Partida Rol por web

Kult:Oakwood Heights

Escena 4: Isla de Zug

Cargando editor
21/05/2023, 10:36
Director

La isla de Zug es una isla artificial construida en el Río Rogue, al sur de Detroit. Antaño una península cubierta de barrizales, usada como cementerio por los aborígenes nativo-americanos locales. Ahora es terreno para una importante planta siderúrgica y otras fábricas. Toda la isla está ennegrecida por el hollín de las chimeneas de las industrias, mientras que los barcos y trenes descargan toneladas de carbón para la planta siderúrgica. Hay una vía de tren y una carretera que conducen al islote. Además, un zumbido antinatural se ha instalado en el ambiente , junto a una bruma asfixiante.

Notas de juego

Cuando tenga el ordenador con conexión a mano ya ordenaré la escena y pondre la imagen en la cubierta. Con el móvil no me apaño bien.

Cargando editor
21/05/2023, 10:41
Director

Hay una neblina en el frio ambiente, la lluvia repiquetea. El hedor a humo y óxido es muy elevado. Agua ondulante y charcos de aceite. Familiares para algunos. Algunos barcos descargan carbón para que la planta siderúrgica siga produciendo. 

El paisaje es ceniciento, envuelto en una neblina grisácea. Los fuegos de la planta de fundición crean extraños halos de bruma.

 

Ahí tenéis, tras aparcar en el muelle, la chatarra abandonada, el barco, ahí descansa, dormita, oxidado, deteriorándose sin que a nadie le importe. La pasarela de acceso no está en buen estado.

Una solitaria bocina aúlla en la distancia, dándoles la bienvenida, entre la niebla.

 

Para acceder a la embarcación, deberán, subir las escaleras, avanzar por la pasarela, para descender a las podrida entrañas del barco, donde podrán encontrar la infame sala de máquinas .

Cargando editor
21/05/2023, 22:07
Joshua Katz

Decliné con la caballerosidad que pude el trago que me ofreció Jenner, sin darse cuenta de que me estaba dando información que confirmaba lo que pensaba de ella. A sus palabras poco tuve que añadir. - Claro que bebo, agente Jenner. Pero no en plena crisis, sino cuando todo se ha calmado un poco y salgo de trabajar. - Recordé en el coche, mis palabras, mientras miraba por la ventanilla y mantenía mi maletín entre mis pies. Mi voz sonó más apagada que de costumbre, pero había aún amabilidad en ella, como si entendiese por lo que pasaba ella y que prefería la segunda opción, la mía.

Mientras nos alejábamos de la casa, podía oír a mi madre llamarme desde la puerta.

- ¡Joshua! ¡No te vayas! ¡No me hagas esto de nuevo! ¡Sabes lo que haré si no vuelves ahora! ¡¿Es lo que quieres?! - Miré hacia atrás en ese momento y la vi con las pastillas en una mano y la botella en otra. - ¡No me dejas otra elección! ¡Si no vuelves moriré! ¡Te necesito Joshua! ¡Te quiero! - Y oí el cuerpo desplomarse en el suelo, mientras me acurrucaba en el asiento trasero, pegándome a la puerta y temblando de nuevo, igual que aquella noche.

Procuré pensar en otra cosa que no tuviese nada que ver con la casa. Pensé en William y la posibilidad de salvarle. Mínima sí, pero si era cierto que Mills tenía un cómplice, algo que dudaba mucho, el niño aún podría estar con vida.

Cuando bajé del coche abrí el paraguas para luego coger mi maletín y alcé la cabeza para mirar aquel destartalado barco. - Debí ir a un mercadillo a comprarme ropa de segunda mano para destrozarla aquí. - Pensé para mí, como si fuese a ponerme esa ropa así como así. Ni después de 10 lavados en la tintorería sería capaz de hacerlo.

Miré hacia el furgón, el cual estaba allí ya. Mills no debería tardar mucho en bajar y decirnos si recordaba algo, al igual que Aiden en contarnos que ocurrió, junto a Jenner. Yo no era más que un  mero espectador en todo aquello en aquel momento. Uno que se había tornado más frío y serio tras oír las palabras de la psicóloga cuando estuvieron a solas con Franklin Mills.

Un hombre que no sabía en quien confiar más que en sí mismo, tras escuchar a Aiden acusarle de estar así por su madre y tras ver a Jenner sacar la petaca, ofrecerle un trago y ser el guardia de Mills quien lo echase.

Solo quedaba yo mismo.

Y suspiré en aquel lugar, notando los distintos olores al respirar y el frío en mi rostro, pero a la vez, como se me había quitado un peso de encima al dejar la casa atrás.

Notas de juego

Como me dijiste, me quito un punto de estrés tras dejar la casa, dejando así a mi madre en ella.

Cargando editor
22/05/2023, 20:32
Aidan Kostroff

La energía electrizante que había recorrido a Aidan se había ido apagando, dejándole sumido en un apático silencio. Y lo mismo parecía estar ocurriéndoles al resto del grupo.

El viaje desde Oakwood Heights hasta la Isla de Zug fue corto, pero no por ello menos deprimente. Si el barrio de los Bedford ya tenía un aspecto deprimido, el trayecto les llevó por una de las zonas más grises y tristes de Detroit. Poco a poco, fueron adentrándose en calles desiertas plagadas de edificios tapiados y solares llenos de maleza. Las pocas casas habitadas, con sus fachadas sucias y pintarrajeadas con grafitis, dieron paso a polvorientas parcelas industriales. Las que no estaban directamente abandonadas, eran usadas como vertederos o para almacenar palés viejos y montañas de cemento. Sin percatarse de ello, los cuatro ocupantes del SUV estaban emulando en cierta manera los viajes al inframundo de los antiguos héroes griegos. Y el buque varado que les aguardaba en la Isla de Zug bien podía ser la entrada a su Hades particular.

Cuando Aidan bajó del coche, no se sintió ni lejanamente como un Heracles moderno. Al volver a pisar esa isla maldita, el policía no pudo evitar sentir un estremecimiento. Una niebla sucia y maloliente desdibujaba las siluetas de las altas torres de metal de las factorías siderúrgicas. Los sonidos llegaban amortiguados a través de la bruma: la bocina asmática de un barco lejano, o tal vez se tratara de la sirena de cambio de turno de una de las fábricas cercanas; el chapoteo apagado del agua que choca contra los pilares de un muelle roído por la humedad; las carcajadas e insultos soeces de un grupo de estibadores.

Pero lo que capturó la atención del agente fue el difuminado perfil del buque de carga. La vieja embarcación yacía varada en el lodo negro de la orilla, ligeramente inclinada. La herrumbre pintaba su casco de un ocre malsano, como si una enfermedad cancerosa estuviera devorando lentamente su piel de acero. Un cadáver más que sumar a la larga lista que empezara con Lisa Mills casi veinte años atrás.  Y que tal vez también acabe incluyendo a William Bedford...

El furgón de Preston Miles aparcó junto al SUV y Aidan le dedicó una mirada intensa. El hombre que viajaba en su parte trasera le había arrastrado hasta esa pesadilla oxidada de la que llevaba tres meses intentando escapar. Franklin Mills, un Caronte demente que se debatía entre el papel de víctima y asesino. Se prometió que arrastraría a ese bastardo hasta las entrañas del buque y le obligaría a desvelar sus secretos. No sabía si eso le llevaría a hundirse por siempre en el infierno o a emerger otra vez a la luz, pero eso poco importaba.

Necesitaba respuestas, fueran las que fueran.   

 

 

Cargando editor
22/05/2023, 21:38
Caitlyn Dehamre

Aquel viaje en coche jamás lo olvidaría.

Los pensamientos de la doctora estaban sumergidos en formol, conservando la imagen de Mills, gritando en el suelo, aterrado, ante el armario del cuarto de su madre.

Se sentía herida por lo que Frank dijo de ella en la casa, pero sólo podía imaginarlo temblando en el suelo, tratando de respirar, como si se ahogara en aquel momento. Lo habría sentido tantas veces de niño...

Ella recordaba una infancia abandonada, llena de incertidumbre y dudas, que habían moldeado a la mujer prudente y atenta en que se convirtió, para esconder todas sus inseguridades. Pero en aquel lugar, todo lo que sabía de ella misma se había suicidado, dejando solo un alma desnuda y sin rumbo. Nada de lo que había ocurrido tenía sentido para Cait. En menos de una hora, la mujer de ciencia con un diagnóstico claro, había abandonado su cuerpo. Ni el gran Houdini podría haber entendido aquel truco macabro. 

El vehículo mordía el asfalto, dejando las calles atrás y Dehamre solo daba vueltas a los mechones de pelo que encontraba en su rostro mientras miraba el desolador paisaje, que en realidad ni siquiera veía. Sus ojos seguían las casas, algún árbol, pero los estímulos no se procesaban, eran parte de una realidad a la que ella no sentía pertenecer después de esa experiencia.

No podía escuchar nada ni a nadie. Salvo a Frank gritando, como lo haría un niño. ¿Quién era en realidad? se preguntaba en un segundo de lucidez. Pero su cabeza la llevaba de nuevo a revivir el descontrol que sintió. Todavía temblaba, angustiada, haciendo suposiciones que más bien podrían pertenecer a un chamán y no a una psicóloga. 

Permaneció disociada hasta que el coche paró y pudo por fin ver el entorno. La isla le pareció un lugar desapacible. Con un olor que no dejaba indiferente y unos pitidos que se adherían a sus tímpanos. 

Bajó del coche, frotándose las manos y encogida de hombros. Avanzó unos pasos, y comenzó a posar su vista en los detalles: la suciedad acumulada en las costuras del barco, el color ocre y envejecido en toda la chapa por la humedad y las manchas de verdín que se dejaban ver por debajo, con los movimientos pausados del agua.

La niebla hacía que todo fuera más lúgubre. Pero estaba tan desmoronada, que ya no le importaba lo que iba a encontrar allí. Sólo quería saber qué debía hacer para entender por qué ella, por qué ahora, por qué no era la elegida sino la asesina. 

No había más ases en la manga de su blusa, ni más justificaciones para sus actos. No había vuelta atrás. Había decidido ser libre de las presiones y tormentos, aniquilar su estúpida sonrisa de terapeuta y enfrentarse a un hecho con el que nunca había trabajado: lo sobrenatural. No tenía dudas de ello, aunque tampoco sabía cuál era su papel en aquel libro de terror. Solo pensaba que merecía ser la protagonista de su propia historia, por una maldita vez. Siempre había actuado de secundaria, de comprensiva, escondiendo sus ganas de triunfar, esperando un momento donde poder brillar con luz propia. 

Quizá éste fuera el último. La última oportunidad para encontrarse. Y pensaba resplandecer como la jodida estrella polar, aunque provocara una explosión devastadora que la hiciera arder. En su propio aquelarre...

Cargando editor
23/05/2023, 09:30
Director

 

Tras vislumbrar Preston Miles a través de la neblina de la isla de Zug, como varios miembros de la expedición bajaban del SUV, parecían concentrados, realmente preocupados por la situación vivida hacia no más de 15 minutos.

El funcionario Preston, baja del furgón, su lenguaje verbal denota que no están tan seguro como cuando había llegado a las 15:36 al 514 de South Waring St. No obstante, cuando abre la puerta trasera, y vuelve a bajar aquel "oscuro barquero" *, con su plumón anaranjado, su uniforme de reo, sus grilletes y cadenas. Sigue pertinente contenido, no parece poder deslibrarse de ello a voluntad.

 

El funcionari Miles, lo baja, conduciéndolo sujeto por los codos, el tintineo apenas deja oirse con la producción fabril de fondo, esas sirenas, casi cacofónicas, que parecen provenir de algún barco lejano.

 

Mira a su alrededor, Mills parece confuso, cuando es dirigido frente a vosotros.

Otra vez tiene esa mirada inflamada, ese tono rudo, y os dice con desprecio:

 

-¿ A dónde me han traído? No conozco este sitio. ¡Que más mentiras quieren arrojar sobre mí! No les ha bastado con lo de antes... Malnacidos...

 

El funcionario Miles, algo cansado, parece pretender acabar por la vía rápida con el asunto del barco, y dice, algo serio, tras golpear con el dorso de su mano en el tórax de Franklin a modo de aviso 

-Controla tu boca Mills. Nos veremos durante mucho..mucho tiempo... sabes que dependes de mí. Compórtate y no tardaremos y te podrás quedar tranquilo en tu celda, como te gusta.

Notas de juego

* Me ha gustado mucho las metáforas de la mitología griega en el mensaje de Aidan.

 

No sé como hacer que el vídeo de youtube sea pequeño como los vuestros, ya me informaré ;)

Cargando editor
23/05/2023, 11:01
Felicia Jenner

—Dile a Pierce que ya estamos en Zug… ajá, lo de la casa está listo. No, yo no pude comunicarme con él así qué… ¿Qué llamó quien? Repítelo que apenas puedo oírte, Clarisse. Ok, ok, No, yo no creo que… está bien. Dile que cuando esto termine lo llamo. Nos vemos a la vuelta, adiós

Felicia Jenner colgó el teléfono y dió otra calada al Camel que tenía entre los dedos. 

Miró a la comitiva bajar del SUV uno a uno, ella se había adelantado para informar al teniente los progresos, pero este aún estaba en los operativos por el incendio por el cual había tenido que dejarlos atrás. 

El peso de su petaca descansaba en su bolsillo como un ancla que evitaba que se perdiese en ese mal de desesperación al que parecía que Mills los iba transportando poco a poco, solo que ahora mucho más ligera que antes después de haber pasado por las manos de sus compañeros. Las palabras de Joshua volvieron a su mente cabalgando en el eco del golpeteo del agua contra la costa. ¿cuando fue la última vez que bebió ya tranquila y no por tranquilizarse? No podía recordarlo.

Dió una última aspiración al cigarrillo y, tras apagarlo sobre una roca con el pie, volvió al vehículo, les había dicho que necesitaba un momento para poder tomar el asunto con calma, para poner sus pensamientos en orden. El dolor pendía sobre ella con el mismo peso que el barco abandonado sobre la falsa playa. 

—ok, síganme —dijo parcamente. En su voz no había la rudeza que la había caracterizado minutos atrás, sino una dolida calma forzada. Sus ojos, brillantes, y su boca tensada decían más donde su estado de ánimo que cualquiera de sus exiguas palabras.

Caminó por el barro a paso firme, un lodazal de agua y petróleo que olía como el contenido de la bañera que habían dejado atrás en Oakley Heights. Mirando sus propios bototos reglamentarios luchar por no hundirse en la viscosa sustancia se encontró preguntándose por los zapatos de los demás. Sacudió la cabeza, sabía lo que estaba habiendo, estaba pensando en cualquier cosa para evitar pensar en lo único a lo que debía atender. Que estaba en el lugar donde había muerto Clark.

Esperó un poco a que el grupo se reuniera, específicamente a Mills, que por su condición, no podia seguirles el tiempo. Extrañamente se encontró mirándole con lástima, lástima que se apresuró a desechar. 

Alzó la voz para hacerse oír por encima del mar, la lluvia, las maquinarias y su propio pesar. 

—Aquí estacionamos — obviamente se refería a Clark Glover, su compañero. Había declinado dejar que Mills comenzase, lo que había dicho al bajar le dejaba claro que iba a seguir con su show de no saber nada—, eran pasado las ocho y media. En ese muelle, dónde se ven los restos de la cinta policial, estaba el Ford del señor Thomas, había señales de derrape y en el lodo podían verse las marcas de alguien arrastrando un objeto pesado. Las fotografías están en el registro

Caminó un poco más había la pasarela que conectaba el suelo hacía el buque. 

—Encontramos en la base de la escalera sangre fresca, los peritos confirmaron que era del agente Kostroff, por lo que pedimos refuerzos e ingresamos al barco. 

»Las pruebas indican que el reo llegó acá con los cuerpos de Kostroff y de William y los trasladó uno a uno a alguna parte de las ruinas, las giras de sangre del agente Kostroff nos guiaron hasta la sala de máquinas, pero no nos decían nada acerca del destino del niño.

Miró a Franklin Mills, con la vaga esperanza de que esté terminase la idea.

Cargando editor
23/05/2023, 12:05
Franklin Mills

- Todo eso que dice es mentira, qué sangre ni qué mierdas...¿ También me culparán por el asesinato de Kennedy? Desgraciados, estáis jugando con mi cabeza, seguro que me estáis drogando para que los vulnerables hagamos lo que quiere el Gobierno y sus agencias De las que todos ustedes forman parte

 

dice Mills tras la mirada y las declaraciones de Jenner.

 

 

Cargando editor
23/05/2023, 12:08
Preston Miles

- ¡Basta ya Mills! Habla cuando se te pregunte, joder. No digas más locuras.

Cargando editor
24/05/2023, 09:06
Aidan Kostroff

La magra explicación de Felicia dejó un mal sabor de boca a Aidan. Ya llevaba tiempo suficiente en el cuerpo como para haberse acostumbrado a las frías y estériles exposiciones de los casos —hechos acaecidos, pruebas encontradas, posición de los cuerpos...—, pero esta vez él era uno de los implicados. Eran suyos los rastros de sangre hallados en la escena. Y no recordaba cómo había ocurrido. Supuso que Mills lo habría arrastrado desde el coche, mientras la herida de la cabeza iba sangrando por el camino. Imaginarse desmadejado como un muñeco, mientras ese asesino tiraba de su cuerpo inerte, hizo que le entraran náuseas.

Miró de reojo al detenido, que no paraba de despotricar. Mills había sido víctima de malos tratos desde su más tierna infancia y eso había convertido su cerebro en el rompecabezas de un demente. Capa tras capa de trauma habían despedazado su psique en distintas personalidades, probablemente inconscientes las unas de las otras. Y entre todas ellas, escondida bajo el niño asustado, el adolescente rebelde y el adulto conspiranoico, aguardaba la de un ser capaz de las más terribles abominaciones. ¿Era un enfermo o un criminal? ¿Víctima o asesino? Era las dos cosas a la vez. Y mucho más que eso. La hizo chillar cuando debería estar muerta... Había pasado meses intentando mentirse a sí mismo, intentando convencerse de que lo que había presenciado no había sido real. Pero ahora estaba seguro de que sí había ocurrido. Por absurdo y fantasioso que pareciera.

No es con él con quién queremos hablar... Tenemos que hacer salir al Otro... —murmuró más para sí mismo que para el resto del grupo.

Aidan tomó la delantera y empezó a subir por la pasarela, que gemía quejumbrosa a cada paso del agente. Una pátina de humedad fría y aceitosa hacía que el pasamanos resbalara como el lomo de un pez recién pescado. Desde más arriba le llegaban los sonidos apagados del buque abandonado: el entrechocar de una cadena contra el mamparo; los crujidos metálicos de la estructura comida por el óxido; el golpeteo asincopado de una puerta mal cerrada.

¡Venga, vamos! —exclamó haciendo una señal con la mano para que el resto le siguiera. Los ojos de Aidan se clavaron en el detenido. La mandíbula apretada y los labios despegados en un rictus que mezclaba odio y necesidad—. A ese Mills no vamos a sacarle nada. Dentro... dentro volverá el Otro...

 

Cargando editor
24/05/2023, 13:43
Caitlyn Dehamre

Caitlyn Dehamre, vamos...

El deseo de descubrir, la incertidumbre de un nuevo comienzo, algo irreversible, seguramente para todos ellos, se fundía con los olores y sonidos de la embarcación.

Observó la sangre granate, pintura derramada de un contenido vivo, cómo se había entremetido por las comisuras del metal. Se agachó para tocarla. El suelo mojado hacía que aún pudiera rascar con las uñas un pedazo de aquel color apagado por los meses.

Aidan les esperaba al final de aquella pasarela a lo macabro. Se incorporó frotándose aún el dedo manchado y dio pasos firmes. ¿Las huellas de lodo que iba dejando a su paso le servirían para encontrar el camino de vuelta de su propia mente? Seguramente no funcionaría. Cait sonrió ante las absurdas ideas que pasaban por su cabeza. Sus labios se alargaron sin llegar a separarse. Entonces levantó la cabeza y vio a Aidan. Aceleró el paso para llegar hasta aquel hombre renacido de sus temores y viendo que el resto aún estaba subiendo, se acercó a él, sin mirarle, como si siguiera adelante. Solo se detuvo un instante, de espaldas a la pasarela. Después caminó unos pasos más hacia el interior, con el miedo a la espalda y el deseo al frente. Había que decidir la emoción con la que avanzaría. Siempre tan bien vestida ante cualquier situación.

Llevó la mano a su bolso para abrirlo. Aguardaba respirando profundo. Metió la mano en él y la dejó allí apostada, como un francotirador esperando dar con el enemigo. 

Su cuerpo se volvió, despacio, para ver llegar al resto.

¿Estaba segura de quién era El Enemigo?

 

 

Cargando editor
24/05/2023, 14:48
Director

Ante el aparente ímpetu de Kostroff y Dehamre, quienes ya subían por la oxidada escalera de acceso a la pasarela del barco, la cuál,  crujía tras sus pasos, el funcionario Preston, conduciendo a Mills, quién sigue con su mirada iracunda hacia el resto de los presentes, inician su ascenso hacia el "cadáver oxidado".  Los zapatos del sr. Fiscal quedarán, con total seguridad, en mal estado.

Paso a paso, a desgana,  va subiendo Mills, tras de él, como marcan los cánones, Preston Miles, quien por su lenguaje no verbal parece indicar que tiene ganas de zanjar la visita al último de los tétricos escenarios.

Ante vosotros, ya sobre el barco, podéis ver que hay unos cuántos metros, el buque, en sus tiempos dorados, sería para manejar recursos para las industrias cercanas, y contáiners,  tal vez  tiene unos 100 metros de eslora, hacia la popa, donde se encuentran las escaleras que dan acceso a la sala de máquinas del barco, donde terminó todo. O donde todo empezó.

El hedor a aceite usado y óxido invaden vuestras fosas nasales, dejando en saco roto la fragancia de lavanda de Caitlyn.

 

 

 

Cargando editor
24/05/2023, 17:56
Joshua Katz

Escuché las palabras de Jenner, entre mezcladas con alcohol, aquel de su petaca, hablando sobre el lugar. Miré los sitios que señalaba, procurando no mancharme el calzado, pero sabía que iba a ser algo inevitable, así que intenté no prestar atención a aquello o acabaría loco de verdad.

Vi a Aiden tomar la iniciativa y subir por un lugar que no estaba del todo seguro que aguantase mi peso y es que mi tamaño no solo era por la ropa, había bastante músculo trabajado debajo. Mis ojos verdes-grisaceos, siguieron los pasos de Caitlyn sin entender que había pasado de golpe con ella.

Cuando Mills soltó su secreto, se convirtió automáticamente para mí en la mayor de las decepciones y sabía que lo  mejor para mí y para mi carrera era tenerla lejos. Pero no entendía porqué ella había cortado todo de golpe y menos aún porqué añoraba yo sus manos frías, sus caricias secretas... ese beso que jamás se produjo y que sentía que aún esperaba ahí, porque al final era un hombre egocéntrico que siempre tenía que salir ganando y a pesar de estarlo haciendo en ese momento, sentía que perdía y mis ojos con lágrimas contenidas eran muestra de ello.

Aiden, hablando de "El Otro" me sacó de mis pensamientos y comencé mi andadura por el demacrado buque que había visto tiempos mucho mejores y que en sus entrañas guardaba el más profundo secreto. Uno que no estaba seguro si lograría sacar a la luz: el pequeño William.

Subí tras el reo y su guardia y al llegar a la altura de Aiden, viendo como Caitlyn pasaba de largo del agente, como si conociese el buque y supiese a donde ir, me detuve cerca de Kostroff. - O ella. - Le dije al hombre. - No descartamos la posibilidad de... de que sea su madre quien controle todo esto. - Le dije a Kostroff. - La casa donde vivió, salvar al niño despojándole primero de todo a lo que estaba atado: sus juguetes, su familia, sus amigos... y volver a empezar de nuevo con él, quizás en la misma casa. - La parte de la posesión me la guardé para mí, pero aún creía que aquello podía ser posible. Dudaba que alguien con múltiples personalidades, fuese capaz de planear nada. Si alguien controlaba aquello, llámese "El Otro" o "su madre", debía ser alguien de fuera de su cuerpo, que no le permitiese saltar de una personalidad a otra según los recuerdos apareciesen en su mente.

- Estoy de acuerdo en que deberíamos dejar salir a la personalidad más fuerte y sin duda no es esta que nos muestra. Esta no es más que una necia marioneta manejada por la más fuerte de todas. - Dije mirando a Mills con cierta repulsión en mi mirada. Buscaba provocarle para que saliera, aunque me daba que no funcionaba así la cosa. - Esta basura no tiene pelotas para hacerle lo que le hizo a toda esa familia, a usted y encima deshacerse así del chico. Y que quede claro que yo no he dicho esto.

Miré a Aiden y luego hacia atrás, venía Jenner. - Será mejor que sigamos o que dejemos sitio para pasar, salvo que alguno recuerde el camino. - Mis ojos se clavaron en Mills de nuevo o más bien en su nuca, pues estaba a su espalda y no podía verme, pero sabía que no era idiota y que pillaría mis indirectas y más aún las directas.

Cargando editor
24/05/2023, 20:28
Felicia Jenner

Felicia se demoró en subir, no era solo el lodo lo que mantenía sus pies atrapados en el piso. Por un momento el cuadro general reflejo lo que sentía en su interior. Ellos arriba, cabalgando el drama y ella abajo en el lodazal, si se hubiese estado hundiendo lentamente no habría sido menos preciso.

Sus pasos resonaron en el metal de la pasarela a medida que llegaba arriba, se levantó las alas de la chaqueta para mitigar el efecto del viento salino que, en la espaciosa y despejada superficie soplaba con aún más fuerza. 

—Seguimos el rastro todo recto hasta aquel umbral que hay al otro lado de esos toneles volcados —mencionó apuntando con una mano​​​. No había olvidado que debía seguir encargada de la seguridad y por ende no podía darle la espalda al grupo en ningún momento. Así que con un ademán los instó a seguir avanzando. A medida que estos lo hacían fue calando sus rostros creyendo percibir un leve amargor en Joshua y un chisps de decisión que se rehusaba a apagarse en los de Aidan. A quien no pudo leer fue a Dehamre, cuya mirada la confundía sin poder precisar que se estaba gestando en su interior.

​​​​​Tras un breve y frío paseo llegaron a la entrada de la escalera que bajaba al cuarto de máquinas. Un gruñido de metales cediendo a la presión escapó de las profundidades, como si el abismo estuviera llamándolos a su interior. Un oxidado Saturno que reclamaba a los hijos que se le habían escapado. Felicia reprimió un escalofrío y encendió el foco de patrullaje que había bajado del auto apenas habían llegado al lugar1.

 —Cuándo llegamos aquí guiados por el rastro de la sangre de Aidan, escuchamos actividad abajo, pero era tanto el ruido de la maquinaria que no pudimos reconocer ningún ruido. Bajamos la escalera y al llegar abajo, tras dar la vuelta, el reo nos recibió a tiros. 

Tragó saliva. Hasta el momento iba bien. Tranquila, pero cuando bajasen esas escaleras no estaría descendiendo solo al corazón de aquel destartalado carguero, sino también a lo profundo de su propia memoria. Ambos lugares que había luchado por evitar todo este tiempo. 

—Kostroff, Preston, por favor vigilen al reo, voy a revisar que esté todo despejado. Si no hay riesgo los llamaré para que bajen ¿Ok? —le dirigió una última mirada al grupo, más que nada para dilatar un poco más aquello que tenia que hacer.

—ok, voy...

Puso el pie derecho en el primer peldaño y apuntó el haz de luz escaleras abajo, rasgando la oscuridad.

Cargando editor
25/05/2023, 11:08
Director

Una vez los presentes, llegaron al umbral de las escaleras de descenso a la sala de máquinas, tras el desagradable paseo por la pasarela, pueden ver las escaleras de acero, mal conservado, con las paredes húmedas que conducen a la sala de máquinas. Los haces de luz de los que porten las linternas de los móviles activadas forman sombras alrededor del barco, y cada aliento es observable en el aire viciado. Un gran peso se cierne sobre todos vosotros, mientras los sonidos de alrededor, numerosos, se distorsionan creando una melodía deprimente.

Jenner, tras acelerar el paso,  se adelante bajando primera las escaleras, Kostroff guarda el umbral de las escaleras, mientras que Preston sujeta a Mills, con cara malhumorada, y tras ellos, Dehamre y Katz cierran la comitiva, cerca de la barandilla del borde del barco. 

Las palabras y las miradas de Katz, dirigidas previamente  a Mills parecen hacerle cierta mella, y ahora en su rictus se aprecia la confusión, e incluso cierto pánico, como pudisteis ver en la casa hace un rato.

 

 

Cargando editor
26/05/2023, 08:41
Felicia Jenner

Los pasos de Jenner resonaron en los escalones de metal pesada y rápidamente, al sonido siguió la luz d ella linterna y tras ella la propia detective echando pestes. 

—¡¿Que demonios está pasando aquí?! ¡Podía oír el escándalo desde allá abajo! —​​​​​​La Felicia que ahora ascendía no era ls misma Felicia que habs bajado. A pesar de que es brusca hay miedo detrás de sus palabras y no rabia como antes. Pequeñas perlas de sudor en la frente, una mano aferrada firmemente al pasamanos y el ligero temblor en la otra terminaban de completar un libro que no se hacía para nada difícil de leer—, OS ehe estado llamando, ¿Por qué no han venido?

Recorrió con la vista al grupo. Tratando de entender que está sucediendo.

Cargando editor
26/05/2023, 12:25
Joshua Katz

Miré a Mills, le había tocado con mis palabras. Eso era que iba bien. Solo debíamos seguir ese camino, presionarle hasta que saliese el más oscuro de todos ellos y nos hablase usando su boca. Y entonces ocurrió algo inesperado para mí, pues sentía a Caitlyn tan alejada de mí que sus palabras, o mejor aún su gesto, me hicieron volver a ella como una polilla a la única luz del lugar.

Sabía que su luz estaba maldita y condenada y que no podía estar a su lado durante mucho tiempo, solo el que permaneciésemos en aquel buque y poco más. A partir de ahí tendríamos que separarnos para seguir caminos opuestos el uno del otro y es que no podía guardar su secreto. Hacerlo y que se descubriese sería mi caída como fiscal, el final de mi carrera. Pero todo lo que había aprendido o más bien redescubierto con ella, aquello que anhelaba tanto y que no recordaba que era, me encargaría de que siguiese allí, en memoria de...

Sentí su beso en la mejilla, cálido, pues mi cara esta casi helada y cuando la miré, la vi alejarse deprisa, dejando una lágrima, una simple gota volar tras su estela y alcanzar mi mano. - Y pudo ser... pudo ser tu nombre... - Pudo ser, sí, pero no sería. Y la miré un rato con cara de tonto.

Miré un segundo el móvil antes de guardarlo de nuevo. Sabía que dentro del buque no tendríamos cobertura, así que era el último vistazo para ver si Candy me había escrito o llamado. Pero no. Tenía mensajes de grupo, de otros letrados, del equipo de la policía con el cual solía trabajar más frecuentemente, pero nada de Candy.

Suspiré, casi rendido, sintiendo que iba a perder a dos mujeres excepcionales a la vez.

Entonces fue cuando vi a Caitlyn sacar algo de su bolso y a Aidan listo para ir a por ella. Demasiado tarde para que pudiese reaccionar y defender a Cait de lo que pudiese hacerle el policía en retiro obligado. Al final quedó en un susto y en la psicóloga poniéndole a Mills unas fotos delante de sus narices. Vi a Aidan colocarse detrás de la doctora. No sabía bien que hacía allí, ese era mi lugar o al menos lo consideraba así.

Seguramente todo fuesen celos por saber que perdería de nuevo aquello que Cait había sacado de mí y que quería aprovechar hasta el último segundo con ella para disfrutarlo o puede que quisiera hacer más fuerza contra Mills y sacarle donde estaba William, del cual a estas alturas solo esperaba encontrarme su cuerpo metido en algún sitio lleno de fango, aceite o a saber qué.

De un par de largas zancadas me puse junto a Cait, mientras que Mills soltaba su amenaza, porque aquella invitación no era más que una burda trampa para acabar con ella. Pasé mi mano por su cintura y la atraje hasta mí. Quizás necesitase lo mismo que yo, saber que no está sola, ni física ni emocionalmente y que además, alguien que necesita hacerlo, en este caso yo, la protege y vela por ella. No como puede hacer Aidan o Jenner, pero sí en un plano más íntimo y profundo, ese que sacó de mí algo de tiempo atrás y que Candy me había capado.

- Olvídate de eso, Mills. Ella no está sola. No irá sola a ningún sitio. - Le dije serio y recio al asesino que aún no sabía si era locura o posesión lo que sufría, pero me valían ambas cosas para meterle en un centro psiquiátrico penitencial de por vida o hasta que mejorase, momento en el cual se le podría volver a juzgar y llevarle a una cárcel. - No mientras yo crea en ella y siga a su lado.

Miré de reojo a Cait y asentí con la cabeza. A pesar de lo que había escuchado de sus labios, ella conocía a Mills más que a nadie y en aquel momento no había nadie mejor que ella para hacerle derrumbarse y caer. Ella me pidió que creyese en ella y eso estaba haciendo. No sé que pensó cuando solo llamó a Aidan a su lado para que la ayudase y se despidió de mí con aquel beso en la mejilla. - No te voy a dejar sola en esto. Estamos juntos desde que todo empezó y debemos terminarlo. Lo que venga después será otra historia. - Le susurré siendo consciente de que Aidan me escuchaba, pero me daba igual, él también formaba parte de aquello y solo por Cait o por ir contra Mills, sabía que podía contar con él.

Jenner me preocupaba más, aunque no tardó en asomar por la escalera, pero aún tenía que responder al guardia.

- Lo lamento, Miles. Se hará todo según lo solicité. Bajaremos todos hasta el lugar de los hechos, se explicará en cada lugar lo ocurrido y veremos si Mills quiere seguir jugando o  no, cuando no nos quede nada más que decir a los demás y sea él quien tenga que hablar.

Cargando editor
26/05/2023, 18:48
Caitlyn Dehamre

-Está bien doctora, si quiere saberlo, baje usted sola conmigo a la sala de máquinas... y le contaré todo.

Frank... Ya no sé si estás vivo ahí dentro. Me hubiera gustado salvarte, salvarme. 

La voz de Millsla del verdadero Frank, enamoraba los oídos de Cait. A veces, cuando charlaban, ella cerraba los ojos solo para imaginar que no era un asesino, pero al abrirlos, veía a aquel hombre destrozado a puñetazos por la vida. Le parecía injusto, ¿pero acaso ella lo era? Un eco le repetía que sí, y ahora ya nada era dual. En su mente existían más dimensiones que antes, más colores, matices, más disfraces que colocarse.

De pronto se vio arrastrada de la cintura por el brazo en tensión de Katz. 

Sintió que los segundos pasaban más lentos. Los brazos de Cait cedieron a la fuerza del fiscal y cayeron de golpe, como si hubieran cortado sus hilos.

Seguía mirando a Frank. Baje usted sola conmigo... Quería hacerlo. Deseaba saber quién se escondía tras esa fachada, que casi no podía reconocer. No veía otra salida. Pero estaba claro que no la dejarían ir sola. Así que volvió al presente, en los brazos de Katz.

¿Por qué...? —Aun con lágrimas en los ojos, por la rabia soltada hacía unos instantes, miró al fiscal.— ¿Por qué quieres que todo esto te arrastre? Ya no estamos en una reconstrucción de nada, Frank seguramente esté muerto debajo de esa pálida piel y solo Aidan cree en la única verdad, porque la ha visto. ¿De verdad queréis seguir con este teatro?

Se apartó del cuerpo de Joshua sin saber si sería la última vez que sentiría ese calor. Después paseó su mirada haciendo una ronda por los ojos de Katz, Jenner, que permanecía al pie de la escalera y Miles, que a fin de cuentas, estaba trabajando.

Joshua... has intentado salvarme, puede que para salvarte tú también, pero es de mí, de Aidan, del caso Mills de quien debes alejarte —dijo mirándole con cariño y sobre todo, con una aplastante sinceridad.— Yo también quería ser rescatada, pero ya no. No lo necesito. Jamás vi las cosas de una forma tan lúcida. 

Sostenía sus manos en alto, expresando con ellas una sensación que no podía explicarse con palabras. Conocía la mente mejor que nadie. ¿Quién más podría seguirla por aquel sendero de cristales rotos sin sangrar?

Quiero bajar. Quiero ir con Frank. Sé que bajaremos todos, porque aún no alcanzáis a entender lo que ocurre realmente. Aidan —miró al policía, que seguía con la porra en la mano, alerta, despierto,— tú sabes a qué me refiero. Me lo contaste y te creí. Aun te creo. Sabes que si bajamos todos, tal vez no quede nadie para contar lo que pasó. Pero si aun así estáis decididos, vamos de una puñetera vez. ¡Bajemos!

Cait se dirigió hacia las escaleras, junto a Jenner. Se volvió para arengar al resto y que bajaran de una vez por todas, pero detuvo su mirada en Miles y cambió el tono de voz a uno más sosegado.

No tiene que bajar, si lo prefiere. Kostroff puede llevar al preso, o Jenner, pero usted no debería... Alguien tendría que que quedarse aquí arriba, quien más desee tener una vida normal después de esto. —Jugaba con la ironía para templar los nervios y el ansia que recorría su sangre como si fueran hormigas huyendo de la lluvia. Necesitaba moverse, ver, entender. Despojarse de lo último que quedara de la doctora Dehamre.

Observó a todos. Jenner había perdido a un compañero además de sentir algo extraño que, hacía tiempo ya, habían hecho que muriera su "normalidad". Aidan, aquel hombre de vida sencilla jamás volvería a ser el mismo, aunque se marchara en aquel momento. Pero Joshua le preocupaba, había sufrido un trauma de niño y se había reconstruido con una sólida armadura que podría hacerse pedazos si los acompañaba. ¿Qué le quedaría entonces? Era un hombre fuerte, pero la fortaleza no es un estado continuo. A veces se quiebra. Lo que estaban viviendo podría romper hasta un diamante.

Coincidieron sus miradas y Cait supo que bajaría. Iría hasta el final, como había dicho. Siempre lo hacía. Los ojos de Dehamre le miraron con dolor, porque estaba segura de que acabaría lo que había empezado. Ella estaría ahí para verlo.

Bien. Bajemos entonces. Los finales felices nunca han pisado Detroit, que lo sepáis. 

Al pasar junto a Jenner apoyó la mano en su hombro y la apretó. Después hurgó en su bolso, se echó algo a los bolsillos de la chaqueta y encendió la luz del móvil.

Todo era oscuridad allí abajo.

 

Cargando editor
26/05/2023, 21:44
Franklin Mills

Mills asiste sin mostrar empatía por la conversación entre Katz  y Dehamre. 

-Usted se lo pierde, doctora...

Instantes después, su tono de voz y rostro vuelven a cambiar y Mills dice, agitado, con nervios :

-Vosotros estáis con mi madre...¡ Por eso me molestáis tanto! A ella no le vais a gustar todos, algunos de vosotros habéis hecho cosas malas... Os cast...

 

Las últimas sílabas de Franklin son interrumpidas por un tortazo de una mano que lleva un guante negro... la mano de quién le custodia, de Preston Miles. 

 

 

Cargando editor
26/05/2023, 21:48
Preston Miles

EL funcionario Preston había explotado.. todo el tesón mostrado por el perturbado de Mills no es equiparable a la final pérdida de autocontrol del oficial de correccionales de Detroit.

Ha sido un acto no premeditado, si bien, se puso, por costumbre los guantes anticorte antes, un manotazo con su diestra impacta en la boca de Mills, haciéndole callar, mostrando a propios y a extraños en lenguaje universales, el que entienden todos los hombres, mujeres, niños, ancianos, blancos, negros, animales... Después de las guerras entre estados-nación, la más elevada forma que tienen los particulares  humanos de resolver asuntos entre ellos, imponer la violencia a través de la fuerza.

Visiblemente enfadado, manifiesta:

- ¡ Qué te calles imbécil! Lo haremos a mí manera... ¡Para abajo ahora mismo!

-Yo también iré con ustedes, no puedo hacerlo de otra manera como sabrán.

-Disculpe sr.Fiscal, no lo ponga en su informe...no ha sido mucho más que una caricia,  pero no he podido  aguantar más sus mierdas y sus locuras .

-Mills, te aseguro que no saldrás de tu chabolo en días y días... Ni Bunton ni Donaldson  te sacarán a dar tus paseos en solitario, créeme. 

-Vamos  para abajo y terminemos ya con esto, que a las 18:30 debemos estar de vuelta .

 

Sacude con fuerza a Mills y lo sitúa en dirección a las escaleras, y a empujones lo hace ir bajando, Preston va detrás, siguiendo a Caitlyn, quien parecía haber tomado la delantera.