Partida Rol por web

16 de mayo de 1995. 10:30

| Colegio Malcolm X - Richmond |

Ashler se personó temprano (teniendo en cuenta que su hora normal para despertarse suelen ser las 11) en el colegio, dispuesto a conseguir información del niño. En el camino pensó que lo mejor sería hacerse pasar por asistente social, dado que la ultrasensibilidad que últimamente había para esos temas, sería fácil conseguir información sin mostrar acreditación. Así que se llevó consigo una carpeta, un bolígrafo y se vistió más elegante que de costumbre.

Entró al colegio, y una vez en conserjería, se presentó:

- Hola, buenos días. Me llamo Tyler Milano, soy asistente social del ayuntamiento. Me preguntaba si podría entrevistarme con la tutora del niño... - fingió abrir su carpeta para mirar el nombre - Terry Wood. ¿Sería posible que le avisara de mi presencia?

Esperó que con eso fuera suficiente...

-Desde luego que sí -respondió el conserje con una sonrisa, deslumbrado por el encanto de Sir Ashler-. ¿Tiene la bondad de esperar aquí?

El hombre, ya casi un jubilado, salió de conserjería y subio por las escaleras. La otra conserje, que estaba allí haciendo unas fotocopias, entretuvo al sidhe de mientras.

-¿Es usted nuevo, señor Milano? La señorita Marengo es la que suele venir siempre, por eso me ha sorprendido verlo aquí -comentó mientras le echaba una mirada interesada. La conserje rondaría los treinta y cinco, pero no por ello había perdido atractivo.

Ashler habló con toda la seguridad que podía.

- No, verá... Para este caso vengo yo, pues es un caso más delicado que se sale de la formación de la señorita Marengo. De cualquier forma, le pido que sea discreta en este sentido. Ella seguirá viniendo como siempre lo ha hecho para atender los otros casos. - y sonrió a la conserje.

El Caballero sabía que quizás su seducción podría sacarle de esta.

El conserje volvió junto a una mujer no muy alta y algo regordeta, de unos veintimuchos. Tenía el pelo castaño rojizo cortado sin gracia, pero poseía una mirada brillante. Vestía una blusa típica de maestra de escuela, vaqueros y una bata.

-Aquí está la señorita Marcus, señor Milano -anunció el conserje.

La profesora le tendió la mano a Sir Ashler.

-Soy Donna Marcus, la tutora de Terry. ¿Quiere que vayamos a hablar a la sala de profesores?

Ashler estrechó la mano de Donna y asintió.

- Sí, me parece lo más adecuado.

Una vez hubieron entrado a la sala, tomó asiento y se presentó de nuevo.

- Soy Tyler Milano. A estas alturas, me imagino que estará al tanto de lo que ocurre...

-¿Se refiere a las ausencias de Terry? Pensaba que los padres se habrían puesto en contacto con ustedes. A nosotros nos informaron de que había sido internado en una institución y que la terapia tendría una duración indefinida por el momento...

La profesora parecía apenada al decir aquello. Sonaba como si echase de menos a Terry. La verdad era que se trataba de una mujer especial; no todos los mortales llevaban encima un peso banal tan insignificante.

- Sí, claro, a eso me refería.

Ashler encajó el golpe haciendo acopio de toda su actuación, y buena parte de una cara dura que no tenía.

- Verá, la institución está financiada por el ayuntamiento, y yo soy el orientador de la misma. Entonces, para conocer el caso a fondo me gustaría que me contara cómo se comportaba el niño en clase, y sobre todo, si era propenso a algún tipo de trastorno social... Lo cierto es que el niño está teniendo un patrón de comportamiento algo extraño en las terapias, y cualquier información que me pudiera aportar, será bienvenida.

-Oh, bueno -Donna frunció los labios y pensó durante unos instantes antes de contestar-. Terry es un niño muy listo, muy precoz. Tal vez fuese un poco fantasioso, pero creo en motivar a los niños a desarrollar su creatividad. Sí, esa es la palabra. Era muy creativo. Le gustaba contar historias y a sus compañeros les gustaba escucharlas. -La profesora esboza una sonrisa triste-. Era reflexivo y solía guardarse muchas cosas para sí, pero no era en absoluto asocial. A propósito, ¿cuál es la institución? Los niños y yo querríamos enviarle una tarjeta para animarle a que se ponga bien.

Ashler se vio un poco acorralado ante esa pregunta, pero reaccionó rápido. Sonrió con franqueza y posó su mano encima de la de la profesora.

- Aprecio ese gesto, pero por motivos de confidencialidad no puedo decirle cuál es el centro. Pero se me ocurre una cosa... Seguro que hay un niño o una niña con el que Terry guardaba una especial relación. ¿Qué tal si me permite hacerle algunas preguntas mientras usted con los demás niños prepara la tarjeta para Terry, y me la llevo para dársela hoy mismo?

Retiró la mano y la miró a los ojos, sin dejar de sonreír.

- Su ayuda está siendo inestimable, Srta. Marcus. Porque es usted señorita, ¿cierto?

-Eso sería estupendo, pero tendrá que esperar hasta el recreo -Donna miró su reloj- ...que empezará en quince minutos.

Sir Ashler retiró la mano y la profesora enrojeció levemente.

-Sí, lo soy... Y no es nada. Los niños echan de menos a Terry y yo siempre le he tenido mucho cariño. Ahora, si no es molestia, me gustaría subir a terminar la lección. En quince minutos podrá entrar en la clase y hablar con quienes quiera.

- Claro, suba, por favor... Nos veremos en quince minutos. Muchas gracias de nuevo.

Ashler cogió la carpeta y el bolígrafo y salió de la sala de profesores, dispuesto a darse una vuelta por el centro antes de poder subir a la clase para hablar con los niños. Tenía la intuición de que Terry tendría algún amigo con el que habrá compartido su secreto de ver cosas fabulosas...

Cuando hubo pasado el tiempo, subió al aula que el conserje le indicó y tocó en la puerta, antes de abrir.

- ¿Puedo pasar?

-Claro -contestó la profesora.

El aula estaba presidida por una pizarra llena de cuentas y divisiones y el escritorio de la propia Donna. Más allá estaban los pupitres, de dos en dos. Había algunos ocupados por niños de diez años implicados en complicados cálculos, mientras que los otros estaban vacíos, ya que sus dueños habían bajado al patio. En uno de ellos había dos niñas con coletas, casi idénticas, que se empleaban a fondo en pintar una tarjeta de cartulina.

-Vanessa y Vicky están haciéndole la tarjeta a Terry -indicó Donna-. Niños, éste es el señor Milano. Está aquí para haceros unas preguntas, así que procurad contestarle.

Acto seguido, ella acudió al pupitre de un niño al que le costaba atinar con los números.

Ashler le puso la mano en el hombro a Donna, antes de que se fuera.

- Disculpe un momento... - retiró la mano cuando se hubo volteado. - Comprenderá que tenga otros asuntos durante la mañana, así que me gustaría hablar directamente con los niños que usted viera que más relación tuviera con Terry, para agilizar el tema, si no le importa...

-Ese chico de ahí es John. Suelen jugar juntos. Y Susan.

John era un niño rubio con la nariz aplastada, como si fuera un cerdito. Susan medía poco para tener diez años y sus ojos eran grandes y azules. Los dos estaban sufriendo para terminar las divisiones.

- Gracias - dijo sonriendo a Donna.

Decidió empezar por John, pues tenía pinta de bobalicón, a su juicio. Se acercó a su pupitre y se arrodilló a su lado, echando un vistazo a su hoja.

- Esos números no tienen buena pinta, ¿eh, amiguito?

-No, es que me... ¡vaya! ¿Esas orejas son de verdad? -preguntó el niño, asombrado.

El niño no tenía semblante feérico, pero no era la primera vez que un crío humano pudiese ver a un changeling en su verdadera forma.

-Pareces un elfo -murmuró Susan desde el pupitre adyacente.

- ¿Quieres tocarlas? - dijo Ashler sonriendo. En su interior, deseaba tener tres o cuatro como esos. - ¿Se parecen mucho a las que tenía Terry?

-No sé. Mi mamá me dice que no toque a nadie que no conozca. -El niño escondió las manos, por si acaso se les ocurrían moverse solas-. ¿Terry tenía orejas? Yo nunca se las he visto.

-No, yo tampoco -susurró la niña.

-Pero sí hacía cosas guays.

Ashler vigiló que la profesora no estuviera viendo, y dijo:

 - ¿Cosas tan guays como estas?

Con el dedo índice de su mano derecha apuntó al lápiz de John, y girándolo circularmente, hizo que el lápiz se elevara por encima de la nariz de John. Cuando dejó de dar vueltas, el lápiz volvió a caer encima de la mesa.