Partida Rol por web

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Sir Ashler despertó de nuevo en la mugrienta mazmorra. No sabía qué hora era. No sabía qué día. No sabía nada. Y empezaba a olvidarse de sí mismo, también. La Banalidad hacía estragos en aquel lugar.

Ya era suficiente. Ashler tenía la determinación de salir de allí, y sabía cómo.

Se levantó pesadamente y caminó hacia la puerta. Con su mano derecha, giró un imaginario pomo en el aire, y se escuchó un ligero clic, que significaba que lo había conseguido. Abrió la puerta con delicadeza y miró al exterior.

El exterior estaba tranquilo y era de noche. Había un murmullo bajo en la cercanía, como amortiguado por una puerta, que a ratos era música y a ratos sólo voz.

Sir Ashler vio que las paredes estaban pintadas de verde y que había varias puertas a su alrededor. Algunas eran iguales a la suya, como de cárcel con una rendija abajo para pasar la comida. Otras eran puertas normales, de madera, con un pomo redondo y metálico. Y había unas escaleras que descendían.

El Caballero salió al exterior y comenzó a buscar entre las celdas, mirando por las rejas, buscando una pista de Terry, pero sin perder el sigilo.

Sir Ashler tuvo que andar con cuidado, pero consiguió mirar las celdas una por una hasta encontrar a Terry sin ser descubierto en el proceso. A través de la rendija de la comida, Ashler vio que el niño estaba en una esquina en su celda y había una figura alta y vestida con una armadura negra y una capa púrpura. La figura era una quimera, pero el niño... el niño sólo era un niño.

- Maldición... - masculló Ashler.

Le habían producido la Muerte Quimérica... O eso esperaba. No sabía cómo iba a reaccionar la quimera, pero aún así, tenía que arriesgarse. Volvió a hacer el mismo gesto de antes en el aire, para poder entrar a la celda.

Una vez la hubo abierto, entró y susurró a la quimera.

- Estoy aquí para ayudar...

La quimera se posicionó frente a Sir Ashler y le miró a los ojos. Sir Ashler se sintió congelado, incapaz de moverse ni de hacer nada, y una adivinanza se filtró en su mente con una voz retumbante y antigua:

Me detengo sobre la oscura colina cubierta de muchas flores blancas. Llevo un velo negro, que levanto y bajo –a veces exponiendo un poco de plata, a veces la mitad y a veces toda- mientras camino por la colina. ¿Quién soy?

Ashler sintió como un sudor frío bajaba por su espalda.

- La luna. - dijo para sus adentros.

El Guardián se hizo a un lado, permitiendo a Ashler acercarse al niño.

Terry tenía la cara redonda circundada por cabello castaño claro. Los ojos miraban al frente alucinados y no respondía a ningún estímulo. Estaba catatónico.

Ashler miró al niño y entonces se giró hacia la quimera.

- ¿Es tu guardián? ¿Sabes desde cuándo está así?

Terry no dijo nada. Su quimera tampoco.

El Leanhaun torció el gesto. Tomó al niño de los brazos y se levantó. Estaba claro que ninguno de los dos le ayudarían. Echó a caminar fuera de la celda rezando porque no se encontraran con ninguna complicación.

Con cuidado, Sir Ashler descendió las escaleras hasta llegar al piso más bajo. Se trataba de una recepción con un pasillo que conectaba las escaleras con lo que parecían oficinas, archivos y una cafetería. La puerta de entrada estaba cerrada y por las ventanas se veían las linternas de los guardias, que patrullaban el patio.

Ashler bajó hasta la puerta, con cuidado de no ser advertido, y una vez llegó a la puerta, hizo el mismo cantrip, para poder abrirla. Entonces, vigiló por la ventana hasta que los guardias se hubieran ido, para poder salir.

Sir Ashler se escabulló sin problemas hasta el muro que circundaba el Instituto Denholm. Visto desde fuera era una casa victoriana reformada, pero en la realidad quimérica parecía una mole negra, un castillo oscuro. Ahora, si quería subir, necesitaría ayuda para pasar al infantil.

El Sidhe se echó al niño a la espalda y mientras lo sujetaba con un brazo, con el otro comenzó a trepar aquel infranqueable muro...

Después de un gran esfuerzo, Sir Ashler llegó al otro lado y se encontró en un camino de tierra con surcos de neumáticos en medio de un bosque. Los árboles eran altos y se trataba de un espacio natural único. Le sonaba de algo, y si lo pensaba bien, tal vez pudiese orientarse...

Ashler miró en los troncos de los árboles, y gracias a su musgo, pudo determinar dónde estaba el norte. Eran unos cuantos trucos de scout que ahora le servían...

Si lo pensaba detenidamente, la única zona natural al norte era el Condado de Marin. Teniendo en cuenta el musgo de los árboles y la posición de las estrellas, podía caminar hacia el sur para tratar de encontrarse con un coche (amigo o enemigo) o podía ir al oeste para buscar el Palacio Real.

Ashler pensó que no quería correr riesgos, así que tomó el camino hacia el Palacio Real, y una vez allí, ya hablaría con la Reina sobre su misión.