Partida Rol por web

-Gracias por vuestra bienvenida, alguacil Miong Jin -dijo el mercader haciendo una ligera inclinación ante el mismo-. Sí, el viejo Riqueza conoce a mucha gente. Y mucha gente lo conoce a él -dijo con una risa traviesa-. ¿Cómo van las cosas por la aldea ahora que habéis reconquistado la paz y el sosiego? ¿Lo suficientemente bien como para mercadear un poco?

- "La gente sigue muy nerviosa, lo que es normal pues en las minas profundas se encontró un verdadero osario. Han sido en total diecinueve víctimas y la gente no se termina de creer que llevemos tres días sin más muertos o desaparecidos.

¿Quién hubiese pensado que el Anciano Magur, ese infensivo ermitaño, fuese un Yoma?" -

Dulce Loto negó con la cabeza y se sumaría a Martillo Blanco y Ojos Rojos en el sampang. No le apetecía salir más allá de lo imprescindible, y además estaba la posibilidad de que alguien pretendiera acercarse demasiado al sampang y pudiera ver al pelirrojo. Lo miró de soslayo con su nuevo peinado, algo más humanizado que con las salvajes hebras rojas sueltas.

“Demasiado grandes, no creo que un sombrero los pueda cubrir”, pensó sobre los cuernos. Los ojos no eran un gran problema si los cubría parcialmente con el canto de un sombrero; pero ese no era el problema. “¿Y a dónde podrá ir sin temor? Martillo Blanco y Riqueza Efímera tienen reputación, pero…”, el mercader interrumpió sus pensamientos con un ofrecimiento de interés.

- Riqueza Efimera, hace falta medicinas y vendas. No sólo para Martillo Blanco… -miró a Ojos Rojos- Una túnica de mangas largas le sería útil, o sólo una chaqueta.

Una vez atracaron vio venir a lo lejos al Alguacil, y cuando entraron en conversación prefirió quedarse en un segundo plano. No iba a retirarse como Ojos Rojos, pero sólo por cortesía no lo hizo. El lugar le olía a sangre, entrañas y muerte… ficticiamente.

Patán, tras terminar de amarrar el barco, acudió a saludar al alguacil.

-Buenas sean halladas, Alguacil.

-Riqueza, deberíamos darnos prisa, no me gustaría dejar a Martillo Blanco y Dulce Loto a solas en el sampang -comentó presuponiendo que le acompañaría a realizar las compras necesarias.

Guardo silencio al momento en que Martillo Blanco indica que nos acercamos a las Minas de Jade. Riqueza Efímera termina mi trenza, por lo que rápidamente me escondo bajo cubierta del sampan. Una vez estoy oculto en el primer lugar que encuentro, me quedo pensando acerca de eso:

"Bueno, creo que esto cabe en la descripción de "Necesario" según lo que hablamos con Riqueza Efímera acerca de bajar de cubierta. No creo que quiera que me vean en su transporte, pues nada bueno puede indicarles un tipo con cuernos enormes. Además, Martillo Blanco dijo que estaban asustados aun por unos Yomas, por lo que mi imagen sería como despertar las últimas pesadillas con las que han sufrido. Es mejor ocultarme, quizás en la noche pueda salir a pasear, pero durante el día es recomendable que me quede a cuidar el vehículo."

Instintivamente me pongo mis Garras de Hueso, pues me siento indefenso sin ellas y ya que seré el guardián oculto del sampan, tengo que tener como atacar a los enemigos y defender a los indefensos. Espero oculto ahí mientras tomo mi nuevo aspecto y me concentro por escuchar lo que sucede en el exterior.

-Puedes permanecer a bordo, Patán y cuidar de nuestros invitados. Ya han tenido demasiadas aventuras y seguro que tus cuidados serán bienvenidos -comentó comprendiendo la preocupación de su automatón-. De hecho, dudo que a estas horas merezca la pena bajar para efectuar algunas compras. Intuyo que deberemos esperar al día de mañana. ¿Me equivoco, alguacil? -dijo Riqueza.

- "Si os urgiera mucho, podría pedirles a los comerciantes que vuelvan a abrir sus paradas o que os atiendan en sus domicilios privados. Minas de Jade está muy agradecida a Martillo Blanco-sama por sus heroicas acciones." -

- No será necesario, Alguacil. - Dijo Mazo desde el navío. - Podemos pasar aquí la noche y mañana por la mañana hacer las compras pertinentes. Por cierto, ¿los nobles de Quince aún siguen por aquí? Me gustaría hablar con ellos si es que no se han marchado. Tenemos cosas que preguntarles, creo. -

Mazo no sabía si había hecho bien.

Después de todo, tal vez Riqueza Efímera quería partir mañana por la mañana con todo preparado, pero si los nobles de Quince estaban por aquí todavía, es mejor hablar con ellos y ver que es lo que está sucediendo en su región.

Yomas, y más Yomas.

-Una cosa no quita la otra -comentó Riqueza-. Sí, me gustaría hacer esas compras y será un tiempo que le ahorremos a la jornada de mañana. No necesito gran cosa, pero algunas sí son necesarias para ya.

-Bueno, entonces... Me quedaré aquí en el sampang, esperando. Ten cuidado, Riqueza. Aunque los yomas hayan sido destruidos... La verdad es que me preocupa que vayas solo.

La situación era diferente a la de su anterior destino. En aquél momento sabían que había un yoma, pero sabían donde estaba, dónde encontrarlo. Aquí... podía haber toda clase de peligros que no habían previsto.

- "Sí, esos nobles están poniendo nerviosa a la gente. Hoy dos de ellos se han fustigado en público para pedir a los dioses ayuda para Quince." - Le responde a Martillo Blanco.

- "Bien, acompañadme pues, Riqueza-san." -

Se sintió algo avergonzada al ver como Riqueza iría solo, pero realmente no se sentía con ánimos para pisar aquella aldea. Demasiado reciente y demasiada pena. Por fortuna ocuparía su tiempo cuidando a Martillo Blanco, ayudando a Patán y… ¿qué haría con Ojos Rojos? Mejor sería dejarlo estar, no iba a forzar ninguna situación.

“¿He escuchado bien? Se han fustigado, que horror… Realmente su pueblo debe estar pasándolo mal, pero sabido eso seguro que se presentan aquí tan pronto sepan que Martillo ha regresado. ¿Subirán al sampang? Mmm… Ojos Rojos se puede quedar dentro, no habrá ningún problema”, fue cavilando a medida que transcurría la conversación.

- Pues, Alguacil, decidle a los nobles de Quince que mañana por la mañana se acerquen a la embarcación. - Dijo Mazo. - Así podremos tener una charla con ellos... y que por favor, dejen de fustigarse, por los Dragones. -

Así que ahora, quieren llamar la atención.

- "Ahora mismo están durmiendo en su sampán. Esa lujosa embarcación de allí." - Dice señalando la embarcación noble.

- "Avisa a los marineros que estén ahí de guardia para que sus amos acudan mañana por la mañana a ver al honorable Martillo Blanco-sama." - Le dice a uno de sus milicianos, que se apresta a obedecer.

Escucho todo lo que se dice fuera del sampan y me sorprendo de la forma en la que cuentan que han reaccionado los noble de aquel lugar llamado Quince. Pienso en ello un momento:

"¿Como es posible que un noble se comporte así por lo que ocurre en su pueblo. Me los imaginaba más como tipos egoístas de lo que siente el campesinado. Pienso que algo raro hay con esos tipos. Ya sea su excesiva piedad, o la necesidad de llamar la atención que tienen. No me suena nada de bien, pero si en realidad la gente está sufriendo por culpa de los Yomas hasta este punto, no puedo mantenerme lejos. Debo matar a todos esos sucios demonios."

Cuando hablan acerca de que Riqueza Efímera vaya solo por el pueblo, no me gusta nada la idea, pues algo puede pasarle, pero yo no puedo acompañarlo. Aun así, no me contento con dejarlo a su suerte. Pienso que no se llega a su edad, con lo peligrosa que es la vida de Lord Carroñero, si no se sabe defender. Hago que Garra Ósea grazne para advertirle que estoy con él y que si algo llegase a pasar, saldría en su búsqueda sin dudarlo.

-Gracias, alguacil, por acompañarme. Tras la crisis Yoma las calles deben haber vuelto a la normalidad, pero su presencia y compañía es muy de agradecer -dijo consciente del graznido y la advertencia unida a él, así como de la preocupación de Patán. No obstante, no entendía el porqué de sus temores, ahora que Martillo Blanco y Dulce Loto habían matado a los demonios. Conocía Minas de Jade de sus travesías comerciales, y nunca habían supuesto un riesgo sus tranquilas gentes-. Le sigo. Necesito algo de ropa de viaje y reponer vendas para curas. Y si alguien vendiera origamis y flores, estaría bien -dijo a Miong Jin.

Al ver que Riqueza iría acompañado Patán se quedó más tranquilo.

-Muy bien. Tendré preparado algo de cena para cuando vuelvas. -Al escuchar que quería comprar también flores y origamis estuvo a punto de insistir en ser prudente y evitar entretenerse de noche, pero se contuvo.

Después se adentró en el sampang pensativo. «¿Nobles fustigándose para atraer el favor de sus dioses? Extraña costumbre». Patán rebuscó en su memoria información sobre esos cultos. Quizá pudiera hacerse una idea de qué clase de nobles serían aquellos.

RIQUEZA EFIMERA:

- Realizas las compras.

- Indica cuanto quieres gastar en total.

NOBLES FUSTIGANDOSE:

- En verdad, por lo que sabéis los nobles son vanidosos, superficiales, egoistas y poco dados a sacrificarse por el pueblo. Si estos han llegado a ese extremo es que se sienten desesperados de verdad.

Cuando Riqueza Efímera se marchó, y quedó claro que por aquella noche no iban a ser interrumpidos por los nobles, se acercó a Martillo Blanco.

- Ve a descansar, ¿vale? –le sonrió al tiempo que le rogaba con su rostro que lo hiciera realmente.

Luego se acercó a Patán.

- Déjame ayudarte a preparar la cena –le pidió.

“Necesito despejarme un poco, hacer cosas para no pensar demasiado. Por cierto…”

- ¿Crees que haya algo que Ojos Rojos no pueda comer? Voy a preguntarle.

“Espero que sus gustos no sean para nada raros, o grotescos. Es medio humano así que seguro comerá como nosotros. Pero… lo mismo pensaba del agua”.

- Ahm… -no sabía muy bien cómo plantearle aquella simple pero interesante situación, y eso se notaba en su actitud- Me preguntaba si hay algo que no puedas comer. Hay arroz, verduras encurtidas, creo que carne…

Esperó su respuesta.

Estoy concentrado escuchando el exterior cuando oigo los suaves pasos de la joven acercarse a mí, que me mantengo oculto bajo cubierta, cerca de la escalera. Cuando la veo llegar, mis ojos la buscan con el brusco movimiento de un depredador descubierto en las sombras. Pero entonces siento un poco de vergüenza por encontrármela ahí y reaccionar instintivamente, ya que Riqueza Efímera me había pedido que no la asustara, pero luego noto que es ella la que me está buscando.

Se para frente a mí, un poco tímidamente y comienza a mover su boca para hablar, aunque no escucho sus palabras, pues me basta con mirar su boca moverse y sus ojos rehuir de los míos. Miro su piel, su cabello y sus ropas, hipnotizado por su fragancia, sin prestar atención a sus palabras, hasta que escucho las palabras arroz, verduras y carne. Despierto un momento, y comienzo a mirar el suelo mientras le respondo:

 - "Me gusta todo eso para comer. Se hacen platos muy ricos con ello..."

Ahora soy yo quien no sabe qué decir y mi rostro muestra que no sé qué decir pues aunque quisiera hablar con ella de algo, no sé de qué hacerlo, pues probablemente no tenga ningún tema que pueda interesarle. Probablemente no tengo ningún tema en lo absoluto.