Partida Rol por web

Me acerco a las chicas de Beauxbatons para felicitarlas.

-Enhorabuena chicas, lo habéis hecho genial- y les dedico una sonrisa amable. -Cuando acabe la prueba, si queréis podemos ir a tomar una cerveza de mantequilla-.

Clarisse no daba crédito a la actuación de Nikolay sobre la tarima. En primera instancia, simplemente, sintió una sensación parecia al escozor al ver como su novio perdía puntos estrepitosamente. Pero conforme seguía perdiendo los duelos, la sensación aumentaba, sintiendo como se sentiría ahora mismo Nikolay en sus propias carnes. Ella, en otra época, habría gritado emocionada por la victoria aplastante de su escuela, pero sentía lástima por él, e incluso rabia. La empatía nunca había parecido ser lo suyo, excepto ahora. 

Observó como su chico estaba realmente enfadado. La vena del cuello que tanto le latía cuando esto pasaba, estaba a punto de explotar. Se estaba viendo venir lo peor. El chico se bajó de la tarima, directo para irse. Ella, casi saltó por encima de los asientos libres de las gradas para bajar cuanto antes e ir tras él. 

Pero entonces, la chica de Hogwarts, Eileen, llegó para felicitarla a ella y a sus compañeras de escuela. Le gustaría poder hacerlo ella también, pero sus ojos seguían a Nikolay hasta perderlo de vista y escuchar el estruendo que causaba. Cerró los ojos con fuerza en un intento de apaciguar el susto momentaneo y miró a Eileen un poco confusa. — Ah... Eh... — Reconocía que no le había prestado ninguna atención. Quería irse. — Sí, claro... Esto... Eh.. Perdona, tengo que.. — Dejó la frase a medio terminar y se marchó corriendo chocando contra un alumno por el camino. El chico ni siquiera protestó, estaba envelesado por haber tenido el más mínimo contacto físico con ella. Ella, lo ignoró y salió de allí buscando a Nikolay. Una vez fuera, vio entrar a Vitaly. Se habría parado a decirle algo pero... — ¡Nikolay! ¡Eh! — Gritó todo lo fuerte que pudo alcanzando a ver los bajos de su túnica antes de torcer la esquina. Salió corriendo tras él para intentar alcanzarlo. 

Al otro lado de la puerta del Club de Duelo hecha pedazos descubro a un sorprendido Vitaly que se protege con su varita de la lluvia de astillas y cascotes que se le viene encima.

Cierro los ojos y suspiro irritado sin aflojar el paso mientras pienso:

«Vamos, Bobrinsky, quédate ahí plantado apuntándome con tu varita y alégrame el día.»

Pero el pobre muchacho no tiene la culpa y es una suerte para él que, cuando vuelvo a abrir los ojos, ya se haya apartado de mi camino. Si no, no hubiera podido responder de mí.

Mientras paso a toda prisa por su lado le oigo preguntarme por Aline pero le ignoro intencionadamente. Sencillamente, no estoy de humor para comentar lo que ha ocurrido ahí dentro.

Detrás de mí escucho una voz que me llama. Una voz que reconozco demasiado bien y que en esta ocasión me resulta excepcionalmente dolorosa.

«Tú no, Clarie —suplico en silencio—, ahora no, por favor... »

Va a dejarme, lo sé. ¿Cómo podría ser de otro modo después del bochornoso espectáculo que acabo de dar? Todavía no sé lo que ha pasado durante el duelo y no tengo la cabeza en su sitio. Lo descubriré, estoy seguro, pero ahora no puedo ofrecerle una explicación de lo ocurrido. Quiero seguir adelante y fingir que no la he escuchado llamarme pero no soy ningún cobarde, así que me esfuerzo por reunir la entereza suficiente como para soportar este segundo mazazo. 

Me doy la vuelta con el corazón en un puño... Y me encuentro a Vitaly siguiéndome como un perrillo callejero.

—¿¡Todavía sigues aquí, Bobrinsky!? —le espeto con rabia apenas contenida—. ¿Qué coño quieres de mí, un autógrafo? ¡Largo de aquí de una puta vez, joder!

Deseo que tenga el sentido común de marcharse corriendo en lugar de cometer la insensatez de responder a mi pregunta retórica. De verdad que lo deseo, por su propio bien.

Encaro a Clarisse pero ya no hay miedo en mi mirada. Lo habrá y también desesperación, pero no ahora. Ahora la cólera me protege de mi propia debilidad. Hoy todos se conjuran contra mí pero tan cierto como que me llamo Nikolay Mijaílovich Poliakov que nadie me verá doblegado.

—¿¡Y tú, qué!? —pregunto con innecesaria rudeza, clavando mi mirada ardiente en el océano azul verdoso de sus ojos.

«No vas a apagar en mí este fuego —le prometo en desafiante silencio—. Lo necesito ardiendo. Lo necesito o todo se desmoronará a mi alrededor y, hoy, mi orgullo herido es lo único que me queda.»

La chica observa como Nikolay continua caminando aunque parece que aminora el paso. Sabe que la ha escuchado. Sabe que no puede ignorarla. Corre hacia él, pero ve que Vitaly parece querer también con él. Llega hasta donde Nikolay al fin se ha parado y se ha girado para encararlos. Primero se dirige a su compañero de escuela con bastante ira y cólera en la voz además de en todo su cuerpo. No son palabras bonitas. Vitaly lo va a empeorar. 

Después la mira a ella y escupe aquellas palabras. Ciertamente nunca había escuchado a Nikolay hablarle así. Y, a pesar de saber que el chico no hace aquello consciente del todo, siente un pellizco en su interior. Coge aire y baja la vista al suelo, iba decidida, pero de repente necesita unos segundos para reponerse. Al alzarla, ni siquiera lo mira. Se gira y mira a Vitaly con la mejor de sus sonrisas amables, no quisiera importunarlo ahora. Es un momento delicado teniendo en cuenta que él debe sentirse igual que su novio en estos momentos, tras haber perdido precisamente contra ella. 

— Eh... ¿Podrías... dejarnos a solas? Por favor. Necesito hablar con él. — Murmura de forma delicada, suavemente casi acariciando las palabras y por qué no, usando su físico. Cualquiera se rendiría a sus pies y si pone carita mona, nadie será capaz de debatirle. — Por cierto, muy buen duelo. Te felicito. Ahora si nos perdonas... — Volvió a sonreír de la forma más adorable posible y se giró hacia Kolia dando por hecho que Vitaly se marcharía.

A diferencia de lo que habRía esperado, el encantamiento de cosquillas alcanzó a Nikolay de pleno y surtió efecto. Algunos de los asistentes soltaron carcajadas ante la cómica situación, aunque a Aline no le hacía ni pizca de gracia, y se limitó a contemplar cómo su contrincante se retorcía sobre el entarimado, impertérrita, hasta que finalizó el efecto del rictusempra. Cuando se irguió, le temblaba la mano de manera muy violenta. Aline permaneció en guardia, expectante por saber qué hechizo elegiría su contrincante en ese turno, pero no realizó ninguno. Enojado, saltó de la tarima y abandonó el salón, destrozando la puerta del mismo. Aline miraba de un lado a otro, boquiabierta, sosteniendo la varita con ambas manos, sin saber cómo reaccionar. Escuchaba los aplausos de algunos asistentes, así como los abucheos, hasta que el Ministro comunicó que había ganado el duelo, y que podían tomarse un descanso.

Aline bajó de la tarima con cuidado, tratando de asimilar lo que acababa de recurrir. Vio a Clarisse y a Eileen acercarse a ella, por lo que decidió unirse, aunque no estaba segura de si sería bien recibida por su compañera de escuela. Se aferraba a la esperanza de que Clarisse fuese una persona racional y no reaccionase como lo había hecho su novio. La estudiante de Hogwarts las felicitó por su actuación, aunque su compañera parecía estar ausente, y salió corriendo tras su pareja. Aline miró hacia el suelo y suspiró. Esbozó una sonrisa, y comentó:

—Gracias, Eileen. Me gusta el plan, y nos va a venir bien para distraernos un poco. Creo que lo necesitamos.

Podéis notar la tensión del ambiente entre vosotros tres en vuestros músculos y casi hasta en el vello de la nuca. Nikolay respira con agitación y tiene los brazos, el torso y los hombros crispados, como una bestia a punto de saltar sobre su presa. hasta ahora no habíais tenido que verle así, pero el orgullo herido es el punto débil del joven e impulsivo Durmstrang y la rabia le sirve de combustible. Le empezáis a mirar de otra forma, queriendo decir algo pero con las palabras paralizadas en la garganta por algún tipo de instinto de supervivencia.

Por fortuna o por desgracia para vosotros tres, un hombre llega hasta vosotros a paso tranquilo. Ni siquiera le habéis visto salir de entre las ruinas a las que ha reducido Nikolay la puerta del Club de Duelo.

—Buenas tardes caballeros, señorita —saluda el hombre con un gesto de su sombrero—. La siguiente ronda no tardará demasiado en dar comienzo. Les recomiendo que se tomen un descanso para despejar la mente y calentar, o bien para conseguir un buen asiento. Si me disculpan, debo hablar en privado con el señor Poliakov. Estoy seguro de que cuando se encuentre más calmado encontrará tiempo para hablar con sus amigos. 

El hombre se aleja con el mismo paso calmado, con las manos metidas en su gabardina larga. Kolia recuerda que antes del combate se le había acercado y, aunque en estos instantes no tiene ningún interés en nada que aquel hombre pueda decir, se resigna y comienza a caminar a regañadientes detrás de él, dejando a sus dos compañeros allí plantados en mitad del pasillo lleno de cascotes y polvo.

El hombre de la gabardina sigue caminando en desesperante silencio durante un buen rato más, hasta que finalmente se detiene delante de una puerta. Al entrar, te das cuenta de que se trata de alguna de las aulas vacías de Trasformaciones, llena de objetos de diversa índole y un dibujo explicativo sobre la pizarra sobre cómo transformar un pájaro en una copa de cristal fino.

—No me voy a andar con rodeos, señor Poliakov. Ambos sabemos que lo que ha pasado ahí arriba no ha tenido nada que ver con tus habilidades. 

El hombre se sienta sobre la esquina de uno de los pupitres de madera y finalmente saca las manos de su gabardina, entrelazándolas sobre su regazo. No ves su varita por ninguna parte. 

—Mi nombre es Magnus Crawford. Llevo siguiendo tus progresos desde las primeras pruebas. No voy a perder el tiempo intentando ganarme tu confianza diciéndote obviedades como que tienes mucho potencial o que le sacas una gran ventaja al resto de participantes a pesar de esta derrota. Eso ya lo sabes. Lo que no sabes es que hay mucha gente interesada en que no te desvíes de ese camino tan brillante.

»Te voy a ser franco. Esta derrota tan vergonzosa ha escocido a unos cuantos. No creas que eres el único. No te engañes pensando que esta derrota no significa nada. Esa niña te ha dejado en evidencia. Pero mentiría si dijera que creo que la culpa ha sido enteramente tuya. Desde luego no ha sido tu mejor actuación, pero tengo la certeza de que ha habido algo más. Alguien está intentando escalar. Eso también lo sabes, ¿verdad? Eres un chico listo. Pero te sugiero que de ahora en adelante no compartas tus observaciones y estrategias sobre el torneo con otros. Nunca se sabe quién puede estar detrás, ¿me entiendes?

»Estoy aquí para ofrecerte algo. Quiero ofrecerte la posibilidad de seguir en este torneo sin que otros se interpongan en tu camino. ¿Qué me dirías si te dijera que puedo intentar averiguar quién está intentando boicotear tu paso por el torneo? A cambio sólo tienes que asegurarte de seguir dejando por los suelos al resto de participantes... y asegurarte de que la vergonzosa actuación de hoy no se vuelva a repetir. Eso incluye a tu nueva novia... debes aprender a separar lo personal de lo estrictamente competitivo. Si aceptas... quizá pueda ofrecerte algún tipo de... incentivo.

La intromisión del desconocido individuo de la gabardina gris resulta de lo más oportuna, dado que ni yo mismo estoy seguro de cuál hubiera sido el desenlace de la situación en la que estábamos antes de su llegada. Lo cierto es que me ofrece una oportunidad estupenda para escabullirme del indeseado encuentro con Clarisse y, por añadidura, de la molesta presencia de Bobrinsky. Esos dos motivos más que la curiosidad son los que me impulsan a seguirle cuando me invita a que mantengamos una conversación en privado.

Sin embargo, tan pronto como nos alejamos de la pareja, comienzo a perder todo el interés por lo que tenga que decirme. En cualquier otro momento seguramente me hubiera interesado muy poco pero ahora mismo lo único que quiero es estar solo y no perder miserablemente el tiempo con un completo desconocido.

La incógnita sobre su identidad no tarda en despejarse; al menos en lo que a su nombre se refiere, aunque la personalidad que se esconde tras él sigue siendo para mí un insondable misterio. No obstante, el tipo se muestra tan tranquilo y seguro de sí mismo que no tarda en ganarse mi atención con su soliloquio.

Desde luego, no todo lo que escucho resulta de mi agrado, pero lo menos que puedo hacer es reconocer que agradezco si no la franqueza, al menos sí el hecho de que no me haga perder el tiempo con palabrería vacía. Y también estoy dispuesto a concederle que es lo bastante inteligente como para no esperar ganarse mi confianza en este primer encuentro.

—Sin duda comprenderá, señor Crawford, que esta entrevista me despierte ciertas inquietudes. Supongo, por sus palabras, que no está aquí únicamente a título personal sino que habla también en nombre de otros. Otras personas que podrían tener interés en que yo obtuviera el Elixir de la Resurrección. Las preguntas obvias son: ¿quiénes y por qué?

—Veo que eres un chico inteligente. Bien. 

Magnus se levanta y deambula por la sala, pensativo.

—Digamos que soy el representante de aquellos que buscan tu victoria. No nos interesa el Elixir, eso es un asunto completamente tuyo. Es demasiado peligroso como para que nadie en su sano juicio quiera tenerlo en su posesión. No, no estamos locos, ¿sabes chico? Lo que nos interesa es algo mucho más sencillo y práctico. 

El hombre suelta una breve carcajada y niega para sí mismo, sonriendo, antes de volver a mirarte.

—¿De verdad no lo sabes? Quizá sí que seas más ingenuo de lo que pensaba... Apuestas, Nikolay. ¿Puedo llamarte Nikolay? El peso de un buen puñado de galeones tienta a cualquiera. Al fin y al cabo, eso es lo que buscaba Hogwarts con este torneo: financiación. Bueno, digamos que habéis llamado suficientemente la atención en el mundo mágico como para que más gente fuera de estos muros se interese por la competición.

Me molesta el tono paternalista que mi interlocutor utiliza conmigo pero prefiero dejarlo correr. Yo tengo muchas preguntas y es posible que él tenga algunas de las respuestas que estoy buscando.

—Si lo que les interesa a usted y a sus representados son las apuestas, señor Crawford, entonces debo decir que apostar por mí no debe ser un negocio muy lucrativo. Las apuestas seguras no dan dinero. Lo que me lleva de vuelta al asunto de los responsables de mi reciente derrota.

»Sé a ciencia cierta que lo que ha ocurrido no ha sido cosa mía. Y también podemos descartar a los anfitriones del torneo, dado que los dos alumnos de Hogwarts que participaban en la prueba han sido eliminados. Pienso descubrir a los responsables a cualquier precio pero ahora mismo son mis supuestos benefactores los que tienen más que ganar de este boicot hacia mi persona.

»Supongamos, y no es mucho suponer, que yo gano el torneo. Las apuestas a mi favor a estas alturas no pueden dar grandes beneficios, sin duda. Pero si, "casualmente", soy humillantemente derrotado por una rival tan poco prometedora como esa alumna de Beauxbatons... Bueno, digamos que en la próxima prueba no habrá tanta gente dispuesta a apostar a mi favor y si esto sucede en dos o tres ocasiones y se pone en tela de juicio mi fiabilidad, las ganancias serán mayores para aquellos que sigan apostando por mí cuando me alce con la victoria del torneo.

»Entenderá, señor Crawford, que tengo buenas razones para sospechar que su sociedad está detrás de este... tropiezo personal. Y supondrá también, sin duda, que ahora mismo no estoy nada satisfecho con que la prueba se haya amañado sin mi conocimiento.

»Confío en que es usted también sea un hombre inteligente y comprenda que si existe un momento para demostrar su buena fe y la de sus representados es este. Porque, créame lo que le digo, aquel o aquellos responsables de esta humillación van a lamentarlo. Para mí sí es un asunto personal.

Vitaly enmudeció.

Al ver al muchacho, su compañero de Durmstrang en medio del pasillo, mirándole con aquellos ojos, el muchacho tragó saliva mientras se mantenía en su lugar. Al ver que la muchacha quería estar a solas, su primera reacción fue una redundante negativa. Intentando dar un paso más adelante. Sin embargo, no pudo avanzar más mientras su hombro era alcanzado por otro individuo de gabardina blanca, un sujeto vestido a lo estadounidense que al verlo inmediatamente sintió un escalofríos recorrer en su cuerpo... al parpadear y escuchar lo que dijo, el muchacho se mantuvo quieto por unos segundos...  mientras ellos se alejaban de él. Apretando sus puños, Vitaly, apenas manteniendo su semblante estoica, simplemente dijo en voz alta unas palabras en ruso, unas que Nikolay podía entender perfectamente:

"Recordad hace dos años en Brasov, aquella tarde de invierno en el examen de Duelo..."

Al decir estas palabras, Vitaly caminó hacia detrás, ignorando a Clarisse mientras sus manos presionaban sus ropajes cercanos donde estaban sus bolsillos. Entrando nuevamente a la tarima, vió a Aline, a la muchacha de cabellos dorados y ojos verdes... él suspiró mientras iba a su dirección, buscando la oportunidad para sentarse al lado de ella con una expresión de prepotencia y pesar, a este punto, que ya era notorio en sus labios presionados al igual que sus manos agarrando fuertemente sus rodillas.

Clarisse al igual que el resto también enmudeció al ver a ese hombre. Iba vestido de una forma extraña, demasiado muggle. ¿Los magos vestían así alguna vez que no fuera querer parecer un muggle cuando iban a algún lugar repleto de ellos? Se quedó ahí plantada, sin entender nada, mientras observaba como Nikolay lo seguía sin mediar palabra. 

Suspiró, dándose por vencida. El sentimiento que tenía ahora era horrible. Se sentía fatal por Nikolay y aun peor por no poder hacer nada ahora. Necesitaba tanto hablar con él...

Se dio la vuelta y vio que Vitaly ya avanzaba hacia el salón de duelos otra vez. No entendió que demonios le había dicho a su chico, pero Vitaly no parecía querer dirigirle la palabra a ella. Volvió al salón también arrastrando los pies y cabizbaja. Se sentó al otro lado de Aline que no estuviera Vitaly. Por mucho que creyera que le seguía o algo... No, no era así. Sólo quería felicitar a su compañera, ya que no había podido hacerlo antes.

— Felicidades Aline... Lo has hecho... genial. — Arrastraba las palabras y se nota que estaba bastante apagada. Debería estar emocionadisima y celebrando la victoria de Beauxbatons, pero no era así. Sólo pensaba dónde habría ido Nikolay y esperaba que volviera pronto.

Crawford te mira a los ojos intensamente durante un instante, con el rostro tan inexpresivo como la piedra. Probablemente los años de experiencia le han otorgado esa capacidad, y te resulta imposible saber si por su cabeza están pasando mil pensamientos a toda velocidad o si simplemente está poniendo a prueba tu paciencia y midiendo tus reacciones.

—Está bien —dice finalmente—. Averiguaré quién está detrás de esto, ya sea dentro o fuera de mis círculos. Como prueba de mi buena fe, te brindo la oportunidad de escoger uno de estos tres regalos. Espero que sirva como aval.

Crawford se quita su sobrero y observas cómo introduce en él su mano y la hunde hasta el codo, desapareciendo de forma imposible en el pequeño espacio. Un instante después, saca de él tres objetos y los dispone sobre el pupitre doble en el que estaba sentado:

Nimbus 2001

Mano de la Gloria

Poción de Esencia de Díctamo

Mi interlocutor guarda silencio durante largo rato antes de contestar, sin duda meditando el modo de ganarse mi confianza después de haber puesto de manifiesto que no soy ningún ingenuo y que no estoy dispuesto a fiarme de nadie que no se muestre digno de semejante concesión.

—Le sugiero, señor Crawford, que comience a investigar a aquellos que han apostado a favor de mi improbable derrota en el último duelo. Si alguien ha hecho una pequeña fortuna a costa de una apuesta tan descabellada... Yo también me mantendré alerta a partir de ahora, dado que se ha puesto de manifiesto que no todo el mundo está decidido a jugar limpio en este torneo.

»En tanto que descubrimos la identidad de los responsables de este complot, puede decirles a sus representados que si su deseo es que yo mantenga el liderazgo en esta competición pueden tener la seguridad de que sus intereses coinciden con los míos. 

»Dígales también que acepto de buen grado su patrocinio y que confío en que nuestra lucrativa relación continúe beneficiándonos a ambas partes durante mucho tiempo —tomo la larga mano arrugada y de aspecto putrefacto entre las mías y la estudio con interés. Es un artefacto magnífico del que únicamente había tenido ocasión de leer en pergaminos antiguos y el hecho de tener uno de estos en mi posesión me produce una profunda satisfacción que me esfuerzo por enmascarar—. Eso es todo por el momento, señor Crawford. Confío en tener muy pronto noticias suyas acerca de la identidad del traidor. Hasta entonces, tenga usted buenos días.

Tras unos minutos, Vitaly finalmente suspiró, relajandose sus músculos a la vez que parpadeaba. Al agitar su cabeza se dió cuenta que estaba al lado de Aline, al otro lado de ella Clarisse. Parpadeando, él aclaró su garganta y, mirando a la muchacha al lado de la de cabellos dorados, dijo estas palabras en inglés, las cuales salieron torpe pero al menos entendibles en su boca: "Oh, Clarisse... mil disculpas por mi... desesperada ida. En realidad estaba... pésimo del estómago y... tuve que participar como pude... ah, y disculpa por mi falta de... pasión."

Tras charlar un rato con Eileen, le indicó que iba a tomar asiento y esperar a que diese comienzo la siguiente fase. Eligió una zona relativamente vacía y tranquila, con buenas vistas a la tarima. Se acomodó, y se dedicó a observar a los asistentes, que se hallaban, en general, expectantes por ver cómo se desarrollarían los siguientes desafíos y, de repente, notó cómo alguien se sentaba a su lado. Giró la cabeza para averiguar quién se trataba, y vio a Vitaly. Se sobresaltó en su asiento, y lo miró, y solo pudo decir:

—Oh... Tú...

Sus palabras se vieron interrumpidas por la llegada de Clarisse, que parecía bastante deprimida. Aun así, reunió fuerzas para felicitar a Aline por su actuación.

—Gracias, pero las dos sabemos que no lo hice genial. Nikolay no estaba en su mejor momento...—. No siguió hablando por miedo a herir los sentimientos de su compañera. La reacción de su contrincante le había parecido exagerada y anormal, digna de una rabieta de un niño de 2 años. Suponía que no estaba acostumbrado a que las cosas no siempre resultasen como deseaba, por lo que esperaba que hubiese aprendido la lección. Acarició el brazo de Clarisse para intentar animarla, y Vitaly se disculpó por su actuación en el duelo. Aline lo miró y, mientras hablaban, sacó la libreta que siempre la acompañaba de su mochila, y le escribió una nota al estudiante de Durmstrang, que decía:

¿Te importa si hablamos cinco minutos al final de la prueba?

Se la entregó segundos antes de que empezase la siguiente ronda. 

Después de hablar con las chicas de Beauxbatons vuelvo donde estaba y espero a que empiece la siguiente ronda.

Clarisse escuchó las palabras de Vitaly, a decir verdad, las primeras. No recordaba haber hablado con él nunca antes. Su acento era bastante más fuerte que el de Nikolay, pero no podía evitar que le recordara a él. Sacudió la cabeza restándole importancia. Quizá en otra ocasión hubiera chinchado un poco o al menos, habría hecho algún chiste. Pero la ausencia de Nikolay no le dejaba estar de humor. Agradeció el gesto de su compañera con una sonrisa. — No te preocupes Vitaly, toda disculpa aceptada. — Hizo una especie de semi reverencia al estar sentada y volvió la vista a la tarima impaciente. ¿No iba a volver Nikolay para ver la segunda parte? Estaba inquieta y se podía notar en su pierna que no paraba de mover.

Vitaly se da cuenta del movimiento de Aline mientras Clarisse le hablaba. Al ver la nota ofrecida, él la toma, rozando levemente sus dedos con las de ella, metiéndose la nota dentro de su bolsillo. Al terminar Clarisse su respuesta, el muchacho asiente con su cabeza y entonces sus ojos se desvían en la puerta destrozada... rascándose el cuello, Vitaly saca de su libreta color carmesí una hoja suelta que tenía en la contraportada; anotando algo en ella, parpadeó un poco leyéndola, antes de tocar ligeramente a Aline en el brazo para llamar su atención y acercándole el papel en su mano. 

Vitaly le pasó otra nota, que Aline desplegó de inmediato y leyó, y se dispuso a contestarle en el mismo papel, escribiendo rápidamente. 

«Si Clarisse no está con él ahora mismo, no creo que sea porque no lo haya intentado. De todas maneras, ella es libre de decidir lo que hace. Si tú consideras que debe estar con él, díselo tú. Yo no voy a influenciarla en nada».

Se mostraba recelosa ante el comportamiento de Vitaly. Sabía que su compañera ansiaba estar con su pareja. Además, habiendo visto el estado en el que se hallaba Nikolay, no iba a exponer a Clarisse a ningún peligro, ni convencerla de algo de lo que no estaba segura que debería hacer.