Partida Rol por web

Olivia Liu ha aprovechado vuestro periplo rumano para contactar con "Harker", el tipo que os ha mandado toda la información. A través de mails codificados os ha dicho que tiene más datos que os pueden interesar, pero quiere que lo ayudéis a huir de la gente que lo persigue. 

Os ha citado para dentro de dos días en una iglesia en Londres.

Tras un breve "descanso", donde se dedicó a atender las heridas de los demás, el grupo retomó el viaje. Fronteras, chantajes, aviones pasaron como una exhalación... y finalmente, Londres.

Una iglesia... ¿Sería una mera elección de un lugar público cualquiera, o tendría una segunda intención?*

En cualquier caso, necesitarían un lugar para quedarse ellos mismos. Por suerte, la sede londinense de la IPA (International Psychoanalytic Asociation) solía prestar alojamiento cuando algún miembro eminente, como su alter ego Camille Bouchard, hacía acto de presencia.**

Londres trae buenos recuerdos a algunos y malos a otros.

Green os consigue a todos un apartamiento discreto, aunque algo pequeño para cuatro personas. 

Harker ha escogido un curioso lugar de reunión. La iglesia anglicana de Santa María la Virgen, en un barrio de clase media-alta, Wanstead. Construida a finales del siglo XVIII sobre las ruinas de una anterior. 

Sabéis que ciertas "especies" de vampiros se ven repelidos por iglesias y objetos religiosos. Os llama la atención además que hay que cruzar varios cursos de agua para llegar a la iglesia. Eso también detiene, teóricamente, a los no-muertos. Quizá por eso "Harker" ha elegido esa iglesia. Tiene un curioso historial de avistamientos de fantasmas, incluyendo el del famoso bandido Dick Turpin.

Los mensajes que ha intercambiado "Harker" con Olivia Liu son torpes, descuidados. Parece agotado. Como si estuviera huyendo agobiado. 

Alí suspiró aliviado al llegar al apartamento y ser atendido médicamente Green. Una nueva sorpresa al descubrir las habilidades médicas de la mujer. El viaje con la herida había sido muy incómodo, pero ahora tras las suturas y la medicación se encontraba mejor.

Alí recordó a la chica de mirada hambrienta y su extraña capacidad para atraer ratas. Las balas no eran muy eficaces contra una manada de ratas así que se pasó por una tienda de Londres experta en exterminios y se compró un par de sprays repelentes de ratas. Por un momento pensó en un lanzallamas, pero pensó que no sería muy discreto ir cargado con algo así por las calles de Londres... Y el fuego una vez iniciado era algo incontrolable. Negó con la cabeza para si ante su propia alocada idea.

Hablando con el dependiente descubrió (arqueando una ceja) que Londres tenía una larga relación con las ratas. El tipo se explayó hablando de diversas plagas de ratas en Londres a lo largo de la historia, así como de peste, plaga muy relacionada con estos animales. Parecía haber una auténtica “ciencia” relacionada con las ratas. Los británicos llevaban un par de siglos criando razas específicas de perros para acabar con las ratas; existió la lucrativa profesión de cazador de ratas, e incluso peleas organizadas en fosos de ratas contra otra ratas y (contra todo tipo de animales, incluidos mendigos que se ofrecían e eso por unas monedas). Cuando el dependiente llegó a ese punto había cogido confianza y empezó a contar historias macabras sobre niños devorados por ratas… Alí ya empezaba a sentirse incómodo, así que cortó rápido la conversación, pagó por los sprays y salió de allí como alma que lleva el diablo.

Realmente Londres está lleno de gente extraña. Y os habéis citado con una de ellas.

El frío de Londres os parece más escalofriante que el de los Cárpatos. Tenéis el tiempo justo para llegar a Londres; las precauciones habituales deben descartarse. La zona alrededor de la iglesia es relativamente despejada. Hay un solo coche en el aparcamiento (debe ser el de Harker).  

El instinto os dice que Harker está a punto de quemarse; hay que tomar todo lo útil que pueda ofrecer y poner tierra por en medio.

La puerta del templo está entreabierta.

-No se. No me gusta nada esto. Me da mala espina.- Sólo faltaba la típica niebla londinense. Avanzó paranoico hacia la entrada del templo.

—Es parte habitual del trabajo, pero si nos ha terminado conduciendo a aquel sarcófago, por lo menos debemos compartir enemigos— respondió a Alí con una mueca, antes de empezar a andar hacia adentro del templo.

En el cavernoso interior de la iglesia, incluso vuestros pasos más discretos parecen resonar. Los haces de vuestras linternas pasan por los bancos y el pasillo central hasta llegar al primer escalón del altar, cubierto de sangre... Sangre que proviene del cuerpo del sacerdote anglicano, roto encima del altar, como si lo hubiera estampado contra la losa de piedra una fuerza considerable. Tan fuerte que ha dejado sus entrañas a la vista. La sangre brilla también en su garganta desgarrada como por el ataque de un animal salvaje.

Incluso sensibilidades endurecidas como las vuestras parpadean ante tan blasfema imagen. El hechizo lo rompe un grito de aviso de Morgan, que se ha quedado fuera (vigilando el coche/cubriendo la retaguardia*).

En la torre de la iglesia ha aparecido un hombre que sale a la cornisa, sujetando contra su pecho un maletín.

Y no es la única presencia en la cima de la torre. Hay algo detrás suyo. Una oscuridad más profunda que las sombras del campanario, detrás suyo. Hay un destello de ojos rojos.

Y el hombre salta al vacío.

Morgan vio como aquel pobre infeliz se precipitaba hasta el vacío y caía sobre el techo del coche que, pocos minutos antes, los había conducido hasta allí.

La sangre del cuerpo y el sonido ensordecedor del cuerpo reventado contra la chapa no afectó al matón, que había fijado su vista en aquel ser innombrable que estaba ahí arriba en el campanario y que había sido el causante del suicidio del hombre.

Morgan sacó de inmediato su pistola y sin pensárselo 2 veces disparó contra aquel ser de ojos rojos...

Green tuvo el impulso de correr a socorrer al hombre que había caído, pero apenas dio un único paso en su dirección.

Caer desde un campanario era como caer desde, por lo menos, un cuarto piso... y el hombre no había aterrizado primero con los pies, como para darle la esperanza de que hubiera amortiguado el golpe.

El párroco estaba muerto de forma todavía más evidente...

Y aún así... ¿Alguno de los dos sería Harker? ¿No debería intentar ayudar aunque fuera muy poco probable que lograra algo?
El sonido de la pistola de Morgan la sacó de su ensimismamiento y ella misma preparó su arma. El peligro recién comenzaba.

Se adentró en la iglesia precavida, siguiendo a sus compañeros. Entre las tenues luces que iluminaban el sagrado lugar y las linternas del equipo, Alex pudo contemplar el cuerpo del sacerdote destrozado encima del altar. Poca defensa parecía haber otorgado la instancia a su inquilino principal... pero apenas tuvo tiempo para dedicarle unos breves pensamientos...
El grito de Morgan la pone en alerta, retrocede y contempla a un hombre en lo alto de la torre de la Iglesia, que, instantes después, se precipita al vacío...
Pero hay algo más. Una malignidad se ocultaba detrás del hombre, un ente que rezumaba maldad a través de unos abyectos ojos rojos. Escuchó a su compañero disparar sobre él. Ella intentaba luchar con todas sus fuerzas contra el entorno, sin embargo, sentía que la situación se apoderaba de ella, sobrepasándola....

Morgan desenfunda y dispara en un gesto reflejo, tan automático como letal... Para un objetivo humano. ¿Ha alcanzado algo? Parece por un instante que los ojos rojos se achican indignados y fijan su furiosa atención en el antiguo asesino. Luego desaparecen. Una niebla fría y densa cubre la zona en pocos instantes.

Sea la que sea, eso. Se ha ido. Solo queda el cuerpo encima de vuestro coche, que afortunadamente aún funciona. El maletín de cuero blando que sujetaba, manchado de su sangre, ha caído al lado de la rueda. 

Vuestros instintos* os gritan que hay que salir de aquí pitando. 

Y confirman esa impresión los dos SUV que aparecen de entre la niebla y derrapan al aparcar. Y los hombres que brotan de sus puertas disparando.

Los disparos pronto cruzan el aparcamiento. Las balas trazadoras dejan una extraña estela en la niebla.

El cadáver del sacerdote sobre su altar había dejado a Alí. en shock. Había estado en situaciones violentas antes, pero nada tan truculento como el cadáver de un hombre destrozado por algo que claramente no era una mina o una granada. Por ello la aparición posterior de aquella “cosa”, la caída de Harker del campanario y la llegada de los secuaces armados le cogió aún sin saber como reaccionar, impactado en una neblina psicologica que nublaba las imágenes y los oídos a su alrededor.

Sin embargo, el sonido de los disparos debió activar su instinto de supervivencia y sacarlo de su ensimismamiento. Valoró la situación por instinto. Y también por instinto saco su pistola, aunque más con intención de cubrir su huida que intentar abatir a los asaltantes.

Corrió en dirección contraria a la entrada de acceso al patio de la iglesia, intentando cubrirse detrás del templo mientras retrocedía, para luego luego correr entre los árboles de la parte de atrás, aprovechando los árboles y la espesa niebla para salir de allí con vida.

¿Tipos bien entrenados, con artillería pesada y chalecos antibalas? Gracias pero no, gracias. No se iba a enfrentar a ellos ni loco.

De nuevo, un tiroteo trajo de vuelta  a Burroughs a la realidad. Por si no fuera suficiente la amenaza que se erguía sobre sus cabezas en lo alto de la Iglesia, dos SUV aparecen de súbito con un pequeño ejército. Dos grandes amenazas los rodeaban, los habían pillado desprevenidos y tenían la ventaja posicional, enfrentarlos no parecía una buena idea.

VAMOS!! TODOS AL COCHE!!

Gritó mientras se dirigía agachada hacia el asiento del conductor para poner en marcha el vehículo.

ALI!! EL MALETÍN!! NO PODEMOS SALIR DE AQUÍ CON LAS MANOS VACÍAS, TRÁETELO!!

Mientras, pensaba en un plan de huída. Se le ocurrió intentar despistarlos en el parque Wanstead, pero ahí los SUV encontrarían un terreno más favorable para ellos, y su , esperaba, ventaja conduciendo desaparecería. Así que optó por intentar dirigirse hacia la A12, de ahí al centro, y perderlos por velocidad y callejeando. Con tráfico por el medio si podría conseguir perderlos.

El sonido de goma sobre el asfalto le heló la sangre a la psiquiatra, y antes de que pudiera reaccionar ya había un escuadrón de hombres armados poniéndolos a tiro.

Green tomó su arma y disparó hacia atrás sin mirar, mientras corría al coche, con la esperanza de hacer que se retrasara al menos unos segundos la ráfaga de disparos que les iban a seguir.