Partida Rol por web

Kevveon sentía curiosidad por la nueva gente que acababa de conocer.

-¿Una ciudad bajo tierra? ¿Neatholm, decís? Gustosos estaremos vuesa merced de conocer tan magna ciudad- Intentaba comunicarse con ellos en su dialecto para parecer más cercano-. Como el comercio manejan y con quien y si gozáis del estudio del arte arcano y de poder ver algún escrito que otro, si usía prestase a compartirlo.

-¡Sí, sí! -dijo el elfo mirando al vacío sin ojos-. Eso sería magnífico. Llévanos a esa ciudad; quiero saber todo sobre ella.

La comitiva continuó. Tras veinticinco minutos de lento paseo, descubrieron que el camino había quedado dividido en dos por los temblores. Una ancha grieta se había abierto en el suelo, de unos diez metros entre uno y otro extremo y de unos doce de profundidad. Aquella visión puso muy nerviosos a los mutantes, que manifestaron inquietud por el estado de su ciudad. Si los temblores y sus consecuencias habían llegado tan cerca, podría haber sufrido daños.

Para cruzar, el método más seguro era trepar hasta el fondo y luego volver a subir. Anevia y Aravashnial representaban un grave problema, dado que no podían hacerlo por sí mismos.

-Podríais bajarnos con cuerdas e izarnos de nuevo arriba -dijo Anevia, con evidente apuro por su incapacidad.
 

El mago resopló al ver el camino bloqueado.

-Témome que un servidor también resulte un lastre en cuanto a lo que trepar se refiere. Tal vez alguno de los presentes sea tan amable de ir por delante y colocar unas cuerdas para que nos sea más fácil trepar...

Evalué la situación con ojos de experto y me descolgué la mochila. Saqué los pitones y cuerda de ella y me dispuse a descender con una sonrisa de diversión.

-Dejádmelo a mí. Dejaré la cuerda sujeta por si necesitáis usarla. Si se os ocurre algo para bajar a Anevia y a Aravashnial decídmelo.

Dicho esto comencé el descenso por la zona que me había parecido más sencilla. Mis movimientos eran ágiles, rápidos y seguros, no me supuso demasiado esfuerzo bajar.

Horgus fue el primero en bajar. Descendió con cuidado ayudado por la cuerda y se encontró al fondo con el félido antes de que éste subiera por el extremo opuesto y colgase otra cuerda para la ascensión. El aristócrata hizo lo propio y apareció a la vista arriba y entero.

-Te mueves muy rápido para tu edad, señor. Dije, divertido y sorprendido a la vez. Aquel hombre no era el que más simpatía me transmitía, pero resultaba divertido hacerle rabiar... Y no lo había hecho nada mal, eso tenía que concedérselo. Mi vista se centró en los demás, mirando con curiosidad a los dos heridos. Les había facilitado el trabajo, pero no lo iban a tener fácil.

Coriander usó de nuevos sus conocimientos de magia para ayudarles con la tarea. Sus compañeros de viaje se sintieron entonces más capaces y seguros de hacer lo que quisieran, aunque una vez hecho el hechizo se esfumaba, así que les recomendó que bajasen en vez de entretenerse probando sus aptitudes temporales en tonterías.

Ioseph ayudó a los heridos a descolgarse antes de descender por la cuerda. Se quedó al fondo, esperando a que los izasen desde el otro lado de la grieta.

El Tiflin miró abajo, parecía sencillo, de pequeño lo había visto hacer a los niños que jugaban en el parque , a través de la ventana de su habitación mientras estudiaba. Se agachó y se aferró a la cuerda, poniendo los pies contra la pared, con calma. Sir Alas negras revoloteaba alrededor suyo dándole ánimos.

-¡Caer, caer!- Graznó. El mago intentó quitárselo de encima de un manotazo, pero resbalo y calló al suelo con un sonoro golpe.

Kevveon llegó al fondo de espaldas y se golpeó la cabeza contra el suelo, quedando inconsciente.

Ioseph estaba de espaldas y sólo se dio cuenta de que Kevveon había caído cuando escuchó el golpe. Se volvió y soltó un grito horrorizado. Tardó unos instantes en reaccionar, pero finalmente corrió hacia él y le hizo beber una de las pociones que habían encontrado.

Logró abrir los ojos y a duras penas se puso de pié. La cabeza le daba vueltas. El cuervo se le posó en el hombro y le picoteó los cuernos.

-¡Yo sentir! Graack, ¡sentir mucho!-. Chilló

El tiflin acarició a su familiar- Gracias maese Merrion... muchas gracias- Miró hacia arriba y a la cuerda-. Me queda la mitad del camino aun...

Coriander lo había visto caer, pero no tenía forma de pararlo, así que tuvo que apartarse y contemplar paralizada cómo el tiflin golpeaba el suelo. Desgraciadamente a Kevveon ya le había curado antes y el ente que le daba los poderes tenía normas muy estrictas al respecto. Por suerte Merrion fue rápido y la bruja pudo suspirar tranquila.

Aún con el corazón acelerado por el susto miró hacia arriba.

-¡Tened cuidado, por favor! ¿Kevveon está bien!

Uno a uno fueron bajando sin problemas. Aravashnial, sin embargo, se vio vencido por su propio peso y cayó al suelo como un fardo. El mago se levantó dolorido y rabioso consigo mismo y pronunció varias blasfemias en élfico. Cojeando, se dejó izar hasta el otro lado, nada contento consigo mismo.

El camino siguió durante una hora más hasta que Lann les indicó que tuviesen cuidado. La caverna se redondeaba y nuevos peligros parecían acechar en el frente.

+100 px para todos por haber cruzado el precipicio.

-¡Sed precavidos! Pues en las cercanías mora una criatura fúngica repulsiva, de esporas esputador, que mata a los que el su aire respiren. Luce cual araña, pero no se mueve. Mas sus esporas asfixia provoca, y tremendas visiones que enloquecen al alma más calmada.

-Eso suena a un basidirond -dijo Horgus rascándose la mandíbula-. Se trata de un hongo típico de los subterráneos que envenena a los que se le acercan.

-Destruirlo es posible si luchamos juntos -siguió Lann-. Un fungo menos en las cercanías de Neatholm.

Coriander se abrazó a si misma e intentó aprovecharse de la largura de las mangas de su túnica para taparse la abertura que el esqueleto del enano le había hecho en el pecho. Ahí abajo hacía aún más frío.

Entre la oscuridad absoluta, la lentitud con la que avanzaban y la incertidumbre sobre el estado de su familia y de la ciudad, Ioseph tenía la impresión de que llevaban varios días avanzando sin parar por aquellos túneles. Hasta el momento no le había importado luchar y avanzar, pero un nuevo desvío cuando la salida estaba ya tan cerca resultaba descorazonador. Aún así se lo debían a Lann y a sus compañeros, que iban a conducirles a la superficie, y no iba a negarse a mejorar las vidas de los mestizos acabando con una criatura que resultaba una amenaza para ellos.

-Muy bien -suspiró-. Vamos a por ese hongo. ¿Por dónde, Lann?

El mestizo los condujo al lugar, nada lejano, pero se detuvo antes de entrar en la caverna. Las paredes de los corredores estaban cubiertos de un hongo luminiscente similar al encontrado en el templo del enano poseído, cada vez más denso y con un brillo más penetrante. Tras mirar desde su posición a través de la oscuridad, Lann señaló al frente.

-Adelantársenos parece que hicieran esos dos finados. El fungo muerto está. Diríase que seguro es el pasar, mas por precaución la boca y la nariz tapad y vigilad que el de al lado no comience a alucinar. Venid. -Lann entró en la caverna. Aunque la precaución inicial invitase a cubrirse la boca y evitar respirar el aire viciado en el que podrían flotar esporas, el mestizo no había mentido. Allí, al fondo, había vivido el basidirond... pero los dos tipos que yacían muertos en el suelo se lo habían llevado consigo antes de perecer. Del hongo quedaba sólo la base; el más cercano a él debían de haberlo partido por la mitad con la guja que aún sujetaba en la mano. Los zarcillos del hongo se habían secado y encogido al igual que las productoras de esporas-. Cruzados de la superficie... -murmuró agachándose junto a los cuerpos-. Mmm...