Partida Rol por web

Alder no se fijó en el terreno que pisaba. Se despistó al querer cobrar su presa y entró en una zona de zarzas que arañaron su piel.

No parecía grave, pero al instante notó como si se mareara y cayó al suelo inconsciente

Alineea se acerco de inmediato cuando vio como el humano medio desnudo se desplomaba. 

-Skuldd, cubre tus manos con ropa gruesa y retira esas zarzas de sus piernas. Sospecho que esas plantas pueden haberlo envenenado. Voy a examinarlo, a ver si puedo reanimarlo...

La elfa saco de su mochila un saquito con su material de curas...

Vaya, se dijo Skuldd rascándose la testa ardiente por el inclemente sol, el debilucho humano ya se ha desmayado por la sed.

Mirando a las mujeres comenzó a acercarse llevando los huevos recolectados en una de las manos mientras bajaba la otra desde la cabeza a la entrepierna que por el sudor comenzaba a picar.

Entonces la pequeña y frágil orejas en punta le hablo instándole a socorrer al hombre que ahora yacía inconsciente sobre la arena.

Skuldd no se lo pensó mucho, cubrir mis manos con ropa pensó masticando el aviso que la mujer le había dado, mirándose descubrió entonces que solo llevaba el taparrabos sucio de años como único abrigo, ¡pero qué diablos, se dijo a si mismo!, arrancándose el oloroso trapo y envolviendo ambas manos con el mismo quedando en el proceso tan desnudo como vino al mundo.

SKULDD AYUDA grito corriendo al encuentro de la chica y el hombre.

Así, protegido por aquellas asquerosas telas, tomo el cuerpo del hombre acomodándolo más cerca de la mujer que lo revisaba y poniéndose a la cabeza de “El Flechas”, mientras le sostenía la testa en alto.

Sin percatarse de que su hombría colgaba peligrosamente como un patíbulo oscilante muy cerca del rostro del pobre hombre desmayado.

Melinda avanzó hacia el explorador evitando mirar la situación tan desagradable que había ofrecido el semiorco. Desde allí se acercó a la elfa acuática, para ofrecerle su ayuda. Aunque daba la sensación de que lo tuviera todo controlado.

Si necesitas cualquier ayuda, solo dímelo. Pelor y yo podemos ofrecernos para colaborar. Dijo con su habitual sonrisa.

Para sorpresa de Ainea, las zarzas parecían seguir enrollándose entorno a la pierna del explorador. Podría haber jurado que sólo era cosa de su imaginación, pero cuándo éstas se alzaron contra el orco que había tratado de retirarlas no quedaba lugar a dudas. No era una planta común.

Al menos, gracias a la rapidez de respuesta de la elfa, Alder pudo recuperar la consciencia. Aunque por ahora debían deshacerse de esa mala hierba o pronto todos acabaríais siendo su abono.

Alder recuperó la consciencia. Aquella maldita planta quería que él fuese su comida.

Maldijo para sí mismo por no haberse dado cuenta de aquel tipo de planta y haber caído tan fácilmente entre sus púas.

Encajó una flecha en su arco y retrocedió un poco, tratando de escapar de aquellas espinas.

Fuego, con un poco de fuego nos cargaremos a esta mierda de planta

Lo malo es que no disponía de nada a mano para encender un fuego.

La sacerdotisa dio un paso atrás, asió de nuevo su tridente y trató de cortar las ramas de aquella maligna zarza. Sin embargo, la precipitacion le jugo una mala pasada y su golpe salio desviado.

-Pues yo no llevo nada de fuego encima! -contesto al arquero.

¡Cuidado! Alcanzó a gritar la paladín al tiempo que desenvainaba su arma.

La anciana sacó su espadón de su funda, al tiempo que descargaba un duro golpe sobre la zarza que había capturado a su compañero de viaje.

¡Por Pelor! ¡Qué territorio es éste, que hasta las plantas resultan hostiles!

La gigantesca espada de la paladin cercena la base de la planta con la precisión de un bisturí, o más bien con la fuerza de un ogro dado que la tierra vuela siguiendo el curso de su golpe y dejando un hueco donde antes estaba su unión con el suelo.

Pero no había resultado lo suficientemente rápida, y el zarzal había conseguido arañar ligeramente al orco, quién al contrario que el otro varón del grupo no terminó desplomándose por el suelo.

Al menos a partir de ahora, seríais capaces de reconocerlos y con algo de cuidado podríais llegar a evitarlos antes de veros rodeados por un muro de espinas.

Melinda se quedó mirando a Alder. ¿Estás bien, jovencito? ¿Te han herido de gravedad? Luego se quedó mirando a la elfa del dios del agua y el océano. ¿Qué tal si le echas un vistazo? Creo que cuando estemos todos bien, deberíamos partir. Ahora que sabemos cómo son esas cosas, podremos avanzar con más cuidado. ¿Verdad, "Flechas"?

Alder miró a la vieja, no supo apreciar si sus palabras entrañaban ironía.

Aún así asintió y se dispuso a encabezar la comitiva, procurando mirar donde pisaba antes de dar el siguiente paso.

Alineea lavó las heridas una vez mas y las cubrio con un trozo de tela de la camisa del arquero. 

-No puedo hacer mucho más. Debería estar bien ahora que ya ha pasado el efecto del veneno. Mejor sigamos nuestro camino.

Skuldd se miro el rasponcito que la planta le había hecho bufando con desprecio por el ataque de la enredadera.

¡Plantas!, no se podía confiar en ellas.

El resto de los náufragos charlaban como viejas cluecas entre ellos sin prestar atención a cosas más importantes, por lo cual Skuldd tomo el trozo de tela que con tanta generosidad había ofrecido al debilucho y amanerado humano.

Nuevamente “vestido”, agarro los huevos que encontrase y comenzó a caminar sin prisas hacia donde marchaban.

Tras vuestro incidente con el arbusto espinosos continuáis vuestro periplo hacia la fortaleza detecta por Aineea, la cual ya no parece únicamente un espejismo de la elfa, sino que empieza a recortarse fácilmente en el horizonte permitiéndoos a todos llegar a vislumbrarla.

Sin embargo, decir que se encuentra a vuestro alcance resulta todabía excesivo. Lleváis varias horas caminando bajando un sol de justicia con un alimento exiguo y sin nada que poder beber, porque a pesar de las palabras de la discípula de Shasellas el agua no se os ha aparecido en vuestro camino.

El calor te resulta asfixiante en exceso.

Eres consciente de que no podrás alcanzar la fortaleza si no encuentras un lugar dónde refrescarte y aunque podríais crear el agua necesaria para ello, eso supondría que ninguno podríais beber nada hasta el día siguiente.

Aparte, observas como el orco se dirige hacia un terreno en el que la tierra parece removida, pero este también parece haberse dado cuenta y no ha continuado caminando.

El calor te resulta agobiante, pero parece que otros lo llevan peor.

El calor te resulta asfixiante en exceso.

El calor te resulta asfixiante en exceso por culpa de tu armadura, sólo te queda esperar que en verdad sea necesaria llevarla encima, lo cual no es un pensamiento agradable.

Un poco más alante ves la tierra ligeramente removida, lo cual te hace detenerte extrañado. Parece como si algo hubiera intentado preparar una trampa pozo.

Alineea se detuvo junto a Skuldd al llegar a aquella zona de tierra removida. Estaba deshidratada. Podía notar sus agallas abriendose y cerrándose por la falta de agua.  La cérigo detuvo al grupo un momento.

-Amigos, necesito detenerme y remojarme. Creo que empiezo a axfisiarme. 

La sacerdotisa buscó un lugar adecuado y empezó a canturrear en aquella lengua extraña. La única palabra discernible, el nombre de su dios Shashelas de las Profundidades.