Partida Rol por web

El placer es desmesurado y te das cuenta de cuanto necesitabas aquello. La cocaína hace que te sientas vivo, acelerado y te da el subidón que necesitabas. No has tomado la droga, pero sientes sin duda alguno su efecto en la sangre que ingieres trago tras trago.

Bebes lentamente y cuando despegas tus colmillos del recipiente este yace consciente pero con muy mal aspecto. Su piel ha empalidecido notablemente y no deja de sangrar por las heridas que abriste. No hace falta ser médico para darse cuenta que requiere asistencia médica o acabara desangrandose

- Robert, lo siento.. Yo...

Balbucea sin llegar a encontrar las palabras adecuadas

- Si, tienes razón

Continua cuando se recompone

- Si a los demás también les inyectaron lo de las jeringuillas... puede que sepan algo.

Dice sorprendida como si acabara de dar con la respuesta a todo el problema. Rápidamente dobla el papel con la lista de números y lo parte entregándote con prisas la mitad

- Vamos a descubrir que diablos pasó, te lo prometo. Venga, tu llama a estos 3 y yo a los otros

La chica agarra su teléfono y empieza a marcar con la parte del papel en su palma

Instintivamente, como cuando era niño, lamo la herida. Un gesto idiota, pero de pequeño me chupaba las heridas para que cerraran y no sé como diablos se me ocurrió. La cuestión es que lo hice y de sopetón la herida se estaba cerrando delante de mis ojos.

-¡Pero que coño!¡Joder! - digo, levantandome y dejando el cuerpo desmayado de aquel tío en el suelo. Las imágenes sangrientas del camello se me pasaban por la cabeza a una velocidad que solo la cocaína podía permitir - ¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Joder que hago!- mi vocabulario no era muy amplio, pero no le faltaba emoción al diálogo conmigo mismo.

Miro alrededor. Tendría qeu llamar al 112 y ayudar a ese capullo, pero antes tendría que largarme. Busco un abrigo o algo del tipo en cuestión. Su camisa, sus pantalones... algo tendría que haber que no estuviera lleno de sangre hasta arriba. En cuanto lo encuentro y guardo mis ropas en algun bolso o rodeadas de una sábana, cojo el teléfono y llamo de urgencias para que vengan corriendo, mientras yo abandono el lugar todo lo rápido que puedo.

Voy corriendo a mi piso, mientras medito que hacer. Por lo pronto dormir, que la noche ya era tardía. Ya mañana tendría que hablar con alguno de los del secuestro, a ver si sabian algo...

Cogí el trozo de papel para llamar a ese tal Attila, como no conocía a aquella gente no tenía ni idea de quién se trataba. Pero antes de marcar el número tenía que preguntarle a Jane por los detalles de la cita, a que hora íbamos a citarnos y dónde, principalmente.

- ¿Qué tienes pensado? - pregunté.- Tendré que indicarles una hora y un lugar para que nos veamos... Por si acaso creo que es mejor que no vengan aquí, todavía no sabemos si son gente de fiar - pensé un instante y se me ocurrió algo.- Si te parece podemos quedar con ellos en el Joey's, allí fue donde me reuní con el detective y todo fue bien... si esa gente trabaja para el que nos secuestró no quiero que se metan en tu casa... ¿Que te parece en el Joey's dentro de un par de horas?

Esperaba que la gente pudiera asistir aunque si les había ocurrido lo mismo que a mi era posible que estuvieran por ahí explorando su nueva vida.

Jane con el aparato ya en su oreja asintió varias veces

- Si, hagamoslo así 

Te respondió rápidamente distraída a la escucha de los tonos del número que ya había marcado

- Si, ¿Podría hablar con la señorita Jackson?

Una vez que habíamos concretado los datos de la cita, Jane se quedó hablando por teléfono mientras yo comencé a marcar los números del primer número de teléfono que había apuntado.

" 303 342 2129 " - repasé mentalmente mientras marcaba en mi teléfono móvil.

Aguardé hasta que alguien cogió el teléfono, supuse que se trataría del tal Attila, a quién estaba a punto de identificar con alguno de los que estaban encerrados en el sótano aquella noche.

- ¿Eres Attila? Verás, no sé si te acordarás de mi, me llamo Robert, Robert Atkinson... ya sabes, el secuestro en aquel sótano y todo eso... creo que deberíamos vernos, todos nosotros, debemos hablar de lo que ocurrió aquella noche...

Llevas las gafas, la cartera y las llaves. Todo esta listo para que salgas hacia la casa en llamas cuando de repente el teléfono en tu pequeña habitación suena fuerte y repetidamente

Cuando lo coges escuchas una voz ligeramente conocida

- ¿Eres Attila? Verás, no sé si te acordarás de mi, me llamo Robert, Robert Atkinson... ya sabes, el secuestro en aquel sótano y todo eso... creo que deberíamos vernos, todos nosotros, debemos hablar de lo que ocurrió aquella noche...

-Disculpe, creo que se ha confundido de persona. En efecto mi nombre es Attila, pero no tengo nada que ver con ningún secuestro en ningún sótano. Creo que se ha confundido de número o de persona.

Me pareció reconocer la voz del chico de las gafas, aunque no estaba seguro del todo. Desde luego si no me había equivocado de número tenía que ser él, el tipo que abrió la trampilla apenas había hablado y reconocería enseguida la voz del otro capullo.

- Espera, no cuelgues, por favor... esto es importante, entiendo que no estás seguro de quién soy, pero ya te lo he dicho, yo estuve allí aquella noche contigo, en el sótano... ayudé a empujar la camilla y gracias a ti pudimos salir por aquel apestoso túnel... Verás, creo que es buena idea que nos juntemos para hablar de lo sucedido, nada de policía ni detectives, sólo nosotros para averiguar lo que ocurrió... Estoy citando a la gente en el Joey's, es un bar tranquilo del centro, en un par de horas estaré por allí ¿Qué me dices? ¿Vas a venir?

-Es posible.-Susurro.-Pero no voy a prometer nada.

Sin decir más, cuelgo el teléfono.

Una vez he colgado, me pongo las gafas y busco un gorro para taparme la cabeza, un abrigo y una bufanda. No me interesa que me reconozca nadie antes de tiempo. 

Una vez lo tengo todo, me coloco ante el espejo del baño, activo los ojos y me tapo con las gafas de sol para ver si se nota a través de ellas. Lo compruebo con la luz encendida y apagada. Si voy a salir debo ser cuidadoso.

El tiempo transcurría de forma extraña durante la noche. Más espeso, más dulce. Siempre era igual, y Ryan creía haberse acostumbrado a ello. De hecho, casi lo disfrutaba. Tal vez fuera el silencio, la absoluta quietud del mundo a esas horas… Era lo único bueno de tener que llegar cada día de su vida a esa triste y solitaria parada de autobús. La maldición de todos los que cumplen el último turno. O la bendición…

En cualquier caso, esa noche era distinta. El silencio sepulcral estaba allí como siempre, sin nadie que lo perturbara. Pero no había rastro alguno de placidez, y los suaves destellos de la luna habían perdido todo su encanto. En la mente de Ryan, un fervoroso anhelo lo abrumaba, alimentando por una ansiedad voraz y maniática como no había conocido jamás. Cada segundo era eterno, cada instante una agonía infinita.

El joven sentía un ardor insoportable en todo el cuerpo, una necesidad impostergable que se había convertido en auténtico dolor físico. Como si quisiera descargar varios litros de cerveza de su vejiga y encontrara el sanitario ocupado.

Solo que desquiciadamente peor.

Cuando el autobús por fin se acercó a su puesto, Ryan casi se abalanzó sobre las puertas, desesperado por poner sus músculos en movimiento. O quizás solo para encontrar algo con lo que distraer su mente por unos instantes.

Sin embargo, antes de haber subido siquiera el primer escalón, el atribulado muchacho se detuvo en seco, como si una repentina bofetada lo hubiera sorprendido en pleno rostro. Con ojos desorbitados, Ryan observó vagamente al conductor y a una pareja de ancianos que se sentaban en los primeros lugares. Los miró sin ver por algunos instantes, mientras su mirada se volvía algo turbia y su cuerpo se convulsionaba con una excitación demente y aberrante.

El calor allí dentro se había vuelto asfixiante, y los penetrantes aromas del placer más impío se abrieron paso por sus vías respiratorias. Pronto asaltaron su cerebro y abrumaron su corazón… Allí estaba el bálsamo para su sed. Podía sentirlo en la piel. Sus tripas se lo reclamaban a gritos…

Pero Ryan aún estaba lejos. Lo suficientemente lejos como para una última esperanza de cordura. Y se aferró a ella como si su misma existencia estuviera en juego.

Y allí, parado sobre el asfalto, justo frente a la puerta abierta del autobús, cuando ya se disponía a alzar su pie para encaramarse a la pequeña escalinata plateada, el perturbado joven supo que aquella era una batalla que no podría ganar. Así que tomó la única opción que le quedaba.

Sin más, se llevó ambas manos al rostro, se masajeó fuertemente la sien y salió despavorido de aquel lugar.
 

Colgué el teléfono sin tener muy claro si vendría o no, parecía muy nervioso pero en cierto modo era normal, no nos conocíamos de nada.

- No estoy seguro de que este vaya a venir - dije mientras buscaba el siguiente número, para que Jane estuviera al tanto de los progresos.- Bueno, vamos a por el siguiente... Ahney... 303 452 3002... Vamos a ver...

Esperé pacientemente a ver si descolgaban el teléfono.

- Mavis Jackson no vendrá. Dice que tiene que ocuparse de su hija y que ya ha hablado con la policía.

Dice mientras marca otro número.

Tras varios toques al final una voz te responde

- Este es mi contestador. Soy Ahney Tao, en estos momentos no estoy en casa. Intenta llamarme más tarde o deja un mensaje. ¡¡Piiiii!!

Si tratas de llamar más veces, te aparece el mismo mensaje

Te despiertas con el sonido de un teléfono sonando. Es el teléfono de tu apartamento.

- Err... si... ¡Hola! Me llamo Robert Atkinson, espero que me recuerdes de hace un par de noches... el incendio, ya sabes... estoy tratando de reunir a la gente que había allí aquella noche... Si lees esto, por favor, llámame ¿De acuerdo? Bien... pues... adiós... supongo.

Colgué el teléfono un poco contrariado, siempre me ocurría lo mismo cuando hablaba con esos malditos cacharros, maldito sea el que inventó ese dichoso contestador automático. Era previsible que la chica no vendría, a menos que fuera capaz de leer el mensaje a tiempo... En fin, uno menos, ya sólo quedaba uno...

- ¡Eh! Un momento... Richard ¿eh? De este si que me acuerdo, fue el capullo que trató de propasarse contigo - le dije a Jane enfadado.- Maldito hijo de puta... ¿sabes? No sé si quiero hablar con este tio...

Me desperezo en la cama y me asaltan las visiones de lo ocurrido la noche anterior. ¿En qué me había convertido? ¿Qué me estaba pasando? A lo mejor sufría algun tipo de enfermedad o me habían drogado con algo. Algún virus, vete tu a saber. Una cosa estaba clara: era algo serio.

Me levanto y, no sin cierto temo, cojo el teléfono.

- ¿Diga?

Por dios, que no sea la policia...

- Emm... bueno no hay problema

Te dice mirandote preocupada por tu enfado

- Mira, no quiero excusarlo pero todos estábamos nerviosos aquella noche.

Bajando la vista

- No lo olvido, pero tampoco podemos excluirlo de esto. Yo lo llamaré

Acaba decidiendo

- Hola Richard, 

Dice la voz femenina que parece haberte reconocido

- Emmm.. soy Jane Lewis, de la noche en aquel sótano

Añade con reparo a la hora de mencionar los hechos

- Estamos aquí con Robert llamando a los que secuestraron. Creemos que quizás reuniéndonos saquemos alguna conclusión de lo ocurrido ...y aclaremos esas cosas extrañas que están ocurriendo.

Esto último lo dice muy rápido quitandole importancia

- Hemos quedado en un par de horas en un bar aquí cerca. El sitio se llama Joey's. Estaría bien que vinieras