Los ojos de Ealasaid estaban ligeramente hinchados y brillantes por las lágrimas, cada palabra de ánimo de sus amistades y conocidos eran como puñales que se clavaban más profundamente en su alma. Deseaba sentir la calidez de un abrazo amigo, escuchar que todo iba a salir bien, que iban a salir de ésta y que Dios velaba por ellos y que su pequeño nonato estaba ahora en un lugar mejor.
- Gracias... A todos...
Caderyn, por su parte, continuó con su suave interpretación durante un buen rato, sabedor de que sus notas causaban por lo menos un mínimo efecto en los presentes, y también en él mismo. Sin embargo, también sabía que tanto Sir Edward como Lady Ealasaid necesitarían descansar, y también privacidad para hablar entre ellos y ofrecerse consuelo mutuamente. El de Tisbury finalmente separó sus dedos de las cuerdas, y se acerco al caballero de Cholderton para, nuevamente, ofrecer sus condolencias, bendiciones y apoyo.
— Quedo a vuestra disposición, Sir. Espero que Dios os de fortaleza en estos momentos —dijo con voz suave, apretando el hombro del caballero, para luego acercarse a la dama y repetir el gesto, si bien con más gentileza, pues ya de por sí estaba faltando un tanto al protocolo, pero al menos su esposo estaba presente—. Lady Ealasaid, no olvidéis las palabras que os dedicó Lady Cathleen en Londres. Sé que es un momento duro y que las palabras ofrecen escaso consuelo, pero... que esto no os impida volver a soñar en un futuro —Caderyn sonrió a ambos, con cierta tristeza aún en el rostro, y luego se giró a los demás—. Creo que ambos necesitan descansar, entiendo que Sir Edward también ha tenido sus propias luchas y estoy seguro de que querrán... estar solos —el rubio tragó en seco, empezando a caminar a la salida, aunque se detuvo brevemente frente al pelinegro—. Sir Caerwyn, ¿os importuna regalarme un momento de vuestro tiempo? —su voz pareció suavizarse un poco al dirigirse al de Berwick.
Caerwyn seguía cabizbajo, en la silla y con los ojos cerrados. Al ver que el laúd cesaba de sonar, miró de soslayo al de Tisbury para ver que se incorporaba y se acercaba a la pareja. El pelinegro suspiró, apesadumbrado y bajando nuevamente la mirada hacia sus manos.
Entonces Caderyn mencionó a Lady Cathleen y el de Berwick levantó la vista, algo sorprendido. Miró a la dama de Idmiston, como si temiera una reacción ante la mención de "su prima". Aunque no era nada que no quisiera decirle de corazón el propio Caerwyn a Lady Ealasaid, incluso tomarle la mano y decirle que todo saldría bien... pero eso era algo que, como varón, no podía hacer.
A pesar de que el de rubios cabellos instara al resto a dejarle espacio a la pareja, Caerwyn no se movió, sumido en sus propios pensamientos. Sin embargo, cuando Caderyn pasó a su lado y se detuvo, el pelinegro miró a su compañero con cierto pesar. Su petición lo descolocó un poco, mas tras mirar al matrimonio, volvió la vista al de Tisbury y asintió, incorporándose.
—Sir Edward, Lady Ealasaid— dijo, con emoción contenida en la voz, antes de hacer una respetuosa genuflexión y salir de la tienda, dejando a la pareja con su dolor.
Al menos ellos se tenían el uno al otro.
Caderyn también dedicó una pequeña reverencia al matrimonio, así como al resto de caballeros que permanecían todavía en el pabellón, y acabó por salir de la tienda, detrás del pelinegro.
1/2.
Caderyn empezó a caminar por el campamento, buscando alguna tienda o pabellón que estuviese vacío, para luego entrar junto con el pelinegro. Corrió la tela de la entrada, tratando de tener la mayor "privacidad" posible, y entonces abrazó impulsivamente al de Berwick, causando que las cotas de mallas de ambos tintinearan por el choque de ambos cuerpos. El abrazo duró un par de segundos apenas, luego de lo cual el de Tisbury lo soltó.
El rubio abrió la boca varias veces, intentando decir algo, pero las palabras no salían. En su mirada podía verse la preocupación y el miedo, e incluso se cruzó de brazos un par de veces antes de finalmente dejarlos descansando, incómodamente, a sus costados. Se acarició el mentón con una de sus manos.
— ¿... Gigante? —fue todo lo que pudo preguntar, con voz ahogada y sobrecogida por la preocupación.
Caerwyn siguió al de Tisbury con la mirada perdida, como si su mente estuviera en otra parte. Lo siguió hasta una de las tiendas y, acto reflejo, miró disimuladamente alrededor antes de entrar. Al ver que Caderyn bajó la lona para más intimidad, el caballero se puso algo nervioso. Se estaban arriesgando demasiado.
—Caderyn, yo...— intentó decir, cabizbajo, pero el abrazo lo tomó por sorpresa, haciendo que el de Berwick vaciara sus pulmones y cerrara los ojos. Sus manos, temblorosas, intentaron corresponder el abrazo, mas se detuvieron antes siquiera de tocar la cota de malla del de rubios cabellos.
Duró apenas un instante, pero suficiente para calmar la angustia de Caerwyn brevemente, sólo para contemplar la lucha interna del de Tisbury. Resopló y se sentó en uno de los escabeles, apoyando sus manos en sus rodillas.
—Ciertamente, lo abatimos rápido— dijo, aparentemente calmado, quizá para equilibrar el estado actual de su compañero —. Sólo el caballo de Sir Bronn resultó herido— torció el gesto —. El jinete de muchos brazos fue otro cantar... casi deja inútil a Sir Edward, por no hablar del mago, que ha perdido un perro fiel y casi le cuesta su propia vida— explicó, aunque la complicidad que existía entre ambos le indicaba al de Tisbury que algo pesaba sobre su camarada.
Caerwyn alzó la vista hacia él y sonrió, esa sonrisa que sólo tenía reservada para el de rubios cabellos.
—Te habría encantado verlo, aún con el riesgo que supuso— dijo, recordando la curiosidad por lo feérico que sentía el de Tisbury —. Cruzamos... una especie de portal. El jinete parecía ser parte del bosque, con seis brazos y su sangre era agua.
Pareciera que Caerwyn intentaba distraerse relatando aquella gesta o, tal vez, necesitaba ocultar algo más.
Caderyn no tardó demasiado en apartarse de Caerwyn, dejando entre ambos una distancia más segura y propia para la "camaradería" que existía entre los dos caballeros. Por su parte, el rubio se internó un poco más en la tienda, pero quedándose de pie, volviendo a cruzar los brazos, pues sentía una extraña vulnerabilidad en su pecho, sin duda producto de la preocupación que sentía por el de Berwick.
El de Tisbury escuchó con atención las palabras de su igual, mordiéndose nervioso el labio inferior, con la mirada cargada de preocupación. Dejó salir un suspiro de alivio cuando Caerwyn mencionó que el gigante había sido abatido con premura, pero sus hombros volvieron a tensarse cuando mencionó un tal "jinete" de muchos brazos, llevándose una mano al rostro para masajear suavemente su tabique nasal con los dedos índice y pulgar. Aquello le estaba resultando más difícil de lo que había pensado originalmente, pues aunque era consciente de que el pelinegro ya se había enfrentado a una cantidad nada desdeñable de peligros, además de haber provado su valía una y otra vez, igualmente se preocupaba por él, por Cathleen, por su amada.
No pudo sino esbozar una melancólica sonrisa cuando Caerwyn mencionó que a Caderyn le habría encantado ver al tal caballero, pues aquello era cierto, aunque su pasión por las criaturas mágicas sin duda era sobrepasada por la preocupación en ese momento. El rubio acabó por suspirar, y se sentó en un taburete a unos cuantos pasos del pelinegro.
— Creo que... nunca volveré a separarme de vos en campaña, fue una tontería hacerlo esta vez —el rubio extendió su mano hacia Caerwyn—. Sé que sois capaz, lo habéis demostrado una y otra vez, pero... ahora es diferente, no me perdonaría jamás que algo os sucediese y yo no estuviese a vuestro lado —Caderyn tragó en seco, su mente por un momento yéndose al extremo más fatalista de la situación, pero acabó por agitar la cabeza varias veces, tratando de sacar aquellos pensamientos de su cabeza, mientras que un par de voces se escuchaban cerca de la tienda. El rubio acabó por levantarse del taburete, con una mirada suspicaz—. Ya hemos arrebatado suficientes momentos, Sir —dijo con pesar—. Estoy seguro de que pronto empezarán a levantar el campamento, y lo mejor será que hagamos lo propio. Trataré de visitar Berwick tan pronto mis deberes me lo permitan, ¿os parece? —logró esbozar una débil sonrisa afectuosa.
Motivo: Cultura Feérica
Tirada: 1d20
Dificultad: 6-
Resultado: 16 (Fracaso) [16]
Tiré por cultura a ver si rascaba algo de info del caballero, pero no hay suerte.
Caderyn se mordió el labio y el de Berwick sintió un cosquilleo muy familiar, y también anhelado, en el vientre. Desvió la mirada para desviar la tentación mientras terminaba de relatar lo del jinete.
—Estoy bien, Caderyn...— musitó, sonriendo con calma -aunque por dentro era un mar de dudas-, al ver al caballero abrumado por el peligro que su amada había corrido.
Cuando se sentó y le tendió la mano, Caerwyn dudó unos instantes pero terminó cediendo. Se sentía incapaz de negarle nada a aquel hombre, tal era lo que sentía a escondidas por él.
Caerwyn miró hacia el exterior y, segura de que no los verían, llevó una mano hasta la mejilla del de Tisbury, una muestra de tierno afecto —No puedo permitir que renunciéis a vuestro deber por mí, ya que no siempre podremos estar juntos o afrontar todos los males codo con codo... mi dulce caballero— susurró en voz muy baja, por si había alguien afuera que pudiera escucharlos. Con pesar, apartó su mano del rostro de Caderyn y se incorporó, pues también había escuchado las voces afuera y en cualquier momento alguien entraría.
Asintió con una sonrisa sincera a la intención del caballero de visitar Berwick en cuanto le fuera posible, sembrando una nueva esperanza en el atribulado Caerwyn —Os tomo la palabra, Sir— sonrió aún más y se vio obligado a bajar la mirada, ruborizándose.
Entonces, mientras se dirigía a la puerta, se detuvo junto al de Tisbury, alzándose sobre las puntillas para susurrarle algo al oído —Sois irresistiblemente encantador cuando os mordéis el labio, mi señor— su tono fue muy bajo, imperceptible salvo para el destinatario de sus palabras. Caerwyn se apartó con una sonrisa ladina y salió de la tienda.
Caderyn asintió a sus palabras y suspiró, cerrando los ojos para que sus sentidos estuvieran más enfocados en el tacto de la mano de Caerwyn sobre su mejilla.
— Lo sé, lo sé... pero es imposible no preocuparse. Estoy... deseando que el momento en el que finalmente podamos estar juntos sin miedo llegue pronto, nada me encantaría más que profesar mi amor por vos a los cuatro vientos —sonrió esperanzado—, y que podamos... hacer frente a todo juntos, como decís —el caballero acarició con suavidad el dorso de la mano de Caerwyn antes de que éste la apartara de su mejilla.
Ya de pie, el caballero le devolvió la sonrisa al de Berwick.
— Definitivamente —reforzó él, sus mejillas también sonrojándose cuando el pelinegro bajó la mirada.
Iba a echar a andar, pero Caerwyn llegó primero a donde estaba él, sus palabras haciendo que el caballero inevitablemente volviera a hacer aquello que le parecía encantador, y soltando todo el aire de sus pulmones de golpe y también estremeciéndose un poco, sonriendo de oreja a oreja, apenado, pero también con un brillo en su mirada. Caderyn apartó la vista del de Berwick, teniendo que reprimir con todas sus fuerzas las ganas de rodear su cintura y besarlo, pero cuando su voluntad se vió doblegada, el pelinegro ya estaba saliendo de la carpa. Caderyn frunció el ceño y volvió a dejar salir todo el aire de golpe, antes de salir a zancadas de la tienda.
Una vez fuera, a la luz del día, era evidente que el sonrojo en el rostro del caballero apenas iba desapareciendo. Se colocó a la altura de Caerwyn y le propinó un amistoso codazo en el brazo.
— Sois un tramposo, Sir —le recriminó, claramente agitado, pero en el buen sentido de la palabra. Sin embargo, el "enfado" le duró poco, echándose a reír después—. Ay, las fatas... —bromeó, dirigiéndose nuevamente a la parte conocida del campamento.
Caerwyn respiró hondo, cerrando los ojos y soltando el aire muy despacio, buscando un poco de paz, cuando sintió a Sir Caderyn situarse a su vera. Ambos caballeros habían entablado una buena amistad desde la Corte de primavera y se palpaba la camaradería en ellos. —En breve regresaremos a...Auch— Caerwyn miró extrañado a Caderyn por el codazo amistoso que el caballero le había propinado, mas pronto se vio contagiado por la risa del de Tisbury. Pocos habían escuchado la risa de Caerwyn, pero sólo duró un breve instante, ya que el pelinegro que se apresuró a guardar de nuevo la compostura, carraspeando y mirando de soslayo a su compañero —Nunca retéis a un señor de Berwick, Sir— replicó, apoyando una mano amistosa en el hombro del fe Tisbury —Y creo recordar haberos advertido sobre las fatas...— añadió ladino, antes de reunirse con el resto de compañeros.
Tras intercambiar algunas palabras de cortesías con sus iguales, Caerwyn se despidió de Lady Ealasaid y Sir Edward en primer lugar. Tras ellos, les tocó el turno a Sir Ewan, que cada día se ganaba más el respeto y la admiración del de Berwick; y a Caderyn, deseando a ambos que Dios los guardara en sus noches. Por último, se despidió de Sir Amig y del resto.
Caerwyn, subido a su montura, se llevó una mano al vientre y echó un último vistazo al campamento. Respiró profundamente y resopló, sacudiendo la cabeza para apartar sus pensamientos antes de tirar de las riendas de su caballo para regresar al hogar.
Uno que vuelve a casa :)
Si Ewan decidió que se quedaría en el campamento hasta que Lady Ealasaid y su marido, Sir Edward, se retirasen. Ella era su amiga y acababa de recibir un golpe devastador, sus tres hermanos habían muerto, su hijo nonato había fallecido en su vientre, no podía imaginar un dolor mayor y él haría lo posible para acompañarla.
Se puso en pié y de salida apoyó una mano en el hombro de Sir Edward, pero fue a la dama a la que miró a los ojos. - Estaré fuera de la tienda, si necesitáis algo llamadme, vuestro dolor es mio también. - apretó el hombro del hombre - Os dejo sólos, para que podáis descansar en intimidad.
— Ya lo veremos, Sir Caerwyn —respondió él, en tono jovial—, y sí, ciertamente me habíais advertido, pero una cosa es lo que podáis decir, y otra verlo de primera mano —acabó por añadir el rubio, intentando "picar" al pelinegro.
Caderyn se despidió amistosamente Caerwyn, para luego hacer lo mismo con Sir Ewan, y también con Sir Edward y Lady Ealasaid, colocándose una vez más a disposición de la pareja en caso de necesitar cualquier cosa. También se despidió de Sir Leomie, esperando en algún momento volver a coincidir con el bretón.
A lomos de su rocín, y acompañado por Frederick, quien montaba la otra bestia del de Tisbury, Caderyn le dedicó una última mirada al campamento, y también un poco más allá, suspirando, antes de emprender el largo regreso a casa.
También me marcho.
Al escuchar las tristes nuevas de Lady Ealasaid, me acerqué a ella y a su esposo, para transmitirles mi pesar:
- Mis más sinceras condolencias por vuestras perdidas, sobre todo por la de vuestro hijo. No puedo imaginarme mayor dolor que el de un padre que tiene que enterrar a un hijo. Si puedo hacer algo para aliviar su sufrimiento, no dude en pedírmelo, por favor.
Era un golpe duro lo que esta pareja tenía que sufrir. Debían de disfrutar del amor y de a juventud, no sufrir este cúmulo de desgracias.
Los ojos de Ealasaid miraron con pesar y agradecimiento a Memnoch, dedicándole una ligera inclinación de cabeza a modo de saludo, pues no se sentía con fuerzas de mucho más.
- Gracias señor Memnoch... Pero... No hay nada que enterrar...
Era cierto, el pequeño ni siquiera había nacido o poseía un cuerpo real que enterrar, solamente quedaban los restos de sangre de sus ropas y éstas, éstas seguramente fueran quemadas...