Partida Rol por web

Camino hacia el interior de la taberna con aire decidido hasta que reparo en el hombre que recoge las armas y los abrigos.

-Buenos días.-Digo con educación al entrar.-Busco a una hermosa joven de cabello rojizo y con una peculiar marca en la frente con forma de media luna. Responde al nombre de Chandra. Me han dicho que trabaja aquí.

Mientras digo esto, me desabrocho el cinturón del que penden mi espada y mi escudo.

Entras sin problema a la taberna, bajo la atenta mirada de dos mercenarios que custodiaban la puerta y el recepcionista guardaba en un armario tus pertenencias, el cual te había respondido a tu pregunta tomando tus armas y levantando los hombros. Entraste a la taberna que no era especialmente de tu gusto, su decoración pretendía ser ostentosa, pero no había armonía, no era más que un montón de objetos que demostraban opulencia. No te costó encontrar a Chandra.

Esta vez estaba enmarcada en un vestido de fina seda azul, corto, con un pequeño escote y enseñando unas largas y musculadas piernas.

Tras servir las mesas se aproximó a ti con disimulo, como para preguntarte tu petición para la taberna, pero no con esa intención, sino con la se hablar contigo. Caminaba estilizada, como si hubiese trabajado como camarera toda la vida.

¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado al barrio noble? Tenía intención de ir a verte pero me dijeron que era peligroso salir por la llegada de un ejército... Siéntate, te traeré algo.

Unos instantes después llegó con una generosa jarra de cerveza un pequeño plato con olivas. Les he dicho a mis compañeras que me cubran, cuéntame.

-Seré breve.-Digo en susurros.-Tu vida corre peligro. Y mucho. ¿Conservas el pase del rantano? Si es así deshazte de él. Ya tienes un empleo aquí, no te hará más falta. Paseándolo por ahí solo llamas la atención de quien no debes. Corres el riesgo de que te identifiquen y, si los miembros de la garra roja te capturan... los dioses saben que será peor que con los bárbaros.

En fin, aparte de eso tengo aquí el hacha que te prometí. La tiene el simpático del armero. Tuve que vender la armadura para poder entrar, pero espero que te sirva llegado el caso. ¿Qué tal te va por aquí? 

Escucho tus palabras, mas no doy crédito a lo que dicen tus labios. ¿Quién querría matarme a mí? Acabo de llegar, y mi trato con los rantanos no considero que pudiera llamar demasiado la atención salvo a alquien que me estuviese vigilando. El pase se lo quedaron los guardias, aún fieles al gran maestre.

Si es así, quizá lo mejor sea marcharnos de esta ciudad, alejándonos de los Rantanos para que no se nos relacione con ellos.

-Quizás sea lo mejor.-Digo apenado.-Aunque me gustaría permanecer aquí si fueraposible. Hay una serie de luchas de poder en las que me he visto involucrado... y bueno, creo que estar cerca de mí ya no es seguro, hermana. ¿Y si te ocultásemos en las casas de los campesinos? ¿O más allá, donde estos se han refugiado? Tal vez podrías empezar de nuevo con ellos.Después de todo, aún tienes mi oro como ayuda, ¿no?

Márchate de este distrito, yo me quedaré aquí, con Rinek Barbarroja, el me protegerá si pasa algo y si él no fuese capaz, hay un portal en el ático de la taberna para escapar. Si alguien pregunta por tu hermana dí que ya no está en la ciudad. Se levantó de la mesa y el saco de oro que le habías dado.

Ahora que trabajo aquí no necesito el oro, gracias por el.

-Gracias, hermana.-Digo.-Aunque no me termina de parecer seguro, pero venir conmigo tampoco lo es. En fin, sólo puedo decirte que hay muchas facciones implicadas en esto... y ninguna es trigo limpio. Si ves problemas, sal de aquí... ¿A quien pertenece ese portal del que hablas?

El portal pertenece a Barbarroja, y lo controla un poderoso mago llamado... no me acuerdo... ah si, Pterios, Pterios Dranor, un mago errante, porque Barbaroja no se fía del gremio de Magos de Nightshade. Volveremos a vernos cuando todo esto pase, cuídate mucho.

Se levantó y volvió a una sala para empleados, dejándote en la mesa, tratando de disimular la tristeza.

-No debe.-Respondo a mi hermana.-No son de fiar. Ninguno de ellos. Nadie es de fiar, recuérdalo. Cuídate, hermana.

Dicho esto, recojo mi oro y observo cómo se aleja mientras el miedo y la ira me reconcomen.

-Juro por todos los dioses, por mi propia alma y por las vidas inmortales de los dragones que si algo le ocurre tomaré venganza.-Pienso mientras me doy la vuelta y me encamino al exterior.

Sales de la taberna con un mal sabor de boca, aunque era la mejor opción en el horizonte, por lo que dejaste atrás la posada. En el barrio noble parecía que no había pasado nada, todo seguía su curso, al fin y al cabo los nobles son los que mantienen el poder del rey, por lo que un ejército enviado del rey no molestaría en éste barrio, a menos que el rey no actuara de una manera racional.

-Hora de dejar el barrio.-Pienso mientras camino.-No sería útil a esta ciudad si comenzase una guerra por mi culpa... Debo hacer algo y deprisa.

En ese instante, me encamino hacia el exterior de la entrada secreta dando un paseo por todo el barrio para conocerlo y ver si tiene algo de interés. Me fijo en todas las edificaciones y, mientras, me aseguro de que nadie me ve o me sigue y me adentro en el barrio más pobre. El barrio en el que está la acción.

Reandaste tus pasos a través de las vías de escape subterráneas que te había enseñado el encapuchado que te había dado las llaves, y cerraste tras de tí por si alguien que te hubiera visto en el barrio noble te hubiera seguido de lejos o rastreara tus pasos.

Llegaste a los arrabales y te encontraste con que era casi un desierto, la mayoría de los campesinos se habían marchado y los que no estaban encerrados en sus casas, de modo que decidiste caminar hacia el distrito mercantil donde habías visto que los Garras Rojas habían causado problemas.

Los Garras Rojas estaban por doquier en este distrito, con la diferencia que ahora eran más disciplinados, casi como unos dignos guardias de la ciudad. La puerta que separa el distrito militar y mercantil tiene un número inusitado de guardias, está abierta y las palabras que se dirigen los seguidores del Caballero blanco con los capitanes de la Garra Roja no parecen muy amistosas.

A la vista de la tensión del momento, me mantengo en un segundo plano a la espera de ver cómo se desarrollan los acontecimientos. ¿Debería avisarles de que todo esto es una traición urdida por el gremio de magos? No se, hay tantas facciones... Y lo más importante. ¿Me creerían? ¿O me ejecutarían sin pensarlo? Esto último es lo más probable, así que mejor ponerse la armadura de la ignorancia.

En ese instante lanzo mi aura de percepción y me mantengo observando a la espera.

El capitán de los Garras Rojas no se estuvo con miramientos, cansado de las palabras se adelantó y con un movimiento continuo sacó el espadón de la vaina de su espada y cortó en dos literalmente al guardia de la puerta. El corte descendente y oblicuo cortó a nivel de la caja torácica, desde el hombro izquierdo hasta la cadera derecha, y continuó cortando la cabeza al otro guardia, todo con una velocidad increíble.

Abrió las puertas y el ejército comenzó a cruzar las puertas, haciendo un estruendo enorme con cada paso. Habría más de trescientos Garras Rojas ante los cuales la tropa del caballero blanco no tenía nada que hacer.

-Y Así empieza.-Susurro.-Los magos se saldran finalmente con la suya.

Dicho esto, me mantengo con cierta cautela a la espera de que el cuerpo de garras rojas entre en el distrito militar y pueda seguirlos desde una distancia prudente.

Los Garras rojas eran disciplinados, tanto que nadie podía haberlo sabido, parecía como si hubieran sido entrenados. Atacaban en una falange impenetrable, al unísono, y con cada paso acababan con toda resistencia, parecía que los rantanos no eran más que pequeñas moscas que caían bajo la mano de la Garra Roja.

Los ataques de los antiguos Rantanos chocaban contra los escudos y eran repelidos por las espadas de los garras rojas, en poco tiempo, el distrito militar fue suyo. 

Observo desde lejos cómo tiene lugar la carnicería mientras echo un vistazo a los cuerpos de los rantanos por si pudiera aprovechar algo. No quiero llamar demasiado la atención, así que no me arriesgaré a hacerme con nada que vea vigilado. Poco más puede hacerse en esta ciudad, pero al mismo tiempo no puedo salir de ella. Es el único vínculo con mi hermana. ¿Qué hacer? De momento miraré a ver si puedo hacerme con algo. Después será tiempo para pensar en lo demás.

La plaza del distrito militar se convirtió en una pila de cadáveres y soldados moribundos que luchaban por una última bocanada de aire, entonces, cuando los Garras Rojas se preparaban para tomar la ciudadela, sonó un cuerno. El sonido se propagó estruendoso a través del campo de batalla, y las puertas de la cuidadela se abrieron para dar paso a una fila de soldados  que se iba convirtiendo en una oruga conforme más y más filas salían de éste distrito. Los soldados vestían corazas, y no armaduras completas como los Rantanos, sus uniformes son azules con diferentes tonalidades de azul que siguen los patrones de vestimenta de los elfos.

Es un contingente preparado con corazas y lanzas de un tamaño imponente, con una hoja cortante al final en vez de una punta. Al unísono gritó la primera fila un salmo y lanzaron un sinnúmero de orbes de hielo sobre los Garras Rojas, un espectáculo digno de verse.

Los Garras Rojas resistienon, un tiempo al menos e intentaron batir a su enemigos que seguían apareciendo por millares desde la torre del archimago. En poco tiempo, los cadáveres de los Garras Rojas se unieron a los de los Rantanos en una mezcla de carne, sangre y metal.

Busco un lugar tranquilo donde esconderme. No quisiera ser visto por nadie mientras uso el talismán del mago. Una vez me veo solo, llamo a gandalf.