Partida Rol por web

No había dormido demasiado, pero lo suficiente para despertar tranquilo y vestirse sin prisas. Limpio tras el baño de anoche y con la armadura pulida, parecía bien dispuesto para hacer la última jornada.  

-Buenos días. +saludo simplemente a la mesa al integrarse a la misma.  Tomo un trozo de pan, con algo de queso encima y comenzó a comer, escuchando muy por encima lo que se hablaba. Tenía la cabeza en el día por delante y su destino. 

Anselminus fue de los últimos en sentarse a la mesa. No se había despertado muy tarde, pero el brillo del sol no se había mostrado clemente con sus ojos, acostumbrados a salas más cerradas y oscuras para proteger del clima los pergaminos que contenían, y había pasado varios minutos con la cara profundamente enterrada bajo la manta hasta sentirse capaz de ponerse en pie.

Mientras se sentaba saludando con un gesto de la cabeza llegó a tiempo de escuchar las palabras de Konrad, que aunque le inquietaron un poco fueron rápidamente olvidadas tras el primer bocado de pan untado de dulce mermelada - ¿Se fue sin más en plena noche? Le tomé por un hombre algo amargado, no malintencionado cuando hablé con él, pero eso es algo que solo haría alguien de pobre calaña o con un gran apuro. -

Grisel corrio hacia su tío y le dio un abrazo sentido y calido. Luego se sento a la mesa esperando desayunar, tenía hambre pero parecia que todos estaban preocupados en otras cosas a las que presto oidos rapidamente.
- Estaba malito...si gente mala lo encuentra le haran daño.-susurro muy bajito, algo preocupada. Los hombres malos del día anterior había atacado una vez y seguramente aun andaban por los caminos.
Miro a los hombres esperando que decidieran que hacer.

Saludos a mis sobrinas cuando bajan, pero sin el afecto habitual.

Las palabras que Konrad, que llega inmediatamente después, en aquel momento no les prestó atención ensimismado en mi debate interior de replantearme drásticamente mi futuro personal. Continúo oyendo lo que dicen, pero sin céntrame hasta que el abrazo de Grisel, junto a sus palabras, me hacen caer en un detalle muy importante.

Respondo a su abrazo con uno y le doy un beso en la frente. – Gracias Grisel eres muy perspicaz.

Volviéndome hacia los demás. – Yo no lo mire apenas. ¿A los que hablasteis con él, os pareció realmente enfermo? – Centrándome en el maestre. – Anselminus, corregirme, pero me parece que, aunque los maestres o los sanadores recomendéis baños para ciertas dolencias viajar empapándose las ropas bajo una tormenta en ningún caso es recomendable.

Konrad siguió en silencio observando las reacciones del resto, como esperaba Normand fue el que mantuvo la guardia alta. Aunque no pudo evitar sonreir ante el comentario de la menor de los Serf.

-Iba bien abrigado y sin prisas. Si se ha ido así era porque no quería llamar la atención. Quizás se ha enterado de los problemas que hemos encontrado y quiera adelantarse a dar la información primero, a ver si saca algo. O quizás quería esquivarnos, por algún motivo más personal. Puede ser cualquier cosa- respondió del tirón Konrad.

Simplemente no tenía infromación, así que el tipo podría tener mil motivos para largarse, y ni la mitad de ellos tenían por que estar relacionados con ellos.

Grisel se encogio, tenía mucha fantasia y en apenas susurros dijo.- Igual no era un soldado de verdad, igual era un hombre malo con ropa de soldado y ahora que sabe donde vamos se a adelantado para decirle a otros hombres malos y nos emboscan por el camino.....

-No te preocupes Grisel, tenemos a nuestro tío y a todos los hombres de padre. -Dijo en un pobre intento de darle más relevancia a su pariente, no había pasado desapercibida para ella cómo había llevado mal su carácter imperativo del día anterior -Estaremos seguras y lo pasaremos genial en la boda.

-Por si acaso deberíamos tener cuidado en lo que resta de viaje, quién sabe si no es capaz de vendernos por la razón que sea.

Al ver que Grisel se comienza a preocupar no incremento sus temores diciendo que coincido con ella en que por lo menos no estaba enfermo.

– Tranquila Grisel iremos alerta, ya sabemos lo que le ocurrió al otro grupo.

Siguiendo desayunando con un buen trozo de queso. – Ahora comamos para coger fuerzas para el viaje.

A ver si logro distraerla, si se pone más nerviosa estaremos más pendientes de ella que de posibles emboscadas en el camino.

Normand Serf: ¿A los que hablasteis con él, os pareció realmente enfermo?

Anselminus veía adonde quería llegar y la preocupación inocente de Grisel no hacía más que incentivar aquella idea, pero a la mención de Konrad de que podría estar evitándolos a ellos se relajó y exhibió una sonrisa confiada y ligeramente divertida.

- No estaba fingiendo si es eso lo que preguntáis, lord Normand, pero creo que ya sé lo que ha ocurrido. A ese pobre diablo le di unas hierbas para ayudarlo a recuperarse pronto, y le sugerí que se lo agradeciera a lady Lilian como gesto de buena voluntad. Si fuera dado a apostar apostaría que el remedio funcionó, lo tomó por una deuda demasiado grande para su posición y huyó avergonzado para no tener que encontrarse con vos. -

El acontecimiento que Konrad había presenciado sobre el soldado enfermo ocupó buena parte de la conversación del desayuno. Los recientes acontecimientos durante el camino les habían hecho desconfiar y atraer funestos pensamientos a sus mentes, no obstante, las razones que podían llevar a un hombre enfermo a abandonar el amparo de la posada en que duerme a mitad de noche podían ser tan extensas y variadas como se les ocurriesen, y no por ello guardar relación alguna con su presencia allí. Aunque la visión horripilante de los cadáveres que habían tenido recientemente, y la muerte de estos: brutalmente asesinados tras una emboscada, les hacía temerse lo peor. Pero como bien decía Lord Serf cuando estaba en pleno uso de sus facultades, un hombre precavido se cuenta por dos.

Masha, la posadera, se encontraba de mejor humor aquella mañana, por lo que no les puso mala cara a pesar de que hubieran enterrado a tres muertos en los lindes de su terreno. Con sumo gusto les cobró el dinero adeudado por la estancia y el desayuno y avisó al muchacho, Davin, de que tuviera listos los caballos de los señores para que no tuvieran que perder tiempo esperándolo. El joven, más robusto que astuto, corrió a cumplir el encargo y poco después de llenar sus panzas con aquel buen desayuno ya tenían listas las monturas para emprender la marcha. Tan sólo les quedaba una larga jornada de viaje que cubrir para alcanzar las puertas de Cimera.

Aunque Konrad no era un paje ni un mozo, era lo más parecido a un sirviente joven y en forma de lo que llevaba el grupo. Así que era normal que cerrara o abriera los trabajos y las marchas.

Al poco de emprender el viaje decidió acercarse a "los nobles" para aclarar un pequeño asunto -Se que n odebo abrir la boca mucho una vez estemos en Cimera, pero... ¿el plan es seguir siendo reservados con la noticia de los pobres diablos?-. Konrad suponía que nadie debería decir nada hasta que se lo contaran a la autoridad competente, en este caso Lord Harte, y que el decidiría el rumbo de acción, pero a veces Konrad tenía que usar sus métodos de forma mas autónoma, y quería saber hasta donde podría meter el pie sin meter la pata.

Ante las palabras de Konrad es prácticamente seguro que vuelva a estallar la tormenta, pero tenemos que mantener todos la misma posición en Cimera, sino lo mismo podríamos ser acusados de haber sido los que les dimos muerte.

Volviéndome hacia Konrad una vez ordenados mis pensamientos. – Seguramente el mozo ya les haya contado a diversos clientes de la posada que llevábamos unos cadáveres además del equipaje adicional. Si cuando lleguemos a Cimera la noticia ya les ha llegado lo más seguro es que sea cosa del soldado enfermo.

– Opino que no debemos negar que encontráramos los cadáveres, sin dedicarnos a pregonarlo. El detalle de que uno nos diera sus nombres lo reservaremos para Lord Harte aunque… – mirando a Konrad. – No estaría de más que no lo molestáramos, con esos detalles, nada más cruzar las puertas dándole tiempo a Konrad para que intentara averiguar rumores sobre su actitud con los bandidos. No sería el primero que en lugar de intentar acabar con ellos negocia repartirse los beneficios. También sería interesante si se nos presenta un grupo con el mismo nombre de los muertos. Uno sería, seguramente una casualidad, ¿pero tres?

Dejo las últimas palabras en el aire para saber que opinan los demás.

A pesar del cambio de humor de la posadera para su bien Anselminus evitó su mirada en la medida de lo posible; aún recordaba con una pizca de vergüenza la desconfiada acusación de la noche anterior. Por otro lado, la conversación volvió a centrarse alrededor de los pobres desgraciados que encontramos el día anterior. Aunque era mucho pedir que no hablasen sobre ello, tratar aquél tema de forma tan indiferente le provocaba una gran inquietud.

- Creo que estamos adelantando acontecimientos, olvidemos por un momento todo eso de los rumores y los embustes que aún no han ocurrido. Aún no tenemos totalmente claro quienes eran esos caballeros. Lord Harte los conocerá, ya que él debió de invitarles a ellos o a los representantes de su casa; deberíamos acudir con la idea de solicitar unos momentos de su tiempo para preguntar sobre ellos. -

-Bueno, bueno. No tengamos prisa, todavía tenemos que llegar a Cimera. -Dijo el mayordomo con gesto de aburrimiento mientras daba cuenta de los últimos restos de su tostada con mermelada casera. Todavía tenía la comida en la boca cuando la había abierto para hablar y en su barba se apreciaban algunos restos de mermelada. -¿Cómo procederemos para el viaje? Supongo que tomaremos alguna precaución. ¿No? - Su mirada se alternó entre Normand y Ser Joren, quien parecía estar al cargo de la seguridad de la comitiva durante aquel viaje.

-Creo que Normand tiene razón... -Dijo la joven con una voz suave. -No debemos ir pregonándolo, simplemente informar a nuestros anfitriones sobre lo que hemos visto en el camino. En sus manos queda el cómo dan respuesta a ese tipo de felonías de igual manera que de mi padre es protestad las que afectan a nuestras tierras. Actuar en exceso es una descortesía, y ocultar la información es... traición. -Acabó decidiendo tras meditar un segundo cuál podía ser el mejor calificativo.

-En cuanto a las precauciones, creo que ha quedado claro que se van a tomar. -Le recordó al mayordomo, sin embargo el recordatorio parecía ir más allá como si quisiera recordarle que se estaba extralimitando en sus funciones. -¿Mientras el resto resuelven estas cuestiones podrías por favor ir bajando el baúl de mi hermana y mío para colocarlo en el carro lo antes posible? 

No comento nada mas sobre el asunto de los cuerpos; ya todo había sido debatido ayer y la opinión de lady Lylian resumía la suya propia perfectamente. Sin embargo en cuanto a lo de las precauciones del día asintió con parsimonia. Mirando a Konrad, alzo levemente las cejas.

-Haremos como ayer. Iras al frente con una ligera ventaja para otear el sendero, regresándote cada tanto a informar. Por mi parte cabalgare con las armas prestas detrás del carro para cubrir la retaguardia y el resto rodeando a este. Sera una jornada algo larga, pero al menos ya no llueve y tal vez el sol seque pronto los barrizales... 

Ojala tuviera algunos hombres para poder alternar y distribuir mejor el trabajo la protección, se lamento Yoren por dentro nuevamente, pero había sido decisión del lord enviarlos con solo él como escolta armada. Tendría que conducirse con lo que pudiera. 

Se dispusieron para la marcha después de que el mozo de cuadras hubeira ensillado los caballos y preparado el carro para la comodidad de las damas. La posada se encontraba en una encrucijada de caminos, así que tomaron aquel que se dirigía hacía Cimera con Konrad adelantado ligeramente al grupo para prevenir las posibles sorpresas que el camino pudiera depararles. El sol comenzaba a asomar sus tímidos rayos de verano en el horizonte mientras la posada recobraba la vida y el rocío de la noche se deslizaba por las hojas hacía el suelo en minúsculas gotas. Algunos de los huéspedes de la posada se disponían también para seguir sus propios viajes hacía aquel camino de la encrucijada que mejor se adecuara a sus destinos.

Apenas llevaban un centenar de metros avanzados cuando, tras un recodo del camino, Konrad se encontró con dos figuras montadas a caballo detenidas en mitad del sendero. A una de ellas la pudo reconocer, se trataba del soldado que había abandonado la posada en mitad de la noche, y aunque en un principio dudó de si era él realmente, la tos que todavía arrastraba no dejó lugar a dudas. El otro era un caballero de porte elegante con las armas y armadura propias de uno que ha sido ungido con los siete óleos. El caballero alzó una mano y saludó a Konrad mientras que su compañero se retorcía en un interminable ataque de tos.

Konrad fue a la cabeza, tal y como le pidieron. Si alguien pretendía sorprenderlos tendría que superar a su agudeza, y pocos podían hacer eso.

Apenas les dio tiempo a iniciar le viaje cuando ya tuvieron un encuentro. Durante un segundo quedó quieto, tenso mientras paraba a su rocín. Tras un vistazo característico de los suyos acabó reaccionando. Alzó la mano para devolver el saludo. Durante un momento pensó en volver y avisar al resto, pero si aquello era una trampa o algo por estilo los atraería directamente.
Konrad eligió acercarse directamente, de forma abierta y tranquila, esperando que la comitiva detrás de el se diera cuenta de que algo estaba pasando. -Buen día caballeros- saludó al acercarse -¿con quién tengo el placer...?- aunque las palabras salieron con tono alegre era evidente en alguien como Konrad que guardaban recelo.

El maestre Anselminus se agitaba adelante y atrás sobre la mula que dificultosamente seguía el ritmo del carromato de Lady Lilian y Lady Grisel, intentando disfrutar del viaje a pesar del poco acostumbrado dolor en las posaderas. Se disponía a matar el tiempo contando distintas variedades de hierbas silvestres cuando lo que ocurría más adelante le llamó la atención.

- Vaya, muy pronto para que Konrad se detenga. ¿Con quién se ha encontrado? - preguntó a nadie en particular mientras entrecerraba los ojos, intentando distinguir las figuras que para él eran casi irreconocibles en la distancia

Aquel encuentro provocó que el carromato se detuviese lo que despertó las suspicacias de la joven, apartó la cortina y sin asomar la cabeza preguntó al exterior

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos hemos detenido?