Partida Rol por web

La jornada comenzó confusa. Aún no se habían decidido ciertos detalles sobre la misión. Tenían dos cuerdas, pero un solo garfio. Finalmente, se decidió que Uweya y Becky llevaran la otra cuerda, y la descolgaran desde el tercer piso. Viajaron por los barrios humildes como un grupo numeroso de Manes, sin que ningún demonio con apetito decidiese comerles. Subieron las escalinatas que llevaban al Núcleo por turnos, para evitar llamar demasiado la atención.

El barrio rico no era muy distinto al resto de la ciudad. La única diferencia era la proporción. Calles más anchas... casa-conchas más altas... demonios más grandes... A pesar de lo intimidatorio que era todo, habrían llegado a la Aguja sin las indicaciones de Uweya: ocupaba un lugar más destacado en altura, y un enorme descampado de adoquines la mantenían separadas de las mansiones menos regias.

Llegados a este punto, Uweya se hizo invisible y Becky se disfrazó. Y mientras ellas rodeaban el edificio para entrar por la puerta principal, los demás esperaron quince minutos, escondidos en un rincón antes de empezar a moverse. Esas fueron las recomendaciones de Uweya para dar tiempo a los invitados a entrar, y que no hubiese mirones en los alrededores cuando estuviesen escalando.

Luego empezó Onfale con su habilidad. Pergamino tras pergamino, todos se fueron haciendo invisibles. Ni siquiera se veían entre ellos. Al caminar hacia la Aguja, vieron cerca a uno de los mastines sombríos...

Aunque de aspecto fiero, tenía el mismo tamaño que Rufus. Será que todos están melancólicos, que todo les recuerda al difunto perro. Según se iban acercando, y sudando, y apestando, el temor a que los descubriera era mayor, a pesar de toda la loción de Onfale con la que se habían embadurnado en el basurero.

Grrrrrrrr...

Les ha olido. Lógico, eso formaba parte del plan. No evitaron oler, solo cambiaron su olor por el de un demonio. Lo importante es que como lo que levantó sospechas al olfato del chucho era la esencia de demonio, no llegó a ladrar. Aún así, seguía investigando, acercándose, tratando de comprender lo que pasaba. Pero Onfale lo había dejado muy claro durante la planificación: solo serán invisibles mientras no ataquen; si intentan dañar al mastín sombrío, se acabó el disimulo.

Flame llevaba consigo a Ayash desenfundado. Y en cuanto vio al mastín sombrío tan cerca y a punto de olisquearle la entrepierna, se vio con ganas de cercenarle la cabeza un tajo. Pero luego se dio cuenta que su Ayash no era el de antes, no era tan potente y no relucía tanto. Así que no le quedó más remedio que contenerse y segui avanzando con todo el disimulo posible. Iba andando tranquilamente, sin prisa pero sin pausa y tratando de evitar cualquier tipo de contacto con aquellas criaturas. Debía pasar lo más inadvertida posible.

Tras hacer invisible a todo el grupo el perfumista tan solo pensaba que ya no había vuelta a atrás.

- Recordad. No ataquéis u os haréis visibles.- Tener que trepar por la cuerda si su adorado Perezoso no era lo peor. Antes tenían que pasar del mastín que parecía haberlos olido. Al menos no ladraba. Onfale le entregó a Flame la cuerda pintada del mismo tono que la fachada. Tenían que seguir el plan que habían trazado. Primero Flame treparía con su asombrosa habilidad pro la pared de la Aguja con Fosco encima. Después dejarían caer la cuerda para que los demás pudiesen subir. Cuando vio acercarse al mastín Onfale susurró a los demás.

- Dispersaos.- Era difícil sin verse entre ellos pero había que decirlo igualmente.

Ser invisible resultaba una experiencia del todo extraña y que Tybalt disfrutó brevemente hasta que se vieron por fin en los límites del palacio. La mera presencia de aquellos sabuesos era suficiente para aguarle la fiesta a cualquiera, sobre todo si ese cualquiera pretendía allanar una propiedad que estaban protegiendo...

De modo que, de acuerdo con el plan y con las posteriores indicaciones del Onfale, Tybalt se desvió un poco de la ruta directa  para evitar a los mastines sin dejar de dirigirse hacia el punto por el que pretendían subir hasta el piso del zoo. El tiflin trató de causar el menor sonido posible para no alertar a los sabuesos que se acercaban curiosos. Lo último que necesitaban era enzarzarse en un combate con aquellas bestias sin ni siquiera haber podido entrar.

La maga miro la torre con una mezcla de hastió e impotencia. Esa era la torre, la fortaleza que tenían que asaltar. Durante la preparación del plan la maga se imagino que la torre seria menos grade y estaría menos defendida. ¡Estamos fastidiados! Deberíamos haber optado por bombardear la torre con bolas de fuego y después buscar entre los escombros la gema. No había vuelta atrás, la misión ya había empezado y la maga pelirroja no recordaba sus hechizos de bola de fuego, así que no podría bombardear la torre con sus preciadas bolas de fuego.

Entonces noto la presencia de los grandes perros negros y empezó a separarse de ellos con pasos ligeros, tratando de hacer poco ruido y manteniendo algún miembro del grupo entre ellas y los canes.

Que Flame llevase a cuestas a Fosco bien valía todo el oro que valió su resurrección, pero no se lo pensaba decir. Era mucho mejor callarse y ver que más tenía por tanta gallardía. Sólo había que dejarse querer...

El mastín sombrío olisqueó y siguió el rastro a ras de suelo. Entre todos los rastros posibles, se quedó con el de Flame, y a modo de prueba lanzó un mordisco al aire que aprisionó la pierna de la mujer serpiente. Flame sintió la presión de las mandíbulas en la herida que acababan de causar, pero el forcejeo no fue suficiente para tirarla al suelo.

El mastín sombrío olisqueó y siguió el rastro a ras de suelo. Lo siguiente que vieron es que forcejeaba con algo invisible a la altura de la espinilla. Parece que había mordido a alguno de los infiltrados en la pierna, pero como no se veían entre ellos, no sabían quién era la víctima. ¿Debían ayudarla y renunciar al manto de invisibilidad o dejarla a su suerte y esperar a que Flame les tirase una cuerda para ponerse a salvo?

Aire caminaba de un lado a otro. Le hubiese gustado pasarse por delante de los demás, a ver si de verdad era invisible o no, pero no era capaz de verlos, ¿cómo iba a hacerlo? No le quedó más remedio que saltar de un lado a otro, imaginandoselo todo.

Poco después apareció un perro. Ella quiso ir corriendo a acariciarle la cabeza, pero Aristóteles la frenó en seco. ¡Era uno de los enemigos que había que evitar! Así que se contuvo, alejándose de su nariz. Ya no le era interesante, quería saber qué hacían los demás o dónde estaban. Se estaba aburriendo

Flame sabía que el conjuro dejaría de surtir efecto en cuanto le pusiera una mano encima a aquel perrito bonito. Así que trató de convencerse así misma que aquella mala bestia tan solo era Rufus queriendo jugar, o Fosco acercándose restregándose contra su pierna, y rezando porque no la hubiese tirado al suelo, siguió su camino confiando en que esta vez no lograse descubrir su posición.

- ¡Leiath, usa tu magia!- Lanzó al aire por si la bruja podía escucharle. Había visto varias veces usar a la Bruja de Hala su magia protectora. Gracias al mastín podría intuir casi con total precisión dónde estaría la víctima. Dichos poderes no eran ofensivos y hasta permitían a otros ser intocables. Aún recordaba las palabras de Uweya acerca del aullido de los mastines sombríos.

Escalofriantes...- Daba gracias de que el terrorífico perro tuviera la boca ocupada con algo en estos momentos. Se quedó alejado lo justo del mastín como para poder atacar en caso de que fuera necesario. Se tapó los oídos por si acaso.

Flame huyó con cobardía y presteza, pero el peso de su armadura no le permitía ir todo lo rápido que debiera. Aún así, ahora que el mastín sombrío tenía que volver a seguir su olor para localizarla, tenía una oportunidad. Empezó a subir por la pared de la Aguja sin mirar atrás...

¡¿Qué?! ¿Mi magia? ¡Santuario! ¿Pero sobre quién? No veo a quién tocar.

La víctima, fuese quién fuese, se zafó del agarre de la pierna. De nuevo el mastín sombrío se quedaba sin pistas, y volvía a olfatear el aire, esta vez en dirección a la Aguja. Al llegar a la pared, alzó las fauces. Debía de tratarse de Flame si había trepado hasta tan arriba. El mastín se dió media vuelta y miró a su alrededor. Hasta que la mujer serpiente dejase caer la cuerda, todos los demás corrían peligro.

Flame no pudo esperar a coger a Fosco para cargar con él. El mastín le estaba siguiendo, y sería mejor seguir el plan lo más rápido posible antes de que aquella bestia les volviera a descubrir por el olor. Sin decir nada, y mirando mal a Leiath, aunque no supiera donde estaba, por hablar tan alto, dejó caer la cuerda anudada para que sus compañeros se pusieran a trepar lo antes posible. ¡No había tiempo que perder!

Onfale respiró con alivio al ver que el mastín dejaba de tener algo en la boca. ¿A quién habría pillado? Ahora tenía que tener mucho cuidado o podría ser el siguiente. Parecía estar siguiendo a Flame que debía estar trepando ya la fachada. Pronto tendrían una cuerda por donde subir y escapar de las terribles fauces del perro demoníaco. El perfumista buscó una piedra en el suelo. La recogió y se la frotó en aquellas partes donde había extendido la mayor parte del perfume: muñecas, detrás de las orejas, axilas e ingles. Eligió las axilas. Lo bueno de ser invisible es que nadie te veía hacer según que cosas. Tras asegurarse de que la piedra tendría el olor- ¡Olía a demonios!- la lanzó suavemente en dirección contraria a la fachada de la aguja, no demasiado lejos del mastín. La piedra al caer haría ruido y, además, llevaría impregnado su olor. Esperaba así poder trepar con algo de calma.

Al ver que el pobre infeliz que estaba siendo mordido había conseguido liberarse, Tybalt retiró su mano de la empuñadura de su espada. No pudo evitar respirar con tranquilidad al ver que ninguno tendría anular su conjuro para hacer frente a la amenaza. Pero su alegría poco duraría al ver que aquel sabueso seguía a su invisible presa hasta la pared de la Aguja... y miraba hacia arriba. "Esto no es bueno." Pensó molesto ante la mala fortuna con la que empezaban.

Con su ruta de infiltración bloqueada por aquella bestia tendrían que apañárselas para subir por la cuerda que Flame les tendería por aquella sección del muro. El tiflin se agachó lentamente para recoger una piedra del suelo pero, a pena se hubo incorporado, oyó cómo algo golpeaba a cierta distancia de ellos. No tardó en percatarse de que alguien ya había empleado la estrategia que él mismo se disponía a seguir. De modo que devolvió el guijarro al suelo con mucho cuidado y esperó a que la treta surtiese efecto para acercase con mucho cuidado a la pared de la Aguja.

Un mastín sombrío es, desde luego, más listo que un perro. Aún así, la treta de Onfale funciona, así que no es mucho más listo, solo un poco. El mastín sombrío se queda royendo un canto rodado con olor a demonio, quién sabe si pensando que es comida o pensando que es un demonio diminuto que se petrifica a sí mismo como método de autodefensa. En seguida comprueba que no. Ahora, el mejor amigo del ajeno está furioso y vuelve a la carga.

Olisquea de nuevo el aire. Onfale siente una profanación en el culo justo cuando está subiendo por la cuerda anudada. Casi se cae. Pero es la señal. Tienen que golpear la compuerta para que las de dentro sepan que es seguro abrir, pero todavía no están listos. En la cornisa, todos van avanzando para dejar sitio al posterior, pegados a la pared, y se paran cuando chocan con el anterior, desestabilizándose mutuamente y casi cayendo. No poder verse entre ellos está siendo una verdadera pesadilla.

Toc, toc...

Las compuertas se abren, y desde quince pies más arriba de donde está la cornisa, una cuerda anudada desciende. Los invisibles se empiezan a susurrar para saber ordenarse en la subida. Flame, por la pared, llega antes al zoo...

Tenéis que salvarla. Uweya está en peligro. Había una vara en la piscina que cobró vida. Se está ahogando. Se está... Mierda, ni siquiera sé si estáis ahí.

Becky está en el suelo, tirada junto a la cuerda, con una herida sangrante en el muslo. Uweya no está con ella. Perezoso está frente a una jaula, con color amarillo miedo, mientras ve a un enorme papagayo cuadrúpedo del tamaño de un oso comer a otro camarada reptil. La jaula opuesta es un arenero vacío. Las antorchas iluminan el camino a la planta baja.

El contacto con la nariz húmeda del peligroso mastín entre sus turgentes nalgas le recordó a los pellizcos picarones que  los invitados de su Creador le daban a escondidas durante su cautiverio. El los aguantaba mostrando una tímida sonrisa, sobre todo porque podían suponer, a medio plazo y siempre a cambio de "algo más", recibir caros y lujosos regalos. Pero no era el caso, así que cuando sintió aquello, trepó aún más rápido.

- ¡Joder Becky!- Exclamó el perfumista indignado por la torpeza de la maga rubia. ¡Eres tonnnnta! Le faltó decir. Sólo tenían que subir hasta el zoo. Él les había advertido del peligro de aquella piscina. Era obvio que podía haber una trampa.- Sin Uweya no podemos continuar.- Hubiera dejado a Uweya allí abandonada si no fuera por que era la única que podía activar el amuleto. Tuvo que interrumpirse pues la mente se le nubló al experimentar la sensación de miedo que le transmitía el camaleón.

¡Perezoso!

Se acercó cual felino hacia su familiar y lo recogió para que se metiera, como siempre, entre sus ropas. Sentir su tacto frío y su piel escamosa era reconfortante de alguna manera.

El sentimiento de urgencia de Tybalt se disparó en cuanto escuchó hablar a Becky. Sin la Githzerai, todas sus posibilidades de alcanzar la libertad se extinguirían como seguramente lo esté haciendo la vida de Uweya ahora mismo. Una expresión de frustración de la que nadie pudo ser testigo cruzó el rostro del tiflin ante la situación con la que se había encontrado al llegar hasta aquel piso. 

Subió con una exasperante calma hasta que llegó su turno para subir al piso. -¡Quítame este conjuro!- Le dijo a Onfale con un grito contenido en un susurro. Si debían reaccionar y salvar a su salvoconducto, el ser invisibles podría perjudicarles para moverse rápidamente. Y, casi sin esperar y recordando el mapa que Uweya les había mostrado, se dirigió rápidamente hacia la piscina donde ella luchaba por sobrevivir contra la 'vara que cobró vida'. 

Flame se dio cuenta de que Uweya era más necesaria de lo que en un principio creía. Sin ella no habría forma de activar el medallón, así que el resto, por desgracia, eran prescindibles. Vale, sí, la habían salvado, la habían resucitado y se habían gastado todos sus cuartos en devolverla a aquel plano. Pero también era cierto que todo había sido por salvarles el culo de la gran cagada que había sido el combate contra los demonios-avestruz.

Así que, llegados a ese punto, el resto eran prescindibles, y si había algo que quisiera Flame más que a Ayash, era a su propia vida, pero la vida del plano material. Así que, sin dudarlo, y aún invisible, decidió que lo mejor era salvar a la psiónica, pues ella sería su única oportunidad de volver con vida para matar a Madame Eva.