Partida Rol por web

La tarde se alarga hasta que extendiendo el brazo te ves obligada a encender la luz de tu despacho. Corriges desde hace horas los exámenes de septiembre, la verdad es que los resultados son peores de lo que esperabas. Debes entregarlos corregidos mañana por la noche. Un error administrativo ha provocado que debais colgar las notas tan pronto, pues la matriculación debe hacerse dentro de un par de días. No te ha importado demasiado, podrías estar mejor en casa, pero no eres de las que se intentar escapar del trabajo. Así, que la noche se ha echado encima y todavía debes corregir algunos más, o si no mañana no te dará tiempo.

Dándo un sorbo del café ya frío que tienes a tu derecha, te echas hacia atrás en tu silla. Realmente estás muy cansada, y el sueño comienza a vencer contra la cafeína. Girando la cabeza en círculos, intentando aliviar el dolor de tu cuello, te sobresaltas cuandp el fax comienza a pitar recibiendo una página.

Al principio parece que va a salir en blanco, pero poco a poco comienza a verse un mensaje escrito a mano.

AYUDA

La primera palabra que me viene a la mente cuando el sonido del fax me devuelve a mi alrededor es un improperio "¡Hostia!". Siempre tuve una gran capacidad para abstraerme de lo que me rodeaba y concentrarme en el trabajo, pero el sobresaltarme ante cualquier ruido brusco era la gran desventaja de la capacidad que admiraban mis compañeros de trabajo.
Miro el folio y la escritura a mano que contiene, sin poder evitar que un leve escalofrío recorra mi espalda. Es de noche, y empiezo a recordar alguna película japonesa que había visto hace poco...no es muy recomendable pasar la tarde viendo historias sobre llamadas fantasmales a móviles ni vídeos malditos.
La vuelta a la racionalidad no se hace esperar. Tal vez solo se trate de un error de la máquina, de un mensaje cortado en el que me consulten sobre algo, o incluso una nueva broma de mis "queridos" alumnos. Niñatos del demonio. Si emplearan tanto tiempo en estudiar como en idear chascarrillos les iría mucho mejor.
Un poco malhumorada, dejo el papel sobre una pila de apuntes viejos y continúo las correcciones. Sin embargo, no puedo evitar levantar la vista hacia él de vez en cuando y mirar de reojo la parte de la habitación que queda en penumbra.
Finalmente, decido coger el papel una vez más.

La nota, escrita rápidamente con trazos bruscos, no da más información, puesto que el fax no es de muy buena calidad, y no se aprecia más detalle. En la pantalla del fax parpadea en letras negras el número de la última transmisión recibida.

Justo en ese momento comienza a llegar otro fax del mismo número, con los mismos trazos de letra:

NLHPN

"Vaya, ahora quieren que juegue a las adivinanzas", pienso viendo la sucesión de letras. No me parece que tengan ningún sentido ¿Algún juego de palabras o siglas que no conozca, quizá? De todas formas, sigue sin gustarme que me aparezcan mensajes inquietantes en el fax a estas horas, así que miro la pantalla de los números dispuesta a hacer las llamadas en tono enfadado que hagan falta.

El teléfono, al principio sólo da señal, pero al cabo de unos timbres, se descuelga, y al otro lado, una voz femenina susurra.

- Ayuda...por favor, ayuda.

Parece débil, y suplicante, no parece fingir. Entonces, oyes un golpe y la estática suena en el teléfono por el movimiento, hasta que parándose, una voz másculina habla:

- ¿Quién es?. Quién le ha dado este número.

Algo en la voz te inquieta, quizás sólo sea la extraña situación.

-Eh..yo..
No es un comienzo muy brillante, pero no estoy acostumbrada a que me traten de forma brusca, quizá por mi trabajo de profesora en el que siempre mantengo la superioridad. Después, intento sonar igual de "imponente" que ante mis alumnos.
- ¿¡Cómo que quien soy!? ¿¡Quienes son ustedes y qué hacen llamando a estas horas!? ¡O me explican qué esta pasando o vive dios que les denuncio!- grito con voz chillona.
"Vale, te has lucido" pienso de nuevo. Pero la situación no es propicia para conversaciones racionales. Mientras, miro el número e intento memorizarlo. Quizá sea un caso de malos tratos y alguna mujer marcó este número al azar. Al menos, eso es lo que intento creer mientras sostengo el teléfono.

Intentando cocentrarte en el tono de las voces, no reconoces ninguna, pero el tono de la mujer, aunque susurrado y sin defectos de pronunciación, hubieras jurado que sonaba con acento asiático. Cogiendo el bolígrafo con el que corregías, en el dorso de un sobre que tienes encima de la mesa copias rápidamente el número.

La voz al otro lado del teléfono te interroga con tono de ira:

- Policía, ¿quién es usted?

"¿Qué es todo esto?" Pienso, cada vez más asustada. No se puede decir que esté teniendo una tarde normal y aburrida..y en estos momentos la echo de menos como nunca.
Recuerdo en ese momento algunas normas relacionadas con la actuación policial, en parte consultadas por mi cuenta, y en parte supuestas por mis lecturas. Un policía tiene el deber de identificarse en sus actuaciones: nombre, rango...O algo por el estilo. Mi hilo de pensamientos se interrumpe aquí, y con voz algo más temblorosa que la vez anterior, respondo:
-Entonces identifíquese.
Si lo que me dicen es cierto, o lo considero como tal, tal vez pueda enterarme de lo que está pasando.

- Mira zorra, tengo tú número de teléfono en la pantalla, dentro de cinco minutos sabré quién eres y dónde vives. Si se te ocurre no olvidar esto ahora mismo, iré allí y te demostraré lo que es un hombre...¿me has entendido?.

Su tono es cruel, disfruta pronunciando las palabras con tono normal, sin mostrar su ira, helando las venas y clavándote su voz en la cabeza.

Estoy muerta de miedo. Pensé que nunca podría estar tan asustada desde que di mi primera clase, un aula llena de personas que gritaban y parecían clavar sus ojos en mí para burlarse...pero esto es distinto. No es normal, estas cosas solo pasan en las novelas y en las series de la tele.
-¡Gilipollas!- grito al otro lado del teléfono, y cuelgo rapidamente. No me paro ni siquiera a pensar mis últimas palabras. Esta no es la situación idónea para mostrar una fina ironía ni conservar la calma.
"Gilipollas, tú", pienso mientras sigo mirando el teléfono colgado "te pones de conversación en un sitio en el que estaba pasando algo feo, y para rematar insultas a un tipo que vete a saber si es un mafioso es lavo, un asesino o...". No puedo seguir pensando ya. Me tapo la cara con las manos y empiezo a sollozar, no se si de pánico o agotamiento nervioso. Y por primera vez en mucho tiempo, desearía que alguno de mis compañeros de trabajo me llamara para bajar con los del departamento a tomar algo.
"Quiero volver a casa", retomo mi pensamiento una vez el llanto cede.

La puerta de tu despacho suena al ser golpeada tres veces por los nudillos de alguien. Son golpes secos y leves. La educada llamada a tu puerta se repite. Por tu puerta, con cristal en la mitad superior, aunque traslucida, no deja ver siquiera una silueta. No parece haber nadie. Pero vuelvena a llamar.

Los golpes de la puerta me sacan de mi estado. Rapidamente, busco un kleenex para secarme la cara y me levanto para abrir la puerta, hasta que me paro en seco.
La voz que escuché en el teléfono se repite en mi cabeza una y otra vez ¿Y si se han acercado, o me han encontrado?. Examino rapidamente la mesa de mi despacho, buscando algo sin saber qué es. Algo contundente, que pueda sujetar sin que se note excesivamente.

¿Hay algo por la mesa que cumpla esos requisitos, o que al menos, no de mucho el cante en caso de que solo sea alguien de la facultad?

Un horrible pisapapeles que te regalaron en algún amigo invisible hace años, parece ofrecerte la suficiente solidez que buscas.

En la puerta vuelve a resonar la llamada.