Partida Rol por web

.: Instituto Seinei :.

Y al final ha llegado el gran día.

Tu padre se ha levantado temprano, a las 6 de la mañana para prepararte el desayuno y la fiambrera donde te ha colocado el almuerzo y un par de botes de zumo por si te da hambre entre horas. La comida la dan en el comedor del instituto, por lo que por eso, no debes preocuparte. Además, tu querido padre te ha dado un par de billetes de mil yenes, para que si necesitas comprar algo de material escolar o algo más de comer, puedas hacerlo.

Tras un desayuno liviano, ambos os subís al coche. Tu padre te mira un par de veces con el uniforme másculino, pero no dice nada. Tal vez es mejor estar callado hasta que llegues al instituto.

Después de unos veinte minutos de carretera, las enormes puertas de hierro del Instituto Seinen aparecen delante de tí. Tu padre coge tu mochila del asiento de detrás y te la entrega con una media sonrisa, mientras te da un beso en la frente y te suelta un cálido y suave: Mucha suerte, mi niña.

Acto seguido, sales del coche y te quedas mirando como tu padre te saluda por el espejo y lentamente, se va a buscar a tu madre a casa para ir juntos al primer día de trabajo.

Y entonces te giras y puedes ver todo el explendor de tu nuevo colegio.

Dentro del portón de hierro, unos autobuses esperan la llegada de los alumnos para llevarlos hasta el edificio principal. Según tienes entendido, hay casi tres kilómetros desde la entrada hasta la puerta del Instituto y por eso los autobuses. Aunque también ves a algunos chicos que van en bicicleta, o en patinete. Algunos, hasta llevan carritos de golf.

Respiras profundo y caminas decidida hacia la entrada. Allí, dos hombres están trabajando en el rótulo del Instituto. Puedes ver sobre sus hombros lo que allí dice: "Instituto Seinen" y una frase más abajo que no lograr ver hasta pasar justo por debajo de el arco de marmol que forma la entrada, con dos dragones en la parte superior.

Abres grande, muy grande tus ojos cuando puedes ver la frase...

"Instituto Masculino"

Aunque rápidamente, en ese momento los operarios ponen una placa tapando la última palabra de esa frase... la placa tiene sólo una palabra...

"Mixto"

Los últimos tres pasos los das como hipnotizada, como sin entender lo que acabas de ver. En ese momento, el ruido de las rejas cerrándose a tus espaldas te sacan de tu estupor...

Ayaka nota como sus mejillas se van poniendo coloradas... poco a poco... poco a poco... y un poco más incluso.

Genial. Estupendo. Un pequeño detalle que mis padres podrían haberme comentado. Dudo mucho que haya muchas chicas que se hayan atrevido a entrar el primer año que el instituto es mixto. Y dudo más todavía que hayan tenido la delicadez de buscar un uniforme femenino... En fin... Agacha la cabeza y con suerte, el año se pasará en un suspiro...

Y allá va ella. Con sus clips en la larga melena suelta, su mochila rosa, su talla 90 de pecho y sus andares de estrella... dirigiéndose hasta el primer autobús... Para preguntarle al conductor cómo se iba hasta el despacho de dirección. Tenía que tratar aquel asunto cuanto antes. O al menos dejar clara su postura.

El combate de la semana pasada había sido una perdida de tiempo. El entrenador me planteó que el contrincante era uno de los mejores de todo Hokaido, pero ganarle en un par de asalto no me ha parecido nada bien. Creía que por una vez en la vida iba a tener un contrincante a mi altura y no fue así.

Comencé a caminar hacia el autobús que me iba a llevar al instituto cuando ví que por delante de mí uno de los nuevos de primero. Aunque este era realmente extraño, su andar no parecía normal y por sobre todas las cosas, el pelo lacio y pelirosa lo delataba como uno de los amanerados de teatro.

No soporto a los de teatro... parece que renegaran de ser hombres de pelo en pecho...

Le coloqué una mano en el hombro y lo detuve en seco.

¡Eh! ¡Niño! Deja pasar a los mayores primero al autobús. Le dije con el rostro de piedra.

Ayaka nota una mano ruda en su hombro y un tono maleducado de voz. Es lo único que le faltaba. Había venido antes al instituto para poder llegar pronto al despacho del director, pero parece ser que algún ser superior prefería que hoy, todo le fuera como el culo.

La hermosa Ayaka, enfundada en el pantalón masculino, se gira con el ceño fruncido mirando al pelirrojo maleducado.

¿Dónde está tu educación? He empezado el día con mal pie y lo último que necesito es encontrarme a un maleducado.

Se inclina hacia él, encarándolo y sacando pecho. No se iba a amedrentar, tenía demasiada rabia dentro.

Así que machito, cuando te canses de intentar demostrar que eres mejor que nadie, dime cómo llegar al despacho del director y podremos seguir cada uno con sus cosas...

Y antes de que él pueda bajar la mirada, ella lo señala con el dedo índice.

¡Y no se te ocurra bajar la mirada a mis pantalones!

Y fue en ese momento cuando la vi de frente...

¿Es...?

Cuando sacó pecho me di cuenta aún más...

¿Es una...?

Y por no hablar del tono melodioso de su voz...

¿Es una mujer? 

Retrocedí asustado, para qué negarlo. La señalé con el dedo mientras retrocedía aún más.

¡Eres una tía! Grité asustado... o tal vez emocionado... o tal vez estupefacto.

En ese momento observo como todos los chicos que estaban dentro del autobús pegan sus rostros contra los cristales de las ventanas. Algunos se asoman por la puerta y otros, bajan para colocarse a unos pocos metros de dónde yo me encontraba.

¡¿Qué haces aquí?!

Ayaka sonríe satisfecha al ver que el chico se ha dado cuenta... aunque la sonrisa desaparece y agacha la mirada llevándose una mano a la frente, con resignación, al ver que ahora, era el centro de atención de todos.

Genial, justo lo que quería... en fin... a las malas no voy a conseguir nada...

Al levantar la cabeza de nuevo, sus ojos parpadean un par de veces en dirección al chico pelirrojo.

Me halaga que te hayas dado cuenta. -Empieza a hablar imitando el tono de voz de su padre, tranquilo y calmado...- Parece ser que no he sido la única desinformada este año... el Instituto Seinen es ahora Mixto. Y debo ser la primera alumna que acude a él.

Con una adorable sonrisa hace una inclinación y al levantar la cabeza de nuevo, se ruboriza un poco... ahora no sólo centra su atención en el pelirrojo, sino en cualquier chico que vea a su alrededor.

Os ruego que disculpéis mi aspecto... Empieza a murmurar llevándose una mano a los labios y bajando el jersey por delante con la otra, intentando tapar el pantalón. Y mi comportamiento anterior... es que... debido a un error... yo... he tenido que ponerme el uniforme masculino... y quería encontrar al director cuanto antes para que me solucionara este problema...

Desvía la mirada hacia un lado, completamente ruborizada y con los ojos vidriosos... ¿Iba a ponerse a llorar? Sólo si era absolutamente necesario... aunque con esta actuación, debería haber convencido a la mayoría de observadores para que la echaran un cable.

En ese momento, la gente comenzó a abrirse por uno de los lados, dejando de mirar embelezados a la belleza que acababa de entrar al instituto. Todos, y cuando digo todos es completamente todos, hasta los que estaban limpiando el cesped de hojas, se quedan clavados en el sitio con la cabeza gacha, mientras que diez chicos que parecen ser del último curso se abren camino entre ellos para llegar al autobús.

Delante del grupo, un chico alto, moreno y con cara de pocos amigos, camina mirandote fijamente a los ojos. Su mirada es fría como el hielo, por no hablar de sus movimientos, calculados y precisos.

El chico giró con fuerza la cabeza para sacarse los cabellos que caían sobre sus ojos e inclinó un poco la cabeza para poder mirarte mejor. Después, sin mediar palabra, subió al autobús, dónde todos se pusieron de pie hasta que él y los otros nueve chicos que lo acompañaban se sentaron en la parte trasera del autobús.

En ese momento, todos y cada uno de los que estaban mirándote, salieron corriendo hacia el transporte escolar a ocupar sus asientos, incluido el pelirrojo, que pasó por tu lado como una exhalación haciendo que tu cabello se menee con el viento que él mismo había provocado.

Pero justo en el momento que estaba a punto de subir al autobús, recordé a la chica que acababa de llegar y me giré. No era bueno hacer enfadar a Sado, nada bueno, ni siquiera para mí. No es por que no lo pueda vencer en un combate singular... el problema es que él siempre iba bien acompañado y si lo que dicen de él es cierto, no me gustaría enemistarme con su familia.

Miré a la pelirosa y levanté una mano señalándola.

¡Eh! ¡Tú! Quién quiera que seas, sube rápido y siéntate. No podemos llegar tarde. Le dije.

Era mentira. Sí que podíamos llegar tarde, lo que no podíamos era hacer esperar a Sado.

Cuando el chico moreno pasa junto a ella sin mediar palabra, Ayaka gira la cara para clavar su mirada en la nuca de éste, con el ceño fruncido.

Cawen... me ha roto el momento. ¿Quién se ha creído que es? Tsk...

Murmura empezando a andar para entrar al autobús... pero cuando lo hace, todos los allí presentes pasan por delante de ella, impidéndole el paso y espachurrándola entre ellos a lo que ella responde con un gritito agudo... y quedándose la última.

Más roja todavía que antes, si cabe, empieza a subir las escaleras del autobús... con la barbilla bien alta y apartándose el flequillo de la cara para terminar echándose la melena hacia atrás. Su reputación ya estaba tirada por los suelos y no tenía nada que perder... ahora lo que necesitaba era encontrarse con el director urgentemente.

¿Pero me vas a indicar dónde encontrar al director? Pregunta al pelirrojo cuando llama su atención para que suba.

Y ahora la nueva me pregunta por... por... él... El Director... El Innomblable... El Invisible... ¿Cómo puede ser que en su primer día ya meta la pata de esta manera?

El Director de esta escuela es una persona misteriosa. Por no decir MUY misteriosa. Nadie sabe como es, no sale de su despacho. Los rumores dicen que es tan bello que si lo ves se te para el corazón, otros dicen que es negro, con la piel de azabache y dos cuernecillos en la frente, otros... dicen que es una mujer. ¡Ja! ¡Una mujer como director del Seinen! ¡Eso sería ya el apocalipsis!

Pero es su primer día. Necesita consejo... ¿pero por qué me lo ha tenido que pedir a mí?

Giré mi rostro mostrándole una sonrisa y me encojí de hombros.

Mira, chica, te voy a dar dos consejos. Le dije tranquilamente. Ese de allí - señalo a Sado - es el chungo del instituto, o estás con él, o estás contra él y eso sería tu perdición. Y el segundo, pero no menos importante: Nunca, nunca vayas a ver al director. NUNCA.

Sólo tres personas han ido a ver al director... las tres no han regresado al Instituto...

Ayaka frunce el ceño mirando a ese chico.

Esto está empezando a sacarme de quicio... ¿¿Es tanto pedir que me den una ropa decente??

Me dan igual vuestros macarras y leyendas raras... Pero yo necesito hablar con alguien. Director, secretario, jefe de estudios... ¡Me da igual quien sea! ¡Necesito ver a alguien y lo necesito ahora!

Exclama enfurruñada y dando un pisotón al suelo. ¿Nadie pensaba ayudarla? ¿Estaba condenada a llevar esos horribles pantalones durante todo el día?

¡¡JAMÁS!!

Vuelve a mirar al pelirrojo esperando una respuesta... Suya o de cualquier otra persona más competente.

Unos golpecitos en el hombro hacen que te gires hacia atrás y allí puedes ver a un chico rubio con un par de pircing en la cara y vestido totalmente de cuero. Camiseta de cuero, chaleco de cuero y una falda larga de cuero con tachuelas, abierta por delante y que deja ver su pantalón y sus botas enormes con clavos y pinchos.

El chico medio inclina la cabeza hacia un lado y te sonríe, además de guiñarte un ojo.

Tal vez yo pueda ayudarla, bella dama. Te dice.

Ayaka da un pequeño saltito al notar el dedo en su hombro. Se da la vuelta y en algún momento del proceso, su cara cambia del enfado a la amabilidad absoluta. Sonríe al rubio, aunque no puede evitar reparar en los piercings que lleva en la cara.

¿Eso son imperdibles? Cielos... ¿Qué tipo de instituto es este?

Pero su cara solo muestra una sonrisa de lo más amable y agradecida.

¿De verdad? Sería todo un detalle... y un favor que no olvidaré. Necesito encontrar a alguien que me suministre un uniforme que esté a mi altura...

Baja la mirada algo ruborizada hacia sus pantalones.

Como verá... han cometido un error enorme al confundirme con un chico.

Puse una mano sobre mi cintura y con la otra, comencé a golpearme el mentón pensando en que podía hacer con esta chica... si es que es una chica. Hum... no creo que dejen entrar a este colegio a chicos vestidos como mujeres, pero todo lo mueve el dinero... asi que... bueno, ya da igual.

Acto seguido, metí la mano en mi bolsillo y saque un metro de plástico.

Cuando lleguemos y tengamos un momento, te tomo las medidas y veo que puedo hacer. Le digo con una sonrisa mientras vuelvo a guardar el metro. Pero... déjame ver una cosa...

Levanté un dedo y lo dirigí hacia sus pechos. No en el centro, sino justo a un lado del escote y presioné sobre uno de ellos con suavidad.

Vale, eres una chica. Tenía que comprobarlo.

Ayaka abre los ojos desorbitadamente. No esperaba para nada esa "prueba". La frágil y dulce mujercita que había aparentado ser delante del rubio de las tachuelas, desaparece en el momento en que aparta la mano de este con un sonido sonoro. Para después darle un bofetón con la mano abierta en toda la cara.

Lo mira con las mejillas sonrojadas y frunciendo el ceño.

¿¿Comprobar?? ¡Tú lo que eres es un listo! ¿¿Cómo te atreves?? ¡Da igual que vista pantalones de chico, se nota a la legua que soy una chica! ¡¡Cegato!! ¡¡¡Ponte gafas!!!

Grita hecha una fúria. Ya no quería su ayuda. Ese tío era un pervertido. Y no iba a dejar que nadie más la tocase. A saber qué iba a hacer con la excusa de "tomar medidas".

Se cruza de brazos, cubriendo sus pechos, y baja la mirada para esconderse detrás de su flequillo. No iba a ponerse a llorar allí en medio... bueno, al menos no iba a hacerlo de verdad. Sólo lloraba cuando ella quería.

Un "Oooooooooooohhhhhhhhhh" se escuchó en todo el autobús, al mismo tiempo que el chofer da un grito para que se sienten todos y pone el motor en marcha. El rubio se lleva la mano a la cara y se la pasa un par de veces. Notas como se le llenan los ojos de lágrimas, lágrimas de verdad y como un rayo, se baja del autobús justo cuando la puerta se cierra y se pierde corriendo hacia el horizonte.

Algunos te miran con el ceño fruncido, otros, simplemente te miran durante un segundo y después te giran la cara. Como si hubieses hecho algo malo al tío que posó su dedo sobre tu pecho.

El autobús arranca y comienza a avanzar hacia el instituto. Te quedas allí, mirando por la ventanilla mientras ves que a lo lejos, el chico al cual le has pegado continúa corriendo con las manos en el rostro, y llorando a moco tendido.

En estos momentos, por raro que pareciera, a Ayaka le importa más bien poco lo que piensen los demás. En ese instituto estaban todos locos. La víctima había sido ella. A ella había sido a quien había metido mano un desconocido... Tantos años guardando sus pechos para el ser perfecto, y ahora llega un listo y los tira por la borda. ¿Que llora? Pues que llore... merecido se lo tiene. ¿Que los demás se enfadan con ella? Mejor. Así no tendría que relacionarse con ninguno de ellos. A ver si con suerte el primer año pasaba rápido y se cambiaba de instituto nada más empezar el siguiente curso.

Nunca antes le había pasado esto. Nunca antes había querido dejar el instituto antes siquiera de llegar a la primera clase.

Por su parte, aunque sigue ruborizada, con los ojos llorosos y con la cabeza gacha y los brazos cruzados, ella no va a salir corriendo como aquel nenaza. Ella tenía su dignidad. No iba a dejar que nadie la viera llorar... de verdad.

Tras unos quince minutos, el autobús llega a la entrada del Instituto. Por lo que has podido ver, ha pasado por dos entradas más a recoger más gente, llenándose al completo. Cuando el autobús llega a destino, el chofer abre las puertas y pega un grito para que todos bajéis.

Como era de esperar, el primero en bajar es el macarra. Nadie se levanta de su asiento antes que él. Es más, el pelirrojo te mira girando su cabeza y te mira a los ojos como indicándote que no te muevas, que no muevas ni un milímetro.

Cuando los macarras bajan, comienzan a bajar los demás y a entrar al instituto.

Con el malhumor que lleva encima, muy bien habría podido colarse delante del macarra para bajar primero. Pero ahora lo que quería era que la menor gente posible la viera con esas pintas. Así que se espera a que todos hayan bajado y ella hace lo mismo. Al salir, observa el edificio que tiene ante sí. Nunca había estado allí y tenía curiosidad... ¿Estaría el despacho de alguien allí? ¿De alguien importante?

Se encoge de hombros y empieza a caminar hacia el interior. Ni siquiera sabía en qué clase le tocaba estar... Suspira, pero enseguida levanta la barbilla y le planta cara al maldito mundo que hoy estaba en su contra.

Un añito se pasa volando... verás que sí...