Partida Rol por web

No preocupes. Tu guerrero, yo explorador. Ella gran bruja. Él gran shaman.

El salvaje señaló arriba, a las habitaciones haciendo referencia explícita al sacerdote. Luego explicó con pocas palabras algo simple pero importante.

Tu, ella, yo .... nosotros. Manada, somos manada.

Y miró fíjamente a ambos a la cara.

Manada... de muchos ... extendió la mano con los dedos separados Uno. De muchos uno y cerró el puño con fuerza. En su mirada parecía haber una fé ciega, fanática en el grupo. En la fuerza, en la unidad.

Esto tiene motivo, tiene destino. Estamos por algo. Nosotros aquí por algo.

El dueño carraspea llamando la atención, y mientras se frota las manos en el delantal, inquiere:

-Perdonen vuesas mercedesas que les interrumpa. Al piso darriba tién las habitaciones. Espero que de su agrado sean. Endispuesto está tó -señala a la escalera y os invita-. Que tengan güena noche.

Margaret asiente y se dirige a su cuarto. Los últimos comentarios del salvaje -¿manada? ¿ELLA?- le han resultado extraordinariamente incómodos, está cansada y necesita dormir.

- Buenas noches - se despide, educada pero fríamente del resto del grupo. 

Enfila a su habitación con la intención de meterse en la cama sin más y dejar que el sueño calme los ánimos.

Las habitaciones, aunque sin ningún lujo mínimamente comparable a la corte D'Orleac son suficientemente acogedoras, con mobiliario funcional y bastante carentes de adornos (exceptuando los colgajos de hierbas aromáticas en casi todos los rincones que envuelven las estancias en olores más o menos agradables).

Sin embargo, a pesar de la relativa comodidad que aportan los colchones rellenos de borra, los sueños que el descanso trae son desapacibles, plagados de sombras y del sonido de las cadenas chocando contra la madera del féretro...