Partida Rol por web

Cualquiera que pisara las polvorientas calles de Goldentown, pensaría que no e smás que un pueblo fantasma... y no se equivocaría demasiado. Aún repleto de viviendas y negocios, muchas de sus puertas y ventanas han sido atrancadas con tablones de madera desde afuera y las carretas se pudren junto a los establos vacíos. Apenas quedan una veintena d ehabitantes en el lugar, casi todo trabajadores temporales del aserradero, único negocio que subsiste a pesar de la malísima calidad de la madera del lugar, algunos mercaderes que traen suministros de forma regular y un puñado de vagabundos y arrastrados que han encontrado en este lugar, un sitio donde caerse muertos. Nadie que pisara este lugar podría comprender el porqué de un nombre tan ostentoso.

El "saloon" del Chacal Sonriente es el único lugar que habla de los tiempos mejores de Goldentown. Su interior es espacioso, capaz de albergar a casi un centenar de personas, aunque ahora es raro el dia en que aparezcan diez; el amplio escenario en el que alguna vez bailarían alegres señoritas de ligeros faldones está abarrotado de cajas y apenas puede distinguirse el piano cubierto con una polvorienta manta.
Detrás de la barra, el propietario del local, un hombre delgado con un fino bigote, quita el polvo a los vasos con un trapo gastado mientras mira con desconfianza a la clientela del dia:
Un hombre de cabello rubio y con el sombrero calado hasta los ojos está sentado en un taburete de la barra, bebiendo a pequeños sorbos de un vasito de wisky.
Detrás de él, un tipo grandote con ropas polvorientas y manchadas de sudor come directamente d euna olla de garbanzos con una cuchara de madera, acompañandolos con una jarra de agua turbia.
Cerca de la entrada hay sentada una mujer vestida con ropas oscuras que lleva rato mirando una botella de cerveza a medio beber.
En un extremo, un indio se sienta junto a su fusil y mira suspicazmente al frente, donde un corpulento mexicano le sonríe de vez en cuando mientras bebe un vaso de tequila tras otro.
Un chino vestido con viejas ropas de trabajo mira distraído la colección de botellas que hay tras la barra sin saber que muchas de ellas han sido rellenadas con agua para mejorar la apariencia del local.
En la esquina más lejana a la entrada, junto a las escaleras que suben a la planta superior, hay un pequeño reservado cuyos ocupantes, ocultos por una cortina, hablan entre murmullos inaudibles.
Un chacal disecado sonríe a la sla desde una estantería sobre el gran espejo que hay tras la barra.

De pronto se oyen las voces de un grupo d ehombres en el exterior y la doble puerta batiente del saloon se abre de golpe dejando ver la silueta de un jóven; Lleva la ropa de trabajo propia del aserradero y la cantidad de serrín sobre ella así lo atestigua. Camina con la seguridad y la arrogancia de alguien que está acostumbrado a dar órdenes y no recibirlas, por lo que podéis deducir que se trata de algún tipo de capataz.
-¿Han llegado ya esos barriles? -Pregunta al dueño del local, que le mira nervioso y le responde negativamente.
-¡Mis hombres están sedientos, maldito inepto!
-Lo siento, Schultz, pero yo no puedo hacer nada si el comerciante no viene. -Responde el tabernero.
Schultz mira alrededor, enfadado.
-¿Y por qué estos forasteros si están bebiendo? ¿Acaso su oro vale más que el nuestro? Te recuerdo que si no fuera por el aserradero, este maldito pueblo se habría ido a pique hace ya mucho.
-No estoy menospreciando tu trabajo, Schultz, solo digo que... -Comienza a decir el tabernero.
-Ya veo lo que pasa aquí. -Comienza a decir Schultz repentinamente divertido mientras os mira detenidamente. -Tenemos un indio, un mejicano, un chino... ¿Acaso vas a dejar de servir bebidas para montar una maldita feria?
Solo él se ríe la gracia hasta que repara en la única mujer de la sala y se acerca a ella por detás, caminando como un palomo en celo.
-Vaya, vaya, qué tenemos aquí... -Dice mientras acaricia un mechón de la negra cabellera de la mujer. -Puede que no nos haga falta la bebida con tanta urgencia... -Schultz se asoma para mirar el rostro de la mujero, que no parece demasiado interesada.
-¿Que me dices preciosa? Tengo la casa más grande del pueblo y la cama más mullida en la que jamás te habrás acostado.
El jóven capataz espera la respuesta de la mujer.

El pelo negro contrasta con mis ojos azul claro, la proposicion del joven me provoca nauseas, me tomo mi tiempo y lo miro con frialdad.

-Deja de tocarme el pelo ahora mismo a no ser que quieras disfrutar de tu mullida cama metido en una mortaja- el rechazo que me produce el hombre es evidente, y las pocas ganas de lio que tengo tambien. Sin alterar el tono de mi voz, remato la conversacion -Te resultaria mas facil ligar con aquel indio que conmigo, asi que largate y dejame en paz.

Bebía tranquilamente del vaso de whisky, el peor que había tomado, no tenía claro si por el exceso de agua o por la suciedad del vaso cuando apareció aquel tipo, un extraño tipo que al parecer se creía el dueño de aquel pueblo de mala muerte. Le vigilaba por el reflejo del espejo roñoso todos sus movimientos

Di un trago mas del vaso cuando este comenzó a hacer comentarios de los otros clientes y se me dibujó una sonrisa en los labios, pero cuando comenzó a acosar a al chica entrecerré los ojos fijándome mas en él mientras la sonrisa se desvanecía.

Me acabé el vaso y lo lancé al camarero deslizándolo por la barra mientras le decía:

-Otro, y menos aguado.

Me retiré un poco hacia atrás y solté un esputo de color negro que golpeó en la escupidera con un sonido agudo ¡PLINCK! mientras colocaba un cigarro en un lado de la boca y me giré apoyando el tacón de la bota en la barra y los codos sobre esta:

-Ya has escuchado al camarero, no tiene barriles para servirte porque no ha venido el comerciante. -gesticulando con una mano- ¿Por qué no vas a darte una vuelta y vuelves luego a ver si ya han traído tu bebida y dejas a la señorita tranquila?

El recién llegado suelta el cabello de la mujer y da un paso atrás al oír sus contundentes palabras, hasta que el hombre sentado en la barra se dirige a él. Su expresión pasa de la sorpresa a la arrogancia de nuevo.
-¿Tu... te atreves a darme ordenes? -Señala con un dedo tembloroso al rubio. -Si no fuera por mi... y por mis hombres, ahora estarías sentado en medio del desierto muriendote de sed. Es gracias a nosotros que este lugar se mantiene en pié. Y no vamos a tolerar que se sirva a los extranjeros... Mucho menos a indios y a sureños, antes que a nosotros, asi que...

-Deja en paz a mis clientes Schultz. Tienen tanto derecho como tu a estar aquí. -Le espeta el dueño del local.
Schultz parece verse invadido por la furia repentinamente y sin dudarlo, agarra la botella de la mesa de la mujer y se la arroja al tabernero. Un error en el calculo de la trayectoria hace que ésta vuele directamente hacia el rubio.

- he he he he - El mexicano ríe, divertido por la escena y la respuesta de la mujer, pero parece no interesarle la pelea que está a punto de empezar. Aunque agarra la botella de tequila, no sea que cuando empiecen a volar las sillas se la tiren.

Veo como lanza la botella hacia mi y saco le revólver como un relámpago mientras coloco el dedo en el gatillo y lo aprieto.

¡PUM!

El silencio se hace y atravieso la botella de un disparo y veo como el líquido y los cristales caen a mis pies. Giro el arma con un dedo dando dos vueltas hacia atrás y luego la enfundo directamente con una vuelta hacia delante. Comienzo a caminar hacia Schultz mientras el ruido de las espuelas y los cristales pisados retumba en el Saloon.

¡CLINCK CLICK CLICK!

Me coloco delante de el y saco de junto al revólver con el mismo movimiento de un rayo como antes una cerilla y la enciendo rascando con fuerza en su patilla.

Le miro a través de la llama y comienzo a aspirar para encender el purito a la vez que con alguna calada de las iniciales le voy tirando el humo y le contesto y vuelvo a entrecerrar los ojos mientras le observo:

-Así que tu eres el culpable de que yo esté aquí, y no en un pueblo menos de mierda que este con mejor bebida. ¿Me lo voy a tener que tomar como algo personal o te vas a ir sin causar mas molestias? Ya volverás luego cuando yo no esté, hazme caso chico, yo estoy de paso y tu te tendrás que quedar cuando yo me vaya.

Al ver volar la botella y oír luego el disparo que la hace añicos, me levanto de la silla sobresaltado, como accionado por un resorte, y miro con gravedad al recién llegado de nombre difícil de pronunciar. ¿Será lo bastante sabio como para irse por donde ha venido?

Has permanecido ajeno al suceso del recién llegado hasta que la botella que ha lanzado y que alguien ha hecho estallar en el aire ha vertido una considerable cantidad de cristalitos en el interior del plato que tan gustosamente comías, arruinandolo totalmente.

Permanezco ajeno a todo el jaleo. Al fin y al cabo, esto era el pan de cada día últimamente. El típico gallito que venia con grandes humos y a las pocas horas aparecía muerto en medio de la calle. Este tipo parecía ir del mismo rollo, sólo que con los humos un poco más subidos que de costumbre.

Eso sí, cuando oigo el disparo y noto que una lluvia de cristales cae encima de mí e incluso algunos caen en mi sopa, un leve mosqueo me empieza a recorrer todo el cuerpo. Aquél cuenco de sopa tenía un gusto sorprendentemente bueno para aquel tugurio y ese charlatán me lo había fastidiado. Bueno, él y el tipo que había disparado aunque supongo que la culpa no era del todo suya. Doy un leve respiro y acto seguido propino un golpe en la mesa con las dos manos, lo suficientemente fuerte como para que se oiga en todo el local. Me giro lentamente y me levanto, quedándome quieto pero mirando fijamente al tipo nuevo. SIn embargo, los trozos de cristal que tengo enredados en el pelo me confieren un aspecto mucho menos intimidante de lo que desearía.

El bravucón levanta ambas manos al ver que los dos hombres se encaran con él.
-Muy bien, muy bien, no quiero problemas con vosotros, forasteros.
Lentamente se acerca a la puerta y, envalentonado por la presencia de sus compañeros en el exterior, señala al tabernero con un dedo firme.
-¡Pero tu, maldito incompetente, vas a pagar por esta ofensa!
Schultz sale del local con un salto y por unos minutos se hace el silencio... Hasta que una decena de hombres ataviados como trabajadores de la serrería irrumpen en el lugar enfurecidos por la falta de bebida y la humillación sufrida por su capataz.
Sin mediar palabra, comienzan a destrozar el mobiliario ante la aterrorizada mirada del dueño del local, que trata en vano de detener la lluvia de sillas y botellas en que se convierte el salón.
Desde la puerta, Schultz observa la escena con una sonrisa en los labios.

Trato de fundirme con las sombras, pero ni siquiera así los malditos rostros pálidos me dejan tranquilo. Le hubiera pegado un tiro en la cabeza a ese imbécil hace rato si no supiera lo que los lugareños les hacen a los indios que les plantan cara a los blancos, así que me limito a mirarle con hosquedad y quedarme callado.

Pero todo empeora rápidamente. Se escucha un disparo y los cristales de la botella vuelan por el salón. Eso parece molestar al hombre oso de la barra y levantar al ojos rasgados de su asiento.

Yo permanezco en mi sitio, aunque palpo mi rifle para asegurarme de que lo tengo cerca.

Y entonces el bocazas se marcha solo para volver enseguida con sus matones. No tengo que ser muy listo para saber que siempre que unos blancos empiezan una pelea como ésta el que acaba colgando de una soga es el indio, así que decido actuar.

En cuanto empiezan los golpes, me levanto mientras empujo mi mesa hacia dos de los asaltantes, golpeo a otro con la culata del rifle en la cabeza y salto encima de otra gran mesa de póker mientras mantengo alejados a los posibles enemigos blandiendo mi arma como si fuera una maza.

Cuando consigo un poco de espacio deslizo mi brazo por la correa el fusil para sujetarlo a mi espalda, salto de nuevo hacia la cortina del escenario y trepo por ella hasta la balaustrada del piso de arriba, un pequeño corredor que servía de distribuidor a las habitaciones de las prostitutas, hoy abandonadas.

Allí vuelvo a empuñar mi rifle. La gran lámpara central está frente a mi, no muy lejos. Una sonrisa lobuna acude a mis labios mientras apunto cuidadosamente y espero a que uno o más de los matones se pongan debajo...

A través de un sucio cristal por la parte de fuera se ve como una manga de color negro comienza a limpiar el vidrio haciendo un círculo transparente en el y se asoma con una gran sonrisa de oreja a oreja a observar lo que va a pasar en la cantina.

Pega la frente a este para poder ver mejor la pelea y en cuanto comienza sale corriendo seguido de un perro de pelaje sucio hacia un local que tiene en frente mientras se escucha una risa lúgubre:

-¡JAJAJAJAJA!, vamos Ran Tan Plan, que tenemos trabajo.

Pancho se levanta gruñendo pesadamente. Mira la botella ya casi vacía de Tequila con cierto aire melancólico y le da un último, largo trago. Tras terminarla, se acerca con la botella vacía sujeta por el cuello al rufián más cercano e intenta darle con la botella en la cabeza. 

De un salto me subo a la mesa donde está la chica y vuelvo a desenfundar como una centella mientras coloco mi pistola a la altura de mi abdomen apuntando hacia abajo apretando el gatillo y golpeando el martillo repetidas veces con la otra mano salñiendo las balas del cañón de forma certera hasta conseguir disparar cinco veces a la puntera de las botas de los aserraderos y dejando el dedo pulgar a la vista de todos.

¡PUM PUM PUM PUM PUM!

Luego levanto el revólver mientras le doy un golpe al cilindro para que los casquillos salgan por el lateral en serie y recargo todo el tambor.

-Espero que no te moleste el humo muñeca... -digo dando una calada y soplando a mi revólver con el humo-

Vale entonces entiendo que va así:

-atacar rufián 1: botellazo y tortazo (2 ataques entiendo)

- atacar rufián 2: repartiendo hostias como enchiladas (otras dos)

- 1 defensa activa 

Ésto ya lo rolearía más para el gran público. Ahora tu me das las dificultades y yo hago las tiradas y el post, no?