Partida Rol por web

Es negra noche en las afueras cuando finalmente decides que ya has conducido bastante lejos y tras meterte una escasa milla por la carretera secundaria cercana a algunas granjas de la zona, aparcas el coche apagando las luces para no despertar a los animales que yacen de pié tranquilamente dormidos.

El arriero que delimita la entrada al campo de pasto suelta un "clek" sonoro cada 5 o 10 segundos anunciando su electrificación permanente y la hierba es alta al otro lado de este.

Distingues las siluetas de varias vacas unos 40 metros delante tuyo y solo por la leve claridad que aporta un cielo despejado donde las estrellas y una luna creciente todavía pequeña, brindan algo de luz. El aroma se intensifica cuando te focalizas hacia las bestias, es como si pudieras notar su calor, el apetito, como si hubieras hundido la nariz en su lomo y sintieras el ruido de sus entrañas.

El agua cae sobre tu piel, pero su contacto es bien distinto al que estabas acostumbrado. Es difícil de explicar sin embargo te das cuenta al instante: notas igualmente su consistencia, sabes que tu piel se moja y puedes incluso distinguir su fría temperatura por acabarla de sacar del refrigerador. Sin embargo tus músculos no se contraen automáticamente ante el aparente cambio brusco de temperatura ni te incomoda el que tus ropas y tu cuerpo sigan mojados.

Dejas acercarse el chorro de líquido que va vaciando la botella sobre tus labios poco a poco hasta que abres la boca dispuesto a tragar aun que en este instante no se te hace apetecible para ninguno de tus sentidos. Abres conscientemente el paso de tu garganta y te arrepientes al momento: una sequedad extrema inunda todo tu conducto fonador y se convierte rapidamente en ardor que se dirige hacia el pecho.

Al momento piensas que acabas de ingerir algún otro producto químico tóxico o que alguien cambió el contenido de la botella o lo alteró, pero nada más lejos de la realidad.

Aquello te sigue doliendo, te raspa por dentro y tu cuerpo empieza a convulsionar. Instantes mas tarde los tosidos se suceden y empiezas a vomitar el agua ingerida que sale por tu boca y nariz de igual manera con cada reflejo nauseabundo.

El taburete cae contra el suelo causando un gran estruendo y luego sigue rodando por el suelo hasta dar con la pata de una de las mesas metálicas del laboratorio. Algo que cualquiera que hubiera estado en el mismo piso que tu habría podido oír de seguro en medio del silencio de la noche.

Todo lo que alcanzas a ver en el microscopio es un borrón rojo ya que por los nervios no llegas a tiempo a enfocar ni cambiar de aumento en el aparato y te apresuras hacia el interruptor para apagar las luces justo a tiempo, puesto que una voz femenina, de una mujer adulta por lo que te parece distinguir, se eleva en el pasillo.

- ¡¿Quién anda ahí?!

Entra un poco de claridad por las ventanas pero la oscuridad un par de metros mas lejos de estas es total. Tratas de concentrarte tanto como puedes en el poder de tus ojos pero es inútil* y los nervios se ponen cada vez más intensos a medida que escuchas los pasos acercarse por el pasillo en tu dirección.

El hombre se volvió a guardar las fotos en el bolsillo interior de la gabardina y prosiguió con su rugosa voz

- Ah.. bueno, me imaginaba esta respuesta. Se trata de un caso paralelo en el que ando trabajando y quería comprobar si había alguna relación...

Dice ahora sin mirarte y pensando en algo más mientras fluyen sus palabras.

- En fin- se encogió de hombros.- Agradezco su colaboración

Termina tendiéndote de nuevo la mano

- Si pudiera darme un número de contacto o algo parecido creo que sería bastante útil.

Añade sacando una libreta de su bolsillo delantero

- A veces se vuelve a necesitar información de alguno de los testimonios o para informarle de como avanza el caso

Le facilito toda la información que el crea conveniente y no me dé demasiado pudor darle, si bien yo eso de pudor como que no lo entiendo demasiado bien del todo, y estrecho su mano como despedida, entendiendo que no queda mucho más que decir.

- Por favor, avíseme con cualquier cosa si es posible. Y no dude en llamarme al móvil. Le tengo que dejar, que tengo que ir a mi trabajo antes de que me despidan ya definitivamente.

Salgo de la comisaría, arrebujandome en mi abrigo, más por costumbre que por sentir un gran frío y me encamino al club de striptease.

Me quedo tumbado en el suelo junto a la pared tratando de pasar desapercibido. Sé que me la estoy jugando si me pillan, así que procuro no emitir ningún sonido, ni siquiera respiro por miedo a que el sonido me delate. 

Mientras estoy tendido en el suelo, repaso mentalmente el plano del edificio en busca de las salidas más cercanas. Si consigo despistar a quien sea que venga, tendré que moverme rápido.

Aparqué la camioneta cerca de la valla electrificada y enseguida me embargaron los recuerdos de la juventud. Lo de tirar vacas era una fea costumbre que podía causar bastantes daños a los animales, mi padre me lo había contando cientos de veces, estaba harto de que los chavales del instituto se emborracharan y se dedicaran hacerle perrerías al ganado. En mi pueblo al menos parecía que los chicos tenían más cuidado y mi padre nunca tuvo que sacrificar un animal por algo así, pero había leido alguna noticia en el periódico de algún ganadero que había tenido que sacrificar varias vacas o incluso que le había pegado un tiro en el estómago a algún ebrio estudiante.

Enseguida me acordé de la noche de la graduación del instituto. Unos cuantos fuimos al campo después del baile con las chicas que quisieron venir. Después de unas cuantas cervezas lo pasamos bien tirando vacas y luego, bueno, pasó lo que tenía que pasar... aún recuerdo con nostalgia los labios de Marie Anne, mi novia del instituto. Estábamos muy enamorados, tanto como pueden estar enamorados dos jóvenes en el instituto. Después ella se fue a la universidad y no hemos vuelto a vernos, pero yo la recordaré siempre como el primer amor de mi vida.

Ya había hecho esto otras veces, se trataba de cubrir la valla con algo para no llevarse un chispazo. Al fin y al cabo ese tipo de verjas estaban diseñadas para evitar que el ganado escapase, de modo que una persona medianamente hábil no tenía muchas dificultades para atravesarlas. Me quité la gabardina y la coloqué sobre el alambre. Inmediatamente la verja cayó un poco por el peso, suficiente para que una persona alta como yo pudiera pasar por encima apoyándose y sin necesidad de saltar.

Los animales no parecen alertados por tu presencia y no se mueven por lo que intuyes que todavía duermen. Todos tus sentidos se disparan cuanto menor es la distancia que os separa y sientes el vacío de tu estómago intensificarse dándote la señal inequívoca de lo que te pide.

Si pasas la lengua por tus colmillos te das cuenta que estos son enormes y a penas te dejan cerrar la boca. ¿Eran antes tan grandes?

El detective se despide de ti, algo que extrañamente te hace sentir aliviado aun que mientras te alejas de la comisaría te parece ver una mirada de sospecha por parte de Brandt cuando este se acomoda la gabardina.

En el trabajo te dan un toque para que avises la próxima vez que vayas a faltar 2 noches seguidas, pero la noche empieza extremadamente bien; incluso Rodriguez que ya parece de mejor humor te pide disculpas por lo de la última vez y te hace un cumplido  "No se que te has hecho pero te ves cabrón, te sientan bien los días libres"

Y en la pista también parece que los clientes andan mostrando bastante interés esta noche

El laboratorio en el que te encontrabas tenía un par de puertas de entrada, pero ambas daban al mismo pasillo con lo que una huida en aquella dirección probablemente te hubiera llevado cara a cara a encontrarte con quien fuera que estaba trabajando a aquellas horas en el despacho de al lado. Así que finalmente optas por la ventana.

En un rápido vistazo a fuera ves la pared de otro edificio y un par de metros debajo de tu ventana, una pequeña azotea que debía ser el techo de la planta baja. La típica azotea cubierta por piedras o grava no pensada para la circulación de alumnos ni personas de ningún tipo, pero perfecta para tu huida.

Escuchas la puerta del laboratorio justo cuando caes encima de la baja azotea. No se encienden las luces de la sala de donde escapaste. Eso era una buena señal, probablemente la persona que escuchaste alertada ni se había dado cuenta de todo aquello aun que lo más normal visto el cristal roto de abajo, la ventana abierta y el taburete por el suelo sería que a la mañana siguiente se percataran de que había habido una intrusión en el edificio.

El perro en la calle, te espera olisqueando unos hierbajos cerca de una pequeña zona ajardinada pegada al edificio.

Cada vez estaba más seguro de no haberme equivocado... los colmillos... el hambre acuciante... ¡Joder! Me habían convertido en una especie de vampiro chupasangre, como Drácula o Blade. La prueba de fuego estaba ante mi, si chupaba la sangre de aquellas vacas y conseguía acabar con el hambre que me mataba por dentro, entonces no cabía duda... Tenía que comprobarlo.

Me acerqué en silencio a una de las vacas que dormía plácidamente en pie, aquello era como cuando las empujaba pero esta vez iba a moderlas...

"Esto es de locos"  -pensé antes de comenzar.- " En fin, allá vamos..."

Cuando estuve lo suficientemente cerca de la vaca abrí la boca y pude notar los enormes colmillos que tenían ahora, me pedían sangre. Agarré el cuello de la vaca con las dos manos para que no se moviera y rápidamente le clavé los colmillos en la yugular... Cómo si tuvieran vida propia, los colmillos empezaron a extraer sangre que corrió veloz por mi boca... sentí como la sed se apaciguaba un poco, porque ya no había duda de que lo que tenía era sed... sed de sangre.

Me había dejado llevar por la sed, pero en cuanto fui consciente de lo que estaba haciendo separé mi boca de su cuello, no quería causar un daño irreparable en el pobre animal. Di unos pasos hacia atrás para alejarme del animal y noté como la sed había pasado de ser voraz a ser sólo una leve gazuzilla.

" Aún necesito un poco más..." -pensé.-

Avancé unos metros hasta otra de las vacas que aún dormían, sin perder de vista a la anterior, por lo que pudiera pasar. En cuanto estuve cerca, repetí de nuevo la operación, aunque esta vez mucho más seguro de que estaba haciendo y poniendo cuidado en no hacer daño al animal.

En cuanto terminé me sentí saciado y con un extraño sabor en la boca... sangre... extraño pero a la vez delicioso y sin duda lo que necesitaba...

-Tendré que ser más precavido la próxima vez.-Pienso mientras acaricio al perro para que me siga.- Pero de momento basta por hoy.

Sin perder un instante salgo corriendo en dirección a mi casa esperando que ya esté caliente. Esta noche tendré trabajo. 

Es complicado que pueda dormir por ahora, pues me he pasado el día durmiendo, sin embargo he recordado algo muy interesante. En la oscuridad de nuestra huida fuí capaz de aclimatar mis ojos a la oscuridad más deprisa que el resto de mis compañeros. Es algo extraño, pero si consigo dominarlo puede que me sea muy útil.

Debo volver a casa y practicar.-Pienso finalmente. Acto seguido, aprieto el paso en dirección a mi apartamento.

Intento ignorar esa sensacion subjetiva de que me está observando cuando abandono la comisaría, pero no lo consigo del todo... no se si volveré a hablar con este comisario, sólo me faltaba que descubra que maté a aquel tipo o que consumo... y yo intento evitar la cárcel por todos los medios.

Si bien al llegar el jefe me da la brasa con todo el rollo, no puedo encontrarme en mejor lugar. Cuando llego miro el local y espero verlo con bastante clientela. Hoy siento que podría comerme el mundo sin mayor complicación. Hablo con los compañeros, con bastante buen humor, dejando atrás la noche pasada.

Pues nada en especial... será que necesitaba un descanso... - contesto a Rodriguez intentando ser algo evasivo.

En la pista lo doy todo, intentando echarle un ojo a alguien del público que tenga pinta de tener dinero para ver si luego puedo acercarme a él. Estoy seguro de que probablemente podría sacarle una buena propina...

El flujo de sangre se siente electrizando estimulando cada milímetro de tu cuerpo en un placer de otro mundo. Ni si quiera te habías dado cuenta de lo sediento que estabas hasta aquel instante. Cada nuevo trago te aliviaba un poco más y sentías la frescura de la vida penetrar en tu cuerpo. Nunca antes habías imaginado que una sensación así fuera posible y ni si quiera era sangre humana.

Sientes el pulso del animal disminuir su velocidad a medida que los borbotones salen de su cuerpo. Sabes lo que eso significa y te detienes sacando tus colmillos.

Entonces, el animal cansado, se postra lentamente sobre sus patas delanteras dejando caer luego su cuerpo a un lado en una posición de descanso. Podría estar muerta o solo durmiendo. Los agujeros de tus colmillos en su cuello tiñen de rojo el pelaje de la criatura, pero tu ya estas bebiendo de la siguiente.

En esta segunda logras parar antes y cuando te desenganchas de ella, huye hacia las demás despertandolas y apartandose en manada asustadas hacia otro lado del pasto.

Te sientes fuerte y poderoso ahora, infundido con nueva vida. Con ganas de salir y comerte la noche.

Finalmente el perro y tu volvéis al apartamento, donde cierras todas las persianas y luces para no tener ninguna fuente lumínica que permita ver algo a tu alrededor. Escuchas los pasos del perro acomodarse en tu cama y comienzas con los ejercicios.

Te lleva unos cuantos minutos lograrlo por primera vez, pero ves en la completa oscuridad. Buscas la habitación sin abrir las luces y arrullado ves al animal al pié de tu cama.

El proceso inverso para deshacerte de aquella habilidad, fuera la que fuera, es algo más compleja y pasas un buen rato cerrando los ojos y tratando de quitartelo. También lo consigues.

Tras unas horas y unos cuantos intentas parece que lo dominas; observas el resultado a la luz eléctrica de las bombillas y en la total oscuridad, pero entonces ocurre algo inesperado. Cuando entras en el baño te topas de frente con un espejo: los ojos que allí se reflejan son de un rojo carmesí con unas diminutas pupilas que los hacen parecer dignos de la más horrenda película de terror.

Vi alejarse al animal, su instinto de supervivencia le hizo alejarse y alertar a los suyos. Resultaba curioso comprobar cómo me había convertido en un depredador para ellos, ahora eran mi alimento... aún necesitaba un tiempo para asimilarlo.

Antes de que alguien se alertara de mi presencia decidí escabullirme de vuelta al coche. Traspasé la valla de la misma forma que antes y recogí la gabardina que había usado para no llevarme un chispazo. Enseguida entré de nuevo el coche y emprendí el camino de vuelta a la ciudad como si nada hubiera ocurrido...

Pero algo había ocurrido, ya lo creo... ¡Joder! Acababa de chuparle la sangre a una vaca, y era como si le hubiera succionado la fuerza, me sentía poderoso, más de lo que me habría sentido normalmente. Todo aquello me estaba cambiando por dentro y por fuera, y sospechaba que todo aquello de chupar sangre no era más que el principio. En cierto modo, asumí bastante bien mi nueva condición, pues llevaba implícita una sensación de poder que jamás había sentido, aunque conocía los riesgos, o al menos algunos de ellos.  De todas formas, aún seguía pensando que todo aquello bien podría ser un sueño y que al día siguiente me despertaría como si nada hubiera ocurrido... ¡No! en realidad no lo creía, pero necesitaba mantener aquella duda en mi cabeza para mantener la cordura... un vampiro ¡menuda locura!

Conduje de vuelta a la ciudad sin olvidar la cita con el detective... sabiendo lo que ahora sabía tendría que cuidarme mucho de lo que le contaba a la policía. Seguía queriendo saber qué había ocurrido la noche anterior, qué tenía que ver con el resto de los secuestrados, el porqué del secuestro... tantas preguntas, necesitaba respuestas, pero sería prudente averiguarlo por mi mismo, sin involucrar a la policía.

Llegué al Joey's y aparqué la camioneta donde pude, tampoco es que fuera mucha gente a tomar una copa a aquel antro. Si lo había escogido era por otros motivos, si el detective resultaba ser un farsante (cosa que todavía era posible) seguramente Joey saldría en mi ayuda, lo que me tranquilizaba.

Regreso a casa tan rápido como puedo ansioso por practicar mi recién adquirida destreza. Nada más entrar, cierro todo a cal y canto y me pongo a ello.

El resultado es mejor de lo que esperaba, parece ser que puedo "encender" la capacidad de ver en la oscuridad con total normalidad y "apagarla" con facilidad. En ese momento, al entrar al baño, veo el color rojizo de mis ojos.

-¡Joder!.-Exclamo asustado al verlo mientras salgo del baño huyendo del espejo.

-Esto no puede ser verdad.-Pienso asomándome de nuevo.-¡Mierda!.

Me retiro del umbral de la puerta absolutamente aterrado. Sea lo que sea lo que me han hecho no es normal. El contenido de esas jeringuillas no era bueno. Si no la hubiese liado en el laboratorio...

Apago mis ojos mientras vuelvo al salón y enciendo la tele. Es posible que den algo que me distraiga un poco. 

Escucho el sonido de la tele, pero mi concentración vuela de ella pensando en lo que puede haberme pasado. Son demasiadas cosas como para ignorarlas. 

Primero aquella mujer, luego mis ojos... ¿Qué será lo siguiente? ¿Garras? ¿Colmillos? ¿Es que acaso soy un mutante como los de X-men?

Todo aquello es demasiado para mí, mi mente se nubla y me pierdo en un mar de divagaciones sin sentido. Debería investigar acerca de mi nueva condición, pero ¿Dónde? ¿Dónde buscar respuestas? Todo se vuelve confuso y durante un rato no soy capaz de pensar en nada más.

Aquello había sido una mala idea. Una pésima idea. Y lo peor de todo, era que Ryan lo había sabido desde un principio. Mucho antes de arrastrarse hasta la nevera para conseguir la jarra con agua. Antes incluso desde que su cerebro hubiera interpretado como “sed” esas ansias tan misteriosas y acuciantes que lo abrumaban.

Su propio cuerpo se lo había dicho. Y a los gritos. Con aquella forma tan sencilla que tiene el cuerpo para dar sus mensajes. Algunos lo llamaban “sensaciones”, y otros “instintos”. Para unos cuantos, se trataba simplemente de “ganas” o “deseo”.

Básicamente, lo había sentido en las tripas.

Pero su mente, su orgullosa mente, se había creído con derecho a hacer callar los impulsos de su sangre. Después de todo ¿qué eran unos burdos y primales anhelos ante el frío e implacable poder de la razón?

Pues bien… tal parecía que lo eran todo. O nada. En cualquier caso, ya no importaba. Pues en aquello instantes, despatarrado de manera grotesca sobre el indiferente suelo de la cocina, con la puerta del refrigerador aún abierta y la vieja botella de plástico derramando los últimos restos de su contenido por todo el lugar, a aquel triste sujeto solo le quedaba rendirse ante la evidencia más terrible.

Aquella “sed” no era “sed”. O, al menos, no del tipo que Ryan había conocido jamás. En primer lugar, era mucho más desesperante que cualquier otro apetito, más angustiante. Peor que una adicción severa, quizás. Si lo que se decía sobre las adicciones era cierto.

Pero eso no era todo. Pues aquella “sed” no se apagaba con agua. Y ya no podía haber la menor duda al respecto. Era una verdad tan inapelable y contundente como el frío suelo de cerámicos donde Ryan apoyaba su quijada inerte y babeante.

Solo quedaba aceptarlo. O refugiarse en la locura.

Los espasmos habían pasado, y también la mayoría de los vómitos y calambres. Solo le habían dejado algunos miembros bastante agarrotados, y una sensación de extenuación tan profunda como no había sentido jamás en su vida.

Aquella eternidad insufrible, en la que Ryan solo había podido retorcerse espasmódicamente en violentas e incontrolables arcadas, había terminado. Había dado paso a un vacío angustiante y desconsolador, que lo mantenía atenazado al suelo de la cocina.

Y, por supuesto, también estaba el ansia. Siempre el ansia.

Quizás fuera ella la que lo impulso a ponerse finalmente de pie, luego de un largo rato de permanecer allí tendido en patética lamentación. Y tal vez fuera también ella la que lo obligó a abrir la puerta de calle y salir al palier de su apartamento. A esperar pacientemente el chirriante ascensor y a subirse en él.

A encaminar sus pasos hacia el lugar donde todo había dejado de tener sentido.