Partida Rol por web

Barakanr se movio ligeramente hasta que se puso al lado de Hodrum. Entrar a la refriega tampoco es lo mio, dijo mientras agarraba el baston con las dos manos.

Si se acerca alguno le golpearé

Quizá el bueno de Heiróneus veía la canalización de su poder divino bloqueada por el impío lugar en el que os encontrábais, o quizá simplemente Élise se había precipitado al invocar ese poder sin meditarlo bien.

En cualquier caso, las criaturas no se vieron excesivamente afectadas por su poder.

Hodrum no podía lanzar ningun conjuro sin que les afectasen a sus compañeros. La sala era demasiado pequeña para poder lanzar una bola de fuego, y los esqueletos felinos estaban tan cerca de ellos que el área de los conjuros les afectarían. Se sentía impotente por no poder encontrar el modo de utilizar sus conjuros de forma segura y sin riesgo para sus amigos.

Si conseguian deshacerse de ellos tenía claro que la proxima vez entraría junto al primero que decidiese entrar por una puerta, aunque su vida estubiese en juego. Si algún peligro se avalanzaba contra ellos podría reaccionar a tiempo sin ponerlos en peligro.

- Mierda, no me actualicé anoche. Será por la rabieta que pillé. - Se acercó al marco de la puerta y localizó a uno de los felinos polvorientos al lado de Élise. - Si no puedo acerles daño quizás pueda distraer a uno de ellos. - Levantó la ballesta y con la mala suerte de chafarse la túnica y trastabillar perdiendo momentaneamente el equilibrio. Al volver a apuntar descubrió que el virote ya no estaba allí, lo que implicaba que tenía que haber salido volando en alguna dirección.

Giró la cabeza tan rápido de lado a lado en busca del viróte disparado que el cuello le crujió. - Me ha tenido que mirar un tuerto. Estoy gafado - Lamentó en voz alta mientras cargaba la ballesta. - Aún se romperá la cuerda y me pegará en un ojo. -

A punto de cruzar el umbral, un guantelete se le apoyó en el pecho impidiendole avanzar. Élise entró con furia divina en los ojos, y el aire se llenó del inconfundible sonido de huesos entrechocando. Un par de golpes metálicos, una luz cegadora, un mago trastavillando torpemente. Solo entonces Raff atinó a hechar mano de su ballesta.
Sabía que no era de lo mejor en estos casos, pero los esqueletos tampoco solían ser susceptibles a las puñaladas. Era mejor apartarse y dejar que quienes supieran pelear, lo hicieran.

Otro de los esqueletos se abalanza sobre Talasek logrando asestar un zarpazo en la cara del paladín que le provoca una herida visible en el rostro.

Los esqueletos parecían oponentes capaces y no parecían desistir de sus intents de arrancar vuestra carne a mortíferos mordiscos.

De nuevo uno se lanza a por Élise alcanzándola con ambas garras e intentando entonces clavarle sus afilados y enormes dientes.

Talasek se horroriza al ver el ataque a su compañera y trata de acabar con la amenaza

¡Vuelve a los nueve infiernos criatura inmunda!

A pesar de su certero golpe, el paladín no puede más que hacer un rasguño a los huesos de la criatura.

Las afiladas garras de aquellas criaturas se clavaron en ella allí dónde la armadura no la protegía bien. El cortante hueso, lo único que quedaba de sus zarpas, rasgó su piel y se hundió en su carne, haciendo que varios hilos de brillante sangre cayeran por su cuerpo. Apenas logró esquivar el último golpe de aquellos muertos, pero al hacerlo, se dio cuenta, tarde, de que había caído en la trampa.

Aunque fueran monstruos resucitados sin conciencia, simples marionetas al servicio impío de un dios cruel, aún albergaban suficiente de sí mismos, de los cazadores que habían sido en vida. El ataque la pilló desprevenida, la golpeó con dureza y la atrapó.

Sabía que debía liberarse, que debía hacer algo... ¿Pero el qué?

El tigre esquelético logra ensartar uno de sus afilados incisivos en la carne de Élise provocándole una profunda herida.

Viendo que su compañero tiene atrapada a la clériga, el resto de esqueletos concentran sus ataques en el paladín que parece ser la mayor amenaza. El segundo de los tigres se abalanza contra Talasek y le hace caer al suelo como su compañera, además de clavarle ambos dientes.

El paladín suelta un agudo quejido de dolor. La situación es crítica ahora mismo.

Ante la presencia cercana del felino calavérico se asustó y dió un paso atrás. Seguía igual que antes, sin poder ser de gran ayuda y no podía pasar dentro de la sala porque sabía que sería un objetivo fácil de liquidar.

Una idea le produjo un escalofrío que le recorrió la espina dorsal, pero ahora mismo era lo que mejor se le ocurría. Metió la mano en su morral sacando un bote dosificacor de betún y una cajita.

Se concentró y empezó a recitar un conjuro en voz baja. Desconocía si los felinos le podian oir así que prefirió tomar medidas para no ponerselo más fácil.

- Raff, a tu salud. - dijo una vez terminado la parte verbal del conjuro. Ahora tocaba la más desagradable. Con el dosificador se puso una gota en la lengua, guardó el bote de nuevo y abrió la caja sacando una araña que intentó fugarse, pero por suerte para Hodrum no fué lo suficiente rápida y sin pensarselo dos veces se la puso en la boca y tragó con una cara un poco especial.

-Ahora a esperar un momento para que los efectos surjan. - dijo guiñandole un ojo a Raff, esta vez sin humor sarcástico y con un tono de cara un tanto palido.

La situacion se estaba tornando critica, asi que Barakanar comenzó a invocar criaturas para que le ayudasen. Como echo de menos a Findar ahora mismo, pensó mientras se acordaba de su pobre leopardo.

- Aguantad que traigo refuerzos ! grito a sus compañeros mientras en el suelo a su alrededor empezaba a brillar un pentagrama inscrito en un circulo

¿El qué? La respuesta seguía sin querer acudir a su mente. A su alrededor todo parecía estar a punto de venirse abajo. Y la situación no podía ser peor. Si Sir Talasek y ella caían, los demás serían presas fáciles para aquellas bestias. No podía permitirlo.

Sacando como pudo las fuerzas de su interior, gritó el nombre de su dios mientras el símbolo sagrado que portaba al cuello se iluminaba. Una nueva ola de energía recorrió su piel y se extendió hacia el exterior, quemando a los muertos con la luz de Heironeus.

Incapaz de liberarse, sabiendo que las cosas iban mal, maldijo en silencio mientras volvía a reunir su poder. Solo una última vez...

Élise sigue sin encontrar la suficiente inspiración de su dios aunque es evidente que los esqueletos se van debilitando.

Otro de los esqueletos se pone junto a la puerta y parece prepararse para asaltar a cualquiera que se digne a entrar en la estancia.

No hacía falta ser un druida para entender lo que significaba la postura del esqueleto, cualquiera que hubiera visto alguna vez a un gato acechar el hueco de una ratonera habría reconocido la postura. Raff se apartó de la puerta para evitar que el monstruo se le tire encima al tiempo que recargaba la ballesta, pero en el apuro trastabilló y al disparar el virote se desvió.

El tigre que mantiene presa a Élise sigue forcejeando con ella y logra asestarle un nuevo zarpazo.

Talasek, impedido por la presa a la que le sometía su enemigo, saca su espada ágilmente para asestar dos certeros golpes que acaban destrozando al esqueleto.

¡Voy en tu ayuda Élise!

Exclama el paladín, preocupado por la situación de su compañera.

Otro de los esqueletos la vuelve a emprender contra Talasek y logra asestarle un zarpazo. El paladín está malherido pero no cesa en su empeño de acabar con la amenaza.