Partida Rol por web

Le dedico una sonrisa lobuna a mi compañera cuando afirma que se me ha adelantado yendo a buscar mandrágora de manera infructuosa.

—Zumo de mandrágora —anuncio, mostrándole el frasquito a medio vaciar—. Mi huevo se agitó cuando derramé un poco por encima. Eso podría significar que tenemos entre manos un dugbog pero querría estar seguro antes de tomar una decisión precipitada que condicione el resto de nuestra prueba. Traía conmigo un pepino para descartar que se tratara de un kappa pero el asqueroso calamar gigante que vive en el lago me lo ha quitado y se lo ha comido antes de que pudiera llevar a cabo mi experimento.

»Supongo que eso solo nos deja la alternativa de la sangre, por el momento. ¿Qué me dices, socia, hacemos un pacto? Yo sangro por ti y tu sangras por mí. No soy muy dado a confiar en la gente pero contigo estoy dispuesto a hacer una excepción. Pronunciemos juntos un Juramento Inquebrantable que nos... anime... a mantener la lealtad mutua hasta que la prueba haya finalizado. 

La chica chasqueó la lengua cuando el chico le contó lo del zumo de mandrágora. Maldita sea. Si que había sido rápido. Bueno, al menos estaban en el mismo bando, así que tendría que alegrarse por una vez, de la victoria de otro. Sonrió a sus palabras. Y una vez escuchó lo que dijo a continuación, se mordió el labio mirando su huevo. Estaba meditando. ¿Hacer un juramento inquebrantable con un chico que apenas conocía? ¿No podría ser aquello quizá demasiado peligroso? Pero ella no tenía intenciones de mostrarse desleal. El chico se había estado portando, y ella realmente también. Ya que su forma de ser era mucho más repelente. Respiró profundamente tomando una decisión y alzó la vista al chico tendiéndole su mano mientras sacaba su varita con la otra. Sonrió. — Hagamos dicho Juramento. No tengo inconveniente. — No tenía que decirle con palabras que no solía fiarse mucho de nadie, con que la hubiera visto casi siempre sola por el castillo, lo sabría.

Morena no se acobarda ante mi sugerencia y yo experimento a partes iguales temor por lo que estamos a punto de hacer y regocijo por haber encontrado una aliada valiente y leal. Sin embargo, no me permito exteriorizar mis sentimientos y finjo imperturbabilidad mientras empuño mi varita de ébano con una mano y con la otra rodeo la delgada muñeca de mi socia.

—Yo, Nikolay Mijaílovich Poliakov, juro poner todo mi empeño y mi leal saber y entender a tu servicio durante el transcurso de esta prueba —prometo, clavando mi oscura mirada en los ojos verde-azulados de mi compañera—. Así mismo, juro compartir contigo cuantos hallazgos e impresiones puedan derivar en el éxito de la investigación en curso. Y, finalmente, juro no acometer la devolución de mi huevo a su nido si no es en tu compañía. Todas estas cosas las juro en tanto que tú le seas fiel a un idéntico juramento.

Pues como que la mía no salió muy bien, casi convierto a este pequeño en una paleta, aunque tengo otra idea que puede servir, te la dire cuando llegue Eileen.

Y concuerdo contigo, nuestro próximo destino es la biblioteca. Sólo espero que la señore Prince esté de buenas hoy. - comento un poco preocupado.

Clarisse cogió el brazo del chico rodeando su muñeca, se quedó mirando la mano de él rodeando la suya. Había una diferencia considerable. Su mano no llegaba a tocarse entre sí al rodear la muñeca del chico, en cambio él podía coger su muñeca perfectamente. Aunque claro, él era bastante más corpulento. Como todos los de su casa... Volviendo al tema, miró al chico a los ojos mientras él hacía lo mismo. No iba a negar que aquello le estaba resultando muy incómodo. Mantener el contacto físico y visual con una persona que apenas conocía... Y encima mientras realizaba un Juramento Inquebrantable. Cualquiera lo hubiera dicho... 

— Yo, Clarisse Delacroix, juro poner todo mi empeño y mi leal saber y entender a tu servicio durante el transcurso de esta prueba. Así mismo, juro compartir contigo cuantos hallazgos e impresiones puedan derivar en el éxito de la investigación en curso. Y, finalmente, juro no acometer la devolución de mi huevo a su nido si no es en tu compañía. Todas estas cosas las juro en tanto que tú le seas fiel a un idéntico juramento. — Repitió todas y cada una de las palabras de el chico. Ya que nunca había hecho eso. Y no sabía que se tenía que decir. 

Retiro mi mano hormigueante del brazo de mi compañera, cierro los ojos y exhalo un profundo y lento suspiro. Nunca había pronunciado un Juramento Inquebrantable y nunca me ha gustado tampoco conocer el nombre de la gente. Mientras que son anónimos para mí no tengo la concepción de que sean sujetos reales, los considero únicamente humanoides más o menos racionales y bautizados con el mote que yo mismo les he dado. Con un nombre, en cambio, se ganan el derecho a ser tratados como personas.

—¿Estás bien? —le pregunto con genuina preocupación a Clarisse. Acto seguido, reprendiéndome internamente por mi instante de debilidad, añado con tono imperioso—: Ten, el zumo de calabaza. Mira a ver si tu huevo también reacciona ante su contacto.

Acto seguido cojo del suelo una piedra con bordes afilados y cierro mi mano izquierda sobre ella en un apretado puño, haciéndome una pequeña herida en la palma. A continuación, dejo que la sangre se acumule en el cuenco que forma mi mano y después que gotee perezosamente por uno de sus laterales derramándose sobre mi huevo.

La chica se sintió bastante extraña tras realizar aquel Juramento. Pero una de las cosas que sentía era un cosquilleo, como de excitación por estar haciendo algo realmente, importante. Parte de esa excitación era simple miedo realmente. Pero se sentía con fuerzas como para tener un duelo con el Sauce Boxeador. Sonrió al chico ante su pregunta y asintió con la cabeza. — Mejor que nunca. — Murmuró llevándose un mechón de pelo tras la oreja. Acto seguido, guardó su varita y observó al chico dejar caer su sangre sobre el huevo mientras ella cogía el zumo de Mandrágora. 

Echó el zumo de mandrágora y esperó mientras buscaba una piedra afilada, como la de Nikolay.

Al ver que las pruebas de Artemis no le resultaron satisfactorias su pensamiento se tornó en las palabras de Hagrid, <<esa clase de hechizos>>, así que pensó en que podían ser transformaciones o incluso otro tipo de hechizos como encantamientos rúnicos o cualquier otra cosa, así que pensó en su padre.

Voy a ir un rato a mi habitación, necesito despejar la mente y aclararme, os veo luego en la biblioteca.

Dicho esto Gabriel se fue hacia la sala común de Hufflepuff y entró en su habitación con esperanza de poder ver algún atisbo de luz que le ayudase a ir hacia adelante en la prueba.

Encontré a Artemis en el pasillo que lleva a la biblioteca,Eyy ¡¡ Artemis¡¡¡,me acerqué hasta mi amigo,Tenemos que hablar seriamente, es en relación a la prueba de los huevos, aunque preferiría hacerlo en un lugar más privado. Me quedé mirando a Artemis fijamente.

Muy bien vamos a la sala común. - le respondo a Eileen mientras nos alejamos de la biblioteca con calma asegurándonos de que no nos sigan.

Pocas veces he visto a Eileen así, lo que me preocupa mucho.

Respiré profundamente y miré a Artemis a los ojos,Algo horrible está a punto de pasar, te cuento, hace un rato fui a las cocinas para hablar con Winky, la elfina que era amiga de Dobby,¿te acuerdas de ella?,asiento con la cabeza mientras miro a mi amigo,pues me reveló que , por lo menos, el huevo que llevo, el violeta, es un peligro para mi y para los demás alumnos, que hay algo tenebroso en el y me da la impresión de que alguien intenta sabotear las pruebas para poder acceder al elixir de la resurrección. Antes de que me preguntes si se lo he dicho a algún profesor, la respuesta es si, después de hablar con Winky fui a ver a la profesora Trelawney, pero no estaba en condiciones de atenderme y es ahi,suspiré hondo,cuando pensé en ti y en el giratiempos,jugueteé con el en las manos,creo que deberíamos usarlos para ver si alguien ha hechizado el huevo o ha intentado algo perverso con el,¿qué te parece?,me quedé expectante mirando a Artemis sin pestañear.

Con la ropa llena de ceniza y volviendo en sí, los pensamientos eran rayos en su mente, lo percibido le acercaba más a la criatura del interior, ahora solo necesitaría conocer con exactitud cual de ellas podría ser, la mentalidad de Gabriel estaba apostando ya al 80% por una criatura, pero nunca sabría si realmente sería esa, así que debería hacer un par de pruebas más, y comprobar su afinidad.

Con un movimiento de varita, apagó todos los candelabros de la habitación dejándola totalmente a oscuras y se centró en el huevo que tenía en frente. En el caso de ser de Ashwinder estaría entrando en afinidad para la eclosión. Pensó el joven esperando alguna respuesta del huevo. Aunque el objetivo es devolverlo al nido ¿Cómo hago yo para encontrar un nido de Ashwinder? Aparecen en cualquier lugar, desde una zona común como una grieta en las paredes en cualquier sitio del castillo hasta en un lugar tétrico como en el Bosque Prohibido. Aunque siendo una competición seguramente sea un lugar determinado y decidido por los organizadores. Veamos cómo responde y ya buscaré.

Vamos a hacerlo. Sabes que siempre cuentas conmigo para todo. Ese elixir no puede caer en malas manos.

¿Te imaginas lo que ocurriría si alguien lo usara para traer de vuelta al señor tenebroso? - pregunto bastante preocupado, mientras me acerco lo más posible a Eileen para poder acompañarla en su viaje.

Muy bien Eileen estoy listo, vamonos y si algo malo llega a pasar, quiero que sepas que siempre has sido muy importante para mi. Te lo digo ahora antes de que sea tarde. - agrego antes de abrazarla para que pueda pasar la cadena del giratiempo sobre mi cuello.

Después de reunirse y de pronunciar el Juramento Inquebrantable, por el cual sus vidas quedaban a merced de su lealtad, los jóvenes magos, aún nerviosos, volvieron a ponerse manos a la obra con sus experimentos para averiguar qué criatura se escondía en los misteriosos huevos. 

Clarisse aceptó el frasco de zumo de mandrágora que Nikolai le tendió, y lo destapó para comenzar a verterlo sobre su huevo. Este, en cuanto notó el pringoso líquido sobre su cascarón, comenzó a rodar intentando alejarse del chorro que caía sobre él, hasta llegar a la orilla del lago, donde se remojó. 

Mientras tanto, Nikolai había encontrado una piedra lo suficientemente afilada como para autoinfiligrse una herida no demasiado profunda en la palma de su mano. La sangre comenzó a brotar, lenta y espesa, apenas distinguible en mitad de la oscuridad del lago. Y justo cuando estaba a punto de derramarse sobre el huevo, una voz áspera y atronadora les sorprendió a sus espaldas.

—¡Alumnos fuera de la cama! ¡Alumnos fuera de la cama! ¿Quiénes sois? Ya os tengo, vais a ganaros un buen castigo, malditos mocosos... ¡pienso colgaros de los pulgares!

Filch, el viejo y desagradable squib que hacía las veces de conserje en Hogwarts, se acercaba entre los matorrales a vuestra espalda, con una lámpara de gas en la mano. Al parecer, la Señora Norris, su gata, se había acercado silenciosamente hasta vosotros y os había delatado.

Recogisteis los huevos y salisteis de allí corriendo como alma que lleva el diablo, hasta poder esconderos para evitar el inminente castigo. Tendríais que continuar las investigaciones con más discreción.

Me distraigo inevitablemente cuando el huevo de Clarisse echa a rodar hacia la orilla del lago, tratando de sumergirse en sus aguas o simplemente de escapar del zumo de mandrágora. Afortunadamente, mi compañera logra interceptarlo antes de que se pierda para siempre en las oscuras aguas.

Pensaba que mi huevo se había agitado de felicidad cuando lo rocié con el líquido de la misma forma que hizo cuando lo sumergí en el agua del baño. Ahora comienzo a sospechar que tal vez lo que pretendía era sacudirse de encima la esencia de mandrágora.

Estoy a punto de probar si la sangre le parece una sustancia más grata al incógnito morador de mi huevo púrpura cuando una voz me sobresalta. Se me para el corazón al pensar que hemos sido descubiertos en flagrante delito por un miembro relevante de la comunidad mágica, pero el miedo se torna en cólera al percatarme de que nuestro descubridor no es más que el lamentable conserje de Hogwarts. Ya le enseñaré yo...

Más prudente que yo, Clarisse echa a correr buscando la manera más rápida de regresar junto a los alumnos de su escuela. Aprendo de su sentido común y decido escabullirme yo también antes de que las cosas vayan a mayores. No merece la pena meterse en líos por un maldito squib.

Con la mano entumecida y dolorida, describo un rodeo para regresar al barco de Durmstrang y doy por finalizada la investigación por hoy, pero antes de dormir compruebo la reacción del huevo a la sangre.

Si no obtengo un resultado positivo, mañana probaré nuevamente fortuna tratando de recopilar los ingredientes que no he sido capaz de conseguir para tentarle culinariamente.

Muy bien, nos vamos a la noche anterior a la segunda prueba,intentaré ser lo más precisa posible. Le doy tres vueltas al giratiempos y.....

Al observar que su huevo sale rodando hacia el Lago, Clarisse abre los ojos como platos y soltando el zumo de mandrágora sin ver si quiera donde caer, se levanta y corre para parar el huevo antes de que se meta más profundo. Lo saca de agua rápidamente, y vuelve con Nikolay mientras lo va secando en su túnica. Al volver, vuelve a sentar, fatigada y observa como el chico va a echar su sangre sobre el huevo. 

Su cuerpo se eleva en un salto sobre su trasero y vuelve a caer del susto. La voz del conserje tras ellos gritando. "Mierda. Nos van a castigar." Sin mediar palabra con su compañero la chica sale corriendo hacia el castillo buscando escapar de aquella situación. Le dio un poco de cosa irse así, sin decirle nada a su compañero. Pero bueno... Mañana lo buscaría para poder seguir.

El huevo brilló durante un segundo, pero después volvió a su forma inicial. Aline, frustrada, lo volvió a coger. «Bueno, si el finite incantatem no funciona, dudo que otro pueda revelar la verdadera forma del huevo», pensó. Mientras reflexionaba sobre posibles alternativas al hechizo que había realizado, vio que había una pequeña mancha de ceniza en el lugar en el que había dejado el huevo.«¡Anda! ¿Y esto? ¿Será que la criatura que habita en el interior del huevo está vinculada al fuego?». Echó un vistazo a los nombres de criaturas que había anotado y que estaban relacionadas con este elemento: ashwinder (aunque lo descartaba por las propiedades que poseía), cangrejo de fuego, dragón, fénix y salamandra. Era consciente de que faltaban nombres en esa lista, pero no disponía de tiempo para consultar todos los libros sobre criaturas mágicas.

Prosiguió su investigación al día siguiente. Por un instante, echó de menos la manta eléctrica que solía utilizar durante las vacaciones de Navidad en la habitación de su casa, ya que podría proporcionar calor al huevo sin el riesgo de carbonizarlo. Le causaba terror imaginarse que infringiría algún tipo de daño a la criatura que se hallaba dentro del huevo, así que prefería ser cautelosa, y no someterlo a altas temperaturas. Salió a los jardines del castillo, recogió unas cuantas ramitas, y les aplicó el encantamiento incendio. Mientras tanto, se arrodilló junto a la pequeña hoguera que había creado, sujetó al huevo entre sus manos, y dejó que las llamas acariciaran la parte inferior. 

Kolia decidió retirarse al barco de Durmstrang después de conseguir escabullirse del inminente castigo de Filch, después de haber descargado su rabia por el camino. En la soledad de su pequeño camarote, echó las cortinas de grueso terciopelo que cubría un lado de su cama y allí se quedó, en mitad de la penumbra, mirando su huevo. La tenue luz de la luna se filtraba por uno de los ojos de buey, y el rudo mago se quedó embelesado por la belleza de las miles de pequeñas motitas de luz que se arremolinaban en el interior del oscuro huevo, asemejando el sedante ir y venir de las corrientes marinas.

Absorto en esa visión, Kolia acercó con lentitud su mano ensangrentada y temblorosa a la superficie hipnótica del huevo. Acarició el frío cascarón con su carne abierta durante unos instantes, conteniendo la respiración, esperando que en cualquier momento pasase algo. Los segundos pasaron eternos y Kolia suspiró, decepcionado. Fue a retirar su mano, derrotado, cuando de pronto sintió un dolor indescriptible que le atravesaba la mano por completo. Su grito desgarró la tranquilidad nocturna del barco y fueron varios de sus compañeros los que acudieron en su ayuda.

Cuando descorrieron la cortina, se encontraron con las colchas empapadas en sangre y un Kolia pálido como la cera y semi inconsciente. Por suerte para él, le llevaron rápidamente a la enfermería y consiguieron estabilizarle.

—Deberás pasar la noche aquí, hijo —escuchaste que decía Madame Pomfrey—, pero mañana estarás como nuevo. Ya les dije que no era buena idea lo del torneo… cada vez que organizan algo, consiguen que casi maten a alguien.

Miraste alternativamente la palma de tu mano, que ya estaba completamente sanada, y el misterioso huevo que ahora descansaba entre tus piernas en la cama de la enfermería. Por fin sabías qué escondía dentro, aunque hubiera estado cerca de acabar con tu vida.

Eileen y Artemis se pusieron al día con sus indagaciones y ambos estuvieron de acuerdo en que algo tan serio requería medidas desesperadas, así que se fueron a un lugar tranquilo y allí planearon cómo y cuándo hacer su incursión en el tiempo.

Calcularon el tiempo que debían retroceder para poder averiguar qué estaba pasando con los huevos y con la competición, se metieron dentro de la fina cadena del giratiempo, y dieron unas pocas vueltas a sus manillas. La habitación comenzó a dar vueltas y sintieron como si los pies se les despegasen del suelo, cuando de pronto algo les tiró fuertemente del cuello, ahogándoles un poco y haciéndoles volver a la realidad.

—¿Qué creen que están haciendo? —preguntó la directora McGonagall furiosa— Estoy muy decepcionada con ustedes, especialmente con usted, señorita Mc Griogair. Este giratiempo es un objeto de uso restringido por el Ministerio, se lo facilitamos para que pudiera asistir a sus clases, no para que lo utilizase con sus compañeros en mitad de un torneo. Lo lamento, pero debo confiscárselo.

La Directora se marchó a su despacho, dejándoos allí plantados, con los ojos como platos. Por lo menos no os había castigado ni expulsado…