Partida Rol por web

En medio de la oscuridad y la protección de las malezas y las ramas está Daaron, cuando entre el follaje aparece Reyka.
Ambos podéis ver desde vuestra posición privilegiada escondidos entre las ramas del bosque, como la sombra que os perseguía en la caverna y que ahora está persiguiendo a Morlor en medio del Valle de los Difuntos, se abalanza sobre él y se lo traga hasta la caverna.
Habíais podido ver que Morlor llevaba a Tharko el arquero en sus hombros. Ambos han sido arrastrados por la sombra hasta la cueva de la que escapasteis. Los gritos se ahogan rápidamente.
En el bosque que hay al otro lado del Valle, podéis ver un brillo intenso.

El tiempo se para. Las ramas dejan de moverse a tu alrededor. Los niños se hacen viejos de repente y se llevan las manos al pecho. Caen muertos por un ataque al corazón y sin más su cuerpo inerte rebota contra el suelo.

Permaneces inmóvil. Detrás tuyo un montón de hormigas forman una silla en la que te sientes obligado a sentarte. Frente a ti se forma otra silla por los mismos medios. En ella aparece una figura indescriptible. No sabes si está sentada o de pie y parece formada por carne en permanente estado de disolución. En tu cabeza escuchas unas pocas palabras. Cada sílaba que suena en tu cabeza es como si te clavasen agujas ardiendo a través de la nariz.

Ahora tienes un pacto conmigo. He cumplido mi parte, tu cumplirás la tuya.
Cuando lleguéis a Polopponi entrarás en el templo de Yaggita y romperás el huevo de cristal que hay en su altar. Después dirás estas palabras:
Yaggita, la ciudad de Polopponi es tuya.

Agazapada entre el follaje observo a la sombra atrapar al hasta ahora nuestro compañero Morlor, al verla desaparecer por el mismo agujero por el que salimos, dirijo mi mirada a Morlor apremiándole a avanzar, pues la sombra por el momento está ocupada, me acerco una mano a mis labios indicándole que guarde silencio, mientras apresto mis sentidos para ver si estamos solos.

Sigo a Reyka en sigilo, y aguzando mis propios sentidos.

Reyka se acerca a Daaron para cubrirle la boca. Ambos miráis al otro lado del Valle de los Difuntos. La luz violácea se hace más y más intensa.
De repente ilumina todo el campo de batalla y ... perdéis la consciencia.

El demonio desprende una luz violácea que hace que te desmayes instantáneamente.

Os despertáis en el campamento. Sira está de pie, es la única que llegó al campamento por su propio pie. El resto os desmayasteis tras ver una extraña luz violeta que se extendió por todo el Valle de los Difuntos. Pero eso no lo han visto ninguno de vuestros soldados.
Sira ya había reunido a unos cuantos hombres gracias al fiel Calius y se disponía a buscaros. Por suerte os encontraron muy rápido en los bosques o por el Valle de los Difuntos. Ninguno de los soldados encontró nada extraño cuando os encontraron, exceptuando ... Calius habla en el interior de la tienda de campaña en la que estáis:

Fue un encuentro inesperado. Encontramos a la general Grundha en medio del Valle de los Difuntos, tenía el rostro conscripto como presa del miedo. En el bosque del lado este encontramos los cadáveres de los soldados que os acompañaron-Calius se lleva la mano derecha al pecho.-Que Mitra les de las riquezas que no tuvieron en vida. Había pisadas de niños por todo el bosque, incluso alrededor de Reyka y Daaron, pero no los atacaron como a nuestros fieles soldados, por alguna razón los respetaron.
En el bosque del lado oeste encontramos a Sidhe, también desmayada. A su alrededor había 4 cadáveres de unos ancianos bajitos y en estado de descomposición. Debió de encontrar algo tremendamente poderoso, puesto que los huesos de los ancianos aun brillaban de poder.

¿Qué es lo que haremos a partir de ahora mis generales? ¿Avanzamos a través del Valle de los Difuntos o seguiremos el consejo del sabio de nuestro ejército y rodearemos este lugar de perdición? Nuestros hombres están intranquilos después de lo que encontraron.

Sira rodeada de su sequito particular pone cara de circustancia ante la pregunta de Calius. mmmm..... pienso lo mismo que hace un par de horas. Iremos por el valle y Crom juzgara quien es digno de seguir en este ejercito y quien no. Calius cuando despierten los demas generales debemos tener una reunion de urgencia. Hay cosas que se tienen que debatir y debemos arreglarlas cuanto antes. hasta entonces, Quiero hablar con el sabio tiene cosas que contarme. esa maldita rata.

Sidhe descansa reclinada en una silla, vendándose un brazo ensangrentado, y reprimiendo las muecas de dolor que asaltan su rostro cada vez que ella misma atiende a una de las numerosas heridas que ha sufrido. Su cuerpo blanco y atlético va a acabar con muchas más cicatrices, muchas más, de lo que había calculado en un principio.

Cuando Sira expone su opinión, se encoge de hombros.

-Yo estoy con Sira, en lo que respecta a qué camino escoger. Si decidís por mayoría, yo estaré a favor de lo que ella diga. Si requerís mi presencia, estaré en mi tienda.

-Un momento, Sidhe.

Reclama Grundha antes de que ésta se marche.

-Antes de eso más vale que conozcamos aquello que cada uno de nosotros ha visto, o ha creído ver. Lo último que recuerdo es estar corriendo por el valle en dirección a Polopponi, sola, después de que Reyka cayera, y ante mi un desierto y un jardín. Parecía que podía conquistar la ciudad simplemente atravesando el desierto, como si fuera una especie de premonición. Entonces he visto la extraña luz violeta, que venía del Oeste, y he despertado...

Se detiene, para pensar unos segundos.

-Esa luz quizá se originó de los poderosos ancianos cuando sucumbieron, Tatuada. No me cabe duda. ¿Tú los derrotaste? ¿Tú sola? Cuéntame...

-¿Yo? ¿Que si yo derroté a los ancianos? -parece que saborea las frases mientras las pronuncia- Cuando salí de la batalla por el oeste, me metí en el bosque y vi huellas de las pisadas de esos malditos niños salvajes por todas partes. Lo primero que hice fue esconderme entre los arbustos y mirarme estos arañazos que tengo por todo el cuerpo -mira al suelo durante unos segundos, y después prosigue-. Entonces se acercaron unos viejos enanos, eran tres o cuatro, rodeados por un pequeño grupo de mocosos que no hacían más que mirarles y atenderles. Evidentemente se estaban comunicando, aunque no escuché otra cosa que gruñidos -levanta la barbilla-. No me habían descubierto. Tuve suerte, porque si lo hubieran hecho me habrían matado con sus dardos envenenados como mataron a todos los soldados ¡Adios a nuestra reputación como generales que no sufren bajas en la batalla! -exclama y rie-.

-Cuando los niños se alejaron en todas direcciones con los cuchillos y las cervatanas en mano, esperé a que estuvieran bien lejos antes de saltar de mi escondite y clavarle la espada en la espalda al lider más cercano. Los demás viejos empezaron a hacer gestos extraños con las manos, como cuando nuestro sabio jugaba con el humo -escupe en el suelo- pero no llegaron a hacer gran cosa porque antes los maté a todos. Sus cuerpos empezaron a pudrirse inmediatamente en cuando perdieron la vida -asiente meditabunda-. Yo pensaba que nadie me había visto, pero en seguida me vi rodeada de los pequeños asesinos, que vinieron en auxilio de sus jefes demasiado tarde. Mi suerte ya estaba echada, así que agarré fuertemente la espada y me preparé para arrastrar a alguno al infierno antes de que sus amigos me enviasen a mí -sonríe cínicamente-. Entonces recordé que llevaba esto conmigo.

Sidhe se quita de su cuello un collar hecho con plumas, cuentas, piedras.

-Esto lo llevaba el hechicero que matamos a la salida de la tumba. Se lo robé a su cadaver porque me pareció valioso, dado que un brujo había decidido que merecía la pena cargar con ello -dicho esto se vuelve a poner el collar en el cuello-. En cuando uno de los niños lo vió, lo señaló y empezó a aullar en esa lengua bastarda suya. En pocos segundos todos estaban gritando como animales, corriendo alrededor mio y dando saltos. Yo los miraba desconcertada, pero viendo que no parecían decididos a pelear conmigo, no hice nada por provocarlos. Me limité a esperar y en un rato se marcharon corriendo, internándose en su dichoso bosque.

Calius permanece mudo ante las explicaciones de Sidhe. Es tan sólo un simple capitán y en esta tienda están todos los generales y él. Prefiere quedarse al margen ante lo que comentan sus superiores.
Si los soldados se enteran del poder desatado a medio camino, podría cundir el pavor entre las tropas.

Cuando Shide enseña el collar y cuenta la historia de los niños Sira queda absorta en sus pensamientos intentando recordad esos collares para que los usaba Reox. mmm recuerdo que...

Efectivamente el collar es algo típico de los magos del sur. Así que es muy probable que el mago que os encontrasteis fuese de esas tierras o por lo menos, eso es lo que os habían mostrado los indicios. Así que segurmante Sidhe si que cuente la verdad sobre el collar.

permanezco absorta ante la explicación de Sidhe.

Maldita perra, no puede dejar a los brujos muertos en paz, máldita sea su alma por toda la eternidad, seguro que ha desatado mil maldiciones sobre todos nosotros.

-Fué una buena idea, eso seguro. Ése collar les infunde respeto. Quizá represente algún tipo de poder, o de autoridad. Podría ser útil para avanzar de nuevo por el Valle.

Me giro al resto, que siguen en silencio.

-Bien, ¿y los demás? ¿qué recordáis vosotros...?