Emiko realiza una descarga de golpes fulgurante que, aunque no acaban completamente con su oponente, sí le dejan en muy mal lugar, y cercano a la muerte.
El bushi restante que queda en pie alza su sable y en un extraño quiebro realiza un tajo en 360 grados que busca la cabeza de alguien que no es la de Yugure. La katana se dirige hacia la cabeza del anciano. Pero aún hay una oportunidad de detener su espada.
Yugure y Natsuki, podéis hacer una tirada de reflejos a dificultad 15 para intentar detenerle, y posteriormente un ataque, para ver si le hacéis suficiente daño para derribarle.
Si lo intentáis, aunque falléis la de reflejos, haced el ataque, pero sucederá después de la acción del bushi.
Suerte.
En un segundo la perspectiva cambia, muta como una tormenta en una tarde de verano. El bushi con el que Yugure se enfrenta ha desviado la mirada, inspira, y lanza un corte con su katana que, esta vez, se olvida de la Mariposa Azul, y se dirige a la cabeza del anciano historiador.
Una verdad silenciada no es verdad, ni siquiera es recuerdo en nuestro caso. Sólo un enigma por resolver.
Así lo debe haber pensado el samurai, dispuesto a acallar la sabiduría del hombre cortando su vida, enterrarla junto con su cuerpo, para siempre.
Pero Yugure luchará por impedírselo, porque ahora ya está claro que las respuestas sólo vendrán a través del historiador. Y su vida es más valiosa que la de ella. Así que levanta rauda su espada, como sólo un grulla entrenado y concentrado puede hacer, un giro único con la hoja brillando en su mano, hoja y alma en el movimiento, a la una.
Y las hojas chocan, y en el aire el sonido de los dos aceros se entremezclan...
De momento la acción de Yugure ha llegado a tiempo pero el daño tampoco es muy decisivo y puede que no sea suficiente. Esperaremos hasta la acción de Natsuki.
Natsuki reacciona a tiempo al movimiento lógico del bushi, cambiando rápida y levemente la posición del arco y dejando volar la flecha. Es ella la que debe buscar su destino; y de hecho, lo alcanza, impactando en la carne del bushi y clavándose con no poca fuerza.
Cuando dices
Cita:
entiendo que te refieres a Emiko.
Al cambiar de rumbro el bushi dos sucesos acontecen a la vez, Yugure asesta un golpe preciso por debajo de las costillas del guerrero y una flecha se clava en su homoplato derribándole por el impacto. Su arma nunca llega al anciano que mira atemorizado el frío acero que se le avecina.
Tras un par de respiraciones para recuperar el resuello el combate se traduce en tres bushis caidos, uno malherido y un shugenja desaparecido. Pero del puesto de vigía llegan nuevas tropas. Al menos una docena de bushis.
El que aún queda en pie alza su katana en posición defensiva, apartándose del camino.
-¡Vamos! ¡Traedlo!- grita el unicornio a sus compañeros, volviendo a poner una flecha en el arco y preparándose para cubrirles en la huida.
Mi intención es apuntar hacia el grupo de bushi que se acerca mientras mis compañeros llegan a mi altura en su retirada. Si tengo a algún perseguidor a tiro de dificultad 30 o menos y mis compañeros aún no están a mi altura, avísame y disparo.
-Ven con nosotros, supongo que eres Izaku Dayu sama, historiador. Habrá tiempo para hablar, pero no ahora. Hay que conseguir salir de aquí.
Yugure echa a andar ayudando al anciano, cubriéndole del posible ataque del que se ha apartado, y que sigue en posición defensiva. Hace una seña a Emiko y a Ryu, para que no se separen tampoco. Retroceden hacia donde se encuentra Natsuki, para una vez todos juntos de nuevo emprender el camino de regreso, antes de que lleguen los bushi que han avistado.
Rápidamente limpio mi espada y a la señal de Yugure asiento y me muevo rápidamente hacia Natsuki. Miro que Ryu me siga sin quedarse atrás. El anciano está a salvo de momento, nuestro siguiente objetivo es llegar vivos a la torre... como sea. Una vez llego a la altura de Natsuki me pongo en posición defensiva a la espera de su siguiente orden.
Por alguna extraña razón los soldados no avanzan más y se quedan a una distancia prudente, alejándose del alcance del arco de Natsuki-san. Aunque no parecen fijarse tanto en él. Cuando miráis hacia abajo en la ladera véis una figura que os resulta familiar. A varios centenares de metros está Toji-sama, a quien dejásteis en la hacienda con la manada de lobos. Se alza imponente recortado contra el cielo sobre un peñasco afilado con relámpagos crepitando salvajemente en sus manos, doblegando su poder, atento por si algún bushi se acerca.
Aprovecháis su cobertura para retroceder por el camino hasta perderlos de vista.
El anciano parece algo alterado, y hay sangre en sus manos, aunque no parece ser suya pues no aparenta ninguna herida.
-Soy yo, en efecto -le contesta a Yugure-san-. Gracias, grandes señores. Muchas gracias por ayudar a un anciano.
El joven Toji-sama esciende del risco en silencio y hace una reverencia, sin más palabras.
Natsuki devuelve la reverencia a Toji-sama pero se mantiene en retaguardia, vigilando el movimiento de los bushi o cualquier otra amenaza. Aún tenso, su sembalnte es menos nervioso y obcecado que lo que venía siendo estas horas, como liberado de algún peso.
De hecho, Natsuki se siente algo liberado. No cree haber saldado su deuda de honor por su grave error en la guardia de hace días, pero sí ha tenido en las últimas horas algunos aciertos y sacrificios con los que cree estar empezando a pagar. Su enfrentamiento con el Oni, logrando ganar el tiempo necesario, el encaramiento con los lobos y este último disparo salvador hacen crecer un tinte de satisfacción en su lastimado espíritu.
También Yugure devuelve la reverencia a Toji-sama, sonriendo a pesar del momento.
-Me alegro de verte. Vamos, has llegado en el momento oprtuno, esos soldados no se atreven a seguirnos desde que te han visto.
Sigue retrocediendo, mirando en todas direcciones, hay que ponerse a salvo antes de poder entablar una conversación con el historiador, por mucho que lo deseen de inmediato.
Aun alerta por el peligro que nos rodea no envaino mi arma aunque la alejo y dirijo al suelo cuando saludo al anciando y a Toji-sama.
Será mejor que busquemos un refugio seguro donde revisar las heridas y hablar de las cosas que nos preocupan de todo este enredo.
Miro al monje tatuado esperando que sepa de algún lugar cercano ya que conoce mejor que nosotros todo el área.
La vuelta por el camino la realizáis de espaldas, sobre todo los que poseen armas a distancia, Natsuki-san con su arco y Toji-sama con la furia de los kami en sus plegarias.
La desaparación del shugenja de vuestros enemigos os mantiene más alerta aún si cabe ya que no sabéis si os puede estar siguiendo. Recorréis un par de kilómetros a paso acelerado pero con la mirada por encima del hombro mientras el sol comienza a pasar su punto álgido por encima de las nubes que lo cubren.
El joven no dice nada al respecto, pero se le nota cansado por su enfrentamiento a la manada de lobos.
Una vez sobrepasáis el lago por la orilla este Tamori-sama hace una pausa para tomar decisiones.
-Tal vez debamos volver a la Torre antes que a la Hacienda para curar vuestras heridas si son graves. ¿Cómo os encontráis, Yugure-san?
El anciando murmuraalgo sobre que sus pergaminos están aún en la hacenda y que son allí donde las respuestas a las preguntas que no habéis formulado se encuentran.
Tamori-sama os observa esperando una respuesta, principalmente al táctico Ikoma.
//Ryu no es el monje tatuado, es el shugenja. El hermano mayor.
Creo que lo mejor es ir a la hacienda. - Mientras nos estabamos moviendo, alerta a nuestros posibles perseguidores he estado dandole vueltas al asunto. - Es solo cuestión de tiempo el que piensen en quemar la hacienda por si pudiera quedar algo allí de valor.
Miro a los demás para saber si están de acuerdo - había pensado en un primer momento en dividirnos, si es fácil que encontremos los documentos que el anciano necesita podríamos dirigirnos un par a la hacienda a cogerlos y el resto volver a curar las heridas en la Torre...
Creo que no, no es buena idea separarnos. Pienso que deberíamos ir todos juntos y nos coloquemos estratégicamente. Separarnos sólo diezmará nuestras posibilidades de supervivencia.
¿Cómo estoy de daño, narrador? ¿Puedo hacer algo al respecto, gastar vacío, por ejemplo?
-Si. Además, si nuestro protegido estuviese demasiado cansado una vez llegados a la hacienda podrían algunos quedarse con él mientras uno o dos vamos a pedir ayuda. O, podemos simplemente esperar a que esté mejor. Es un riesgo, pero en el peor de los casos, si somos atacados, unos podrían quedarse reteniendo al enemigo y otros huir con los pergaminos.-
Apenas estás herida, no te preocupes. Yugure aguanta bastante bien las heridas.
Desandáis el camino más pesada y lentamente que antes ya que el anciano aunque procura no mostrarlo está severamente fatigado. Por fin volvéis a los bosques que rodean la hacienda cuando el sol está ya revolcándose hacia occidente y entráis en el edificio. El hombre a pesar de ver su casa destrozada de nuevo se lo toma con gran entereza y os guía rápidamente a su destrozada biblioteca donde ya estuvísteis.
Os solicita que esperéis fuera unos instantes y cuando os vuelve a llamar un olor a antiguo y a cerrado acompaña el de la sangre en la estancia. Ha encendido un par de lámparas y en el centro de la sala hay un cofre bastante robusto con adornos de metal en forma de dragón. Al abrirlo una gran cantidad de pergaminos centenarios se os muestran, separados por elegantes portapergaminos. El hombre los va despositando en el suelo con mucho cuidado y cierta reverencia.
-Ya que el tiempo urge lo mejor es que cada uno busquemos en -cof cof- varios pergaminos. Cojan tres y busquen información sobre el Mon del Dragón de cabeza ovalada o sobre qué pueden estar buscando esos bandidos.
Coge uno de los pergaminos y lo desenrolla con delicadeza.
-Y tengan cuidado, algunos tienen más de quinientos años.
Tirada de Percepción + Investigación.