Partida Rol por web

De todas formas tampoco me alcanzaria para un varita de primer nivel ,pienso. Como mucho para alguna pocion.

Yo me llevaré 6. con eso me alcanzará para un par de pociones de las buenas.

Si veo que pesa mucho para mi le pediré a Bors que los lleve por mi.

- Yo tomaré cinco lingotes. La dama tiene razón, no debemos transportar tanto peso. – comenta mientras se acerca a lugar donde se encuentra el dinero. – Caballeros y señorita, si son tan amables de coger los lingotes que precisen para abandonar cuanto antes este lugar. – Se notaba cierto nerviosismo en el clérigo, como si tuviera prisa por salir hacia su nuevo destino.

Allí sentado, inmóvil y silencioso, Borstion pasó desapercibido. Recién cuando se levantó todos recordaron que se encontraba allí, frío y atento. Finalmente, se levantó y habló con su típico tono cascarrabias.

-Yo me llevaré tres lingotes, y nada más por ahora. Muchos pertrechos no me permitirán combatir como es debido- afirmó, para luego avanzar hacia la barra y exigir su parte. Amira se agachó tres veces, y cada vez reaparecía con una lingote en manos. Borstion los cargó todos en su mochila y se quedó allí parado, a la espera de los demás.

-¿Y qué están esperando?-

-Me parece bien- respondió Lyann, sin quitarle los ojos de encima a la dama. Más su expresión era meditabunda. -Me llevaré cuatro lingotes por mi parte-

Lo mismo para la muchacha, Amira le repartió su parte de la recompensa. Aquel era un ambiente tenso, pues la matrona tampoco quitaba sus ojos de ninguno de los aventureros. No obstante, Lyann no perdió su calma ni su indiferencia. Miró los lingotes sobre la barra. No llevaba bolso alguno.

-Borstion, ¿te molestaría llevarlos por mí hasta que podamos cambiarlos? Como verás, no dispongo de mochila ni nada parecido. Será lo primero que compre, y te libraré de ellos- prometió, aunque con seriedad. Aún así, parecía haber un dejo de dulzura involuntaria en esas palabras.

El forjado aceptó a regañadientes, pues era obvio que la muchacha no podía llevarlos en la mano. -Bien. Lo último que quiero es que alguna panda de bandidos nos asalten en algún callejón oscuro de esta ciudad podrida- farfulló.

La dama observaba con tranquilidad como la procesión de aventureros en busca de su parte se desarrollaba frente a sus ojos. Amira les dedicó la misma mirada de advertencia a cada uno, dejando los lingotes pesadamente sobre la barra, casi con agresividad. Al final, los cuatro obtuvieron una buena cantidad de dinero, al menos más que suficiente para comenzar a prepararse para la expedición hacia las profundidades de la ciudad.

La dama los saludó de pie y con una discreta reverencia, apenas un ladeo de cabeza y una ligera inclinación de cadera. Se encaramó en la capucha y salió a la calle. De repente, el frío matutino se coló por la puerta abierta, llegando a causarles un ligero escalofrío a los integrantes carnosos de la intrépida compañía. La matrona dejó claro que podían quedarse un poco más, seguramente bajo indicaciones de Elaydren, pero el grupo prefirió partir. Comenzar cuanto antes para acabar cuanto antes.

Pronto, se encontraban subiendo las escaleras y recorriendo los intrincados pasadizos que conformaban la laberíntica Sharn. Allí, en las bases de la ciudad, la luz llegaba a duras penas a pesar de que era plena mañana, por lo que las pocas farolas que había en esas calles permanecían encendidas. A medida que ascendían, había más lámparas poblando las paredes de las torres, y cada vez eran más bellas y decorativas, pero ya no se encontraban encendidas, pues los rayos de sol iluminaban el ambiente. De a poco, se oían más pájaros cantar y menos gente murmurar. No demasiado pronto, se encontraban en una gran balconada, donde la gente se aglomeraba, a la espera de las aerocalesas. Desde allí, se podía ver la Ciudad de las Torres bañada en luz.

Mientras aguardaban por el transporte, Galen, Apoyo, Lyann y Borstion tuvieron tiempo de admirar la imponente figura que los capiteles de la ciudad mostraban a diario. A lo lejos, Camino Celeste, el distrito más adinerado de Sharn, flotaba sobre las torres en su trozo de tierra encantada, como en un sueño extraño.

Hum....el enorme forjado se apoyo en la baranda de madera, para poder contemplar la vista mejor; era una vision esplendorosa, podian ver practicamente toda la ciudad, antes de poder dirigirse a donde cobrar el dinero, su voz resonaba a traves de la boca recubierta de adamantita, con cierta profundidad.

Algo he de reconocer humanos con la luz del sol a su espalda la imponente figura del forjado, cargando con la mochila, llena con su oro y el de Lyann, la humana le habia confiado algo que en teoria era de valor inmenso para los seres como ella; lo cual tanto sorprendia como halagaba...., la estampa era algo digno de ser plasmado en un cuadro a veces me asombrais con creaciones como esta ciudad.

Escucho las palabras de borstion con algo parecido a una sonrisa en mi placa facial.

 Adopto un tono de voz grave y trascendental (como el de los documentales) Tanto humanos como enanos, como elfos son capaces de crear obras de arte de increible belleza, sin embargo, todo palidece ante la brillantez y la genialidad del diseño de los forjados. ¿Acaso hay creación más impresionante que la de la propia vida? ¿Que la tuya, Bors? Han creado vida, hermano, se han vuelto como dioses...

Entonces vuelvo a cambiar a mi tono normal, como quitandole importancia a lo que digo.

O al menos eso creen ellos. La verdad es que hay quien dice que la forja de creación le fue entregada a la casa Cannith por los mismísimos dioses, para crear la raza definitiva y que los humanos y su ambición corrompieron el proyecto para crear las máquinas de guerra definitivas. Y ¡ay del día en que los nuestros se den cuenta de esta verdad!, pues nos uniremos todos y ese dia no tendrá nada que envidiar al día del luto, pues un marea gris, metálica, barrerá la faz de Eberron para crear un nuevo orden natural, más justo y con menos prejuicios.

O eso dice el señor de los filos.

Observo un poco mas la ciudad y su belleza antes de concluir.

Estúpidos los hay de todas las razas.

- El mayor peligro para el hombre, es el propio hombre. – El hombretón se encontraba apoyando su espalda contra la pared y con los brazos cruzados, esperar lo desesperaba, y eso se hacia notable con sus gestos y sus palabras. – Y eso es aplicable al resto de las razas de Eberron, incluido los forjados. – Sus palabras sonaban frías y rotundas y en ellas se notaba cierta tristeza. – El Señor de los Filos puede que en este momento sea nuestro enemigo, pero no olvidemos que somos simples peones en manos expertas. Quien sabe si la persona a la que servimos en esta misión no es nuestro verdadero enemigo. –

Continuó en la misma posición, con la cabeza gacha y mirando al suelo.

Bah, superior, inferior, eso no cuentan la final del dia sacudio la cabeza Bors con resonar de mecanismos poso la mano blindada sobre la cimitarra que llevaba la costado, a cuantos "endiosados" habia ensañado que dos kilos de acero en las costillas bastaba para poner las cosas claras, ademas el mismo segun el maldito señor de los filos era un ser superior...de serlo, no habria fallado en algo tan simple como proteguer a aquellos a su cargo cuando la sangre empapa el suelo y solo los vencedores quedan de pie, entonces se ve quien o que es el superior o mejor dicho el vencedor y el vencido...

En cualquier caso, el humano ha dado en el clavo, la partida acababa de empezar y de momento; los peones solo veian una mano que jugaba en este tablero; quedaba por ver si esa era una mano blanca o una negra.

Lo que faltaba... Por lo visto tendré que bajar al mortal subsuelo con una pandilla de filósofos soñadores...

- Ejem...

Interrumpe la conversación una tosecilla burlona desde el rincón en sombras donde se apoyaba la muchacha...

- Unas palabras preciosas amigos míos... dan mucho en lo que pensar... y siento de veras aguaros la fiesta... pero creo que deberíamos continuar nuestro camino... las provisiones y el equipo no se compran solos.... y desde luego ese "encargo" que debemos cumplir no vendrá a nosotros mientras nos dedicamos a contemplar la ciudad...

Tenía que reconocer que la vista de la ciudad desde ese lugar era particularmente espléndida y evocadora... pero Lyann estaba demasiado acostumbrada a verla todas las mañanas como para dedicarse exclusivamente a ello teniendo cosas más importantes que hacer...

Como siempre, su sentido práctico se imponía... además... no pensaba compartir sus sentimientos y opiniones con un grupo de desconocidos así como así...

- Si no os importa... esto pesa... y quisiera poder dejarlo en lugar seguro antes de nuestro viaje subterráneo... además... aún nos quedan muchas cosas que comprar... al menos a mí...

Les mira desde la penumbra con sus inquisitivos ojos castaños y añade con suavidad...

- ¿Qué os parece? ¿Nos ponemos en marcha?... Despedíos de las preciosas vistas de los tejados de Sharn... hasta nuestra vuelta...

Si es que volvemos...

No podemos ponernos en marcha hasta que llegue la barcaza que esperamos, Lyanne. Mientras tanto recomiendo que nadie pierda sus cosas de vista. Nunca se sabe cuando te robaran en esta ciudad.

Humprf...Borstion exhalo a traves de su mandibula mecanica, cada vez se le daba mejor fingir emociones humanas, especialmente esta clase de gestos hoscos; algo en la magia que dio vida al constructo viviente lo hacia particularmente valido para estas expresiones.

Poso la mano de adamtita sobre la empuñadura de la cimitarra; dejandola a mano.

Si cogo a cualquier ladronzuelo hurgando en mi bolsa, le cortare los dedos como advertencia crujio Borstion las palabras la aficion por el oro es algo que jamas entendere hermano....

El transporte... cuánto tarda el dichoso transporte... pero de todas formas es cierto que es la manera más rápida de llegar a destino...

- Y yo te lo agradeceré Borstion... también llevas mi oro...  y por desgracia, a diferencia de tí, yo sí lo necesito para comer, beber, y comprar ropas que me protejan del frío... día tras día... supongo que esa es la razón básica de que los humanos estemos tan obsesionados con el oro... luego hay otras muchas más superficiales por supuesto...

Con gesto repentinamente pícaro se apoya indolentemente en la barandilla mientras sonríe al forjado...

- Pero vamos, que si el acumular dinero te resulta fastidioso, estaré encantada de librarte de tal molestia aceptando tu parte de la recompensa... sólo tienes que decírmelo...

No pudo evitar la sonrisa ante el comentario de su compañera, pero su semblante volvió a cambiar rápidamente a su seriedad habitual. Rozaba con la yema de sus dedos la empuñadura de su maza de armas, siempre atento por lo que pudiera ocurrir. Si algo había aprendido en el poco tiempo que llevaba en esta gran ciudad, es que tras sus muros podría ocurrir cualquier cosa.

Dichosa barcaza. A ver si llega rápido…

JA¡ el retumbar metalico del intento de risa de Borstion resono por toda su estructura metalica sacudiendolo con buen humor.

Buen intento humana, buen intento, pero aunque el oro es algo poco importante para los forjados, mal que nos pese lo necesitamos, la magia que nos creo no era tan perfecta como algunos creen y para mejorarnos hace falta oro con el que pagar esas mejoras...un maldito circulo vicioso..

Con un suspiro de lo más teatral la muchacha le contesta...

- ¡Ahh! Qué lástima... me lo suponía... pero bueno, había que intentarlo, ¿no?...

Tras guiñarle un ojo soriendo se pone cómoda en su rincón y decide que es tiempo de ir preparando mentalmente la lista de objetos que necesitarán para su inminente aventura... al menos así el tiempo pasará más rápido mientras esperan...

En su mayoría, los forjados comenzaban su vida siendo prácticamente iguales a aquellos pertenecientes a una misma tanda. No obstante, sus personalidades, un efecto colateral de la magia que les daba la vida, les llevaban irremediablemente a "decorarse" acorde a su gusto. Borstion era la prueba viviente de ello, pues su cuerpo era más grande de lo normal. La gente que en un principio se había mantenido a la espera de transporte no muy lejos del cuarteto, ahora se habían alejado al otro extremo ante los movimientos bruscos y las exclamaciones del guerrero.

Luego de ya varios minutos de charla intrascendente, en la lejanía se comenzó a divisar la aerocalesa que todos esperaban. Era un navío bello y ágil, con la peculiaridad de que se mantenía a flote a miles de metros del nivel del suelo. Allí, sobre las cabezas de prácticamente todos los ciudadanos de Sharn, la nave se veía rodeada de un anillo ígneo resplandeciente, parte de la magia que lo mantenía en vuelo.

Se detuvo a pocos metros de la balconada, y unos hombres que aguardaban cerca de estribor, si cabía denominar así al lateral derecho de un barco volador, dispusieron una pasarela, asegurándola a unas argollas con sendas cuerdas. Un grupo de personas descendió del navío, y luego la gente en la balconada comenzó a subir. Antes de siquiera pisar la pasarela, se cobraba el pasaje. Una vez todo estaba dispuesto, la aerocalesa comenzó a avanzar silenciosamente por el cielo sobre la Ciudad. Si la vista estática de los capiteles y cúpulas era llamativa, observarla desde una nave en movimiento era aún mejor.

Al partir de Dura en dirección a Meseta Central, la densidad de torres se hizo cada vez menor hasta que ya no hubo ninguna. Se encontraban sobrevolando Las Profundidades, una gran fosa que dividía grandes distritos de Sharn. Aún así, la figura inmensa de la ciudad seguía siendo visible. Pasaron pocos minutos hasta que comenzaron a divisar las lujosas estructuras de los barrios superiores de Meseta Central. No fue extraño que la aerocalesa se detuviera en una balconada en la mismísima Torre Kundarak, dada la influencia económica de esa casa de enanos.

El banco Kundarak en Sharn coronaba la Torre Kundarak. Estaba rodeado por cuatro estatuas de oro sólido representando detalladas e imponentes criaturas draconianas, alzando las cabezas al cielo con orgullo. El edificio era igual de enorme y sobrecogedor, una estructura de piedra finamente y perfectamente trabajada. Dentro, el lugar estaba repleto de enanos yendo de aquí hacia allá, algunos detrás de un extenso mostrador al fondo de la sala principal, otros conversando con clientes de toda raza y procedencia. De las paredes y el techo a dos aguas colgaban estandartes con el sello de la Casa Kundarak, y todos los inmuebles, a excepción de algunas estanterías y escritorios, eran de mármol.

Los atendió un empleado serio, que tomó los nombres de los aventureros y desapareció de la vista con algunos lingotes en mano, informando que comprobaría su autenticidad. No sufrieron ningún altercado en la institución, pero si una larga demora. Pasó casi una hora hasta que les devolvieron su adelanto en forma de monedas, entregado en bolsas de terciopelo sin distinción alguna, en pos de la discreción. Sin más trámites que hacer allí, sólo quedaba pertrecharse para el viaje a las profundidades de la Torre Dorasharn. Bajo la guía de Lyann, bajaron varios niveles por la Torre Kundarak para luego viajar hacia el norte, al barrio de Tratojusto, ya al nivel de los barrios medios del distrito. Allí podrían encontrar lo que buscaban.