarto, lo que lo agobiaba y ponía más nervioso, y esto hacía que, a su vez, no pudiera dormir. Éstas noches se dedicaba a meditar, centrarse en su energía y empezar a dejar de tener miedo por esa sensación que tenía cuando se concentraba en su energía corporal. Ese vacío ya no le daba miedo, comenzaba a verlo como parte de él, aunque aún temía el no controlarlo del todo.

Seguía prestando atención en las mismas clases de siempre y en las de Theresia tenía que luchar a muerte a veces para no quedarse dormido- No duermes por la noche y te duermes en esta clase. Ya te vale -se decía a sí mismo mentalmente.

Durante este tiempo intentaba mantener la relación con sus amigos como si las ejecuciones nunca hubieran existido; pero no era posible. Eso los había cambiado en mayor o menor medida. Él mismo se había vuelto un poco más taciturno, aunque seguía comiendo y pasando tiempo con ellos pues su compañía le hacía sentir mejor, no solía hablar mucho y ya apenas participaba en las conversaciones.

Con Richard seguía hablando algo más, pues seguía siendo su compañero y el que más en común tenía con él. Sus combates de entrenamiento seguían siendo igualados, aunque Kael casi siempre perdía ante la velocidad de Richard. Tendría que ponerle remedio de alguna manera.

Y con la monotonía en parte rota por los sucesos de navidades y año nuevo, la vida del monasterio continuaba. De vez en cuando miraba el papel con su trabajo para Leona, y no se veía capaz de realizarlo. Aunque ya había tomado una decisión sobre que clases quería aprovechar al máximo y cuales pasar con el mínimo esfuerzo, algo en su interior le decía que no debería de defraudar a Leona.

Los exámenes llegaron y el de Maestro fue, físicamente, brutal. Había aguantado poco, pero algo más que la media de sus compañeros. Extenuado estaba sentado en el césped, intentando recuperar el aliento mientras miraba al resto de compañeros y saludaba alzando el pulgar a Richard. Vio como lo hacían los demás, y aunque no mostraba nada, sufrió mucho cuando vio a las gemelas, a Resha, a Aenea y a Elohim en ese circuito. Él se consideraba como uno de los mejores físicamente del grupo y lo había pasado mal, y sabía que las chicas no destacaban en ello y Elohim solía acabar en la enfermería con menos esfuerzo.

Entonces, con envidia, contemplaba como esa chica, Shelinne, corría y casi superaba a Maestro. Era la mejor de esa clase, y eso le daba muchísima envidia a Kael. No por ser la mejor, sino porque parecía que no le costaba nada hacerlo. Cuando terminó no pudo evitarlo- Shelinne, me das envidia, haces que parezca fácil -dijo mientras arrancaba, sin querer, unas pocas hebras de césped. En ese momento llegó el comentario de Nicholas, que no se lo esperaba- Vaya, gracias, tú tampoco lo has hecho mal -dijo y asintió ante lo que dijo sobre la clase de Forja- Al final, ¿nadie descubrió el secreto de las tablillas?

Kael se puso en pie y esperó al resto de sus compañeros para ponerse en marcha hacia el siguiente examen. Esperaba que el cuchillo le saliera más o menos decente.

Cargando editor
22/03/2013, 13:35
Gilbe Klimb

Los meses que precedieron al examen fueron muy estimulantes para Gilbe... Después de pasar un día en el calabozo, después de disculparse con Mai Ling, el niño se había propuesto desarrollar al máximo sus capacidades y mostrarse como alguien a quien merecía la pena formar como inquisidor.

Excepto con sus compañeros de siempre, con quienes podía relajarse un poco, su relación con la mayoría de profesores, adjuntos, guardias y alumnos fue una práctica constante: en una ocasión le contó en secreto a una de las encargadas del comedor con la que tenía buen trato una pequeña falta que se había inventado, buscaba comprobar cómo de flexible era su fidelidad: duró poco, al día siguiente le dieron dos latigazos. En otra ocasión oyó a un compañero merodear por la noche, le siguió y descubrió quien era. Probó a coaccionarle. No salió bien, un día se metieron en su habitación, sin conseguir defenderse le golpearon en el estómago varias veces y quedó claro quién tenía la sartén por el mango. 

Ante las órdenes de los profesores siempre se mostraba disciplinado, pero mientras Gilbe, y junto a él su perro, intentaba aprender y experimentar con las relaciones humanas, con sus habilidades de "subterfugio", con su capacidad física... En tres ocasiones recibió latigazos, experiencia brutal y desagradable, pero tras ello se disculpaba formalmente y no volvía a cometer el mismo error... Las clases eran más o menos aburridas, más o menos útiles, pero exprimía el tiempo al máximo: no podía permitirse el lujo de desaprovechar el tiempo.

Durante estos meses tuvo ocasión de ir hablando con sus compañeros, muchas veces de las clases, algunas sobre el futuro y pocas sobre la experiencia del Weihacht... Un par de compañeros le preguntaron qué tal en el calabozo, y él les respondía describiendo la experiencia. Lo cierto es que desde ese día cuando dormía procuraba tener cerca a Altaír, pues le daba seguridad, e incluso algunos días en los que el viento aullaba activaba la caja de música que Resha le había regalado.

El tiempo pasó y llegaron los exámenes. El primero fue el de Maestro, no le había salido nada mal... Sin destacar tanto como Kael o Richard, que fueron eliminados tras él, ni por supuesto Shelinne, pero sin duda mucho mejor que lo que podía esperarse de un ciego. A continuación tocaba forja: tenía bastante ilusión por el proyecto que había llevado a cabo... Desde hacía algún tiempo había estado practicando a disfrazarse con MJ, y le atraía tener un complemento a sus disfraces como las gafas.

Se unió a la felicitación de Kael, añadiendo: 

- La verdad es que ha sido increíble, si hubieras seguido le podrías haber golpeado por la espalda... - ya nadie se extrañaba de que Gilbe pudiera enterarse de según qué cosas casi tan bien como sus compañeros - Y vosotros dos tampoco os ha ido nada mal, ¿eh?

Gilbe se preguntaba dónde habría estado Maestro, le gustaría contarle de primera mano la experiencia que había tenido. Al fin y al cabo él le había traído hasta aquí, esperaba no suponerle ningún problema.

Cargando editor
22/03/2013, 14:07
Gilbe Klimb

Un día, tras el largo cautiverio de Aenea en el calabozo, el chico se le acercó y le dijo:

- Me enteré de que Kael te regaló una flauta el día que te metieron en la carcel... Me preguntaba si podrías enseñarme a tocar, o si podríamos aprender juntos.

El chico fue directo al grano. Sabía que tras una experiencia desagradable lo que menos te apetecía era hablar de ello, por lo que de momento no le preguntaría... Sin embargo estaba realmente interesado en aprender a tocar, llevaba un tiempo queriendo aprender música, nunca se sabía si en el futuro parecer músico podría ayudarle como Inquisidor. 

Cargando editor
22/03/2013, 18:19
Resha

Resha estaba sola. Sola entre sus compañeros y sola por las noches durante el encierro de Aenea. En esos momentos se sentaba en el borde de la cama, mirando el colchón tirado en el suelo que compartían las dos, con los dedos de los pies rozando el suelo. La luz de la luna dibujaba sombras en el suelo que se deslizaban con el transcurrir de las horas hasta que Resha caía dormida por puro cansancio... despertándose con un cubo de agua helada y un golpe en el suelo.
Aenea no estaba para despertarla a tiempo y la chica se había abandonado, llevaba el largo cabello azulado mal arreglado y se lo cortaron, esquilándola prácticamente como una oveja a mechones desiguales que caían enmarcando un rostro carente de emoción.
La vida en el monasterio para ella era pura monotonía.
Agua, suelo, castigo disciplinario, clases, corre aquí, golpea allí, sonríe así, dí esto, dí lo otro, usa el Don, vuélvelo a esconder, que no lo vean, comida, cena, asentimiento de cabeza, alguna palabra suelta en una conversación, regreso al cuarto, sentarse en la cama, la luz se desvanece.
Agua, suelo...
Día tras día fue así durante cuatro semanas que es lo que duró el encierro de su compañera. Después el agua, el golpe contra el suelo y el castigo disciplinario fueron sustituidos por la vaga consciencia de que Aenea estaba ahí.
A veces, mirando las flores intocables, la fuente tras la que había jugado al escondite, pensaba que todo pasaría. Como decían algunos, era solo una mala racha, un temporal que pasaría para dar lugar al sol calentando e iluminando sus vidas de nuevo, pero al volver la cabeza hacia el monasterio no las tenía todas consigo, abrazando una parte de ella ese deseo que le servía para seguir moviéndose entre el resto.

Los exámenes llegaron pero ello no implicaba ninguna diferencia notable ante la apatía de Resha.
Durante la prueba de Maestro corrió todo lo que pudo hasta caer extenuada,la primera en retirarse, raspándose la mejilla contra el suelo. Después Desalmada.
Otro nuevo verdugón para la colección.
Dejó el camino libre, que el resto pudiera correr sin que ella molestara. Con una mano se frotó la piel levantada de la mejilla mirando hacia el suelo, con la cabeza inclinada hacia delante, resollando sonoramente mientras su pecho se deprimía con cada respiración mientras una punzada de dolor le atravesaba el cuerpo.
No quería vomitar, no quería. Se convulsionó con una arcada que retuvo a tiempo para evitar vaciar el estómago ahí mismo.
No se unió a las felicitaciones. No tenía fuerzas para ellos asíque se limpió el sudor y se obligó a levantarse, por mucho que le dolieran las piernas y seguir al resto para ir al siguiente examen.

Cargando editor
23/03/2013, 23:42
Aenea Hollen

 

Aenea se sentó con la espalda contra un muro, apoyando la barbilla en las rodillas mientras abrazaba sus piernas, en un gesto que se había vuelto algo característico en ella. Había estado andando en círculos después de tener que "retirarse" de la carrera-examen, para que no le diese flato, y acabó por sentarse de aquella manera con un sonoro suspiro.

Sonrió cuando vio que Shelinne escapaba de la garras de Maestro. No rió, ni siquiera fue una gran sonrisa, pero lo suficiente. No sonreía porque Maestro estuviera "perdiendo", aunque seguro que podría haberla alcanzado si quería, sino porque ella estaba ganando. Aún no era amiga de Shelinne, y usaba la palabra aún con conocimiento de causa, pero nada le impedía alegrarse de que le fuera bien a su compañera.

A ella misma no se le había dado especialmente mal, teniendo en cuenta las circunstancias. Nunca había sido una destacada alumna en aquella asignatura, y nunca lo sería, pero se esforzaba, dando todo lo que podía, por poco que fuese. Y ese día se había esforzado mucho. Quizá era poco en comparación a sus otros compañeros, pero ella no medía sus triunfos con la vara de un tercero. Quizá estaba por debajo de la media, del aprobado, respecto a sus otros compañeros, pero sin duda lo que había logrado ese día era un récord personal, y por ello también se sentía alegre. Lo bastante como para esbozar aquella sonrisa.

El día del "juicio" hizo caso de los consejos de Kamus, calló y aceptó, pero en realidad no fue porque quisiera obedecerle, que también, sino porque había estado demasiado anonadada como para hacer cualquier otra cosa. Todavía no comprendía exactamente qué había ido mal y porqué merecía el castigo. Seguía sin comprenderlo. Pero calló, aceptó, y siguió adelante tan buenamente como pudo.

De hecho, no le sorprendió que todo fuera tan estricto, tan... endurecido. Le habían avisado que aquello pasaría, en gran parte por su culpa, si no totalmente. Fue el blanco de miradas y susurros, y el desprecio de algunos compañeros. Resha le aceptó, aunque parecía triste y melancólica, Aenea se dio cuenta enseguida de que no era por ella, sino por las ejecuciones.

Había alumnos que la culpaban, aquello era cierto, pero Resha no. Y aquello la liberó de un peso que no sabía que había estado cargando desde el día en que la encarcelaron. Resultó que muchos otros de sus compañeros tampoco la culpaban, entre ellos Gilbe.

El chico se le acercó un buen día para pedirle un favor, uno al que Aenea aceptó de muy buena gana. Enseñarle a tocar la flauta que Kael le había regalado aquel fatídico día de Navidad. Como ella misma admitió, hacía mucho que había dejado de lado los instrumentos en favor de la voz, pero sabía algo de música, más que cualquier otro niño de su edad posiblemente. Y agradeció la confianza de Gilbe, el hecho de que acudiera a ella como si nada hubiera pasado, y que por fin pudiese entablar una... relación, con el esquivo Gilbe. Siempre le había picado la curiosidad Gilbe, pero no quería acosarle como muchos otros habían  intentado, así que se había mantenido cerca pero sin llamar la atención... Y parecía que él había hecho lo mismo con ella, evitar preguntarle pos aquellas cuatro semanas en prisión.

Posiblemente, porque él había pasado un día allí y no quería ni imaginarse lo que habrían sido esos veinticuatro. Aenea no le contó mucho, pero porque no había mucho que contar.

No sabía exactamente por qué lo que había hecho estaba mal, pero sí sabía que era lo que había desagradado a los Inquisidores, así que sabría cómo evitarlo en el futuro. Había aprovechado su encierro para seguir estudiando, le pidió a un guardia el primer día sus libros y una nota sobre lo que se suponía que debía estudiar, y día a día le entregaba una nota con las lecciones, páginas y ejercicios. Pero como no podía realizar las tareas físicas en su pequeña celda, y no tenía otras distracciones, simplemente seguía estudiando, haciendo ejercicios, aprendiendo, mejorando.

Su ánimo no había caído en absoluto. Había hecho algo que le había puesto en una mala situación, había sido condenada por herejía dentro de la más estricta institución eclesiástica, hasta una niña de ocho años comprendía aquello. Pero una vez superado el shock inicial, y a pesar de estar en desacuerdo con el veredicto del "juicio", descubrió que tenía pocas razones para estar triste o compungida. Estudiaría, mejoraría, sería más obediente. Si había tocado fondo, solo podía subir. Su encarcelamiento sirvió para que mejorara sus conocimientos y resurgiera con un nuevo espíritu de superación y una inexplicable alegría. Además había estado practicando su magia en la soledad de su celda. Había sido su uso lo que la había metido en aquel lio, pero no por ello iba a despreciarla. Aprendería a usarla mejor y en mejores circunstancias. Así su error serviría para aprender y mejorar. Si abandonase su magia su error y su castigo habrían sido en vano.

Dejó sus divagaciones y se concentró en lo que tenía al frente: Forja. Tenía ganas de acabar su lámpara, y el tiempo pasado iluminada única y exclusivamente por una de estas le había dado muchas ideas de cómo mejorar sus funciones que había ido poniendo en práctica. Quería darle el último colofón a su "obra".

- Tengo ganas de ver acabados los proyectos - sonrió a todos mientras se ponía en pie y se sacudía el vestido.

Cargando editor
24/03/2013, 17:12
Richard Wivernfall

 

Correr y correr en ese circuito cerrado era lo único que podía hacer. Esforzándose al máximo y sacando las fuerzas de donde no las tenía la única realidad que percibía eran los obstáculos que sorteaba. Saltar, rodar, trepar y repetir. Ya ni siquiera era consciente de los demás niños que participaban en la prueba hasta que no oía a Desalmada silbar el aire y sonar chocando contra sus frágiles cuerpos, acompañado en la mayoría de las ocasiones por gritos de auténtico dolor. Él no quería sentir ese dolor y se decía a si mismo que podría evitarlo si seguía huyendo. Poco a poco los impactos sonaban más espaciados, señal de que cada vez quedaban menos en el circuito lo que le otorgaba una falsa ilusión de éxito, que se esfumó cuando los gritos de Maestro resonaron a su lado. Obviamente le había dado alcance y zarandeando su colosal arma de belleza tan grande como su tamaño, cayó contra Richard. Iluso, trató de detener el golpe con el minúsculo cuchillo que había escogido y portaba en sus manos, partiéndose en dos como mantequilla y descargando todo su peso contra el antebrazo, desestabilizándole antes de un salto y haciéndole caer y rodar sobre la grava.

Chilló de dolor con el golpe y durante la caida pero se contuvo una vez que se había detenido. No podía mostrar debilidad. En realidad, a ningún profesor le iba a importar que se quejara ni le iba a hacer caso. Tras la caída fue expulsado de la prueba como el resto y se fue a la hierba desde donde observaban. Ahora, relajado fue cuando empezó a darse cuenta de las cosas. El subidón de adrenalina pasó y fue cuando se dio cuenta de las piernas magulladas y ensangrentadas de la caída. Del brazo hinchado y de un color poco agradable, acompañado de un hormigueo que duraría un buen rato hasta que volviera en si. Del estado igual de deplorable de sus amigos y de que junto a Kael, quien le recibió con el pulgar en alto, había sido uno de los que más habían aguantado. Pudo entonces observar, desde una posición bien distinta el examen y a la estela blanca, que superaba los obstáculos como una corriente de agua infranqueable y a quien ni el mismísimo Maestro parecía poder dar caza.

Se dejó caer como un peso muerto sobre el cesped, jadeando y mientras el resto charlaba, se sumió en pensamientos y recuerdos de todas estas semanas. Todo lo que las cosas habían cambiado desde el Weinhart.

Para empezar, el encarcelamiento de Aenea y Gilbe. La primera era una personita muy tierna que Richard creía que estaría sufriendo aislada de esa manera, pero le sorprendió ver la determinación con la que se mostró el día que la sacaron de su cautiverio. Y pese a que Gilbe era fuerte de espíritu y le gustaba la soledad, no era gusto de nadie estar encerrado. La preocupación durante ese periodo hizo que cada día intentara sonsacar algo de información a los guardias o escuchase a escondidas conversaciones de los profesores al respecto. Era la única manera que tenía de seguir sintiéndose cerca de ellos y saber que estaban, dentro de lo que era posible, bien. Las acusaciones de ambos eran muy serias y el tiempo pareció eterno hasta que volvieron con los suyos y Richard fue el primero en recibirlos y darles la bienvenida de nuevo.

El código de conducta había cambiado. Se acabó el tratarles como niños. Ahora pocos eran los alumnos ejemplares, como Natalia, que habían tenido el privilegio de no comprobar la crueldad que transmitía un latigazo. Las llamadas de atención que Richard recibía antes cada mañana que se retrasaba en clase o se quedaba dormido habían dado lugar a sesiones de latigazos semanales dejándole como recuerdo una espalda llena de pequeñas marcas. Si no fuese gracias a los cuidados médicos que seguían a la tortura, ahora mismo sería un engendro deforme. Por más que lo intentaba no podía evitar que sucediera y ya incluso estaba acostumbrándose al dolor. La meditación le ayudaba a abandonar su cuerpo y el dolor en las sesiones.

En el día a día trataba de seguir manteniendo esa energía y positivismo que siempre había mostrado por muy mal que estuviera. No quería que se preocuparan por él y era lo que debía hacer. Él era quien cuidaría del resto y bien era cierto que muchas noches le atormentaban las últimas palabras que había pronunciado el templario que ASESINÓ. Ya no buscaba eufemismos para ese acto, lo había aceptado pero aún dudaba de su decisión. Se decía a si mismo que el día de mañana sería suficientemente fuerte para actuar sin dar explicaciones a nadie o sin rendir cuentas. Sueños de un niño, pues si la función del monasterio tenía éxito con él, su mente ya estaría controlada sin ni siquiera ser consciente de ello.

Ahora estaban en la época de exámenes y se iba a demostrar finalmente en qué campos destacaba cada uno. Le avergonzó saber que por fin iba a quedar demostrada la poca cabeza que tenía para estudiar, pues ya había decidido que era un chico de acción y que su meta era, como no, convertirse en alguien como Petros, a quien tenía como ejemplo a seguir. Fuerte y noble. Para ello, empleaba mucho tiempo extra con él descuidando otras asignaturas notablemente.

Le sacó de sus ensoñaciones al palabra “Forja” pronunciada por Nicholas. Próximo examen de muchos. Por fin sacarían sus proyectos a la luz. Él había tenido que invertir mucho más tiempo que sus amigos por su doble proyecto y a pesar de que su creación distaba mucho de lo que había imaginado en un principio debido al trabajo de unas manos inexpertas estaba orgulloso de él. Forja, le servía para distraerse de las presiones de una manera activa y creativa.

-Y yo Aenea. Aunque ya se lo que ha hecho alguno, me ilusiona enormemente ver lo de todos.- Las conversaciones amenas cada vez iban siendo más maduras por parte de todos. –Confío en que lo haréis todos genial.-  Miró entonces a Kael para responderle. –En las clases de Leonardo he estado mucho más tiempo trabajando que investigando. Ahora conozco mejor el funcionamiento de la magia, el poder de la mente y los misterios de este mundo, pero sigue sin ocurrírseme la explicación.-

Cargando editor
25/03/2013, 19:11
Elohim

Sudor. Cansancio extremo. Jadeos...

Elohim no estaba preparado para los esfuerzos extremos. Su cuerpo se lamentaba cada vez que trataba de forzar un poco sus capacidades. Maestro se esforzaba en hacer aquello más complicado psicológicamente para los chiquillos. Aunque sus acciones en teoría ayudaban a sus pequeños, Elohim se sentía un poco malsobre todo porque no podía hacer los trucos a los que su cuerpo estaba acostumbrado. Sus alas tenían que permanecer en su espalda, su Don también tenía que seguir en secreto, oculto bajo un velo de inexistencia que Elohim odiaba.

Un velo, que llevaba impuesto desde aquella fatídica noche.

El monasteri había cambiado, una ley marcial se había impuesto bajo sus cabezas y el ambiente general había disminuído varios tonos. Un aire grisáceo envolvía todo el monasterio. Miradas esquivas, gestos de dolor y cansancio que trataban de ser evitados en la presencia de profesores y desconocidos. Los últimos meses de curso fueron realmente duros, con castigos severos y esfuerzos inhumanos.

Pero todo aquello era necesario para convertirse en inquisidor, en un hombre con el alma forjada a latigazos, con voluntad de hierro y capacidad para superar lo impensable. Y, por su puesto, aquel entrenamiento debía de comenzar mientras eran niños.

Elohim, por contra, trataba de mantener el mejor humor que podía en la situación. Siempre intentaba dedicar unas palabras de aliento a sus compañeros, un gesto alegre o una mirada capaz de mantener la esperanza en que todo aquello tendría un final, un momento en el que todos ellos se mirarían y se reirían de lo que había pasado. Un futuro prometedor, después de aquel pequeño infierno.

A pesar de eso, Elohim seguía pasando gran parte del tiempo en la enfermería. Las clases de artes físicas todavía eran mucho más duras para él que para el resto, y pronto su aliento terminaba de improviso, haciéndole tener que visitar a Renata. Había veces que incluso se preguntaba si su verdadero lugar sería ese... como enfermo, en vez de como inquisidor.

Pero eran las menos, pues sus recuerdos martilleaban su mente.

Por las noches, Elohim trataba de meterse en la cama de Ace por muy cansados que estuvieran ambos para recibir un abrazo y algo de cariño. Era el único momento en el que podía estirar las alas con seguridad, y con ellas envolvía a su compañero y a él en una esfera de plumas. Sus cuerpos se fundían en uno solo, compartiendo calor en las frías noches de invierno. En esos momentos, la sonrisa surgía en los labios de Elohim, una sonrisa sincera, una sonrisa que no debía a nadie, una sonrisa que llenaba su alma de gozo.

Y el secretismo con el Don también pilló al pequeño ángel a traspiés. Él pensaba que su regalo no era otra cosa que una bendición de Dios, que no había peligro en mostrarlo pues los premios de nuestro señor tenían todo el derecho a ser mostrados, para que así los paganos o herejes se convirtieran. Quizá no abusar, pues en el punto medio está la virtud... pero la completa ocultación del don... no acababa de gustarle. Pero él no era el que hacía las normas, y sólo podía oir y callar, bajo pena de recibir una tunda de latigazos.

Y los exámenes llegaron.

Elohim seguía corriendo, y cayó pronto. El hierro golpeó su carne cuando el barro había hecho que diera un traspiés, a pesar de que la lanza de hierro trató de interponerse, su velocidad no fue suficiente y su pecho quedó marcado con la forma de la legisladora de Maestro.

Quedó en el suelo, jadeando, y retirándose con cuidado. Se quedó sin hablar con nadie, pues su pecho le dolía horrores. Esperó a Ace con la mirada, quería un abrazo.

Necesitaba un abrazo.

Cargando editor
25/03/2013, 19:26
Juliette Bourgeois

La pequeña corrió todo lo que pudo. Corrió sola, corrió con sus dos compañeras y con su gemela cuando escuchó el traqueteo de la armadura de Maestro, que se acercaba a ellas inexorablemente. Se apresuró muchísimo y, aunque le preocupaba bastante que su hermana no consiguiera terminar bien la prueba, le preocupaba aún más recibir un golpe por parte de Desalmada, que aunque no la estuviera usando para dañar realmente, aquella espada no estaba hecha de goma...

Corrió todo lo que pudo, como nunca lo había hecho... pero aquello no se le daba para nada bien. Trastabilló y cayó de bruces contra el suelo y un golpe seco de Desalmada la marcaba como descalificada. Al levantar la mirada, a su lado, se encontraba Charlotte... al parecer eliminada también. Ambas se levantaron, se sacudieron sus vestidos y de la mano se dirigieron al césped donde ya se encontraban algunas personas y allí descansaron hasta que la prueba terminó.

Dirigió fugaces miradas a sus compañeros... y su mirada se cruzó con Aenea. Había sido encarcelada durante 4 meses por lo acontecido el día de las ejecuciones, pero aquello no la había hecho cambiar, seguía siendo la misma. Con Gilbe había pasado casi que lo mismo solo que su castigo no fue tan largo y su acto no tuvo tantas consecuencias como el de Aenea... La suspensión de los examenes sobrenaturales era algo que a Juliette no le gustaba, era una de las pocas asignaturas en la que podía destacar, y había perdido la oportunidad de examinarse, pero no por ello culpaba a Aenea. Ella había hecho lo que otros muchos no se habían atrevido... a revelarse.

La estancia de la pequeña en el Monasterio tras el fatídico día de Weihnatch había pasado sin muchos problemas, no le daba tiempo a dormirse en las clases de Therestia como hacían algunos compañeros, porque su hermana hacía lo que podía para que no se metieran en líos. Fueron dos de las pocas personas que no habían sido castigadas en ningún momento, habiendo fallado el día de la salida no se podían permitir más errores.

Poco a poco fueron llegando todos, sus habituales amigos y lo demás con lo que no había tratado mucho, pero le gustaría haberlo hecho. Y con ellos llegó Shelinne que como un rayo logró mantenerse todo alejada de Maestro hasta que la prueba terminó, había conseguido terminar el examen perfectamente, cosa que nadie más había conseguido. Impresionante.

Felicidades chicos lo habeis hecho todos muy bien.- Dijo contenta mirando al resto de sus compañeros que habían aguantado mucho más que ella y su hermana, y luegodirigió su atónita mirada a Shelinne...

Wow Shelinne.- Exclamó la pequeña cuando la otra joven llegó -. Esto se te da realmente bien, parecía como si volaras .- Dijo contenta -. Ojalá yo supiera hacerlo así de bien, pero todo se andará .-Sonrió y sacó la lengua mientras se rascaba la cabecita.

Luego se abstrajo un momento de la conversación y cuando volvió en si misma les oyó hablando de los proyectos de la clase de Ciencia y Forja, algo en la que la pequeña había estado trabajando a destajo desde que  se los habían propuesto... Más adornos para el pelo siempre estarían bien, y si encima servían para poder defenderse mejor que mejor.

Sí yo también tengo muchas ganas de ver los proyectos de todos .- Exclamó mientras miraba alrededor pasando por todas las personas que se encontraban en aquel lugar-. Y tengo muchas ganas de terminar el mío, seguro que me quedan genial, ya vereis como os gustan y luego me pediréis que os haga unas .- Dijo mientras guiñaba un ojo y miraba a toda chica que se encontraba allí que tuviera el pelo lo suficientemente largo como para soportar las agujas.

Cargando editor
25/03/2013, 19:26
Charlotte Bourgeois

La estancia en el monasterio se había endurecido hasta cotas bastante cruentas y Charlotte, ágil como era con su cabecita hizo todo lo que estuvo en su mano por evitar que tanto ella como su hermana se metieran en problemas. Era una de esas alumnas que no se dormían en clase de Leyes e Historia y su personalidad la ayudaba a evadir ciertas cuestiones; sumisión o conveniencia.

Desde las ejecuciones hasta la fecha la pequeña siguió asistiendo a sus clases como el resto de niños, pese a que su actitud se volvió mucho más fría si cabe. Con respecto a las clases extra que recibía, se sucedían con menor frecuencia por motivos que se le escapaban, aún así siguió estudiando por su cuenta.

Llegaron a sus oídos lo que les hacían a sus compañeros durante los castigos por infringir las normas y confirmar el rumor al ver las cicatrices asomando por algún cuello de camisa generosamente ancho supuso para ella una amenaza inminente que la obligó a estar mucho más alerta y encima de su hermana.

Los meses pasaron con pena y sin gloria, tristes y asustados entre aquellas cuatro paredes. Antes de que pudiera darse cuenta estaba allí, sudando, corriendo alrededor del perímetro junto a todos sus compañeros.

El ambiente era tenso, Maestro se había puesto la armadura y enarbolaba a Desalmada, lo que ponía al que menos nervioso. Estaban haciendo el examen, era la asignatura que más detestaba Charlotte en el monasterio por encima de cualquier cosa, incluso preferiría estar en el calabozo antes que asistir a la clase de aquel hombre si no fuera por que sería una mácula en su expediente. Salvo Shelinne y la mayoría de los varones, a excepción de Elohim, el resto de alumnos no estaban hechos para aquello, corrían a destajo, exhaustos tras la primera o segunda vuelta. Empezaron a caer como moscas pese a que el armatoste portase su armadura, evidentemente para darles cierta ventaja, pero no la suficiente.

Charlotte no prestaba atención a sus compañeros, sólo estaba pendiente de hacerlo lo mejor posible y deseaba que su hermana hiciese lo mismo. Unos instantes después de la segunda vuelta la pequeña pudo escuchar cómo su hermana tropezaba tras ella, preocupada por instinto giró la cabeza para observar cómo Desalmada le propinaba uno de sus mordiscos.

Se ve que correr y mirar en la dirección contraria a la que uno se mueve no es buena idea, pues instantáneamente cayó de bruces dando una voltereta bastante fea, llenándose de tierra en el proceso y, como si fuese una carambola, Maestro la golpeó medio segundo más tarde que a su hermana eliminándolas a ambas al instante.

Dolorida, se levantó del suelo ayudada por Juliette y se dirigieron junto a los pocos que acababan de ser eliminados justo antes que ellas. Al poco rato la prueba terminó y allí se reunieron vencedores y vencidos, unos apremiando a Shelinne por sus logros y otros hablaban del siguiente exámen.

Charlotte había trabajado duro en clase de Leonardo, había hasta tomado clases extra para poder acabar su proyecto entre otras cosas. Estaba deseosa de que llegara la hora de salir de aquel campo de tortura física para ejercitar un poco las neuronas.

Cargando editor
29/03/2013, 08:38
Shelinne

Shelinne sintió vergüenza al oír todo aquello. En general, como aprendiz de inquisidora intenta mantener un perfil bajo, propio de cualquier mujer criada en las islas orientales bajo el yugo de un Domine que intentase explotarla como una máquina de Ki unida a un cuerpo. El rubor de sus mejillas era un claro signo de que no estaba acostumbrada a recibir halagos, destacando sólo en las clases de Petros Salieri por norma general. Tenía suerte de que la prueba hubiese sido correr. Era rápida, ágil y ducha en los principios básicos del combate, pero ahí finalizaba todo por el momento salvando un par de conocimientos propios.

- Gracias- se limitó inicialmente a decir ante las palabras de Kael, Gilbe, y en especial, Juliette. Habló baja, como si temiese que le fuesen a decir lo contrario de hablar con más seguridad-. Hago lo que puedo. Es fácil cuando te has pasado media vida haciéndolo, supongo.

Se quedó unos segundos, pensativa, rizándose un mechón del cabello cual Juliette, quizás sin darse cuenta. Asintió para si.

- Creo que Nicholas tenía una vaga idea, pero hubo un chico que sacó bastantes- puso las manos ante los ojos, en círculo como si imitase a un búho. El pulgar cerrado con el índice-. El de las gafas de aviador.

El mentado era uno bastante arquetípico. Derribado por desalmada a la primera de cambio, con ropas habitualmente grises y una gorra de la que no se despegaba. Solía llevar gafas como las de Leonardo o Renata, pero más grandes y selladas, menos refinadas por lo rudimentarias que resultaban. Cuestión de precio. Un intelectual que destacaba en las materias teóricas pero en las prácticas. Nunca llegaría a inquisidor, pero bastaría para pertenecer a los eruditos de la Iglesia.

Se puso en pie y estiró las piernas, crujiendo en el proceso a la altura de las rodillas. Hizo flexionar brazos y girar articulaciones hasta quedar satisfecha.

- Voy yendo- dijo mirando a Nicholas con la cabeza baja, como si temiese molestar.

Dicho ello, tras la respuesta del joven con un cabeceo, puso rumbo. Había mantenido el aplomo ante tanta gente, pero la introversión extrema sólo podía salvarse durante limitados periodos de tiempo. Había hecho lo que había podido, y prefería estar sola en la puerta de Forja que sofocada entre las masas.

Cargando editor
29/03/2013, 16:55
Nicholas

Alguna joven de cabello largo se giró ante el último comentario de Juliette, curiosa pero lenta de reflejos para procesar las palabras dado el examen realizado. Nicholas, en cambio, optó por comenzar a moverse. Seguía tumbado sobre la hierba, pero tras asentir a Shelinne comenzó a hablar al grupo. Había varios murmullos esparcidos por entre los grupitos de alumnos, pero también unos cuantos que ni hablaban por el puro cansancio. Entre ellos Elohim, Ace, Resha y y Charlotte, aunque lo de esta última era más que suponible dadas sus circunstancias.

- Gracias- dijo él también por su parte al comentario de Kael-. Shelinne os hubiera dicho que también habéis estado muy bien, pero es demasiada tímida como para hilar dos palabras sin ponerse como un tomate. No se lo tengáis en cuenta. No es soberbia, sino que no está acostumbrada a tener amigos. Por eso nos llevamos bien.

Suspiró. Dada su historia era más que lógico, pero no por ello menos triste. Aquel era su problema, pues no era el único allí presente con un pasado trágico dado que la mayoría de los novicios eran huérfanos o algo peor.

- No, nadie lo terminó de descubrir. Pero el fanático de los Cabalgavientos estuvo cerca- se limitó a decir, mentando los artefactos que volaban con mecanismos parecidos a las alas delta-. Sé que las transmutaciones consistían en reacciones físicas en cadenas. El calor pasaba el hielo a agua, pero ya no me preguntes cómo la pasaba a piedra. Era difícil. Pero bueno, para eso está el examen.

Arqueó una ceja, mirando de reojo a Resha, pero lo desechó pronto al ver una mata verde acercándose por el fondo. La naturalista esa del pelo verde con dos hermanas tanto iguales sino peor otra vez. Ya iría a hacerle algo. Le incomodaba tanta pasión por la naturaleza y tanta efusividad de carácter, así que se afanó para marcharse sin parecer maleducado.

- Me pasa lo que a Wivernfall- comentó mientras se ponía en pie-. Yo he estado haciendo unos puños de metal, para Shelinne, pero temo que no le gusten, y he tenido que tomarle medidas y valorar las juntas antes de ponerme manos a la hora.

No lo había dicho, pero siendo algo inminente ya le daba igual que los demás lo supiesen. El regalar tu creación era un gesto noble, quizás demasiado altruista para lo que en realidad se esperaba de un Inquisidor, más fachada que realidad por norma general.

- A ver qué hemos estado haciendo y como ha salido. Nos vemos ahora- añadió al fin, despidiéndose con la mano y poniendo rumbo por el pasillo más allá del jardín, rumbo a los laberintos que conducían al aula de forja, cerca del fondo del monasterio.

Cargando editor
29/03/2013, 17:13
Cynthia

Cynthia irrumpió en el grupo del que se habían fugado ya la Artista Marcial y el Tecnicista. Sin Domines, la Exploradora había acudido a hacer lo que mejor sabía, y en realidad, una de las pocas cosas en las que esa alumno en concreto destacaba. Se acercó portando entre las manos una pequeña vasija de barro llena de ungüento.

- Maestro me dijo que le pidiese esto a Renata- dijo con voz dulce y hermanal, ofreciéndola a Resha mientras la daba un par de golpecitos con el recipiente, llamándola. Apenas la conocía, pero era una entidad extrovertida y azarosa sin problemas en ese tipo de artes-. Ayudará con el verdugón, palabra.

Como mujer de los bosques acostumbrada a vivir en un entorno salvaje y feral, conocía demasiado bien cómo aplicar una simple pomada extraía a la madre naturaleza con las propias manos. Ello no era algo desapercibido para Renata, maestra de lo relacionado con las habilidades médicas, que comentaba con el resto de personal docente el avance y las dotes del alumnado. Una mañana en el monasterio había bastado al profesor de esgrima y viejo inquisidor para saber a quien debía mandar en su lugar para cumplir con una tarea que, tristemente, no debía llevar a término él sin revelar que la mitad de sus actos eran mera obligación para con sus propios superiores.

Y es que, como algunos ya sabían, Caedus, la Inquisición, la Iglesia, Gaïa y todo el planeta antes y tras El Olvido se basaba en un sencillísimo principio elemental. Cadena Alimentaria. Siempre hay un pez más grande y otro más pequeño. No hacían más palabras para explicar algo tan elemental a ojos críticos ante un mundo demasiado grande para tanto pequeño habitante.

Cynthia aplicó el ungüento sobre la herida de Resha, y quizás sobre la de alguno más, según su deseo y la gravedad de su golpe. Animó al grupo a coger fuerzas con unas cuantas palabras vacuas, instando con el primordial argumento de que...

"en pocos días llegará verano, y con él, el descanso. Además, todo tiene más color."

Encerrados en una cárcel sin barrotes pero con muro el color se veía siempre más apagado, y el descanso aún estaba por cumplirse, pero una mente aún joven libre de misantropía y escepticismo tales reflexiones le eran demasiado ajenas. Aún podía quedar un tono alegre en su cerebro, para su suerte. Dependía de cada novicio cómo funcionaba la suya en un mundo que no trata bien a los niños, ni a los huérfanos, ni a los magos ni los inquisidores.

El mundo diría que fueron peones o reyes en función de sus actos, pues, en el fondo, no dejaban de ser peces grandes o pequeños en un mundo demasiado vasto y hambriento lleno de depredadores cuya alma sólo parecía presente por los dominios del Ki, irónico desde su concepción por haber agentes del Némesis con más corazón que muchos Domines de los poderes que unían cuerpo y esencia.

Cargando editor
29/03/2013, 17:13
Leonardo

Leonardo era otro de aquellos que se resistían a creer que el mundo tenía un par de tuercas trastocadas. Él tenía teorías y sueños sobre astronomía, el giro de los cometas sobre el firmamento y la rotación de Gaïa, pero de haberlos dicho en voz alta ante un jurado científico le habrían acusado de, valga la similitud con Aenea, herejía. El Dogma de quienes creían tener a la sociedad bajo su yugo y puño era demasiado irrisorio teniendo en cuenta que, sobre los cielos, había máquinas ocultas a plena vista controlando qué Dogma prevalecía en los "animales" que caminaban a dos patas y aseveraban ser humanos.

Visto desde fuera, nada parecía tener sentido, pero desde la nimiedad del suelo y una mente aún infantil, aquello se reducía a lo inmediato, como si los límites del monasterio fuesen las cataratas de un mapa indicando que ahí terminaba el mundo conocido y, según el Dogma, real.

Leonardo era prueba de ello. Estaba entusiasmado en la clase donde se impartía forja, con una docena de yunques para forjar en tiempos libres armas y objetos varios para los alumnos más dedicados o aventajados, deseosos de calentar hierro y labrar materia con sus propias manos como si fuese lo más gratificante o práctico del mundo. Antes de El Olvido había cadenas de montaje en fábricas para hacer aquello, pero nadie lo sabía ya, y era un auténtico placer para muchos poder dar rienda suelta a su imaginación y su cuerpo con algo tan creativo como el candor del acero.

- ¡Hoy es el gran día!- aseguraba el entusiasmado profesor de vista desgraciada, ataviado con su habitual uniforme de trabajo, una túnica blanca bajo un peto gris que absorbiese hollín, calor e impurezas, evitando desgracias en los varios accidentes acontecidos durante el curso académico-. Sólo quedan retoques finales de última hora y ver qué habéis sacado. Os daría ya un veredicto, pero temo que voy a necesitar una jornada de reflexión para ver qué calificación dar a cada cual.

Leonardo se preocupaba por sus alumnos. Se esforzaba en inculcarles pasión por algo que, si bien a media Gaïa resultaba interesante por lo práctico y necesario, a la otra aburría. Eso si se hablaba de Forja, pues la Ciencia era motivo de debate a lo largo y ancho de cada rincón poblado por la humanidad y el resto de razas, dando todo tipo de reflexiones según la zona y la persona. Leo era diplomático al respeto, educado, y se guardaba sus teorías para si, sabedor de que probablemente no tuviese razón. O eso creía, pues en el fondo tenía más razón que un Santo, valga la perfecta elección de palabras.

- No os preocupéis, sé que habéis hecho todo lo que habéis podido- añadió en tono conciliador en vista de algunas caras de angustia, tan considerado como siempre para con los pequeños. Era, quizás, el más santurrón de todo el monasterio, y hasta vestía el blanco-. Estoy seguro de que nadie tendrá problemas con esta asignatura.

Por supuesto que no. Y aunque los tuviesen, al hombre le valía la pena rebajar el nivel de exigencia. Era reemplazable, y un elevado número de "no aptos" en su asignatura significaba a ojos del Dogma que era él quién estaba haciendo su trabajo mal, y que por tanto, debía ser destituido. Sería por peces más grandes en el mar.

Ahí estaban todos. Niños camino a la madurez para enarbolar sus armas contra gente que no divergía de ellos salvo ante los ojos de unas creencias dictadas desde arriba literalmente. La realidad era que nada estaba permitido, siendo la libertad una mera sensación. Los Inquisidores aprendían a vivir con esa sensación de opresión luchando por mantener cierta autarquía y autogobierno en unas vidas cuyo destino regían parcialmente salvo que tuviesen el talento y la suerte de poder luchar contra peces ligeramente más grandes.

El tamaño de lo que hubiesen forjado, por suerte, no influía en ello. Revelaría si habían aprendido o no algo desde el momento en que comenzaron a forjarlo. Si habían cambiado de proyecto a medio curso, si lo habían hecho por compromiso o por amor, y a que cuotas de osadía alcanzaba su pensamiento creativo y su libertad en un mundo aparentemente carente de ambas cosas. Todo iba a seguir girando pasase lo que pasase, pero para ellos, y para Leonardo, era algo importante.

Cargando editor
30/03/2013, 10:04
Kael

Kael conseguía terminar de recuperar el aliento mientras los demás chicos hablaban. Todos se felicitaban por haber aguantado parte de ese examen y Kael tenía aún ese escozor en la espalda, donde le había alcanzado Desalmada encima de las heridas de su castigo.

Mientras Shelinne y Nicholas le respondían a su pregunta, el joven pelirrojo asentía, intentando entender lo que le decían y, cuando lo mencionaron, mirando al niño de las gafas de aviador. Al mirar hacia éste, vio a Resha, la cual seguía sin hablar desde la segunda noche crítica, la de las ejecuciones.

También miró hacia Elohim, el ángel al que quería hacerle unas cuantas preguntas; pero que siempre por unas cosas u otras, nunca podía hablar con él.

Llegó la chica del pelo verde que hablaba la noche maldita, y parece que venía con un emplasto hecho por Renata para los verdugones. Sabía que le vendría bien, pero lo deba cosa mostrar las heridas de la espalda que tenía, así que negó ligeramente con la cabeza mientras se ponía de pie y se dirigía al examen haciendo un gesto con la mano, como animando a sus compañeros a que fueran con él.

Entrar en la forja fue una sensación agridulce. Allí podía hacer algo creativo, algo entretenido y que surgiera de su cabeza sin ningún tipo de imposición directa. El calor y el trabajo físico era algo agradable para Kael, pero no era bueno para el golpe que le acababa de dar Desalmada, provocando que escociera y doliera algo más. En ese momento comprendió porqué Renata les decía que para los moratones había que poner frío, pues con el calor parecía que se hacían más grandes.

Con esa molestia y algún ligero quejido cuando movía los brazos, Kael cogió su proyecto. Era un cuchillo parecido al que había robado la noche que casi los secuestran, era algo tosco y burdo, el típico que un herrero podría hacer en gran cantidad en un solo día; pero era suyo y por eso ya le gustaba. En un lado tenía un intento de grabado, pues acabó siendo un par de líneas que seguían el filo, pues el metal se enfriaba antes de que pudiera hacerlo bien y le daba miedo que se rompiera y tener que volver a empezar. La hoja como tal estaba terminada, así que le quedaba el final. 

Se colocó un trozo de tela en la frente para evitar que los chorretones de sudor que salían de su cabello rojo le cayera en los ojos y, cuando estaba preparado, sacó el mango del cuchillo que robó, el que le había dado Bronn cuando le devolvió el cuchillo y éste le arrancó la hoja, aún de una forma desconocida. Con todo el pulso y cuidado que pudo, separó las dos piezas que estaban unidas por unos clavos. Introdujo la hoja en la ranura con un suspiro al ver que, tras muchos intentos, al fin encajaba bien, ni se movía dentro ni era demasiado grande. Con cuidado, casi como si tuviera miedo, Kael montó de nuevo el cuchillo, introduciendo los clavos en los puntos correctos y luego vino lo difícil, doblar los tornillos sin destrozar el mango. Con cuidado y reverencia hizo un truco que se le había ocurrido que consistía en coger con las tenazas una única brasa al rojo blanco y ponerla encima del yunque, y luego, apoyar la punta del clavo que sobresalía, la cual comenzó a calentarse y cuando se puso rojo, lo separó y le dio golpes con el martillo con cuidado. Hizo esto unas tres veces por clavo, pues iba con cuidado y se enfriaba rápido tanto el clavo como la brasa.

Una vez con su proyecto terminado, y esperando que se enfriara para probar si la hoja bailaba o se salía, el chico insomne alzó la vista, mirando a su alrededor e intentando ver si podía visualizar como le iba a sus compañeros.

Miraba su proyecto e intentaba compararlo con los demás, y entonces se le pasaban mil cosas por la cabeza para mejorar el proyecto, todas haciendo que su cuchillo acabara siendo casi tan precioso como las armas de los Inquisidores, pero claro, en la cabeza de uno todo es más fácil, y Kael solo podía pensar en lo que le había costado hacer esa sencillez. 

Cuando el cuchillo parecía estar completamente listo lo cogió y se lo mostró a Leonardo. Sabía que era de los profesores agradables, pero no pudo evitar contener la respiración.

Kael ha forjado una Daga de Hierro de Calidad +0. Un cuchillo modificado para el combate, de entre 20 y 30 centímetros de largo. Está afilado por ambos lados y equilibrado para su lanzamiento. Entraña cierto valor sentimental para el creador.

Características: Daño 30. Turno +20. Fuerza Requerida 3. Crítico 1 PENetrante. Crítico 2 FILo. Arma Corta (Tipo de Arma). Lanzable, Precisa (Especial). Entereza 10. Rotura -2. Presencia 15. En momentos muy puntuales podría influir anímicamente en Kael más que los demás dada su historia y asociación, dando un modificador al lanzamiento de dados.

- Tiradas (1)
Cargando editor
30/03/2013, 16:17
Resha

No podía decir que le doliera el cuerpo, pues desde hacía meses, no había nada que no le doliera en mayor o menor medida.
Las piernas parecían de gelatina, temblando por el agotamiento a cada paso que daba la niña con visible esfuerzo.
Los niños hablaban, se regalaban halagos e intercambiaban opiniones.

Resha no podía entender como eran capaces aún de expresarlas en voz alta pues la opinión era arrancada de cuajo como las flores silvestres que aparecían junto a los rosales extremadamente cuidados del jardín. Si diferían un poco de la rosa, se eliminaba de forma radical, sin importar la naturaleza de esa opinión.
¿Estaba eso bien?
Suponía que no, pero no lo decía. En su interior estaba a salvo de todo lo que quisieran hacer para moldearla. A base de miedo habían aplastado su inocencia, y podía dar fe de que lo habían hecho maravillosamente.

Alzó ligeramente la mano mientras dos niños se alejaban para llegar al aula de forja a modo de despido cuando algo  o alguien le dio varios toquecitos.
Resha se giró y el movimiento hizo que algunos mechones desiguales, fruto de la carnicería que había sufrido su larga cabellera, se escaparan del lazo con el que la llevaba sujetos.
Miró sin comprender el recipiente que le ofrecía la muchachita de cabello verde. Había llegado junto a ella y sus hermanas en el mismo carruaje en el monasterio y recordaba haberlas visto por la noche desde su ventana de la habitación.
Su alegría parecía intacta, pura tal y como había llegado al monasterio. Probablemente habían tenido más suerte que Kael.

Tomó el recipiente de barro y miró su contenido mientras Cynthia parloteaba feliz sobre Maestro, Renata y las propiedades del ungüento. Las manitas se aferraron a la vasija con la fluidez de un autómata. Agradeciendo el gesto con un cabeceo y un breve "hum".
No era la única que necesitaría de ese ungüento y lo sabía, mientras la niña hundía sus deditos en la mezcla cremosa y se la aplicaba a Resha que le sostenía la vasija.
Una vez aplicada se la devolvió con un nuevo cabeceo agradecido mientras obviaba el argumento sobre el verano y el color.
La primavera tenía color y no había cambiado nada para ella desde el día en que se convirtió en un monstruo.
Se sentía sucia e indigna. No merecía recibir un trato amable después de lo que había hecho.
¿Y qué si el don de su ángel de la guarda había dado paz y esperanza a ese reo?
¿Y qué si ahora se encontraba en un lugar mejor?
¿Qué ocurría si no era así?
Y lo que era peor.
¿Había visto su madre lo que había hecho?
Apretó los labios mientras los iris tomaban una tonalidad azul oscuro, amargándose por la probabilidad de que así fuera.

Casi sin darse cuenta, había caminado con el grupo hasta el aula de Forja y allí se encontraba Leonardo.
Leonardo el amable.
Leonardo el de la dulce sonrisa.
Leonardo el  que intentaba retener algo de la alegría que habían perdido esos niños.

A Resha le gustaba esa asignatura. No se le daba especialmente bien porque era un tanto patosa, pero no le importaba.
¿Qué había creado?
Algo sencillo.
La habían ayudado a fundir el hierro y el líquido candente fue enfriado en largos moldes cilíndricos.
Las varillas resultantes fueron calentadas de nuevo y, sobre un yunque, golpeadas hasta que tomaron formas curvadas.
Por separado otros moldes hicieron hojas de metal que se unieron a las varillas.
La niña se asaba como un pollo sobre el fuego mientras terminaba y pulía aristas, cepillaba el hierro para darle un brillo especial a su creación.

Aguardó el momento idóneo y, en silencio se la mostró a Leonardo.

Era una jaula cuyos barrotes eran enroscadas ramas de parra y afiladas agujas que apuntaban hacia el interior  lo que se encontraba descansando sobre la superficie del banco de trabajo de Resha, que miraba a Leonardo fijamente a la espera de su opinión.

Resha ha forjado una Jaula de Hierro de Calidad -15. Excéntrica, punzante hacia el interior, es una extraña metáfora sobre su concepción de la realidad. Similar a un instrumento de tortura, sus agujas están dobladas de forma errática, con longitudes diversas. Es un reflejo típico de M. C. Escher y su Relatividad.

Características: Su diseño cargado con emociones de Resha hace del artefacto un foco para algunos criaturas ligadas a sentimientos dados. En circunstancias concretas podría llegar a servir como Contenedor para Seres de Entre Mundos.

- Tiradas (1)
Cargando editor
01/04/2013, 14:53
Richard Wivernfall

Nicholas y Shelinne acababan de abandonar el grupo, partiendo a clase de forja, lo que indicaba que faltaba poco para que empezara y nadie quería, o más bien se atrevía a cometer una falta de puntualidad. Las espaldas de los jóvenes estaban suficientemente marcadas para que les doliera solo con pensar en un latigazo más sin necesidad de que el cuero se posara sobre ellas.  Así que Richard, con la respiración aún acelerada por el esfuerzo y el brazo dolorido, se levantó de una sola maniobra acrobática sin utilizar las manos, posando sus pies a la par sobre el césped e irguiéndose con un equilibrio y una agilidad que había logrado gracias a los duros entrenamientos, grácilmente como Petros lo haría. Una suave brisa peinó su cabello ondeando al aire diferenciándose únicamente de cómo bailaba el del profesor por el tono negro de éste.

Fue cuando iba a echar a andar cuando Cynthia apareció con uno de los remedios milagrosos de la doctora Renata y lo compartió con entusiasmo entre los niños más doloridos. Alegre con lo que hacía observó la marca de Richard en el brazo le ofreció alivio al dolor, algo que el joven aceptó de buen grado pues sabía que si no, tendría problemas para seguir el ritmo el resto del día.

-Gracias.- Dijo el chico. Pudo percibir que la chica tenía un gran corazón a medida que esparcía el ungüento sobre él con un tierno masaje y rápidamente notó los efectos. –Guau…  Es increíble lo rápido que actúa. Ya no tengo el brazo dormido. Gracias de nuevo.- La miró a la cara y sonrió de nuevo. Un gesto que cada vez repetía más y que le empezaba a costar diferenciar cuándo lo hacía por obligación y cuando por auténtico sentimiento. –Deberíamos ir yendo con Leonardo.- Y comenzó a andar.

Cruzó los tan conocidos pasillos y galerías, saludando a los instructores que cruzaba y a varios guardias cuyas caras a pesar de estar embutidos en esas toscas armaduras reconocía y ya le eran familiares. Con las semanas la estructura militar de la instalación fueron resultándole más evidentes y ya no se cuestionaba si era correcto o necesario que la iglesia necesitara tanto poder. Llegó al taller que tenía la puerta entornada seguramente por algún alumno que habría llegado antes. Desde el pasillo podían oírse los ecos del repiqueteo producidor por los martillazos contra el metal.

Y cuando entró efectivamente, había alumnos ya trabajando. Recuperó su proyecto de la mesa de trabajo donde estaba guardado y se dispuso a darle la forma final. Imitando a Kael utilizaba un trozo de tela para protegerse la frente del sudor y además recogerse el pelo, evitando que le molestara para trabajar. Un buen consejo que el chico taciturno le había dado hace tiempo. Había pasado muchos días practicando para este día. Los primeros días tan solo elaboraba esbozos que realizaba en papiros a carboncillo, diseñando la forma y calculando las medidas, para después aprender a fundir el metal y probando distintas aleaciones hasta dar con una proporción ligera y resistente. Incluso tardó un tiempo acostumbrarse al miedo que le producía el fuego ardiente y las brasas, aunque finalmente se había familiarizado con él lo suficiente como para hoy, por fin, sacar dos piezas de metal de entre la nube de vapor formada por ellas al introducirlas al rojo vivo en la cubeta de agua para enfriarlas.

Dos cuchillos que a diferencia de los de Kael, empuñadura, hoja y pomo estaban formados por una sola veta de metal sólido cada uno. Eran ligeros y muy puntiagudos pero con poco filo. El diseño era algo sencillo porque el muchacho se había centrado más en conseguir que ambos fuesen iguales que en elaborar formas complicadas. Y lo había conseguido, haciendo que el único adorno que portaban, un ojo reptiliano grabado en el guardamanos fuese completamente idéntico. Una vez el metal estuvo lo suficientemente frío utilizó una correa de cuero que entrelazó en el mango de cada una de las armas para hacerlas más ergonómicas y darles una mejor sujeción.

Ese día y tras innumerables intentos fallidos, hojas quebradas y mucho sudor y esfuerzo invertidos en ello el fruto de su trabajo estaba ante él. Recordando las palabras que pronunció en los primeros días le dijo al ángel:

-Elohim. Como te dije al poco de llegar a Caedus, espero que me ayudes a decorar mis armas con alguna gema.-

Esperó a que el profesor lo examinara y puntuara, y hasta que lo hizo estuvo puliendo todas las partes de metal, para hacerlo más brillante y suave sumido por el nerviosismo de la valoración, la ilusión por haber creado algo con sus manos y el deseo de compartirlo con los demás niños, en especial con Kael dada la similitud de los trabajos. 

Richard ha forjado dos Dagas de Hierro de Calidad -5. Cuchillos modificados para el combate, de entre 20 y 30 centímetros de largo. Están poco afilados por ambos lados y ligeramente equilibrados para su lanzamiento. Sus ornamentos en combinación con su proceso de fabricación los convierten en algo frágil que podría romperse con facilidad.

Características: Daño 20. Turno +15. Fuerza Requerida 3. Crítico 1 PENetrante. Crítico 2 FILo. Arma Corta (Tipo de Arma). Lanzable, Precisa (Especial). Entereza 0. Rotura -4. Presencia 15. Al usar Crítico 2 se sufre un penalizador extra de -10 a Ataque y Parada. Usando el Crítico Primario no se sufre dicho penalizador, pero sí el resto de los inconvenientes mentados.

- Tiradas (1)
Cargando editor
03/04/2013, 10:42
Ace Velvet

Aquellos útimos meses en el monasterio no habían servido para más que reforzar el lado más oscuro de la personalidad de Ace. Aunque habían prohibido el uso de los Dones, a él no le importaba. Lo poco que sabía hacer servía para bien poco, así que no lo echó en falta. Sin embargo portaba con orgullo, escondido siempre bajo la camisa, el brillante ángel de plata. El ángel era, para él, una muestra de lo que debía proteger. Porque, sí, se iba a convertir en un inquisidor, lo deseaba con todas sus fuerzas. Pero jamás renunciaría tampoco aquel ángel que iluminaba su camino. 

Ace disfrutaba de la compañía de sus compañeros, se mostraba siempre cordial y agradable, aunque cualquiera podía ver en sus ojos aquella dura expresión que lo había poseído desde las ejecuciones. La prueba de fuego había servido para dejarle claro, y seguramente a sus compañeros también, a lo que se enfrentaba. Por eso se mostró siempre, para con el monasterio, como una persona diligente y obediente. Le aterrorizaba sentir el látigo lamiendo su piel como el fuego, por lo que, aunque estuvo cerca, consiguió no ser castigado durante todo aquel tiempo.

Las noches eran, sin duda, su momento favorito del día. Cuando Elohim lo arropaba con sus alas se sentía increíblemente bien, y por unos instantes olvidaba que era un proyecto de inquisidor y todo lo que conllevaba. Era un pequeño momento de paz que le gustaba disfrutar.

...

El examen de Maestro fue realmente duro. Cuando les dijo que escogieran un arma, Ace tomó una espada bastarada, siendo así que era la que más sabía usar. Estaba preparado para batirse en duelo si hacía falta, pero no fue esa la prueba. Cuando tuvieron que ponerse todos a correr se arrepintió de haber tomado un arma tan pesada. La cargó como pudo, quedándose más atrasado en los primeros momentos. Se preguntaba por qué debían llevar armas, cuando vio que Maestro blandía a Desalmada, obligando a los niños a defenderse. 

Al llegar el profesor a su lado, tragó saliva. Alzó la espada con las dos manos para defenderse, pero le costaba mucho manejarla mientras corría. Cuando Maestro descargó a Desalmada contra su muslo, Ace interpuso la espada. Lo bloqueó, pero el arma le pesaba tanto que le resbaló de las manos. Liberado de aquel peso extra, el pequeño intentó acelerar su carrera, distanciándose unos pocos metros de Maestro. Pero ni le dio tiempo a sentirse más seguro, Desalmada volvió a volar a sus espaldas, y Ace dio un pequeño salto, tratando de evitar que le diera en los pies. Pero no le dio en los pies, un ligero toque en el hombro bastó para hacerle perder el equilibrio y caer estrepitosamente a un lado. Al menos sólo se había hecho unos pequeños rasguños. 

Cuando volvió con sus compañeros no se sentía con ánimos de decir nada. Simplemente esbozó una leve sonrisa para todos y se dirigió luego allá dónde el ángel lo esperaba. Vio en sus ojos un reclamo, se acercó a él, aún jadeando, y se sentó a su lado. Le dio el abrazo que sabía que esperaba, aunque él también lo necesitaba. Tener a alguien que sabes que está de tu parte, que te apoyará pase lo que pase, alguien que te espera para reconfortarte después de los momentos difíciles. Eso era lo que tenía Ace, y no estaba dispuesto a cambiarlo por nada.

...

El examen de Forja era un momento a la vez esperado y temido por el pequeño Ace. Tenía muchas ganas de acabar su proyecto, aunque no estaba seguro de si sería lo suficientemente bueno. Durante las horas de trabajo, había visto en las mesas de algunos compañeros cosas bastante originales. Y es que su trabajo parecía de lo más ordinario. Su única premisa había sido la de elaborar un arma más ligera que la que ya sabía usar. Al principio había pasado un tiempo hablando con Leonardo sobre como hacer un arma más liviana pero no menos resistente. Porque seamos sinceros, quería algo poco pesado, pero si era tan frágil que se rompía al primer golpe no le serviría de nada. Ace sabía lo que quería, pero no acababa de ver cómo enfocarlo. Sin embargo, hacía mucho tiempo había tenido una idea, al ver a Juliette en las clases de Artes Mentales. 

Tras mucho tiempo de esfuerzo y de probar, probar, y probar más, Ace tenía entre sus manos una curiosa espada. La dejó sobre la mesa de trabajo para verla mejor. Parecía una espada normal, aunque tenía unos extraños surcos en toda su estructura. Parecían dibujar algo que se repetía, un patrón. Ace se había asegurado de que aquello no mermara demasiado la resistencia del arma. Pero había descubierto, tras probar mucho y observar bien, que así le resultaba más cómodo "cogerla sin las manos". El mango parecía bastante poco adaptado a la forma de la mano. 

Pensó que como toque final podría grabarle algo, para no olvidar nunca la curiosa idea que le había llevado a forjarla. Los últimos minutos que tuvieron para retocar sus creaciones, Ace los invirtió en grabar unas palabras en el filo. 

"La que no se puede empuñar"

Le pareció divertido. Luego se la mostró a Leonardo, asegurándose de explicarle el por qué de tan curiosa creación. 

Ace ha forjado una liviana Espada Bastarda de Hierro de Calidad -10. Arma a medio camino entre la espada larga y el mandoble, que mide aproximadamente unos 130 centímetros. Su larga empuñadura abrupta y su estratégico contrapeso impiden usarla correctamente con una o dos manos. Pesa menos que una espada bastarda normal y corriente, pero ese rasgo en combinación con su proceso de forja la convierten en algo frágil que podría romperse con gran facilidad.

Características: Daño 40. Turno -30. Fuerza Requerida 6/8. Crítico 1 FILo. Crítico 2 CONtundente. Espada/Mandoble (Tipo de Arma). Entereza -5. Rotura 1. Presencia 25. Al usarla con una o dos manos se sufre un penalizador extra de -20 a Turno, Ataque y Parada. Sólo alguien con dotes similares a las de Ace podría usarla con plena capacidad ignorando sus taras.

Maldición: Alimentada por el Animismo subyacente en cada rincón del Monasterio de Caedus, Ace y su Mala Suerte han dotado a su espada telequinética de una rebeldía innata. Cada vez que la empuñe mentalmente sirviendo a los intereses de la Inquisición, la espada lanzará 1d10 por asalto. Si el resultado es 1 la bastarda se liberará de la Telequinesis ejercida sobre ella, cancelando el poder innato en caso de estar manteniéndose como tal.

- Tiradas (2)