Partida Rol por web

En esta ocasión, Askabal hizo caso a Kassmal. Una opción era liberar a alguno de los prisioneros que se supone que eran. Intentó alejarse de la criatura, pero la clave sería no recibir ningún daño por su parte. 

Mantuvo uno de sus espadones en ristre, pero guardó el otro y sacó su escudo. No quería recibir una embestida y haría todo lo posible. 

Si todo salía según sus cálculos, pronto tendrían a más gente de su parte.

Ganzúa volvió a usar la varita contra aquella criatura

Yandrak tuvo que retroceder para que la amenazante criatura no se comiera su cabeza de un simple mordisco. Aún así, no tuvo problema alguno en sanar a su compañero Kassmal, haciendo que sus heridas se cerraran a mayor velocidad que por sí solas.

Por su parte, Ganzúa parecía que era el único que había conseguido entender la debilidad de esa criatura. La magia volvió a impactar sobre su cuerpo, y no desapareció, poco a poco parecía ir haciendo mella, aunque muy lentamente.

Adam, en un último movimiento, decidió hacerse el héroe. Agitó la cadena por encima de su cabeza y golpeó a la criatura. Pero su golpe no había sido suficientemente poderoso como para derrotarle. Su cuerpo no le podía mantener en pie, y cayó, desmayado. Habían perdido a un poderoso guerrero.

Kassmal dio un paso atrás y se preparó para el combate. Su arma, tras echar el aceite, parecía brillar con un nuevo poder. Kassmal se sintió más fiero y poderoso, dispuesto y preparado para acabar con ese engendro.

El bicharraco movió la cola como si de un látigo se tratara y golpeó a Askabal. Por suerte para él, la armadura era suficientemente poderosa como para absorber el golpe. El guerrero aprovechó la ocasión y cambió uno de los espadones por el escudo. Ahora estaba preparado para defenderse.

Yandrak vio caer al suelo a Adam. Y a pesar de lo mal que le caía y la poca relación que tenían, sabía que era un compañero poderoso e importante. Así que decidió abandonar al hombre lagarto y tratar de intervenir en la curación del muchacho. Debía recuperarle para que él los protegiese. Así que, varita en mano, se agachó y apuntó con ella la terrible herida sangrante. Debía sanar sus heridas cuanto antes para que pudiera ponerse en pie.

Kassmal observó el brillo de su espada y, junto a él, a uno de los cautivos. Le hubiera gustado liberarlo pero el efecto del aceite tenía una duración limitada y Kassmal sabía que no podía alcanzar a la bestia con una carga sin exponerse a que le atacara de nuevo, así que decidió  dar un paso hacia su enemigo, completamente pendiente de sus movimientos para defenderse.

-Lo siento, hermano, tendrá que ser otro quien te libere.

Askabal, que ya había sacado su escudo, al ver que Adam caía y que Yandrak iba a intentar curarle, cayó en la cuenta en que lo mejor sería protegerle. 

Se separó del enemigo, y con su escudo trataría de que el hechicero de piel azul no sufriese ningún impacto.

Ganzúa levantó de nuevo la varita y volvió a apuntar a la criatura.

Kassmal, pese a tener todos sus sentidos puestos en esquivar el ataque de la bestia se encontró de nuevo con su cola aporreándole con la fuerza de un dragón. El hombre reptirl cayó al suelo tosiendo sangre pero se levantó, preso aún de la furia de los guerreros de su tribu. Dió un pas hacia delante y descargó su mandoble sobre la criatura, poniendo toda su fuerza y su peso en el golpe.

Ganzúa activó de nuevo el poder de la varita y vio como las bolas de energía se dirigían directamente a la criatura.

Askabal, en otro intento por ayudar, quiso liberar a alguno de los prisioneros. Se apartó de donde se encontraba y fue hacia donde estaba uno de los encadenados.

Le miró y le dijo:

Más te vale que si logro quitarte ésto, nos muestres tu gratitud. Su tono parecía amenazante, pero lo decía por el bien de todos. La ayuda siempre es bienvenida. Concluyó guiñándole un ojo.

Al ver como los proyectiles mágicos de su compañero surtían efecto, Yandrak decidió dejar de curar a sus compañeros y empezar a actuar para ayudarles a vencer a aquella bestia. Parecía que la magia era la única que le hacía efecto, y el resto parecían estar al menos en condiciones suficientes para aguantar otro asalto más.

Asi que, con decisión y determinación apuntó con su varita hacia la criatura y lanzó un par de proyectiles directos a donde creía que se encontraba su frío corazón.

Askabal, a pesar de intentarlo, no podía ayudar a aquel prisionero.

Su voz sonó ronca, pero clara:

Sino lo consigo por las buenas, será por las malas.

Con una espada agarrada con ambas manos, la dirigió contra la cerradura. 

Kassmal volvio a atacar a la criatura pero su diosa, Semunaya, parecia haberle dado la espalda, pues la hoja de su espadon resbalo sobre las escamas de la bestia.