Partida Rol por web

¿Qué clase de ser dejaría un rastro semejante? -me pregunto al ver las marcas en el suelo-. Si se trata de algún engendro del Caos, acabar con él no solo será necesario para ayudar a los tritónidos...

Miro a mis compañeros y señalo con la mano hacia la parte más interior de las cavernas para indicarles que ahí es por donde preferiría avanzar.

Al ver las marcas en el suelo se desvanece de la mente del hombrecillo la imagen de un reptil. Se ve que no acabó de entender lo que Randan le dijo. ¿Una babosa o caracol gigante? Parece claro que lo que sea no tiene piernas y se arrastra. Una serpiente... no dejaría un rastro pegajoso.

Observa el gesto de Kenvent[Orlev] y le contesta indicando el rastro pequeño con un gesto interrogativo. No le hace gracia dejar a sus espaldas algo desconocido. ¿Pero que podría ser? ¿Una cría? ¿Un tritónido superviviente? ¿Faltaba alguno de ellos o sus renacuajos? Quizá esos restos babosos... ¡pero peor sería dejar atrás el rastro grande!

Os hace un gesto para que esperéis. De entre sus bolsillos saca una bolsita de cuero, recoge una pequeña piedra del suelo y, mientras la roza con una piedra brillante que en algún momento debe haber sacado de otro bolsillo murmura unas palabras. La piedra del suelo comienza a brillar con una luz tenue iluminando un amplio área alrededor. Luego la mete en la bolsita, con la inmediata vuelta de la oscuridad circundante, y se la entrega a Aldar[William] dándole a entender con un par de gestos de sus manos que si la lanza fuera tendrá luz rápidamente. Un movimiento brusco de su mano derecha apremia al grupo a que continúe.

Antes de avanzar echa un último vistazo hacia el tunel del rastro pequeño con la esperanza de que la visión de los espíritus le permita ver algún aura entre las sombras.

Erikand se acerca a observar las marcas de tierra pegajosa. Es curioso... Qué demonios será eso? Su instinto le hace agacharse a coger un poco de esa tierra pegajosa para olerla. Quizá era sangre y a la luz de una antorcha no lo veían claramente.

Sin embargo, no es que Erikand fuese un explorador o algo por el estilo, no sabía diferenciar el olor que desprendía esa tierra de cualquier otra.

Meneo la cabeza desconcertado mientras cierro la mano en torno a la bolsa de la piedra de Yorsar. Me la guardo, aunque le hago ver que no me será muy útil mientras tenga que manejar el arco. Necesito las dos manos para llevarlo, pero tal vez nos sirva para iluminar un lugar especialmente oscuro.

Después me quedo mirando los dos rastros, dudando. Por una parte, tenemos la cueva de la que provienen sonidos de agua, frente a nosotros, y por otro la más estrecha, hacia donde va el rastro más grande.

Me acaricio la barbilla, pensativo, hasta que me giro y con gestos vigorosos les indico el ramal más estrecho, lanzándole a Orlev una mirada suplicante. Intentando hacer no hacer ruido les indico con mis manos el peligro que veo: vamos caminando hasta llegar a un curso de agua, que simbolizo con una ondulación de la mano. No podemos cruzarlo y de repente algo nos ataca por detrás, atrapándonos.

Les miro con la esperanza de que me hayan entendido y reviso rápidamente la boca de los túneles, atento a cualquier sonido.

Miro atentamente los gestos de Aldar mientras asiento con la cabeza. Luego me encojo de hombros y señalo el ramal estrecho con la espada, invitando a mi compañero a avanzar por allí. Me vuelvo hacia Swen y Erikand y hago un gesto con la cabeza indicando el camino que indica el cazador. A continuación, sigo a Aldar a la luz de la antorcha.

Siguiendo la intuición de Aldar, entrais por el túnel que se abre a la izquierda. En este punto el túnel es amplio y sus paredes son suaves, como si varias generaciones de tritónidos se hubiesen molestado en ir alisandolas. El rastro gelatinoso cubre completamente el suelo y la luz de las antorchas apenas os deja ver unos metros más adelante.

¿Qué ser repugnante nos espera al final de este rastro? -pienso para mí mientras sigo avanzando tras de Aldar-. No podemos dejar que un monstruo así siga ensuciando la tierra, la batalla contra el Caos es incesante y necesaria.

Sigo adelante con mucho cuidado. El rastro gelatinoso me pone los pelos de punta ¿qué clase de criatura deja algo así detrás suyo? ¿Un horror del Caos? ¿Un monstruo tan anfibio como parecían esos tritónidos? Eso tendría sentido...

Perdido en esos pensamientos, me distraigo y no soy capaz de percibir lo que tengo delante.

Erikand camina desde atrás. Con su maza y escudos preparados, y como en cualquier retaguardia, intenta estar atento. Ya que su vista no le vale demasiado, pues el fuego va delante y él debe proteger la espalda, queda atento a cualquier ruido...

Y eso que había oído hace un segundo no era ni mucho menos el sonido de una gota caer o aguas subterránea...

El oscuro, viscoso y estrecho pasadizo parece ensancharse lentamente, pero antes de que podais llegar a ningún espacio abierto, Swen y Erikand escuchan un sonido reptante en algún punto cercano a vosotros. Apenas teneis tiempo a prepararos cuando un enorme gusano aparece justo detrás de vosotros. Erikand apenas tiene tiempo de reaccionar, pero consigue recibir al monstruo con las armas preparadas.

Erikand escucha un ligero desliz en las paredes, cuando se gira con para ver de dónde viene el sonido, se encuentra con el gusano que se abalanza sobre él.

-Cuidado!

La reacción de Erikand es casi instantánea, y el escudo se afianza en el suelo para resistir como un muro la embestida del gusano. Y justo después de la embestida, cuando Erikand sabe que aún el gusano enorme sufre los efectos del choque, ablanza su brazo contra el gusano, propinando un golpe bajo con su maza.

Swen se aparta todo lo rápido que puede pegándose a la pared como una segunda piel para dejar pasar a Kenvent.

Su mente dibuja la imagen de su amada Randan absorviendo la mente del gusano y nota como esta se aparta en dirección a él.

Apenas me da tiempo a girarme y maldecir ¡Ha ocurrido precisamente lo que temía! Me consuelo pensando en que sería mucho peor si el que nos hubiera sorprendido hubiera sido la versión gigantesca de ese bicho. 

Sostengo impotente mi inútil arco y vuelvo a girarme, meditando si lanzar un conjuro al gusano o utilizar la bola de luz del chamán para iluminar el pasillo ante mí: lo último que necesitamos es que el padre (o abuelo) de esa criatura nos ataque ahora por el otro lado...

Lanzo un gruñido de asombro al oír el aviso de Erikand y me doy la vuelta a toda prisa para dirigirme hacia allí con un par de zancadas. Al llegar junto a mi amigo y alumbrar el monstruo con la antorcha, los ojos se me abren como platos al contemplar la abominación. Sin embargo, al confirmar que se trata de un engendro del Caos, me sobrepongo de inmediato y, sin pensarlo, le atizo con la espada con toda la fuerza que me permiten mis músculos y la magia del dios de las tormentas que me proporcionó Swen en Spol.

-¡Muereee!

El mazazo de Erikand alcanza de lleno al gusano, que se retuerce y se enrosca sobre si mismo por la fuerza del impacto, hasta que la espada de Kenvent acaba con él definitivamente.

Parece que no queda otro como él en la retaguardia, pero la precauciónd e Aldar al lanzar la piedra de luz revela a otros dos acercandose en su dirección.

Dejo rodar la piedra luminosa de Yorsar y se me hiela la sangre en las venas ¡Odayla me acoja en sus verdes praderas! 

- ¡Amigos! ¡Aquí! ¡Dos más! -grito, mientras apunto con mi arco y murmuro una rápida plegaria para pedir la ayuda del Dios Cazador ¿será capaz de escucharme en esta caverna infernal? 

Mi flecha da en el blanco, pero sin demasiada fuerza. Aunque Odayla ha escuchado mi plegaria, la precipitación ha obrado en mi contra. Dejo caer el arco y me aprieto contra la pared como he visto hacer antes a Yorsar mientras saco mi lanza.

- ¡Poneos delante mía! ¡Os apoyaré con mi lanza larga desde atrás como hacen las falanges lunares!

- ¡Randan, los otros! -verbaliza sin desearlo sus pensamientos-

Permanece pegado a la pared, saca su daga por si le fuera necesaria y mira hacia la oscuridad por si el destello de un aura delatara un nuevo peligro.

Su amiga espectra, Randan, aparece como la bruma frente al gusano más cercano al chamán y araña con saña su cabeza atravesándola con sus etéreas garras.

-¡¿Dos más?! -exclamo a la vez que me vuelvo hacia Aldar con la espada manchada de sangre y entrañas de gusano hasta la empuñadura-. Pensaba que solo habría dos de esos engendros. Y Joh nos dijo que solo había uno... Sin tiempo para recuperar el aliento, corro por el pasadizo hasta los monstruos y me abalanzo contra el primero que veo -¡Orlaaaanth!

Erikand avanza decidido contra las dos nuevas apariciones. Gracias a Aldar, no les pillarían por sorpresa.
Erikand pone la mano derecha sobre el collar de madera que tiene desde hace bien poco y susurra a los espíritus casi como si hiciese un deseo.
- Immovilizad a las bestias que vienen contra nosotros. - Mientras avanza un poco más rezagado que Kenvent.

Cuando Kenvent golpea, debido a la cercanía de los sujetos y la trayectoria de Erikand, éste no puede evitar dejar a su lado el escudo para poder descargar un buen mazazo sobre la criatura.