Tal y como dijo Willie, Kingsbury Run no es un buen lugar.
Cerca del río, entre los Flats (un infierno industrial de fundiciones, factorías y fábricas de productos químicos) y el "Bullicioso Tercero" (el más corrupto distrito policial de la ciudad), es un laberinto de barriadas y casas en los que no se hacen preguntas si el viajero paga en efectivo.
La prostitución, el tráfico de drogas, los garitos y los locales de apuesta florecen. Es también el único lugar racial y étnicamente integrado de toda la ciudad, hogar de 39 idiomas distintos: hay americanos, alemanes, polacos, irlandeses, eslovacos, serbocroatas, checos, mejicanos, rumanos, sirios, griegos y rusos. Entre los Flats y el Run hay 100.000 vagabundos y sin techo, malviviendo en chabolas que se extienden alrededor de la vía del tren.
"La Sirena" es un bar y local de apuestas mejicano. Era el local de reunión de una banda mejicana llamada "Los Cazadores de Cabezas". Empezó como un grupo de pescadores pero luego degeneró a una banda que extorsionaba al vecindario y se dedicaba a sacar calaveras de los cementerios. Elliot Ness desarticuló la banda y ahora están todos en la cárcel o huidos.
Pero el local sigue funcionando como bar.
Bernard no andaba muy tranquilo por esas calles. Conocía de la zona, aunque nunca se había metido ahí dentro. Aun así, era cierto que alguna vez había tenido que "trabajar" con gente que se imaginaba que rondarían esos lugares.
- Bien, quizá queramos empezar por ahí - dijo señalando el bar "La sirena". Dicho esto, se quitó la americana y se desabrochó un par de botones de arriba de la camisa, para darse un toque algo destartalado, pues quería pasar lo máximo desapercibido posible, aunque era difícil sin duda.
Coper mira con cierto nerviosismo el local, luego miro el coche. Si podría quedarme dentro del coche pero si esta chusma decide atacarme, solo no podre defenderme.
Promulga un largo suspiro y mira el resto del grupo, sobretodo el curioso comportamiento de Sr Stoker. Se quita la pajarita con cuidado y la deposita en un bolso del abrigo. Este no es lugar para la decencia y la delicadeza.
Bu..bu..bueno, señores. Entre ante...tes entremos, a..a..antes encontraremos los que bus..buscamos
Miro la sala tratando de buscar al hombre del tatuaje o alguien que pueda responder al apodo del "Griego", tratando de ser disimulado. Espero a que el resto del grupo avancen, y me pongo a la espaldas de Rober, tratando de esconderme en su sombra.
Hola a todos y espero no decepcionarles.
Menudo tugurio... ni en los peores barrios de las ciudades del Viejo Continente, arrasadas por las bombas y el hambre, había visto Walter un antro tan apestoso.
Bien, vayamos deprisa; tratemos de encontrar al hombre que buscamos, hagamos las pesquisas mínimas y salgamos de aquí tan rápido como podamos. Estamos en territorio enemigo y no llevamos armas de suficiente calibre como para enfrentarnos a tanta tropa. Hagámoslo rápido: entrar, preguntar y salir, ¿estamos? Y nada de heroicidades: si alguien os amenaza no os hagáis los duros.
Dicho esto, Walter siguió a sus dos compañeros hacia "La Sirena"; aunque "morralla" habría sido, probablemente, un nombre mucho más adecuado.
¿De vuelta?
Barlow, manda mensajes a los jugadores que aún estén activos y que sepan que esto vuelve a funcionar, ¿te parece?
Bernard entró en la estancia y se fue directo a la barra. Pensó que quedarse en la entrada examinando a la gente no sería una buena entrada en ese tugurio. Con una rápida mirada intentó comprender cual era la bebida mas pedida ahí, y luego la pidió al barman.
Mientras le atendían, con cierto disimulo hizo una repasada a toda la gente, aunque no esperaba encontrar a nadie en concreto, pues buscaban a "el griego" y a un hombre tatuado.
- Una pinta - dijo alzando un dedo.
El garito no tenía ninguna cristalera que permitiera ver su interior, solo una vieja y sucia puerta de madera en cuya mitad superior había una cristal que había tomado una tonalidad amarillenta. Justo en medio de ese cristal había un viejo billete de lotería con el logo de una sirena en una de las esquinas.
Desde fuera se oía como un todo la algarabía de voces procedente de su interior.
Cuando entráis se hace el silencio y todo el mundo se os queda mirando. El local es estrecho y tiene forma de tubo .Una nube de humo y un desagradable olor a sudor y a agrio reinaba en el. De sus paredes amarillentas por el humo del tabaco colgaban diferentes cuadros que muestran imágenes de barcos de pesca .
El camarero es un mejicano enorme y con cara de pocos amigos cuando os habla el resto de parroquianos siguen con las partidas de algún juego de azar en el que parecen estar inmersos la mayoría de las mesas.
Ey guey, A volar.
Bernard carraspeó y sonrió nervioso. Entendió perfectamente la expresión mexicana, pues había tratado con muchos tipos de esos, aunque se hizo el loco.
- Un trago por favor.. - dijo y esta vez sacó un billete para pagar directamente, a ver si el dinero hacía recapacitar a aquel maldito 'chicano.
Robert, antes de salir del coche, se sacó la chaqueta y la pistola. Se quitó la pistolera y la dejó en la guantera. Se puso el arma en el bolsillo del pantalón y comprobó que la pequeña del tobillo estaba en condiciones. Asintió a las palabras de Evans y cuando entró lo hizo con el aire de quien ya ha estado en sitios cómo ése. Echó un rápido vistazo al tugurio, localizando las salidas, ventanas, posibles tipos que buscaban pelea y en el barman.
No le sorprendió la reacción del mejicano ante unos tipos blancos en un lugar cómo ése. Pero también sabía que ante los dólares ya no importaba la diferencia racial o étnica.
Se acercó resuelto a la barra y le acercó otro billete: Sírvenos unas pintas. Y luego añadió en castellano- Por favor.
Hola!!!
El camarero sonrió mostrando sus sucios dientes negros. Acto seguido fue a por una botella,unos vasos y les sirvió las cervezas. Cogió rápidamente el dinero y lo guardó, mostrándose satisfecho.
Si tenéis huevos para venir hasta aquí quizás los tengáis para echar unas partidas.- Dijo en un correcto ingles pero con un marcado acento mejicano, señalando con la cabeza a unas mesas. Había varios tipos jugando aparentemente al poquer y había algunas sillas vacías.
Me acerco a la barra y cojo la cerveza con manos temblorosas, evitando en todo momento la mirada del camarero. Casi en un susurro, pe...pe..pero nosotros no habíamos ve..venido aaaa e...e..eso. Lamentándome cojo la cerveza y me la acerca a los labios, con la mala suerte de que no la acerca tanto como creía y se mancha la camista. Ohhh mierda. Mi cara se pone roja como un tomate mientras que con un pañuelo trato de limpiarla. Debido al incidente su mente se ofusca tanto que deja escapar otro juramento. Todo e..esto pooor culpa de “el griiegoo”, que que se valla aaal infierno. Me quedo tieso y temblando, como e sido tan estúpido, trato de protegerme de las miradas detrás de mis compañeros.
Echar unas partidas? Hm, por qué no? Perder algunos dólares probablemente nos hará ganar algunos amigos.
Walter sonríe ante la oferta. Tampoco tenemos prisa, verdad muchachos? Yo voy a sentarme un rato con estos nuevos compañeros. Quedaos en la barra, si queréis.
...y aprovechad para sonsacarle algo, y si estos se ponen de mala leche, al menos lo veré enseguida.
En sus pasadas cacerías en África había aprendido a observar a las fieras salvajes y descubrir cuando iban a saltar para atacar. Jamás pensaba que esta habilidad fuera a serle útil en Cleveland... pero la vida estaba llena de sorpresas, ¿verdad?
Bernard no sabía su Eugene era un tremendo estúpido por soltar eso a la ligera, o formaba parte un plan "brillante" para sonsacarle información a ese bar tender.
Luego miró a Walter. Muy bien, yo me quedaré aquí tomando un par de tragos.. o tres, dijo guiñando un ojo.
Bernard, recordaba, cuando estaba metido en el "agujero" como pudo empezar a ganar dinero haciendo de matasanos para gente de esa calaña, sobretodo delincuentes e integrantes de la mafia. Quizá alguno de los que había ahí lo conocía o había oído hablar de él, pero no quería usar esa carta, estando rodeado por sus nuevos.. amigos.
De todas maneras, observó a ver si le sonaba alguien, quizá pudiera hacerle unas preguntas.
Mientras Walter se va a hacer nuevos amigos vosotros os quedais en la barra de charla con el barman.
Ya veo que también habéis visto a ese loco. Hay que tener cuidado con él. Últimamante se le ve mucho por el barrio y siempre va con esos sacatripas, capaces de mandar a comer tierra a su propia madre. Se santigua para evitar el mal.
Quizá alguno de los que había ahí lo conocía o había oído hablar de él, pero no quería usar esa carta, estando rodeado por sus nuevos.. amigos.
Si te gastas 1 punto de medicina reconoces a alguien
Te sientas en una de las mesas en la que ves un sitio libre.
Al principio todo son miradas recelosas y silencios incómodos, pero cuando llevas jugando con ellos casi una hora y has perdido algo de dinero ves que su comportamiento hacia ti es más abierto y cordial, haciendo bromas sobre las jugadas y los faroles estrepitosos que se marcan entre ellos.
Alguien hace un gasto de recogida de pruebas, el coste es 1 punto
Walter Evans trata de seguirles la corriente a aquellos hombres y no meter mucho la pata.
Gente de baja estofa, sí... pero más bravucones que peligrosos de verdad. Conocí a algunos de estos en el ejército: bravos de palabra y amigos de sus amigos, pero poco prestos a empezar una pelea pese a sus apariencias. Y no porque sean cobardes, sino al contrario: son tan conscientes de lo peligrosa que puede llegar a ser una pelea que prefieren no empezarla.
Con una sonrisa, Walter pierde de nuevo un par de dólares.
Gasto realizado. Sin más puntos en recogida de pruebas, por cierto... que no es mi campo :P
Muchas de las fotografías que cuelgan de la pared del bar muestran barcos de pesca con sus tripulaciones mejicanas. En una, sin embargo, un hombre blanco aparece en el muelle encima de la tripulación, obviamente capturado en la toma por accidente. Reconoces el muelle: el del Ferrocarril Eire, en la 3º Oeste, donde fue encontrada la novena víctima. Tras recordar las fotos que vistéis en el apartamento de Frank Dolezal, el hombre de la foto se parece increiblemente a la del sujeto que estaba en las fotos.
En una pared cercana ves una reproducción del cuadro que también estaba en una de las fotografías de Dolezal: el "Remolino" de Glaucco Aioli.