Partida Rol por web

-¿Brunelo do vas?. ¿De qué fuyes amigo?.

Ebardo corrió tras Brunelo unos metros y luego se giró para pedir ayuda a sus compañeros, entonces vió el árbol moverse.

Por todos los santos del cielo!!!!

Balbuceó unas frases ininteligibles mientras su cerebro trataba de procesar lo que veían sus ojos. Finalmente su instinto de supervivencia se hizo con el control de sus actos e redujo la situación a una mera cuestión de ataque o huida. Eligió atacar.

En el fondo sabía que estaba viendo lo que estaba viendo... un árbol andar como un omne.

Pero qué diantres... -musitíe mientras veía a las mulas mecerse-.

Fue entonces cuando me giré y vi aquella criatura: ojos, ramas y raíces moviéndose hacia nosotros... ¡Santa Madre! ¡Ni en los peores cuentos hubiera una de imaginarse tal talla! Pues que, habíendo tenido mi escudo en la mano, que tomé mi espada, dejando la rienda de la mula suelta, y dispúseme a encarar a aquella bestia, tragando saliva y no pensando demasiado que las historias que contaban... ¡eran ciertas!

La confirmación de mis temores y mis sensaciones teníala ahí delante de mis narices. Por mucha burla que el merino quisiera hacer de mí, ahora era él el que encontrábase en una situación peligrosa, al igual que nosotros por no hacerme caso que debías alejarnos de aquel lugar cuanto antes.

Los animales, más inteligentes ellos que los humanos, diéronse cuenta antes de lo que estaba pasando, huyendo del árbol que se movía hacia nosotros con muy malas intenciones.

—Alá nos proteja.

Desenvainé la gumia sin demasiada confianza de que mi arma pudiera hacerle algo de daño a aquel montón de madera y raíces que se movían como un gigante de mil brazos.

Ebardo esgrime la bastarda y se apresta para la carga... pero cuando ve la inmensidad a la que se tiene que enfrentar con todas las ramas alzándose para lanzar golpes letales, se lo piensa mejor. Desconoce la velocidad a la que se mueve la criatura pero tal vez la huida sea la mejor opción.

Tratando de mantener la calma dice

¿Y si huímos cada uno en una dirección?

Yo no era un guerrero, ni siquiera un bandido acostumbrado al uso de las armas a pesar de haberme criado entre ellos. Al ver al árbol moverse, con clara intención de acabar con las nuestras vidas, cerré los ojos unos instantes a la vez que la gumía aparecía insegura en mi mano.

Quizás debería echarme a correr bosque adelante sin mirar atrás, dejando a los mis compañeros a su buena, o mala, fortuna y más al escuchar las palabras de Ebardo. Tenía que reconocer que era lo má sensato de todo, pero al pobre Antonio no daríale tiempo escapar e incluso yo dudaba que pudiérame alejar durante demasiado tiempo de una de aquellas ramas que agitábanse delante mío.

Con más miedo que destreza y casi con los ojos cerrados, pegué dos tajazos con la gumía intentando por lo menos hacer algo de tiempo hasta que pudiéramos salir por pies, aunque dudaba mucho que fuera a hacerle daño alguno al árbol caminante.

Ebardo esperaba que saliesen corriendo. Durante un instante cruzó la mirada con Basim y creyó que así sería. Pero finalmente Basim pasó al ataque sin preocuparse de defenderse. Solo la vergüenza ante la idea de decepcionar a su padre, que lo veía desde el cielo, impidió que huyese del combate. Tras un momento de duda, secundó a Basim, con una breve plegaria entre los labios.

Atacaban al árbol andante por varios lados y este movía sus ramas sabiendo dónde estaba cada uno y agitando las ramas amenazantes. Una de esas se alzó para atacarlo y Ebardo la golpeó (o lo intentó), lleno de furia y espanto.

Impactan los 2.

El primer ataque hace 7+3=10 ptos

El segundo ataque hace 9+3=12 ptos

Mis compañeros no quedábanse atrás, y pese a que aquella horrenda visión nos atemorizaba y nos pretendía herir, no podía desfallecer como lo que era: una soldado. Harto tiempo anduve en los procesos de la leva, luchando y vigilando murallas de castillos o matando a campo abierto. Ésta vez no era distinto, pues aunque rival diferente, la vida pendía de ellos. Por ende, que con mi escudo preparado y mi lanza ensarté la misma en las ramas de la bestia, ¡maldito demonio! Aunque bien ciertas fueran las historias contadas, ahora mismo habríamos de deshacerlas a golpe de lanza, espada o cuchillo... y devolverlas a la tumba de donde habían surgido.

Inés espera a que la criatura esté a distancia de su lanza y se la clava en lo que debería ser el pecho de la misma. Esta a penas se inmuta y se le desconcha un poco de la corteza. Ebardo hace lo propio y descarga su furia contra las ramas,haciendo que aparte dos de ellas por el dolor que le ha causado Basim también ataca a la criatura descuidando su defensa, pero el arte del combate no es algo que domine y falla estrepitósamente. Antonio es el que parece que clava su espada a través de la corteza causándole un gran daño a ña criatura. Esta, enfadada se lanza sobre vosotros, falla los ataques sobre Antonio e Inés pero logra impactar a Basim y a Ebardo en el pecho con tal fuerza que les destroza por dentro y los deja heridos..

Ebardo recibió un golpe desde abajo que lo levantó 2 metros del suelo antes de volver a caer. Enardecido como estaba por el combate, se incorporó con agilidad y sin perder tiempo lanzó su siguiente ataque, pero entonces un intenso dolor le recorrió el abdomen y tuvo un espasmo que le hizo fallar el golpe estrepitosamente. Supo entonces que algo iba mal, alguna tripa se le había roto por dentro. Aún no sabía si las hemorragias internas le producirían la muerte en las próximas horas. Por un momento pensó que era demasiado joven para morir y los ojos se le llenaron de lágrimas ante la idea. Pero la monstruosa criatura seguía ahí en pie amenazante. Tenía que apretar los dientes y seguir luchando.

Había sido una locura y eso comprendíalo bien ahora, mas yo no era hombre de armas y el miedo y la incosnciencia habíanme empujado a lanzarme como el orate que era, a atacar aquel árbol salido del mismísimo infierno. El impacto fue brutal, cortome la respiración de tal manera que pensaba que mis pulmones no volverían a ser capaces de inspirar con normalidad nunca más. Sentí que algo rompíaseme por dentro y estaba convencido de que los daños iban a ser graves.

No tenía fuerzas, ni ganas, para volver a lanzarme contra aquella cosa como un idiota, así que sólo quedabame intentar parar los golpes, aunque con el arma que yo llevaba pocas oportunidades tendría. Y prueba de la debilidad que me invadía, por culpa de las heridas, fue el poco tino que tuve con mis intentos de parar aquellas mortíferas ramas.

Hice lo propio de nuevo, sin inmutarme mucho más. Si mis compañeros estaban contra ella, luchando contra esa bestia, non iba a ser una menos, et siendo soldado.

Ebardo intenta atacar a la mandrágora, pero está contusionado por el golpe anterior y falla el ataque. Antonio vuelve a impactar a la criatura, pero apenas le hace un rasguño. Inés la impacta pero no logra penetrar la dura corteza. La bestia-planta pasa al ataque, parece que va a impactar a Ebardo con una de sus ramas, pero este logra anteponer su "bastarda" y evitar el daño. AL resto del grupo no logra impactarle, salvo cuando una de sus ramas se estrella en el pecho de Antonio, dejándolo inconsciente de un sólo ramazo y desangrándose. Si no recibe ayuda pronto morirá.

La criatura era letal. Basin y él mismo habían probado la fuerza de sus golpes y sólo un milagro les había permitido seguir con vida.

Resistir el poderoso embate de la mandrágora con la bastarda casi le rompe los brazos. No sabía si podría aguantar otra acometida como esa.

Gritando de ira y terror, Ebardo atacó de nuevo a la mandrágora apuntando allí donde creía que estaba su corazón.

-Padreeeeeee!!!!

Aquel crujido fue tremendo. El tremendo golpe que restalló cual latigazo en el cuerpo del merino Antonio fue devastador. Cualesquiera de nosotros podría estar ahí, en su lugar. Fue la providencia la que eligió, aunque la bestia alzábase aún delante de nosotros. Ebardo cargó de nuevo, y yo hice lo propio. Quedarse de momento a rescatar al merino no era sino una imprudencia para el resto del grupo.

¡¡Aaarrghh!! -mascullé mientras quise clavarle la lanza de nuevo-.

A pesar de tener todo el cuerpo dolorido sabía que había que acabar con aquella cosa cuanto antes, o por lo menos dejarla lo suficientemente herida para que nos diera tiempo escapar por pies. Por ese motivo prepareme, infeliz de mí, para atacar de nuevo a la mandrágora, pero al ver como una de las ramas impactaba con una fuerza brutal contra Antonio, dejándole más del lado del mundo de los muertos que el de los vivos, consiguió que entrárame el pánico siendo el tajo que lancé contra la madera de aquel cuerpo llegado del infierno ridículo y completamente ineficaz.

Preocupado por la suerte de Antonio, y sabiendo que nosotros en cualquier momento pudiéramos correr la misma, antepuse mi gumia para evitar que me alcanzara de la misma forma que habíalo hecho al merino, pues sabía que otro golpe más en mi cuerpo dejaríame completamente sin sentido y de poca ayuda serviría. En cambio yo aún podía ayudar a los heridos.

LA Mandrágora recibe un nuevo impacto de Ebardo, pero apenas parece hacerle nada. Inés y Basim fallan su ataque, entónces una de las ramas golpea con fuerza a Inés en el vientre con tanta fuerza que la dejará marcada de por vida, la soldado no es capaz de aguantar el golpe y cae inconsciente. La criatura-planta ataca a Ebardo, pero es un golpe tan lento y previsible que el joven cortesano no tiene problemas para apartarse a tiempo. Basim recibe otro fuerte ramazo dirigido a su abdomen, uno con la suficiente fuerza como para mandarle a reunirse con Allah, pero el brujo logra en el último momento colocar sugumia entre la rama y su vientre saliendo despedido un metro hacia atrás pero indemne.

Ebardo veía las dificultades de Basim para desenvolverse en un combate en el que luchadores experimentados como Inés y Antonio habían caído. Si continuaba peleando, lo único que conseguiría el moro sería hacerse matar.

-Basim, busca ayuda. Y se repitió a sí mismo: Voy a vivir, voy a salir de esta.