El frío hace más acogedora si cabe a la capa, en la soledad de la noche, mientras escucha la respiración rítmica de Sayuke en sus sueños.
Espabilándose al sonido de los lobos, intenta concentrarse en esa sensación de que su marcha hay algo que no cuadra, pero al final piensa que no es importante. Mirando a Sayuke, decide seguir con la guardia un rato más antes de despertarla.
Si la despierto porque unos animales vayan de un lado para otro por nada, creo que yo sería el siguiente en aullar.
Supongo que con el fracaso (11) no percibo una mierda :P
Tras una noche oscura y helada se despierta una mañana calmada y clara, aunque igualmente fría. Sayuki se despereza como un gato, con el pelo revuelto y bostezando mientras estira las piernas y brazos para desentumecerse. Tras unos parpadeos con mirada extraña parece acordarse de quién eres y qué hacéis allí, lo que le devuelve a los labios una sonrisa enigmática.
El desayuno es casi fugaz y en breve os ponéis en marcha, hacia la cara norte del valle. Cruzáis unas colinas boscosas por entre pequeños desfiladeros y helados cauces de ríos, a la sombra de árboles sepultados por nieve y de colinas rocosas, hasta dar a un gran lago que es una gran plataforma de hielo. Allí Sayuki te dice que estaréis un poco expuestos así que mejor moveros deprisa, y bordeando las colinas por la orilla oeste del lago, llegáis a la falda de las montañas del norte pasado el mediodía.
Te va recordando mientras camináis el plan. Entrar en las cuevas donde se refugian por unos estrechos pasadizos y rescatar a prisioneros. Las entradas principales, según te comenta están vigiladas por torres improvisadas de defensa, mientras que en los pasadizos sólo habrá un vigía o dos.
Trepáis por la ladera hasta que ella te hace una señal y en el helado paisaje rocoso te señala a un centinela, cerca de una grieta entre grandes piedras. No parece haberos visto. La ves en tensión, como una leona de caza, con su melena clareada azotada por el viento de las montañas.
-¿Eres buen arquero, Ukide-san? - te pregunta sin dejar de tener los ojos clavados en el centinela.
Creo que es hora de retomar esto, si aún te apetece :( Arquería es con Kyujutsu y con Reflejos que tienes 1 y 3 respectivamente.
Jurl, hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo de cómo funciona esto :( Cómo se haría la tirada de Arquería? Dificultad y número de dados?
La tirada sería donde pone Motivo pones Kyujutsu + Reflejos, donde pone dificultad pondrías un 20, donde pone Dados lanzados, la suma de ambas, en este caso 4 (3 de reflejos + 1 de Kyujutsu), donde pone guardados sólo los reflejos, en este caso 3- Y el resto como está. Ella sólo te ha preguntado si eres buen arquero. En este caso no eres un gran arquero, pero te defiendes, sobre todo por unos buenos reflejos. En principio sólo tendrías que contestarle pero si lo que quieres es impresionarla, harías la tirada con los valores que te he dicho.
Ukide observa la situación, la distancia entre ellos y el vigía, y el viento que mueve melenas y ropajes. - Sabes de sobra que mi hoja es lo que mejor manejo y por eso me quieres aquí, pero tampoco soy manco, si lo deseas... - Y dicho eso busca entre su equipo el arco y una flecha, esperando la reacción a sus palabras.
No me acordaba qué atributo indicaba los dados a guardar ni demás cosas :P Voy a hablar y luego ya veremos ;)
La única reacción de la atigrada ronin es la de asentir y hacer un ademán con la mano para que dispares la flecha.
Por su mirada depredadora nunca sabes exactamente cuándo te está poniendo a prueba, aunque en esta ocasión parece más que evidente que es así.
Ante la indicación de Sayuki, Ukide-san coloca la flecha en su arco, lo tensa calculando la distancia y suelta, esperando no errar. Nada más salir la flecha Ukide-san ve que no va tan bien como quería.
Ya está hecha la tirada, casi, por uno ;)
El viento es fuerte, más fuerte de lo que habías intuido y la desvía ligeramente, manteniéndola en vuelo un poco más de lo necesario, haciéndola golpear contra la piedra que hay justo sobre la cabeza del objetivo. Éste se prepara para gritar pero Sayuki ya casi se encuentra sobre él con su katana en mano. Debió salir corriendo en cuanto levantaste el arco, no sabes si sospechando que estabas apuntando mal o por falta de confianza. La ronin se tira sobre él con la fiereza de una leona y antes de que el soldado pueda dar la alarma corta su graganta con un tajo corto y potente que empuja el cuerpo contra las rocas, dejando escapar lentamente su via en una expresión agónica. Con un golpe seco en el aire Sayuki expulsa la mayor parte de la sangre del filo de su katana y te hace un gesto para que te acerques.
-Será mejor que nos demos prisa, y espero que no tengan pronto un cambio de guardia.
Te tiende un farolillo que tenía el difunto guardia y lo enciende.
-¿Quieres ir delante o prefieres llevar el farol y cubrirme la retaguardia?
- Mierda - Nada más ver que la flecha se choca irremediablemente en la piedra, Ukide agarra su espada y amaga con mirar a Sayuki antes de darse cuenta que está junto al guardia. Sale de su escondrijo y se sitúa lo más rápidamente posible junto a ella. Ante su pregunta responde - Las damas primero, dame el candil - pensando que Sayuki sepa por dónde moverse.
A partir de ahora Ukide-san sabe que empieza las dificultades y los errores no serán tan leves como el fallo con el arco. Se tensa, tanto por las luchas futuras como por lo que Sayuki pueda no haberle dicho.
Os internáis en una cueva que, a pesar de la palpable humedad, no despide ningún olor. Tal vez porque el frío lo amortigüe. El suelo de piedra del túnel es resbaladizo y os cuesta caminar con soltura y presteza. Vuestros pasos, así como las gotas que de vez en cuando se deprenden del techo, son los únicos sonidos que recorren, como un eco, la grieta que se adentre en las entrañas de la tierra.
No es un túnel recto, más bien parece una caverna estrecha y retorcida. Estáis obligados a subir y bajar escalones naturales de rocas desprendidas, y doblar recodos oscuros.
Pero no os encontráis con nadie y Sayuki te acaba anunciando que estáis cerca de la guarida. Entraréis por la parte de atrás, y con un poco de suerte podréis acercaros a los prisioneros sin causar mucho revuelo.
La caverna desemboca en una sala de piedra tallada, una cámara de techo bajo y paredes oscuras como la noche sin estrellas. Hay algunas cajas desperdigadas y calabazas de bebida. Una luz cercana indica que en la sala contigua, a la que se accede por un soportal cuadrado, puede haber alguien, y de hecho, tras unos instantes unas voces os lo confirman. Hay un pequeño repiqueteo de vez en cuando, junto con unos cuantos susurros.
Según os acercáis cautelosamente al soportal una voz se alza, como un recién llegado en la sala contigua.
-Tenéis diversión holgazanes. Dejad de jugar a Fortunas y Vientos* que nos movemos. Pero antes nos han encargado liquidar a los prisioneros. No nos hacen falta y no quieren dejar a ningún hombre atrás para tener que estar vigilándolos.
Al oír eso tu compañera te mira un instante con cara de urgencia y se interna en el soportal, desenvainando tu arma.
Un escalofrío recorre tu espalda sólo de pensar en el sacrificio inútil de tantas vidas, y a la vez la idea de entrar en combate te repugna. La sensación de tener una persona boqueante, aferrándose a los últimos instantes de vida, con los ojos implorantes y vidriosos, a tus pies, sesgada por tu arma, te hace sentir enfermo.
* Un juego de dados popular.
El camino es tortuoso y difícil hasta llegar a la primera señal de vida humana. Ukide apaga el candil y escucha junto a Sayuki la conversación.
Los recuerdos de una vida anterior afloran mientras Sayuki va a por los soldados. La mano le tiembla al intentar sacar la katana en un gesto automático. Se mentaliza para lo que viene y para tomar la opción correcta, respirando profundamente y templando su cuerpo. Calma Ukide, va a ser terrible para mí, pero ayude o no a Sayuki va a morir gente, y no soportaría añadir sobre mi espalda la culpa de no haber hecho nada a su debido tiempo.
Pone su mente en blanco, agarra su arma y se adentra detrás de Sayuki.
Entráis como una tormenta de muerte en una estrecha sala con tres salidas y donde hay cuatro bandidos, tres sentados que acaban de dejar de jugar a los dados y uno de pié, armado con un yari*. La sorpresa apenas les deja actuar mientras vuestras espadas se abren paso en las penumbras de la habitación. Con un solo gesto Sayuki cercena casi por completo el brazo del que está de pie y extiende el arco hasta la espalda de uno de los guardias sentados. Tú, más lento a causa de tus dudas, entras cuando los otros dos que quedan están echando mano a sus armas. Te da tiempo a dejar a derribar al que ha tardado más en ponerse de pie, cortando desde el muslo hasta el vientre mientras que te pones frente a frente al que a logrado incorporarse. Levanta su arma en postura de defensa, sin señal alguna de ir a atacar.
¿Te puedes permitir titubear o ser piadoso?
* Lanza.
La espada piensa por Ukide y acierta en el primer adversario encontrado. Ukide nota cómo una niebla roja cubre sus pensamientos y no se permite titubear, atacando al defensor inmediatamente.
Extrañamente, siente como si en la sala hubiera muchos más cuerpos de los que hay.
Tengo que tirar algo? Y no lo digo porque al principio hubiera visto el "Lanza" como un imperativo :P
Con la velocidad del relámpago continúas tu carga y los reflejos de tu oponente no pueden rivalizar con tu velocidad y tu técnica. Trata de levantar la katana para bloquear un tajo oblicuo dirigido a su cuello pero no reacciona con suficiente rapidez y la sangre salta, mostrando una garganta abierta que intenta succionar una bocanada de aire que nunca llega. Unos pataleos furiosos dan paso a la calmada muerte.
No, de momento nos saltaremos las tiradas. Estos son matones de tres al cuarto y tú les das mil vueltas, no merece la pena.
Sayuki simplemente afirma mientras se aposta en la puerta donde entró el lancero, escrutando la oscuridad.
-Por la puerta cerrada. Ve y libera a los prisioneros. Yo me encargaré de vigilar por si alguien viene por aquí. Es el acceso al campamento principal.
La susodicha puerta cerrada es una serie de tablones anudados y atrancados con un par de postes. Retiras los postes y luego la improvisada puerta para dar a un pasillo iluminado vagamente por un farolillo de papel.
Un sonido se desliza por el aire del pasillo, un martilleo discontinuo y desganado que se va acrecentando según caminas en la penumbra. Al doblar un recodo ves una luz rojiza al fondo del corredor, de donde proviene el sonido. Al acercarte al arco que concluye el pasillo te asomas a una sala cavernosa donde hay instalada una forja. Un fuego vivo y danzante proyecta su luz contra las sombras de la estancia. Dos grandes yunques de metal negro están dispuestos a su alrededor, así como cubos de agua y de carbón. Junto a uno de los yunques hay una figura arrodillada, con la espalda contra el yunque, que golpea con un martillo de forma mecánica y abstraida, lanzando el brazo por encima de su cabeza hacia atrás. Una larga melena blanca y sucia, con las raíces negras, cae sobre un rostro demacrado por el hambre. Un kimono maltratado por el sudor y el ejercicio aún muestra, vagamente, el mon Grulla, muy quemado por numerosas partes, bajo un delantal ennegrecido.
No parece notar tu presencia.
Observando detenidamente a la figura que golpea ritmicamente Ukide certifica que es el espadero del clan Grulla que Sayuki dijo.
- Hola. Puede respirar tranquilo y dejar lo que está haciendo, hemos venido a liberarlo. - Pero presa de la urgencia pregunta - ¿Sabe dónde está Keiji-san? ¿Y no sabrá si están cerca de aquí Donjai-sensei o Fuhiro-sama?
De repente se da cuenta de su torpeza y sus malas maneras. Se acerca al espadero y acerca una mano para ayudarle a levantarse. - Perdone mis modales, soy Doji Ukide, del clan Grulla. - Omite deliberadamente el título de ronin
La cabeza se alza ligeramente, con unos ojos pálidos mirándote por entre unas greñas sucias. Su mirada es indiferente, como si su portador hubiese cruzado ya umbrales que no deben ser cruzados por nadie cuerdo. Se ríe por lo bajo, con una voz ronca y desagradable.
Desde la oscuridad del otro lado de la sala surge una voz que reconoces, la del hijo menor del Daimyo, Keiji-sama.
-Keiji-san reconoce esa voz, Ukide-san. A Keiji-san y a los demás les vendría bien su ayuda.
Entre las sombras distingues un pequeño dintel que te lleva a una celda, en la que están engrilletados un buen número de personas junto con el joven monje que ahora se revuelve. Todos muestran un aspecto deplorable y las heridas producidas por el contacto de los grilletes.
-Las Fortunas os guían si habéis venido a buscar a Keiji-san y al resto de la gente. Primero la liberación, después las explicaciones.
Levanta las manos mostrando los grilletes y la cadena que los une a la pared, así como la cerradura que los mantiene.
Al oír y reconocer esa voz, y observar al hablante, Ukide sonríe - Las Fortunas son propicias, me alegro de veros, Keiji-san.
Mira los grilletes que muestra - Razón tenéis, primero la libertad. ¿Sabéis quién tiene las llaves? - Y se mueve en dirección a los soldados yacientes, por si alguno las tuviera. También busca con la mirada a Sayuki, por si ella las encontró primero.