Partida Rol por web

Aparentemente, todos duermen en la mansión. Las luces de los pasillos están apagadas, sólo la luz de la luna colándose por las ventanas ofrece claridad suficiente para no chocar con las paredes.

En este ambiente de penumbra, llegas a la habitación de servicio de las sirvientas, la número nueve de la planta baja, a la que se accede por la cocina. La puerta está abierta y no hay más que empujarla para acceder a ella.

La habitación está separada en dos por medio tabique, con un camastro a cada lado de este.

Miras la cama de Yvette, pero se encuentra vacía. Está deshecha, la sábana por el suelo y la almohada caída. Quizá ha salido a hacer algo, pero eso no tranquiliza, pues significa que puede volver en cualquier momento. Casi preferías que hubiera estado en la cama.

Decides no perder más tiempo. Eleanor se encuentra durmiendo boca abajo, con la cara daleada, en una postura extraña, pero quién eres tú para juzgar la posición para dormir de los demás. Sacas la correa de los nudos y saltas sobre el cuerpo de Eleanor, por detrás. Ella a penas reacciona, tanto mejor pues si tenía un sueño pesado menos problema daría. Tus fuertes manos tiran de la cuerda, provocando que ni aire ni sangre fluyan hacia la cabeza. Tras unos pocos estertores, Eleanor deja de convulsionar. Esperas algo más, por precaución profesional, y finalmente sueltas el lazo. Eleanor está muerta.

Sales de allí, atravesando la cocina y regresas a tu habitación. La justicia está hecha.

El golpe te provoca un sueño extraño. No sabes cuánto tiempo estuviste en aquella grotesca posición, pero de repente te sientes como una res a la que hayan asaltado por detrás y hayan echado el lazo alrededor del cuello. La falta de aire es muy real. Tanto que, de repente te das cuenta que... no estás soñando.

Cobra conciencia justo para darte cuenta que el terrible peso de una persona sobre tu espalda no te deja reaccionar y una soga se ciñe a tu cuello con devastadora fuerza. Pataleas y mueves los brazos en un intento desesperado de frustrar los planes de aquel o aquella que trata de arrancarte la vida con el simple instrumental de una cuerda con nudos y la fuerza de sus brazos.

Pronto su cuello no lo resiste más. Tu cerebro, falto de aire y sangre, no lo resiste más. Regresas al sueño, pero esta vez tienes la certeza que no vas a despertar de él. ¿Qué es eso? ¿Una luz?

Al cabo de un rato de estar fuera de la casa, Yvette ya ha recuperado todo su ser y es consciente que han intentado matarla y que Elisabeth ha salvado su vida en el último instante.

La gran sorpresa se la encuentra al regresar a la habitación. Entonces es cuando encuentra el cuerpo sin vida de Eleanor sobre su propia cama.

Owen se ha trasladado a esta habitación y, por tanto, ahora podréis compartir conversaciones entre estas cuatro paredes.

Owen había acumulado un par de mesitas de noche y otro par de cómodas, mesas robustas de tamaño medio llenas de cajones de la habitación contigua. En la habitación de Yvett contaba con lo mismo.
Lo primero que hizo fue, tras quitar el colchón de su nueva cama y recostarlo en el suelo, apoyar su cama contra la ventana en posición vertical, de manera que se sostenía de sus dos patas delanteras como si fuesen pequeños "pies". Se subió en una de las mesitas y puso cinco finas copas de cristal encima del marco superior. Si intentaban entrar por allí la cama no lo impediría, pero con suerte lo despertaría. Esa habitación contenía dos o tres pasadizos si Owen no se equivocaba en su lógica: uno dos que darían a su antigua habitación y quizás un tercero a la cocina, paralelo a la puerta "normal" que conectaba ambas. Apartó las mesitas y cómodas y se dedicó a buscar los pasadizos. Una vez encontrados los * abría usando los cuadros**. Una vez abierta la puerta secreta rompía el paño, lo cerraba con el mecanismo del cuadro ** Sin pomo les sería bien dificil abrir aquellas puertas, aún así volvió a dejar una mesita justo al lado de cada puerta falsa que diese entrada a aquellos pasadizos. Encima de aquellas mesitas puso sillas con las patas rozando el borde de las mesitas y sobre las sillas cinco copas finas de champán.
Luego montó una cómoda encima de la otra, al ser iguales las patas de la cómoda superior estaban apolladas en los bordes de la inferior. Abrió uno de los cajones y dejó allí cinco copas finas más. Todo este montaje al lado de la puerta "oficial" de entrada a la habitación. Cuando se acostasen arrastraría las cómodas hasta dejarlas delante de la puerta, luego pondría las cinco copas sobre el borde de la cómoda superior.
Luego buscó, si alguna de las baldosas era móvil y ocultaba algún tipo de entrada hacia algún sótano*, no quería ningún tipo de sorpresa.
Al acabar se sentó sobre su colchón a esperar a Yvette. Llevaba una botella de ron en la mano, no bebía alcohol desde que había dejado la banda pero esa noche era especial, necesitaba al viejo Owen de vuelta.

Si bien el día ha estado plagado de emociones, no se te ha escapado cómo Wesley le hacía gestos indecorosos al párroco durante el almuerzo.

El montaje de Owen es espectacular, a la par que aparatoso. Desde luego daba la impresión de estar todo bien cubierto y que no sería fácil acceder a la habitación sin provocar un gran estruendo.

Una botella de ron preparada, quitaba tensión al asunto. El decoro estaba completamente descartado a estas alturas y cada minuto podía ser el último.

Tu espíritu aparece en tu antigua habitación. La visión de la misma, donde no parece que los huéspedes hayan tocado nada de la habitación más allá de lo indispensable, te hace rememorar el momento en que te dieron muerte y eso hace que un sentimiento agrio te embargue por unos instantes.

Después de eso, resuelves salir de allí. Tratas de abrir la puerta, pero tu sustancia inmaterial no es capaz de agarrar el pomo de la puerta. Lo atraviesa con los dedos. Entonces resuelves que si atraviesas el pomo con los dedos, quizá no sea necesario abrir la puerta. Y así lo haces.

Sales al pasillo de la planta superior y te desplazas, por tu propia voluntad, sin necesidad de caminar realmente, hacia la escalera que se abre al fondo a la derecha. Bajas la escalera con parsimonia y llegas al pasillo de la planta inferior. Justo en la boca de la escalera te encuentras el acceso a la cocina, al comedor y a la habitación del mayordomo y de Owen. Per tu destino es la habitación de la sirvienta. Para ello entras en la cocina. Estancia ordenada y aséptica normalmente, hoy se ve algo descuidada por la falta de rigor del servicio. Atraviesas la puerta que comunica la cocina y la habitación que es tu destino y te encuentras dentro.

La habitación no tiene nada que ver con la de los huéspedes. Es una estancia dividida en dos por un semi-tabique, que separa dos áreas de la habitación. En cada área hay un camastro y útiles de aseo. El medio tabique deja espacio holgado para transitar entre ambas mitades del cuarto.

Allí ves un escenario un tanto peculiar. Owen se encuentra aquí, con una botella de ron a punto de comenzar a ser consumida. Yvette también, con cara de asombro al comprobar toda una parafernalia de montaje que rodea varios puntos de la habitación. Se diría que han montado parapetos para evitar que alguien pudiera entrar sin alertar a los inquilinos de este lugar, pues hay colchones contra las puertas y vajilla en lo alto de estos, preparada para precipitarse al suelo en un fantástico estruendo si alguien empuja los colchones intentando acceder a la habitación.

Por lo demás, la mirada entre ambos inquilinos parece poco cómoda. Como si todo esto fuese nuevo para ellos.

Cuando llego a la habitación me sorprendo de todos los preparativos que ha hecho Owen, sabía que había pasadizos, pero desconocía que hubiera tantos que diesen a una sola habitación. Perpleja me dedico a examinar el buen juicio con el que ha distribuido copas sobre cada mesita. Le sonrío sin ganas por tomarse tantas molestias .

  –Ahora que Everet ha muerto, quizás los asesinos ya no maten a nadie más- Le digo más por tranquilizarme y expresar en voz alta un deseo que porque de verdad me lo crea.

Me acerco a él y me siento a su lado. Agarro con suavidad su botella de ron, buscando el contacto de mis manos con las suyas y le doy un trago corto antes de devolvérsela con una mueca de desagrado; odio las bebidas dulces.

-Gracias por quedarte- Le digo acercándome inapropiadamente a él. Sé que Owen ama a su esposa, se le nota, pero me gusta, puede que no salgamos de aquí con vida y tal vez no tenga otra oportunidad de estar con él a solas. Con el sabor del ron aún en mis labios intento besarle en el cuello, mientras una de mis manos se desliza hacia su entrepierna.

Tu espíritu aparece en tu antigua habitación. La visión de la misma te hace rememorar el momento en que te dieron muerte y eso hace que un sentimiento agrio te embargue por unos instantes.

Allí ves un escenario un tanto peculiar. Owen se encuentra aquí y sus cosas en tu camastro. Se encuentra compartiendo una botella de ron con Yvette, que parece que acaba de iniciar un asalto al fornido Cray, a base de besos y tocamientos genitales. Tu asombro es aún mayor al comprobar toda una parafernalia de montaje que rodea varios puntos de la habitación. Se diría que han montado parapetos para evitar que alguien pudiera entrar sin alertar a los inquilinos de este lugar, pues hay colchones contra las puertas y vajilla en lo alto de estos, preparada para precipitarse al suelo en un fantástico estruendo si alguien empuja los colchones o mesillas intentando acceder a la habitación.

Por lo demás, la mirada entre ambos inquilinos parece poco cómoda. Como si todo esto fuese nuevo para ellos.

Hay alguien más presente. Algo más que una sombra. Se trata del fantasma del señor Predatore, que también asiste a la tórrida escena. El italiano te mira con una mueca de asombro. Parece claro que él sí puede verte, igual que tú a él.

Una perturbación en la habitación, que te recuerda a la que se produce a la llegada de un muerto a la Laguna, tiene lugar en esta misma habitación. Los dos vivos no parecen percatarse de nada, pero tu ves surgir, como de una espiral de una negrura difícil de describir, el fantasma de Eleanor Morstan. 

Cuando Eleanor llega a la habitación se encuentra asombrada de lo que encuentra, lo lees en su cara. También te percatas que, de la misma manera que tú puedes verla ella puede verte a ti.

De repente, atravesando la puerta de entrada a la habitación, la que procede de la cocina, aparece el fantasma del doctor Dumont Champlain.

Su escrutador gesto va dirigido a la habitación y a la ocupación de sus inquilinos, la mirada de asombro va dirigida a ti y al otro fantasma aquí presente.

Sin duda, habéis pensado en lo mismo. Lástima que no podáis hablar entre vosotros por culpa de vuestra incorporeidad.

Owen hacía muchos años que no tomaba nada de alcohol, eso mezclado con la situación en que se encontraba y la casi total seguridad de que ambos -o solo él si podía impedir, al menos, que la matasen a ella- morirían aquella noche hizo que el antiguo sicario se dejase besar y que él mismo buscase, lentamente, los labios de la chica con los suyos propios. Se dejo acariciar la entrepierna mientras él hacía lo mismo con los pechos de la doncella. Su excitación se disparaba junto con su respiración y su ritmo cardíaco así que tumbó a la mujer y se recostó sobre ella. Besándola empezó a repetir su nombre con pasión Yvette, Yvette hasta que se dió cuenta de que el nombre que estaba diciendo era el de su mujer. Y al mismo tiempo el de su hija. Así que se quedó quieto, aún con el labio superior de la chica entre los suyos propios, la respiración caliente y húmeda de ella sobre su rostro. Él se merecía acostarse con aquella chica antes de morir, pero su mujer y su hija no se merecían aquello.
No puedo, le dijo con un susurro casi inaudible. Lentamente separó su cara de la de ella, al tiempo que volvía a la posición de sentado llevándola a ella a sentarse junto a él, tal como al principio. La rodeó por la espalda con su brazo y la atrajo para sí, quedando ambos sentados, juntos, en aquel colchón. Owen la aferraba con calidez, pero para nada la apresaba. Si ella quisiese levantarse podría hacerlo y Owen lo entendería.
Puede que ahora mismo esté naciendo mi hija y que, dentro de muchos años, cuando muera, si realmente existe algo más y le dejan ver quién fue su padre...no quiero que vea que mientras ella nacía su padre engañaba a su madre con otra, que vea que lo único que hizo antes de morir fué precisamente romper la familia que ella nunca llegó a tener. Luego estuvo un momento en silencio Creo en tí, puede que tu confíes en mí porque has visto algo que así te lo indica. Yo no tengo nada pero aún así confío ciegamente en tí, a eso le llamaría fe. Eres la llave para salir de aquí, por muy desquiciantes que sean algunos de esos estirados...creo que puedes salvar vidas, y intentaré mantenerte con vida todo lo que pueda. Con su mano frotó el brazo de Yvette, como si intentase darle ánimos Pero no solo estoy aquí por eso...recibí siete disparos y sobreviví, y además Dios o el destino o lo que sea me ha premiado con una hija. ¿Sabes? Nosotros dos somos diferentes a todo el resto de los aquí presentes, a todos les engañaron con diversión ya aventura...nosotros solo vinimos a trabajar y intentar ganarnos la vida. Es como si nuestra vida solo valiese la paga que recibimos para llegas hasta aquí, puede que la mía sí valiese eso...pero tú te mereces sobrevivir. Yo ya tengo, o estaré apunto de tener una hija, una familia por la que pienso luchar hasta el final. Tu te mereces también algún día tener hijos y formar una familia. Y voy a intentar por todos los medios que así sea.

Jadeo de placer al sentir las manos de Owen, llevaba mucho tiempo esperando esto y me dejo llevar, aunque a mi pesar, dura poco.

 –No te preocupes- Le susurro cuando dice que no puede hacerlo. Aunque suponía que algo así pasaría, el suspiro de frustración que se me escapa indica cuanto me apetecía aquello.

Resignada me recuesto contra él mientras le escucho. Ciertamente nuestras historias en nada se parecen a las del resto, todos los otros son gente de bien, se nota, ninguno de ellos sabe lo que es deslomarse trabajando de sol a sol.- Los detesto- Digo en referencia a los señoritos, con el sire en mi mente y la mirada perdida en los recuerdos de mi pasado.

 Siempre me he considerado una mujer fuerte, pero no puedo evitar sonreír como una niña tonta con todas las cosas bonitas que me dice. –Tonto ¿Así cómo quieres que no me enamore de ti?- Le digo medio broma para romper la tensión y la sensación de que podemos morir esta misma noche. Aprovecho para volver a besarle, aunque esta vez de manera fugaz, a modo de gratitud por sus palabras. –Sé que eres un buen hombre Owen. Lo sabría sin necesidad de ningún don. Tu esposa es afortunada.-Le digo sintiendo envidia por aquella desconocida.

-¿Puedo dormir contigo?- Le pregunto, pues después de aquel calentón ir a mi frío catre no me resulta nada apetecible-Prometo ser buena.-Añado con una sonrisa pícara.

Recostada contra Owen me caliento la cabeza más de la cuenta. Hablar con él me ha traído a la cabeza los dolorosos recuerdos de mi infancia en Vannes.

Mis orígenes fueron muy humildes. Lo que dijo el gramófono era verdad, maté a Jean Pierre Baptiste, aunque lo que nunca nadie sabrá es que no era el primogénito de los Baptiste, cómo diré si alguien me pregunta, sino un octogenario solterón.

Entré a trabajar para él siendo una niña y durante años soporté el acoso sexual al que nos sometía a todas las doncellas, lo que llevó a otra de las sirvientas, mi amiga, otra niña de mi misma edad a suicidarse. Aquel viejo pervertido era un asesino, un cerdo y el ser más despreciable bajo la faz de la tierra, pero con su dinero, su poder e influencia era intocable. Allí, durante mi infancia perdí la confianza en la justicia de los hombres y comprendí que si quería justicia tendría que hacerla por mí misma.

Conforme yo iba creciendo y madurando el acoso se intensificaba y una noche cedí a los deseos del pervertido, no solo cedí sino que me empleé a fondo para satisfacerlo. El viejo se encaprichó conmigo y en cuanto tuve la edad mínima exigida por la ley se casó conmigo. Al día siguiente de la boda se cayó por las escaleras en nuestra mansión.

Pese a las suspicacias nadie pudo demostrar nada y heredé la fortuna de los Baptiste. Desde entonces he estado obsesionada con castigar a quienes se creen por encima de la justicia. Esta isla es mi forma de hacer justicia.

Suspiro contra el pecho de Owen. Pensaba que lo que sentía solo eran ganas de sexo, pero pensar en su muerte me pone un nudo en el estómago.  

-Mierda ¿Ahora tengo remordimientos? Tsk.-Pienso enfadada. Me ha costado mucho organizar aquello y no puedo permitirme flaquear ahora.

-Owen también es un asesino- Pienso intentando convencerme a mí misma mientras me acurruco junto a él. –Merece morir. Debe hacerse justicia.

Owen sonrió ante las palabras de aquella chica, sobretodo a lo de enamorarse. Era fuerte, bonita y trabajadora: mujeres como ella, silenciosas y incansables, eran las que hacían mover el mundo. Cuando ella le dijo que era un buen hombre él la oprimió un poco más contra sí mismo Aquellas palabras le llegaron mucho más adentro de lo que ella hubiera podido pensar, incluso se quedó sorprendido de cuan hondo penetraron en su corazón. Hasta el momento en que Yvette las dijo no sintió la necesidad asifixiante que había llenado su corazón por que alguien le confirmara que ya no era un monstruo, que puede que no hubiera redimido todos sus pecados, pero había cambiado. Era humano. Con esas palabras sintió que el viejo Owen no iba a voler aquella noche, que sucediese lo que sucediese sería él quién fracasaría o saldría victorioso. Salir victorioso les permetiría, quizás, cazar a otro asesino mañana. Si el o ella morían y el otro sobrevivía...sería acusado por matar al otro y moriría al día siguiente.
La pregunta de Yvette le sacó de tan oscuros pensamientos y le sacó una breve carcajada.
Uhhmm, no se no se...puedo fiarme? le respondió con el mismo tono bromista y le dió un beso en la frente, como firmando el acuerdo. Tras eso intentó animar a la chica:
Creo, por la manera en que murió aquel loco, que era el envenenador. Si solo quedan dos asesinos y son tan covardes como creo...no se atreverán a atacar con igualdad numérica...hasta este momento parece que o ha muerto alguien solo y envenenado, o ha sido atacado por varios como todo apunta que fué asesinado Predatore y Frederick. Y tal como intentaron matarte a tí. Quizás dos contra dos sea demasiado arriesgado para ellos y nos dejen en paz. Owen lo dijo tan convencido que casi acabó creyendose aquel cuento ideado para tranquilizar a la doncella. Casi.

Vamos a ver si los fantasmas se hacen visibles para los dos del búnker.

066 - Yvette Mercier [Benoni y Eleanor]
095 - Owen Cray [A los tres]