Partida Rol por web

Los diez niños, no tendrían más de cinco años ninguno de ellos, llegaron casi a la vez al Refugio. Venían de diferentes partes del mundo y todos habían sido escogidos por una razón. Aunque ellos no lo sabían.

Estaban Andreas y Mikhail, ambos de Rusia. Una tierra fría donde la supervivencia era difícil; Hansel de Alemania, otro lugar duro; Seth que venía de Turquia, que estaba constantemente en guerra por territorios; William de Inglaterra, un joven algo enclenque; Athan era de Grecia, de un pueblo cercano al Santuario, un lugar que sólo había escuchado en leyendas e historias pero que al parecer era real; Jean Paul de Francia, que se creía la joya del mundo;  Ryu de Japón un lugar exótico y misterioso, sólo superado quizás por el lugar de nacimiento de Xao que era China. Y Miguel, que venía de España.

Estos diez jóvenes, todos huérfanos, estaban en el refugio porque de ellos dependía el destino del mundo. Aunque los niños no eran conscientes de ello.

En el Refugio fueron recibidos por un anciano de rostro amable que era conocido simplemente como "el Guardián". Aunque lo veían continuamente apenas se relacionaba con ellos, ya que eran los maestres los que se encargaban de la educación de los niños.
Les enseñaron latín y griego antiguo, aprendieron conocimientos que sólo estaban al alcance del clero y algunos nobles privilegiados. Y aprendieron también a defenderse por si mismos. Les educaron en cuerpo y alma. Y llegado el momento les hablaron de los Caballeros de Atenea.

Fue precisamente el Guardián quién empezó a hablarles de ello. Empezó contándole la historia de los Dioses griegos. De cómo sólo Hades y Atenea siguieron observando y vigilando a la humanidad cuando los demás dioses les dieron la espalda. O mejor dicho, la humanidad les dio la espalda a ellos.
Pero no así Hades, que empezó a verlos como algo más interesante, aunque fuese carne de cañón para esclavizarlos y obtener poder para derrocar a los otros dioses.
Y Atenea, que se enteró de lo que quería hacer su tio y decidió evitarlo, pues los humanos estaban destinados a grandes cosas.

Así empezaron las guerras entre Hades y Atenea. Guerras que llevaban realizando desde hace siglos, y que a veces ganaba Hades, y otras, Atenea. Pero nunca con un resultado definitivo, ya que aunque uno de ellos perdiera (e incluso pereciera) se reencarnaban para poder continuar la sangrienta batalla.
Y así se enfrentaban los caballeros de Hades contra los de Atenea. En una guerra secreta por el destino del mundo.

Los jóvenes, que ya tenían entonces ocho años cuando les empezarona explicar la historia, comprendieron que podrían formar parte de algo increíble. Y se tomaron su entrenamiento aun más en serio.
Se conocían muy bien entre ellos. Pues no en vano habían crecido juntos. No tenían muchas visitas del exterior, a excepción de algunos encapuchados que a veces venían a hablar con el Guardián.

Incluso alguno de ellos se quedaba alguna noche, para curiosidad de los jóvenes. Todos intentaban averiguar quiénes eran, pero no lograban acercarse lo suficiente para cerciorarse. A pesar de ello alguno estaba presente durante los entrenamientos. Y Mikhail juraba que uno de ellos le había estado observando y vigilando durante todo un día.

Pero exceptuando esas visitas especiales, nadie entraba ni salía del Refugio. Y así sería hasta que llegó un día, cuando todos habían cumplido ya once años, que se les informó de que si querían podrían salir del Refugio. Podrían tratar de conseguir una armadura de bronce y convertirse en caballeros de Atenea. Si es que eran dignos, claro está.

Los niños se miraban nerviosos entre ellos. No sabían qué decir.

Nervioso y emocionado a partes iguales, corro a ver a mis compañeros. Pronto nuestros caminos se separarán y seguro que no volveremos a ser los chiquillos que ahora somos. Nos miramos entre nosotros.

Y ahora... ¿Qué? ¿Sabéis dónde... marcharéis?

Pregunto desviando la mirada ligeramente hacia el suelo. Nunca me habían gustado las despedidas. Pero estoy completamente seguro de que todos ellos darán la talla como futuros caballeros.

William se quedó mirando fijamente a el Guardián en cuanto acabó de hablar. Parecia no creerselo, pero después sacudió la cabeza como si se despertara.

Bueno. Yo lo que sí que sé es que no pienso irme a Inglaterra de nuevo. No tengo buenos recuerdos de allí. Lo más seguro es que me vaya a España o Italia.

Miguel, por el contrario, parecia sonreir como si le hubiesen concedido un deseo.

Sí. Lo sabía. Sabía que seríamos caballeros.

Después escuchó a Mikhail y William.

Pues a mi me gustaria conocer el pais de Xao. Lo que cuenta de allí es muy bonito.

Eso os llamó un poco la atención, pues sabíais que Xao no era lo que se dice muy hablador, y no recordais que haya comentado nada de su pasado. Por lo menos a vosotros.

La cara de suficiencia de Jean Paul lo decia todo. Como siempre.

Bah. No sé de qué os sorprendeis. Yo por mi parte pienso volver a Fracia. No hay nada como la capital del mundo para estar. Y por cierto, os recuerdo lo que ha dicho el Guardián, que parece que no le habeis escuchado bien.

Vais a tratar de conseguir las armaduras. No hay garantía de que "vosotros" las consigais.

Pues yo pienso ir al origen de los caballeros, a Grecia. Y voy a conseguir mi armadura. Dijo haciéndole una mueca a Jean Paul.
Este grupo había sido su familia durante estos años pero el ansia de convertirse en un poderoso caballero como los de las historias que contaba el guardián era lo único que hacía que separarse de ellos tuviera algún sentido. Ryu nunca había sido muy efusivo con sus emociones pero no pudo evitar que los ojos se le humedecieran mientras decía:
Esto no es un adiós, os buscaré tan pronto consiga mi armadura. En cuanto seamos todos caballeros nos encontraremos de nuevo.

Andreas escucho a sus hermanos. Estaba claro que ahora deberían separarse si querían lograr hacer algo y regresar siendo Caballeros.

Al escuchar al resto y dictar los destinos de algunos, no dejo por unirse a la conversación. Jean Paul seguía con su carácter, lo cual no agradaba a Andreas de ninguna forma.

- Por mi parte regresare a mi tierra. - Comento. Miro hacia la lejanía recordando un poco su tierra. - Creo que si los dioses nos sonríen nos veremos de vuelta portando el emblema de caballeros. ¿Queréis que hagamos un pacto?

Todos teníamos la esperanza de convertirnos en caballeros al servicio de la diosa Athena, ya sea por unos motivos u otros el objetivo era el mismo pese a nuestras diferentes perspectivas de la vida. Me mantuve callado escuchando oír al resto, sus destinos, donde irían a conseguir la tan ansiada meta, una armadura de bronce. ¿Estaríamos preparados para lo que el destino tenía preparado para nosotros? Imposible saberlo.

- Inglaterra. - Dije para romper mi silencio. - Es donde tengo que ir. - Hice una breve pausa antes de continuar hablando. - Yo por mi parte, conseguiré ser caballero. Pienso entrenarme duramente para conseguirlo. Será mejor que vosotros hagáis lo mismo, si no, no pienso perdonaros por fracasar. - Comenté finalmente con cierta dureza en mis palabras, al fin y al cabo, fue nuestra elección. Formar parte de aquellos que escuchábamos en leyendes era un orgullo. No tenía pensado en recular, ellos tampoco deberían.

El joven oriental simplemente asentia ante las palabras de sus amigos. Se mantenía tan silencioso como siempre, aunque parecia pensativo.

Japón.

Fue lo único que dijo. Dando a entender que ese era el destino que quería. Miró a Miguel, como si no hiciera falta explicarle nada más y este asintió.

Hansel se erguía de hombros y sonreia de manera orgullosa mientras el anciano explicaba lo que sucedería. También se mantuvo atento a los comentarios de sus "hermanos", pues no quería que nadie eligiera el destino que tenía en mente. Por fortuna nadie lo hizo.

Pues yo pienso ir a España. Me parece un lugar adecuado.

Ante el comentario de Andreas preguntó curioso.

¿Un pacto? ¿Qué tipo de pacto?

El último en hablar fue Seth. Parecia tan tranquilo como siempre, era como si la declaración del Guardian no le hubiese sorprendido. Y bien pudiera ser que no lo hubiese hecho, ya que más de una vez ha actuado como si supiese lo que pasaría en un futuro. Eso lo hacia ser algo desconcertante, más de lo normal.

Yo iré a Turquia. Quiero volver a ver mi tierra.

También estoy interesado en el pacto. Cuenta algo más.

Alemania.

Digo, atento a todo lo que dicen mis compañeros, con media sonrisa. Hago un ademán para invitar a Andreas a explicar mientras sigo hablando.

No sé si lo conseguiré, pero daré mi mejor esfuerzo.

Andreas miro al resto de compañeros presentes.

- Estaba pensando que tal vez ya que no se realmente el plazo que nos darán para convertirnos en caballeros. Podemos reunirnos una vez mas cada 6 meses y comentar como vamos progresando, o si no fuera el caso. Tras 1 año intentar reunirnos. ¿Que os parece? - Comento el joven a los demás.

Tal vez no nos sea posible conseguir la armadura tan rápido pero deberíamos poner una fecha y un lugar e intentar ir todos los años en cuanto tengamos la armadura. Así en algún momento nos reuniremos todos.

Extiendo mi mano orgulloso.

Hecho.

Pese a nuestras intenciones y lo mucho que nos podríamos esforzar, no dejábamos de ser unos críos que aún nos faltaba mucho por aprender y de descubrir. Un año podría parecer mucho, pero poco comparado con nuestro objetivo. Ser caballeros era una tarea lejos de ser sencilla, una proeza.

- Yo también dudo que la consigamos tan pronto, pero supongo que es una forma de mantener un contacto. - Me quedé pensativo durante unos segundos antes de continuar hablando y dar una respuesta. - En ese caso...contad conmigo. - También lo vi como una especie de competición, quedarme atrás no era mi intención.

Andreas asiente a los demás, seguramente tuvieran razón.

- ¿Pues que os parece que pongamos una fecha de 1 año a partir del momento que dejemos el Santuario y luego cada 6 meses? – Comento al final el ruso.

Los demás parecieron seguir el momento, dando la mano a sus "hermanos". Todos queriendo encontrarse de nuevo y observar los progresos de cada uno.
Bueno, todos no. Jean Paul ni se había acercado.

Pufff. Mira que sois ilusos. De verdad creeis que vais a estar listos en un año. La mitad estareis muertos, y la otra mitad querreis estarlo. Las pruebas son muy duras, y pocos aguantan. Muchos de ellos mueren. No os dejeis engañar por las historias del viejo y leed algo más.

Conmigo no conteis. Volveré con mi armadura, por supuesto. Pero cuando la tenga. No antes.

Y dicho esto se giró para marcharse.

Quise responder o replicar algo ante su actitud, pero sencillamente... no pude. Me quedé con la mano extendida hacia mis compañeros, esperando las respuestas de los demás. Sólo añadí una frase.

Año tras año en el mismo lugar. Que vengan aquellos que la hayan conseguido. Así tarde o temprano... nos reuniremos. Todos.

El Guardian sonreía mientras escuchaba a los niños. Oirles le reconfortaba el alma. Los conocía a todos y cada uno de ellos, pues los vigilaba y quería como si fueran sus propios hijos. A pesar de lo que le habían advertido no pudo evitarlo.

Aaah. ¿Alguna vez fui tan joven?

Sumido en esos pensamientos miró al cielo, y su cara cambió drasticamente. De la alegría al dolor y la tristeza. Volvió a mirar a los niños reunidos y no fue capaz de mantener la vista. Con lagrimas en los ojos se levantó para alejarse y que no le pudieran ver.

Es la maldición de todos los que pueden atisbar el futuro. Que seas capaz de verlo, no quiere decir que te guste lo que ves.

Por fortuna, estaban todos demasiado ensimismados en sus sueños para darse cuenta de qué le pasaba. Sólo pudieron verle alejarse.

No lo sabían, pero sería la última vez que lo verían. Pues al día siguiente marcharon hacia sus destinos para convertirse en caballeros.