Partida Rol por web

Hékate se había quedado sola para investigar sobre sectas en París. ¿Por donde empezaría a buscar?

Hékate tiró de su red de contactos. Durante su vida como maga y medium, había tomado contacto con gente de todo tipo. A veces porque esta gente recurría a ella y otras, porque era ella la que buscaba encontrarse con ellos. Además, París era una ciudad cosmopolita donde había sitio casi para todo y había ciertos locales donde los amigos del misticismo, gnosticismo, cábala, se daban cita para intercambiar impresiones y colaborar en "experimentos". 

Destacaba uno entre los demás, situado en Montmartre, cerca del Pasaje de las Brujas, del cual tomaba su nombre. "Passage de la Sorcière". Había comenzado sus andaduras allá por los años 20, como club de lectura y divulgación sobre temas metafísicos pero con el tiempo se había convertido en un pub discoteca más convencional, al menos en apariencia. En la práctica, seguía sirviendo de lugar de contacto para "frikis" de lo sobrenatural. Mucho flipao que se creía ser lo que no era, pero había algunos personajes interesantes por allí.

Hékate hacía tiempo que no lo frecuentaba, pero seguro que aún se acordaban de ella por allí. También cerca de allí estaba Le Mandragore, un restaurante especializado en comida vegana en el que también solían coincidir algunos personajes peculiares y Le Proibido. Entre los tres podría empezar a buscar. 

Hizo algunas llamadas para intentar quedar con alguna gente. Tenía a Marcelle, un antiguo novio de la adolescencia. Había sido una relación turbulenta, con drogas por enmedio y experiencias al límite ¿Sexo con fantasmas? Lo cierto es que era posible, no de un modo convencional. Se trataba de practicar el sexo durante un contacto y compartirlo con él. Bueno...una rayada, pero en aquellos tiempos parecía que tenía sentido. Hasta que un día sucedió algo y Marcelle casi palma. Entonces decidieron dejar aquellas prácticas y poco después su relación. Pero no habían acabado a mal y se seguían saludando. Recordaba que él había seguido en el ambiente. Quizá le podría ayudar. 

Tomó el funicular para subir a Montmartre y de camino, llamó a Marcelle. Era pronto todavía; demasiado para el Passage y ya no digamos para Le Proibido. Así que le sugirió quedar en Le Mandragore para comer algo. Poco rato después estaba en el local, esperando a que llegase Marcelle. A decir verdad estaba un poco nerviosa.  

Marcele llegó con suma puntualidad. Se acercó a Hékate para saludarla afectuosamente. Un joven muchacho espigado les tomó nota de la comida e, inmediatamente después, Marcele inició impaciente la conversación.

—Me has dejado intrigado... pensé que estabas fuera de todo esto —dijo con curiosidad—. ¿Y bien? ¿En qué puedo ayudarte?

-Hola Marcelle. Despues de tanto tiempo; ni dos besos, ni un que tal estás...tsk, tsk-dijo Hékate "medio" en broma-Tú como siempre, directo al grano.

Lo cierto es que le sabía mal que ni siquiera mostrase un mínimo de interés con ella. A veces podía ser una pesadez el mantener la etiqueta, pero por lo menos servía para demostrar o al menos fingir cierto interés por la otra persona a la que hacía tiempo que no veías. Pero tampoco era cuestión de hacerse mala sangre. Al fin y al cabo, ella no lo había llamado porque tuviera unas ganas locas de verle. 

-Está bien, no pasa nada. Supongo que el hecho de que estés aquí es más que suficiente. Estoy fuera de "todo esto" porque quiero estar dentro de otras cosas y no se puede estar a todo. Pero necesito ayuda con un tema. ¿Qué sabes de masones, francmasones y rosacruces en París?¿Alguna forma de contactar con ellos?

El camarero interrumpió la conversación. 

-Para mí un creppe relleno de la casa y una cerveza. Gracias. De postre te recomiendo el coulan de frutos rojos. Lo hacen delicioso.

Le tendió un dubujo que había hecho a lápiz. 

-Este símbolo ¿lo conoces?

—¿Dónde te estás metiendo, Hékate? —dijo Marcele tras las preguntas de la medium—. ¿Masones? ¿En serio?

El chico parecía nervioso y cogió un par de porciones de su comida, reflexionando sus próximas palabras.

—Verás —dijo finalmente—, no se si son masones o qué culto son, pero hay mucho revuelo en la otra cara de París. El eclipse de esta noche reúne las condiciones ideales para un contacto o... —dudó un instante—, quizá una venida de alguien o algo. Está todo bastante agitado y nos el fácil entrar en según qué círculos.

En todo momento, mientras hablaba, había estado mirando ese símbolo.

—¿Dónde has visto eso, Hékate? —preguntó finalmente.

-En serio. Mira el símbolo ¿no lo parece?-dijo Hékate-El grabado, algunas cosas que he oído y el hecho de que estén dirigidos por un "Gran Maestre" y que tengan, al parecer, una estructura piramidal, me hace creer que sean masones o rosacruces. 

Hékate se quedó mirando a los ojos de Marcelle. A pesar del tiempo trasncurrido, sabía que podía fiarse de él. 

-Lo que te voy a contar no puede salir de aquí.  

Solo cuando tuvo un gesto claro de que aceptaba esta condición, siguió hablando. 

-Estoy investigando un asesinato. Hay una presencia espiritual envuelta en ella, de ahí que hayan requerido de mis servicios. Y esa entidad, parece tener alguna relación con este símbolo. Es como si lo utilizase para controlar a las personas...

Marcele torció el gesto.

—¡Guau! Controlar personas —dijo con un tono que bailaba entre lo sorprendido y encandilado con la idea.

Meneó a la cabeza hacia los lados.

—No se que decirte Hékate. Desde luego que eso del Gran Maestre suena a masón, pero no conozco a muchos activos ahora mismo. Ya te digo que hay mucho movimiento, pero no es masonería, puedes creeme. He oído decir que alguien quiere invocar al rey de amarillo o algo así, pero tengo la sensación que son ineptos que se están aprovechando del misticismo del eclipse para soltar sus bobadas.

El chico apuró su postre y miró a Hékate a los ojos durante un largo instante.

—¿Café? ¿Negro como siempre? —preguntó

Un instante después, el teléfono de Hékate recibió un mensaje de Jonah Caen.

—Acabo de tener una inquietante experiencia con nuestro sospechoso harapiento, tened cuidado. Saben que les investigamos.

-...y amargo, como la muerte-dijo Hékate impostando la voz-.

Su movil sonó, un ti-tí indicaba que había recibido un whatsapp. 

Tecleó rápido la respuesta. 

No esperaba menos. Esta noche en el eclipse, creo que quieren invocar al Rey Amarillo. 

-¿Y quiénes quieren invocar a ese "Rey Amarillo"?-dijo de nuevo dirigiéndose a Marcelle-.

Marcele pidió los cafés mientras Hékate observaba su teléfono.

—¡Ey! ¿No me irás a decir que vas a darle crédito a esa charlatanería? No, no... por supuesto que no creo que nadie vaya a invocar a nadie. Y menos con esos argumentos de principiante. ¿No te das cuenta que es muy "de novela"? No, en serio... por muchas túnicas negras que se quieran poner no son más que charlatanes. Créeme...

Marcele parecía realmente ofendido al pensar que Hékate pudiera creer que alguien "profano" fuera a invocar a nadie.

-Oye, no te pongas paternalista conmigo ¿vale? Mira, no sé quién es esa gente ni qué pretende, pero hoy he contactado con una presencia tan potente como no había contactado en mi vida. Casi me domina. Tuve que soltarla porque no la podía retener por más tiempo...y esa presencia, llevaba una túnica amarilla con este símbolo. Así que obviamente, todo lo que tenga que ver con ella, me interesa. 

Apuró el café. Estaba caliente. Tanto que le quemó la lengua, pero no estaba dispuesto a mantener esta conversación por más tiempo. 

-Me voy-dijo mirando el reloj como para buscarse una excusa-ya te llamaré y quedamos otro día. 

Una vez se despidió de Marcelle, siguió su búsqueda. De momento no había sido muy fructífera. Se encogió de hombros. De todos modos debía ser más cuidadosa de aquí en adelante. Si sabían que lo estaban buscando, podría meterse en un lío si hacía las preguntas equivocadas a la persona equivocada. 

Se acercó al "Passage de la Sorcière", que no estaba lejos. A penas 15 minutos andando. 

El local era lo que prometía ser. Estaba decorado por fuera como si fuese una casa de una bruja de cuento; como la casita de chocolate, solo que de escayola y cotegran. Todo en tonos grises y rebajado para dar impresión de estar hecho de bloques. Dos Jack´o´lantern alumbraban la fachada a ambos lados de la puerta principal; una puerta de doble hoja rechapada en roble. Y sobre ella el cartel que anunciaba el nombre del local, hecho de neón sobre lo que pretendía ser la recreación de un pergamino. 

Decepcionante. 

El interior no era mejor. Música gótica, una barra a la derecha. Al fondo una pantalla gigante proyectaba videos de Aaron Mankhe sobre casos extraños, pero el audio estaba bajo en favor de la música. Se acercó a la barra y pidió algo. Y buscó con la mirada a ver si veía a alguien conocido.

Desde luego, si algún fantasma pretendía hacer un ritual esta noche, aquel parecía el lugar ideal para tomarse una antes de hacerlo. 

A Marcele no le dio tiempo siquiera a escupir una excusa. Hékate se marchó dejándolo con la palabra en la boca. Instantes después recibió un mensaje del muchacho:

—No te enfades... no pretendía ofenderte. Pero hazme un favor, no te muerdas más de lo que puedes tragar.

El Passage de la Sorcière no estaba muy animado a esas horas. Desde luego ese lugar desplegaba todo su potencial de noche, cuando los muertos salían de sus tumbas, como anunciaban algunos panfletos de publicidad del local.

Pronto, la muchacha de ojos felinos que atendía la barra sirvió de mala gana lo que Hékate había pedido y volvió a sentarse en un oscuro rincón de la barra, mirando alguna clase de vídeo en su teléfono. No había movimiento en el interior, un viejo trasnochado bebía un líquido de color rojo y escupía algún improperio a la apática camarera.

Habían pasado casi diez minutos cuando se escuchó un portazo en la parte de atrás del local. Hékate puso atención a lo que parecía ser un grito apagado de alguien. La camarera se levantó de su silla y entró por la puerta de la trastienda. Dos minutos después salió y se dirigió a la parte de la barra donde Hékate estaba sentada.

—Eh, monada, te esperan en la trastienda —dijo mientras dejaba sobre el mostrador un dibujo de aquel símbolo amarillo; uno muy reconocible, dibujado por su propio puño.

Una gota de sudor frío recorrió la espalda de Hékate.

Una duda cruzaba su mente. Recordó el mensaje de Jonah...les están buscando. Pero Hékate siempre había tenido un problema; su curiosidad. Era su mayor virtud y su mayor debilidad. Lo sensato era salir de allí, su instinto se lo decía. Pero había algo que le empujaba a cruzar esa puerta. Era esa necesidad imperiosa de llegar al fondo de las cosas. Sabía que podría ser una trampa, pero tenía que hacerlo. 

Mandó un mensaje a Jonah. "Estoy en el Pub Passage de la Sorcière, en Montmartre, junto al lugar del mismo nombre. He dado con ellos. Me han citado en la trastienda. Voy a ir. Si no doy señales en una hora, es que la cosa no ha ido bien. Deseadme suerte"

Probó su copa. Whisky? ni siquera sabía cómo se le había ocurrido pedir Whisky. No lo probaba desde el instituto. Se lo bajó de un trago. Su cuerpo se estremeció a la par que el licor bajaba por su garganta. Y entonces se dirigió hacia la trastienda. 

Hékate cruzó la cortina que llevaba a la trastienda y lo primero que vio fue a Marcele amordazado y sentado sobre una banqueta. A su lado, un matón sostenía un cuchillo sobre su garganta y otro tipo más menudo estaba dándole unas monedas a la chica de la barra. La chica se retiró a un lado y el tipo menudo se acercó a Hékate.

Mientras, Marcele se retorcía e intentaba liberarse de sus ataduras haciendo gestos con la cabeza pidiéndole a Hékate que se marchara.

—Señorita Lacroix —dijo el tipo menudo—, es todo un placer conocerla.

El hombre se acercó un par de pasos pero aún guardaba las distancias con Hékate.

—Mis fuentes me han dicho que se está usted metiendo en un terreno peligroso. Y, por el bien de todos —dijo volviendo la mirada a Marcele—, le pido que lo deje. Esta vez, ni siquiera su grupito podrá hacer nada.

Sonrió sonoramente.

Los peores presagios de Hékate se confirmaron. Aquellos tipos eran los que les seguían. Y obviamente, no querían que siguiesen su investigación. No parecían la clase de chalados que se puede encontrar uno en una secta satánica de pega. Esta gente parecía saber lo que se hacía. Tragó saliva antes de hablar. 

-Por favor, no es necesario-dijo intentando mantener la calma-No deben temer nada de mi. Quiero conocer...ayer he contactado...con él. Señaló el signo amarillo. Nunca había contactado con una prensencia semejante. Quiero saber más. Quiero...

...No eres digna del signo amarillo...

Aquellas palabras resonaron en su cabeza.

-...quiero ser digna del signo amarillo. 

Las palabras surgían de su boca por si solas, como si tuvieran vida propia. Y lo peor de todo, es que no sabía hasta qué punto era un farol. Pues era verdad que por encima de todo, incluso por encima de la investigación, le podía el ansia de conocer de qué iba aquello, de saber quien era aquella presencia...

—Lo siento pero no tenemos abierto el periodo de admisión, señorita Lacroix.

El tipo menudo ladeó una sonrisa mientras se acercaba a Hékate.

—Verá, aquí hay dos opciones: usted se viene con nosotros y colabora manteniendo la boca cerrada o... bueno, me temo que sospecha cual es la segunda opción, ¿verdad?

Nuevamente la mirada de aquel tipo volvió a recaer sobre Marcele, que se retorcía nervioso sobre aquella silla.

Hékate notó el vibrador del teléfono. Había recibido algunos mensajes.

-Está bien-dijo-Lo haré. 

Pero repentinamente echó a correr por donde había venido. 

Lo sentía por Marcelle, pero el entregarse no iba a hacer que se salvase. Sin mirar atrás intentó salir del local. 

Hékate corrió varias manzanas pero nadie la persiguió. Después de más o menos treinta minutos se detuvo en una plaza llena de gente. El reloj de la plaza marcaba las 16:30 y una vez más recibió una nueva notificación en el teléfono. Recuperando el aliento observó los mensajes de su teléfono.

Hékate Lacroix: Estoy en el Pub Passage de la Sorcière, en Montmartre, junto al lugar del mismo nombre. He dado con ellos. Me han citado en la trastienda. Voy a ir. Si no doy señales en una hora, es que la cosa no ha ido bien. Deseadme suerte

Jonah Caen: Hékate, te mando una aplicación para el móvil para tenerte localizada...instálala antes de ir con ellos. Luego añadió para los demás: Salgo hacia Montmartre para cubrirla.

(45 minutos después)

Jonah Caen: En posición

Hékate devuelve el mensaje: Lo he visto tarde. He tenido que salir corriendo. Era una trampa. Me han intentado chantajear. Tienen a un amigo mío. Me reuniré con vosotros donde me digáis.

—Estoy cerca del pub donde citaron a Hékate.

—Con respecto a lo que me has pedido, Jean:

La red de metro de París era muy completa y Jonah tuvo que cercar mucho su búsqueda. La zona que delimitaban los hechos era la de Notre Dame, salvo Montmarté, que estaba bastante más alejado. En Notre Dame había una parada de metro. Cruzando planos más antiguos Jonah encontró unos antiguos túneles que salían de la estación de Notre Dame. Fueron cerrados hacía años por la remodernización de la red y por el auge turístico de las catacumbas de París, un antiguo complejo minero que a partir del siglo XVIII se convirtió en un cementerio público. En la actualidad era un destino turístico de París, tanto que estaba protegido por un cuerpo especial de la policía: los cataflics.

Los túneles de las catacumbas pasaban muy cerca de los del antiguo metro, razón por la cual se había cerrado esa línea. Se contaban varias leyendas populares sobre actividad sectaria por esas zonas, pero nada concluyente.

Varios sitios, por su altura, resultaban interesantes para observar el eclipse. Pero, sin duda, el sitio más turístico sería Notre Dame.

El pub Passage de la Sorcière era propiedad de Celine Depaut. No tenía demasiados ingresos pero las cuentas estaba saneadas. Anteriormente el local era de la familia Toudic y era una tienda de variedades. No parecía demasiado relevante ese hilo.